Partida Rol por web

Atravesáis la avenida que comunica los Barrios Centrales con la Puerta Oeste y camináis hacia el cementerio siguiendo a la comitiva.

La gente se acumula alrededor del mausoleo en el que van a descansar los restos de Rowan. La construcción es obra del gremio de Masones, realizada según la más impresionante arquitectura Uld y reservada para los miembros del Consejo y del Senado. No tenéis la menor duda de que ese lugar de descanso eterno es más lujoso que la mayor parte de las casas de los Barrios Medios.

El enterrador, ataviado con sus mejores galas, espera junto a la puerta del suntuoso edificio, con un gesto casi aliviado al saber que su trabajo de hoy no consistirá en cavar tumbas bajo el ardiente sol del verano.

Los discursos están ya dichos, así que todo el mundo se mantiene en silencio mientras la guardia de honor que ha llevado volando el ataúd hasta allí lo introducen en el mausoleo seguidos por el enterrador y al cabo de un rato vuelven a salir en silencio. El encargado del cementerio se dispone a cerrar la puerta con una pesada losa de piedra cuando una oscura nube de tormenta se interpone entre el disco solar y vuestra posición, cubriendo el cementerio de sombras.

La inminente lluvia hace que la gente empiece a dispersarse más rápidamente de lo habitual en estas situaciones.

Biza le da un leve codazo a su cuñado, señalando con la cabeza al enterrador. Camina hacia él intentando no parecer amenazadora, pese a que el ambiente no ayuda nada.

- Hola -saluda brevemente. Un "buenos días" quizá no sea tan buena idea-. ¿Se acuerda de mí? -intenta sonreír, pero la situación no permite demasiado-. Me gustaría... charlar con usted. Sobre... bueno, digamos que dejé un par de preguntas en el tintero la última vez que nos vimos.

Ilsa busca a Zorya entre la multitud para informarle de nuestro nuevo crédito y para orientarle sobre cómo invertirlo adecuadamente. No obstante, al final, contempla el lugar dedicado a su maestro para el descanso final. Él nunca habría admitido nada de esto, y sin embargo, era necesario. Ilsa acepta las gotas de lluvia como un acto de gratitud purificadora, así que hoy no le molesta especialmente mojarse las plumas (algo que en otras circunstancias habría horrorizado a Irina). La imagen de su sirvienta se remonta a cuando ejercía como aya en la mansión Svletan, hace ya muchos años. Entonces las alas no entorpecían sus carreras. Antes de Rowan y de las obligaciones que su padre siempre le inculcaba. Que ella odiaba con toda su alma, aunque obedecía escrupulosamente.

Qué compleja es el espíritu humano, que nos retiene en nuestras odiosas responsabilidades, como cadenas atadas al fondo del mar que nos ahogan poco a poco. Y ahora otro pesado eslabón me une a este lugar, más que ningún otro.

En realidad la enfermiza admiración por Merak residía en la extraña capacidad de ese fauno lascivo para vivir sin ninguna norma, sin ningún límite, y a pesar de ello conseguir sus propósitos con tan natural facilidad. Pero una maestra no puede confiar en nadie, y mucho menos en un simple hombre. Solo la absenta llegaba a solazarle con su fatal dulzura y su odiosa culpabilidad.

La lluvia se llevó sus pensamientos que no le daban tregua. Así que decidió marcharse, con sus cuitas, a cualquier parte.

El sepulturero se queda pensativo durante un momento.

- ¡Ah! - exclama al reconocerte de la tarde anterior. - Sí, ya recuerdo... La chica que vino después de los guardias, ¿no es así? Pero... ¿ayer tenía usted esas alas? - pregunta visiblemente desorientado.

Se encoge de hombros, como si realmente no importase.

- Bien, pues ¡usted dirá! ¿Qué desea preguntarme?

No localizas a Zorya en ningún sitio, así que caminas lentamente bajo la lluvia sin rumbo a ninguna parte.

Llegas a la salida del cementerio y observas las murallas de la ciudad desde el exterior. Por un momento, recorres el paisaje lleno de pequeñas granjas y chabolas en las inmediaciones de la ciudad.

