Partida Rol por web

Jotnar agregó leche al café para suavizarlo y se lo acercó a la cabeza pero lo sostuvo. No por nada, sino porque prefería que Cocotilio bebiera del vaso a que lo intentase agarrar y se lo derramase por lo alto.

—Querida Nepthis—dijo de aquella guisa, alzando un dedo de la mano libre como quien hace un apunte a pié de página—. ¿Acabas de decir que "es posible que quieran quitarte de en medio" y es a ella a quien tengo que hacer entrar en razón?

Dioses y clérigos superiores. ¿Por qué siempre que había un follón tenían que estar de por medio? O al menos los segundos. Los primeros según les diese; cuando no era intentando matarte con sus sirvientes era enviando visiones. Al menos lo segundo era mucho menos ofensivo. Además, Hathor le caía bien, pero seguro que quienes fueran que entraban en las sospechas de la sacerdotisa empezaba a caerle mal en breve. Y si no, al tiempo.

—No me malinterpretes, estoy seguro de que Senet sabe hacer su trabajo. Pero me veo en la obligación de recordar que en esta compañía antes de "la clériga" eres "Nepthis"—agregó—. Y de esas no tengo sustituta. Así que si tienes un problema con algo, a riesgo de que me aguijonees con ese ceño implacable, comparto su deseo de querer ayudar.

Separó un momento el vaso para probar un sorbo del café y sacudió ligeramente una mano con gesto despreocupado como quien aparta una mosca imaginaria.

—Que sea feo es lo de menos, nos pasamos el día lidiando con cosas feas.

Lo cierto es que había apreciado mucho el gesto de la sacerdotisa en cuanto al intento de adquirir las semillas. Pero aun sin él, si una cosa tenía clara Jotnar era que quien quisiera "quitar de en medio" a cualquiera de sus niñas antes iba a participar en una degustación gratis de sandwich de nudillos enano.

Entendía y compartía el sentimiento de sus compañeros, pero por ello mismo, hubiera preferido que no se pusieran en peligro por ayudarla. Nepthis volvió a suspirar por enésima vez.

—Está bien —admitió—. Podéis venir a Neldorind. Espero fervientemente que todo se convierta en un engorroso trámite burocrático y os aburráis soberanamente. Así podré decir "os lo dije".

Lanzó una mirada cargada de intención a Amessis, que se le había ocurrido la brillante idea de mojar los dátiles en chocolate.

—Hablando de advertencias, veo que te has empeñado en empacharte. Luego no me vengas lloriqueando gemebunda.

La Compañía de los Imberbes Veleidosos habían sido un quebradero de cabeza en los últimos  meses.  Les habían "robado" varios trabajos y estaban ganando bastante fama en los últimos tiempos. Ellos en cambio, habían ido de trabajo mierda en trabajo de mierda y lo peor de todo era que el maldito multiverso había querido que dicha compañía se compusiera por cuatro miembros análogos a los de la compañía de la Barba Insondable.

No, no le gustaba la idea de que un semiorco hubiera puesto sus ojos en ella. Aunque Lurzca era de la misma raza, sabía por experiencia que los mestizos y en especial los machos eran brutos, lujuriosos y sin compromiso alguno. No, no quería nada con un tipo así. Cierto que no todo el mundo tenía que ser por fuerza igual, pero ella no tenía ganas de ser el conejillo de indias y a decir verdad, tampoco tenía ganas de iniciar ningún tipo de relación amorosa con nadie, aunque si ese alguien hubiera sido Aswand igual... 

Resopló. Por un momento creyó que aquel enorme hombre de azabache quería algo con una mujer como ella. Le había dicho que era una mujer preciosa, pero estaba claro que el cumplido era más  por quedar bien, que porque realmente así lo creyera. Una nueva decepción.

- Me interesa. - Dijo entonces. - Lo del cónclave, no lo de tu amigote. - Sonrió. - ¿Puedes enterarte de que va? -  Le preguntó. 

Si podían quitarle esa misión a los desbrabados, igual se marcaban un tanto. Tenía que hablar con Jotnar y los demás y contarles  aquello. Seguro que estarían interesados.

Aswand sonrió.

