Partida Rol por web

Permaneces sentado en la cama de tu dormitorio durante un rato, luchando contra el cansancio y la tentación que supone el colchón de plumas sobre el que te encuentras, recordando las largas jornadas dormitando en el frío suelo temiendo un ataque de los Truil.

De repente, empiezas a notar calor, mucho calor. Sorprendido, te miras las manos y el torso, te llevas la mano a la frente esperando encontrarla llena de sudor, pero no es así. Ahogas un grito de dolor cuando sientes cómo el fuego inunda tus venas y entonces recuerdas... Es la misma sensación que tuviste cuando, tras un intenso baile de frenéticos pasos, perpetuaste tu sintonía con la escuela de fuego.

De golpe, la sensación se desvanece, dejando tan solo el recuerdo de un dolor intenso. La elevada temperatura del verano en Uldnacht te deja de afectar y suspiras pensando que tal vez hayas recuperado tu magia.

Te diriges a la puerta trasera de la casa, que entraba directamente al salón si la memoria no te falla.

Una vez allí, coges una de las dagas de tu cinturón e intentas forzar la cerradura, esperando ser suficientemente discreto para no llamar la atención.

Asceltis se levanta mientras guadas tu koto.

- ¿Sólo negocios? - pregunta sin poder ocultar el tono de decepción de su voz. - Como desees - dice volviendo a sentarse en la mesa, en la posición rígida que siempre mantenía durante vuestras primeras reuniones. - Pero llegará el momento en el que te fallen tu honor y tu dinda - usa la palabra Dindavara para espada - y tal vez lamentes no haberme demostrado que podía confiar en ti - dice rompiendo su postura hierática una última vez mientras espera que tomes asiento.

Vuelves a la mesa, con la incómoda sensación de haber cerrado una puerta que tal vez vayas a necesitar utilizar, recordando una vez más que estás solo en un país hostil con los extranjeros.

- No te pido ninguna información más de lo que antes os dije a Areth y a ti - dice con voz fria. - Quiero saber cómo los truil están derrotando a nuestras tropas. Por lo que tengo entendido, tú mismo deseas esa información, así que el trato es sencillo. Yo te proporciono los medios para obtenerla y tú la compartes conmigo.

Noto como el calor recorria su cuerpo. era una extraña sensación, pensó tal vez que fuese la misma que tuvo hace varios años al sintonizarse con la escuela de los Bailarines De Fuego...un tanto alarmado se intentó tranquilizar, tal vez fuese algo más que un espasmo, rápidamente busco el lugar donde el y Emma habian estado hablando.

Alcanzó su copa y la cogió con dos manos, esperando ver alguna reacción en el líquido que ni siquiera habia probado por puro respeto, aunque tampoco lo tomaría auque se lo exigiesen.

Ver algun cambio en el contenido de la copa sería propenso a decir que lo que de antes no habia sido una cosa normal.

El vino blanco sigue exactamente igual que cuando lo dejaste y, dado que únicamente has comido y bebido con todos en el comedor principal, la teoría de que puedas estar envenenado te resulta, cuanto menos, improbable.

A ver si hay suerte...- Digo, mientras deslizo la daga por el hueco de la puerta.

Listo.

De acuerdo... lo averiguaré...

Esto dice Yi Fan, sintiendo la frialdad de Asceltis como estuviese hecha de hielo. ¿Se ha equivocado al hablarle de esa manera? Por un lado piensa que ha actuado como lo haría un verdadero noble de Dindavara, pero por otro piensa que quizás haya perdido la confianza que ella depositaba en él.

No es tan fácil borrar de un plumazo el haber sido educado en el recelo hacia los extranjeros y en el desprecio a los que no son de noble cuna... pero eso era fácil de aceptar cuando estaba en su patria y conservaba su título.
Aquí, en el extranjero, Yi Fan va entendiendo poco a poco que si persiste en la actitud que mantenía cuando llegó a Uldholm, eso puede traerle graves consecuencias...

El maullido de Fawkes a tu lado es casi un bufido de protesta.

- ¡Maldita sea, Areth! - dice mientras se queda completamente quieto. - Lárgate de aquí, alguien te ha oído y está avisando a la guardia.

Te paras a escucha y a lo lejos escuchas el sonido metálico de las armaduras de los guardias entrechocando mientras corren hacia aquí.

El vino no muestra nada extraño, ni en su color ni en su aroma. Con una ligera sensación de culpabilidad, recuerdas a Emma bebiendo de esa misma botella.

La incómoda sensación de dolor y calor abrasador se desvanece poco a poco y vuelves a sentirte más confiado, como si una parte de ti que había desaparecido se hubiese restaurado con el paso del tiempo.

Asceltis asiente con la cabeza.

- Entonces tenemos un trato - dice con voz seria. - Mañana nos reuniremos y ultimaremos los detalles de la expedición.

Sin precisar ninguna hora o lugar en concreto para esa reunión, la mujer se levanta y se dirige a la salida del salón. Te parece ver cómo en un momento reduce su paso y hace el amago de girar la cabeza hacia ti, pero al instante siguiente continúa caminando con su seguridad habitual, haciéndote dudar sobre si has imaginado el gesto o si realmente ha ocurrido.

Cuando sale de la habitación te quedas solo en el salón de la posada y no puedes evitar clavar tu mirada en la botella de licor que se encuentra sobre la mesa en la que habéis estado sentados.