- Impresionante, ¿verdad? - Te sorprende encontrarte al anciano consejero Christian parado en la puerta del cemenerio. - A veces olvidamos que Uldnacht es mucho más extensa que los barrios centrales... Incluso dentro de la muralla hay numerosas chabolas y casas más pequeñas que una sola de las salas de nuestro gremio.

Sonríe, tristemente.

- ¡Oh! Por supuesto los habitantes de la Periferia viven en esas condiciones porque no han querido esforzarse para lograr algo mejor, pero no es conveniente olvidar que están ahí, ¿no crees?

Se acerca y empieza a caminar a tu lado, lentamente, de vuelta a la ciudad.

- Pero no es eso de lo que quería hablar contigo. Sé que estás afectada por la muerte de tu maestro, pero habría esperado que te dejases ver algo más durante el funeral, en vez de quedarte atrás durante la procesión al cementerio. Al fin y al cabo, si quieres aspirar a suceder a Rowan, deberás dejarte ver públicamente para que los miembros de nuestro gremio sepan quién les ha de representar...

Te mira fijamente, sonriendo mientras espera ver tu reacción a sus palabras.

Ilsa se gira a saludar al anciano consejero y le saludo con deferencia. El vestido blanco de luto está arruinado, es un hecho, piensa mientras se mueve.

-¿Acaso un sistema en el que todos nos sometemos a la antojadiza voluntad de crápulas aristócratas sería un sistema mejor para esa chusma? Supongo que siempre habrá quien se rebele contra el poder, tenga la forma que este adquiera. Siempre en perpetuo peligro. Ilsa contempla la estampa imaginando las vidas de esa gente. El estólido transcurrir de unas vidas ajenas a las confabulaciones y las retorcidas alianzas por el reconocimiento. Aunque no los envidiaba, era capaz de sentir un lejano afecto por aquellos parias.

-Lo siento, Consejero. Es cierto que tendría que haber sido más visible, pero comprenderá que dada la naturaleza del entierro me sintiera indispuesta para ejercer un papel duradero. ¿Se ha decidido quién sucederá al maestro? Ilsa entendía que tenía dos ventajas que ningún otro candidato tendría: conocía el secreto de los miembros del Consejo y, en segundo lugar, y más importante todavía: seguía viva como para contárselo a cualquiera. Aunque eso también la convertía en la más firme candidata para ser eliminada. Entonces, una idea se le pasó por la cabeza. Después de echar una mirada a su entorno, comenta en un tono ligeramente más suave:

-Consejero Christian, si alguien necesitara hablar con "ese" gremio, ¿cómo podría hacerlo?

- Me gustaría saber -comienza Biza con cautela- si vio algo extraño, que le llamase la atención, durante el enterramiento la última vez que nos vimos. Quizá los cuerpos tenían algún aspecto o rasgo que le resultase curioso, o tal vez algo inquietante entre sus propiedades, o sencillamente algo que le saltase a la vista... cualquier cosa rara, peculiar, cualquier sensación... -perdida como está, no sabe muy bien cómo concretar lo que debe buscar.

El Consejero se queda parado un momento, sorprendido por la directa pregunta. Mira a su alrededor, comprobando que estáis suficientemente alejados de todo el mundo como para que nadie os haya escuchado.

- Eso, querida Ilsa, es el quid de la cuestión. No puedes. - dice con rotundidad. - Ni siquiera deberías conocer su existencia... Y, por lo que sabemos hasta ahora, esa es la razón de la muerte de tu maestro.

Da unos pasos en silencio.

- Los únicos que pueden contactar con ellos son los Consejeros y, aún así, pocos se atreven a hacerlo. Lo cual liga con tu anterior pregunta... No hay nada decidido. Como sabes, la representación del Gremio se debe decidir en una asamblea. Por supuesto, se han pronunciado varios nombres a puerta cerrada y, digamos que yo tengo mi favorita... - Te mira directamente a los ojos. - Tal vez porque esa sea tu única oportunidad para protegerte de ellos. No me sorprendería que estuvieran esperando la elección del Consejo antes de decidir qué hacer.

Se para un momento a tomar aliento. Habéis llegado a la puerta de la muralla y los guardias parecen muy atareados vigilando a todos los que tratan de entrar casi a un tiempo. Reconoces muchas de las caras de haberlas visto en el funeral.