-Sabía que no te interesaría un mendrugo como Thugholor. ¿Eso significa que tengo posibilidades contigo? -quiso saber, ilusionado-. Lo del Cónclave, pues... algo me contó, pero muy por encima. Las intrigas políticas no son lo mío y él tampoco es que sea muy espabilado como para entenderlas, además ya sabes que los clérigos no suelen ir aireando sus planes así como así. Dijo algo sobre una sacerdotisa de Hathor, pero no me especificó el qué, supongo que protegerla o matarla o darle un susto... 

- ¿Po... posibilidades? - Preguntó ruborizada. - Pues, su...supongo que... - Tragó  saliva.

No dijo lo que pensaba. Todo lo relativo al amor y al sexo era nuevo para ella y le ponía nerviosa. Lurzca era una mujer muy tímida, quizás demasiado, pero es que su vida había sido dura en ese sentido y quizás por su apariencia o quizás por haber sido esclava y haber tenido que luchar y matar en la arena para sobrevivir, nunca se había preocupado demasiado por temas íntimos entre una mujer y un hombre.

- Tengo que hablar con mi compañía. - Dijo más serie y recuperando la compostura. - Nos vemos más tarde. Te diré si vengo contigo a Misthan. - Le ofreció la mano al Negro para estrechársela de forma cordial. - Ciertamente me interesa lo que me has contado. - Le comentó esperando el apretón de manos para marcharse junto a los miembros de su compañía y explicarles lo que había descubierto sobre los Imberbes y también sobre la reliquia de Misthan.

-Reevaluar... la oferta... ¿Pétalo Mazticano? Oh, por supuesto, ¡por supuesto! No tengo ningún inconveniente en ofrecerle unas semillas, al señor enano. Tenga, gratis, para usted.

Le ofreció diez semillas de café y diez de chocolate en una pequeña bolsita de arpillera. Luego procedió a preparar el pedido de la compañía con la mayor de las diligencias, aunque hubiese un grupo de personas esperando. Finalmente, cuando preparó la infusión para Nepthis, el café para Jotnar y el chocolate para Amessis, siguió atendiendo a los demás clientes.

-¿Qué te interesa de todo lo que te he contado? -preguntó, moviendo las cejas de forma traviesa. Sonrió y le tendió la mano-. Muy bien, Lurzca. De verdad que me alegro de verte. Y claro, me gustaría verte más tarde, antes de que nos vayamos hacia Misthan.

Estrechó la mano de la guerrera con fuerza, pues ambos la tenían, y fue una despedida amistosa entre dos amigos, de igual a igual. Aswand valoraba mucho a Lurzca, le dio una fuerte palmada en la espalda y se perdió entre el gentío del mercado.

Amessis estaba mojando los dátiles en el chocolate, una mezcla realmente empalagosa pero que a la nigromante no parecía afectarle en absoluto. Mientras Cocotilio daba sorbitos a su café y ronroneaba, un color rosado aparecía bajo sus ojos, como dos manchitas, lo que indicaba que estaba muy satisfecho con lo que estaba probando. El té de Nepthis era como a ella le gustaba, de sabor duro. Jotnar intentaba encontrar el punto exacto entre la cantidad de leche y café.

Así estaban cuando vieron aparecer a Lurzca. La semiorca se acercó a ellos en cuanto los vio y el mercader de especias la miró a ella, preguntándose qué bebida exótica podría ofrecerle a la mujer guerrera de la compañía.

A Lurzca le sorprendió encontrar a sus compañeros sentados todos ellos frente a tazas humeantes de té y café. Parecían realmente aburridos y sin nada que hacer. En Amessis, la más acostumbrada a la posición horizontal, el descanso y los placeres de la vida, pegaba bastante más que al resto estar desocupada mientras intoxicaba su cuerpo con ingentes cantidades de azúcar, pero es que incluso Cocotilio estaba sorbiendo café. 

La mestiza frunció el ceño confundida y se acercó a sus compañeros un tanto confundida por su actitud. Normalmente eran bastante más activos y aventureros de lo que estaban demostrando, aunque quizás, tan solo estaban cansados y tras  el viaje necesitaban reposar. Si, podía ser eso perfectamente.