Mierda!! ¡¡Otra vez no, por favor!!

Rompo a correr como alma que lleva al diablo, callejones a dentro, con la espera de que no me vean... y a poder ser sin hacer ruido, aunque teniendo en cuenta mi fama...

Solo en el salón Yi Fan se levanta y mira la puerta por la que Asceltis se ha marchado durante un largo rato. Después se vuelve hacia la mesa donde han estado sentados y alarga la mano hacia la botella, a la cual le quita el tapón.
Se acerca el licor a la nariz y aspira el fuerte aroma. Le resulta extraño, como todo en este pais.

Con un gruñido, lanza la botella contra la pared, donde se destroza en mil pedazos.

Corres por los callejones escuchando gritos y pasos detrás de ti. Pese a que aprietas el ritmo, tus heridas te hacen moverte más despacio de lo normal y no consigues alejarte de los guardias que te persiguen. Ágilmente, saltas por encima de un cubo y esquivas unas cajas llenas de basura en el suelo, buscando recodos cada vez más estrechos para despistar a tus perseguidores.

En mitad de tu carrera, notas como algo golpea tu pecho, haciéndote soltar todo el aire de los pulmones y frenándote en seco. Tambaleándote, ves un oscuro brazo que sale de un estrecho callejón que casi habías pasado por alto en tu carrera. Antes de que tengas tiempo para reaccionar, una mano te agarra de tu camisa tirando de ti con una gran fuerza.

El hombre de Asceltis, Alder te sujeta de la camisa metiéndote en el callejón. Sin decir nada, te suelta y te indica que le sigas con un gesto de su cabeza.

Tardas un segundo en recuperar el aliento y echas a correr detrás de él. La fluidez de sus movimientos te resulta sorprendente en un hombre de su tamaño. Y de su fuerza, piensas llevándote la mano al pecho, seguro de que a la mañana siguiente tendrás un moratón en el lugar en el que ha impactado su brazo.

El brusco cambio de dirección y los atajos tomados por Alder parecen despistar completamente a la guardia y al cabo de unos minutos sus gritos se pierden en la lejanía. El hombretón continúa corriendo a buen ritmo un poco más y, cuando estás a punto de caer agotado, se para bruscamente, de forma que casi chocas con él.

- Siempre estás metido en líos - dice en tono serio mientras recuperas el aliento. - Ven conmigo, tenemos que hablar.

Sin más explicaciones, empieza a caminar a grandes zancadas por los callejones.

Dejas el vaso sobre la mesa y te quedas allí durante un rato, pensativo.

El ruido de un cristal al romperse en tu habitación te saca de tu ensimismamiento y notas una leve corriente de aire. Instintivamente, llevas las manos a tus dagas mientras intentas agudizar tu oído. Te parece escuchar a alguien moviéndose en el cuarto principal de tus aposentos y, con un nudo en el estómago, recuerdas las advertencias de Emma.

La botella se hace añicos contra la pared y el olor a licor llena por completo la sala. Pese a estar mirando fijamente cómo el líquido resbala por la pared, notas como el camarero que ha servido la comida entra corriendo en el salón. Sin embargo se para junto a la puerta y te observa por un momento. Pese a haber recuperado el autocontrol tras el estallido de ira, algo en tu rostro parece avisar al camarero de que no es buena idea quedarse a solas contigo.

Respiras profundamente intentando recuperar la calma, tal y como te enseñaron en tu juventud. Sin embargo, los recuerdos de las katas practicadas tan a menudo vuelven a traerte a la mente la conversación con Asceltis. ¿Cuánto sabe la mujer sobre ti? Conocía el nombre de tu familia y no estaba desencaminada en su suposición sobre tus verdaderos motivos para venir a Uldholm. Un escalofrío, mezcla de rabia con algo de intranquilidad, recorre tu espalda.

El ruido de un cristal al romperse te saca de tus pensamientos. ¿Otra botella? piensas por un momento. Aunque no tardas en darte cuenta de que el sonido es ligeramente distinto, más seco, como un cristal plano... ¡Una ventana! Tu mirada se dirige hacia la funda de tu koto en la que se encuentra tu dinda mientras piensas intentando deducir de dónde ha venido el sonido. No consigues localizarlo exactamente, pero dirías que ha sido al otro lado de la calle o en el piso de arriba.

Paro en seco ante Alder, y con una expresión seria (y mordiéndome la lengua) decido seguirle sin rechistar. Tenía muchas quejas que hacer, pero con ese hombre... Me dan escalofríos cada vez que lo veo...

Esto es una estupidez... Pero si puede escuchar mi conexión con Fawkes... Quizás puede escuchar mi mente...

Alder, soy mucho más inteligente que tú, más guapo, más rápido y más alto. Lo único en lo que me ganas es que tienes un busto envidiable.

Por los siete ríos... esto es una estupidez. No puede leer tu mente... Debe ser que Fawkes y yo usamos magia para ello... así que en el fondo soy un mago... ahá... así que... Bueno, Areth, basta. Tienes que recuperar tu equipo.

Normalmente Yi Fan ni se preocuparía por un tumulto que tuviese lugar en las calles de Uldnacht, pero ahora mismo buscaría cualquier excusa para ocupar su mente y alejar los oscuros pensamientos que le invaden.

Esto hace que salga a la calle, en busca del ruido de cristales rotos que acaba de escuchar.