- Por eso, querida Ilsa, debes prestar atención a cómo actúas en público. Si pretendes suceder a tu maestro - delante de tanta gente no repite que puede ser la única forma de salvar la vida - debes ganarte la confianza del Gremio. Las candidaturas se abrirán esta misma tarde y dentro de diez días se convocará la asamblea. Si necesitas ayuda durante la campaña, podrás contar conmigo...

El hombre te mira de arriba a abajo con curiosidad y te hace un gesto para que le acompañes a su caseta.

- ¿Raro, dice? - repite con una pregunta retórica. - Todo en ese entierro fue extraño, señorita. Para empezar, no es habitual que un oficial acompañe a los guardias al cementerio, ni que vayan a enterrar unos cuerpos con estas ropas caras - dice agarrando la solapa de la chaqueta que lleva puesta.

Te fijas en la ropa y caes en la cuenta que es la misma chaqueta que llevaba uno de los cadáveres. Ha sido minuciosamente lavada y remendada para limpiar la sangre y algún desgarrón que habría recibido durante el combate que acabó con la vida de su anterior dueño, pero sin duda es la misma chaqueta.

- Tampoco es habitual que la gente se interese tanto por el entierro de tres sin-gremio muertos en una pelea. Al fin y al cabo, enterramos gente en fosas comunes todas las semanas y a menudo han sido víctimas de una cuchillada que otra...

Llegáis por fin a la caseta del enterrador, poco más que una chabola de madera, mucho más humilde que los panteones que los ricos de Uldnacht han mandado construir para albergar sus restos.

- ¿Quiere pasar, señorita? - pregunta el enterrador con una sonrisa desdentada.

El enterrador ve como la oficial niega con la cabeza.

- ¡Ah! Todos los oficiales y maestros son iguales - dice abriendo la puerta. - Nunca se preocupan por la gente de la Periferia. No sé en qué se diferencian ellos de los nobles del antiguo reino.

Con gesto brusco, entró en su cabaña cerrando la puerta de un portazo.

- Pero ¿quién...? - exclama al ver una figura que se abalanza sobre él.

Christian se aleja en dirección a su casa tras atravesar la puerta de la muralla, dejándote pensativa con respecto a lo que acaba de decir. Miras el cielo, que lentamente va despejándose después del chaparrón veraniego, y ves que ya ha pasado el mediodía. Pese a todo lo ocurrido, notas un vacío en tu estómago y te das cuenta de que prácticamente no has comido nada desde ayer.

Caminas a casa de Zorya, donde está Irina esperándote. Con suerte la maestra de Cerberus está también allí.

- ¡Ah, querida! - dice cuando te ve entrando en su casa, en la que sigues temporalmente alojada. - Prácticamente no te he visto durante el funeral. Ven conmigo, Irina ha ayudado a mi cocinera a preparar la comida y la verdad es que huele que alimenta... Sé que no estás especialmente animada, pero aún tenemos trabajo por hacer, así que no podemos descuidarnos.

Te lleva hasta la mesa en la que hay dos platos preparados alrededor de unos estupendos bollos y una iguana de los Yermos asada con unos dorados frutos importados de Pahar.

Ilsa camina meditabunda hasta casa de Zorya. Aunque no era la actitud que se podía esperar, es cierto que demostrar aflición por la muerte de su maestro no le perjudica. No obstante, ahora tendrá que ser más precabida y mostrar sus cartas progresivamente. Piensa en los contactos y encuentros casuales que debe provocar en la casa gremial, junto con las conversaciones insinuantes.

Cuando llego, me alegra encontrar a Zorya en casa, y la acompaño hasta el salón. Lo cierto es que es la única persona con quien Ilsa se encuentra cómoda últimamente. La comida tiene un aspecto absolutamente delicioso, así que Ilsa le agradece a su compañera las atenciones y busca un momento de soledad en la mesa, cuando los sirvientes se retiran a preparar los platos, para decirle:

-Tengo otro asunto que tratar contigo en privado, querida. Cuando terminemos, podrías invitarme a una copa en el salón familiar. Digo mostrándole el pergamino que me ha entregado Porter y tratando de que el sello del banquero quede a la vista de Zorya.

Zorya casi deja caer la copa al ver el sello.

- ¡Porter! - exclama. - Ese Consejero es como una víbora, Ilsa. No sé qué negocios te traes con él, pero te puedo asegurar que no ostenta su puesto en vano. Rowan se quejó de su influencia en más de una ocasión y estoy convencida de que él tuvo gran parte de la culpa de que el otro día se aprobase el ataque contra los Truil.

Coméis rápidamente, mirando de reojo a los sirvientes. Después de todo lo que ha ocurrido hasta ahora, no te fías prácticamente de nadie que no sea Irina, Stepjan o la propia Zorya.

- ¡No nos molestéis! - avisa la maestra a sus criados cuando finalmente os levantáis.

Cruzáis un pasillo hasta una de las salas de estar de la lujosa mansión. Zorya abre una cómoda y te señala las botellas para que escojas la bebida. El reflejo verde de la absenta llama inevitablemente tu atención. El hada verde... ¿Pero qué influencia feérica tiene realmente esa bebida en tí?

- ¿Y bien, querida? - pregunta Zorya mientras tratas de alejar de tu mente los pensamientos guiados por tu adicción. - ¿Qué contiene ese pergamino?

Ilsa se queda petrificada ante la visión de la absenta. Entonces le viene a la mente el tiempo que lleva sin acudir a su deliciosa ensoñación, a ese remanso de paz privado y cristalino donde estos negocios mundanos se muestran en su verdadera naturaleza como sueños evanescentes. La garganta le arde, pero las circunstancias ahora son las circunstancias... tal vez luego...

-Zorya... desde que desperté aquí en tu casa hace dos días la situación no ha hecho sino empeorar para nosotros. Y necesito alguien que confie en mi, y solo puedo contar contigo. Sé que no se puede confiar en Porter, pero tenemos una misión. Una misión tan importante como para darlo todo por ella. Deberás perdonarme, pero hay cosas que no puedo decir, porque no quiero hacerte partícipe de los peligros que acechan en la sombra más de lo necesario. No obstante, sí te diré que un peligro innombrable nos ronda.

Ilsa se para a respirar. Lo cierto es que las palabras de Christian le revolotean. El gremio de asesinos está esperando.

-Necesitamos localizar a alguien. Para ello solo podremos contar con las personas de más confianza, y con el más absoluto de los secretos. Y para ello necesitaremos todos los recursos a nuestra disposición. Necesitamos localizar a alguien... y hablar con él, o con ellos. Ése fue el último deseo de una persona muy querida para mi y haré todo lo que esté en mi mano para conseguirlo.

La evidencia del pergamino se va haciendo cada vez más explícita.

Todo lo que esté en mi mano, digo. Incluso firmar con sangre cualquier pacto. La ciudad, Uldholm, tiene un pacto firmado, secreto y oscuro. Una mácula de podredumbre. Este presupuesto ayudará a esa tarea. Dice Ilsa mostrándole el pergamino. Servirá para lanzar la red, para hacerla más fuerte y quizá, quizá, podamos dar con las personas que necesitamos para resolver nuestros enigmas. ¿Cuento contigo?

La mirada de Ilsa se desvía indeflectivamente a la absenta. Tal vez luego...

La maestra te mira sorprendida mientras saca una botella de brandy de la alacena y cierra la puerta. Con gesto serio, se dirige a una mesilla y sirve dos copas de licor. Tal vez luego, dices descartando la idea de tomar la botella de absenta.

- Me preocupas, Ilsa... - dice con sinceridad antes de llevarse la copa a los labios. - Por supuesto puedes contar conmigo, pero, ¿a quién tienes que buscar con tanta necesidad?... ¿Con tanta desesperación? - corrige.

Te mira con evidente gesto preocupado.

- Sin duda Rowan está detrás de todo esto - afirma en relación a tus palabras. "La última voluntad de alguien muy querido" no deja muchas alternativas, especialmente el mismo día en que tu maestro ha sido enterrado. - ¿Estás segura de que él querría que tratases con Porter? Al fin y al cabo tienes a todo Cerberus detrás para tratar de localizar a cualquiera en esta ciudad.

Se sienta en una butaca, y te hace un gesto para que la acompañes. Como ya te ha dicho más de una vez, prácticamente estás en tu casa.

Ilsa se sienta evidentemente nerviosa y afectada por las palabras de Zorya. Le preocupa lo que habría pensado Rowan de esa asociación. Pero ahora tenía más oportunidades de localizar al gremio secreto, y ésa era la prioridad que su maestro le había legado.

-No tenemos otra opción, Zorya. Si algo han demostrado nuestros enemigos es que van un paso por delante en esta situación. Creo que pueden ser demasiado poderosos incluso para Cerberus. Por eso puede ser útil esto -dice Ilsa señalando el pergamino bajo su manga.

Después de un silencio, toma un sorbo de brandy. El licor apenas roza su garganta. Nada comparable con la absenta... pero Zorya tiene un excelente gusto, eso sí.

Hay que movilizar a nuestra gente. Esta noche recibirán las instrucciones para preparar la búsqueda. Yo debo dirigirme a la Sede del Gremio, ¿puedes encargarte de cobrarlo para nuestra organización? -inquiere, cediéndole el pergamino.

Las palabras de Zorya resuenan en tu cabeza mientras te diriges al gremio de hechiceros. "Por supuesto, Ilsa. Déjalo en mis manos". Agradeces mentalmente la ayuda de la maestra joyera, el poder tener a alguien en quien confiar.

No tardas en llegar a la sede del gremio, donde hay mucho más movimiento del habitual. Tristemente, la muerte de Rowan ha quedado en segundo plano ante la inminente selección de un nuevo consejero. Al parecer, el plazo para presentar candidaturas ya ha empezado y el gremio quiere acelerar el proceso todo lo posible. Dado que hace tan solo unos días ha habido una asamblea general del gremio, todos los posibles candidatos se encuentran en la ciudad.

Te diriges a la sección de administración, donde los aprendices se apiñan esperando ver quien se presenta al puesto de consejero antes que nadie. No te sorprende escuchar tu nombre entre los cuchicheos que intercambian cuando te acercas.

- ¡Ah! Ilsa... No me sorprende verte por aquí. - Reconoces la voz y tu estómago se contrae como si hubieras recibido un golpe. Merak.

Ilsa se gira, fingiendo lo que no se puede fingir, hundiendo en lo más profundo toda emoción y mostrándose gélida como el hielo perpetuo de la más alta montaña de Heluso, responde:

-Hola, Merak. En efecto, aquí estoy. Tú pareces deleitarte siguiendo mis pasos. ¿Qué tiene de sorprendente que una maestra acuda a su sede? -Dice.

A continuación, sin ceremonias, pero con toda tranquilidad y sosiego que es capaz de conseguir, Ilsa se dispone a firmar entre los peticionarios al cargo de consejero. De algún modo, le da la sensación de estar escribiendo con tinta roja en el pergamino mientras mueve la pluma grácilmente. Después de la última filigrana, siente que el pánico la envuelve. Asustada durante un segundo ante la imagen de su firma, junto al cuerpo de Merak, una fugaz imagen de Rowan pasa ante sus ojos. Su pulso tiembla, pero se contiene con todas sus fuerzas y su nombre resplandece sin mácula en el pergamino. Su corzacón palpita, pero ningún sentimiento se permite. Sus ojos se empañan, pero ninguna lágrima sale de ellos. La suerte está echada. Y solo los Antepasados dirán si espera el triunfo o el fracaso en el País de los Gremios.

Te inclinas para firmar la solicitud y mientras susurras tu nombre al escribirlo, no puedes evitar ver el sello que precede a tu rúbrica. Un sello que conoces muy bien, pues no en vano fuiste su amante durante un tiempo en la escuela de Rulfoun. Cuando te levantas finalmente, ves el rostro sonriente del dueño de ese sello, tu próximo rival en las próximas elecciones.

- Nada de sorprendente, por supuesto... - contesta. - Especialmente después de haber pasado tanto tiempo esta mañana con el consejero Christian.

Los cuchicheos de la gente a vuestro alrededor se silencian poco a poco, y las miradas de los aprendices se clavan en vosotros, previendo una conversación que fácilmente podría convertirse en el próximo debate antes de que se escoja el puesto de consejero.

- No has estado muy presente en el funeral de nuestro maestro, querida - remarca notablemente el posesivo, sobre todo, supones, para recordar a la audiencia que también él era su alumno. - El dolor de la pérdida de un amigo como Rowan es duro de llevar para todos, pero una maestra de tu categoría debería saber sobreponerse en un acto público.

Rumores de voces se empiezan a extender por la audiencia, aunque pronto se escuchan protestas demandando silencio.