- ¿Cómo ha ido lo de las plantas, Jotnar? - Le preguntó al enano. - El huerto ese para la competición me refiero... - Aclaró. - He estado hablando con un conocido y me ha contado cosas interesantes.

—Si pasa, será la vez que mas me alegre de escucharlo—le estaba diciendo Jotnar a Nepthis en aquel momento.

Lo cierto es que el enano agradecía un momento de ocio, y más si tenía que ver con semillas, especias y hojas de té. Aquel saquillo de arpillera iba a ser una gran adquisición para su jardín y estaba contento.

—Aún no he hecho nada—le respondió a Lurzca encogiéndose de hombros—. Estaba poniendo en práctica antes la sugerencia de Reseph de echar un vistazo al mercado.

Y había sido una buena idea definitivamente, había encontrado inspiración.

-Podriamos echarte una mano, Jotnar -sugirio Amessis después de lamer un dátil cubierto de cholate. Se lo llevó a la boca, lo mordisqueó y finalmente se sacó el hueso de la boca y lo dejó en el platito, antes de atacar -o seducir-otro dátil-. Ah, y gracias por darme la razón en esto. Si Nepthis se marcha sola y a escondidas, la perseguiré por el desierto.

En ese momento Lurzca hizo acto de presencia en el grupo. Amessis le dejó un sitio a su lado y pidió al mercader un chocolate para su amiga.

-¿Y tú qué has estado haciendo? -le preguntó, aunque el tono de la nigromante fue suave y ronco, y daba a entender que sabía lo que había estado haciendo, fuese lo que fuese. Amessis miró intensamente a Lurzca, seguramente esperando los detalles de su encuentro con ese conocido.

- Me encontré con Aswand, un viejo amigo. Me comentó que va camino de Misthan junto con un niño y un tipo extraño. - Se encogió de hombros. - Extraño grupo... - Dijo más para si misma que para el resto. - Me ha contado que un  clérigo de Thot ha desafiado a varios grupos mercenarios a recuperar un tesoro antiguo. Hay varias compañías detrás del hallazgo. Se ve que la reliquia está en una de las tumbas de Nefankhu. - Hizo una pausa. - También me ha contado que la Compañía de los Imberbes Veleidoso se dirige a Neldorind, para sobre un Cónclave. 

La Compañía de los Imberbes Veleidosos era una compañía rival a la de la Barba Insondable que tenía su sede en Gheldanet. Estaba compuesta por un semiorco, una enana, un nigromante y un sacerdote. La  Barba Insondable  había perdido un par de contratos importantes porque ellos llegaron antes; nunca habían hablado cara a cara, ni tan solo se habían cruzado nunca, pero ambos grupos se conocían de oídas sus trabajos.

A la mención de la palabra Cónclave, Nepthis dejó caer la taza, que golpeó contra el borde de la mesa, se partió limpiamente por la mitad y esparció todo su contenido sobre la hermosa falda de la sacerdotisa. Nepthis musitó una maldición bastante fuerte en mulhorandino cuando el té caliente le abrasó las piernas. Se puso en pie, con ademán enfadado, mientras separaba la falda de su piel.

—Lo siento —le dijo al propietario del puestecillo—. Ha sido un accidente. Le pagaré el coste de la taza.

El color le subió a las mejillas mientras sintió todas las miradas clavadas en ella. Por fortuna, su tez era morena y apenas se notó.

Había sido mencionar lo del cónclave y perder Nepthis la fuerza en las manos. No había que ser demasiado listo como para percatarse de que aquella información había removido algo en el interior de la sacerdotisa. 

- ¿Qué es lo que pasa Nepthis? - Le preguntó intrigada la mestiza.

—Que se me ha caído la taza, ¿no es evidente? —dijo mientras fulminaba con la mirada a la mestiza.

El tendero, solícito, acercó para retirar con cuidado los fragmentos de cerámica de la taza. Se disculpó con ella por haberle dado una de tal mala calidad y le entregó una nueva. Fue a limpiar la mancha de té de las faldas pero Netphis se negó en rotundo. Suspiró tras el incidente y cuando se hubo asegurado de que ni el tendero ni ningún paseante curioso pudieran escucharles, le contestó realmente a Lurzca.

—El Cónclave es para discutir sobre mi persona, Lurzca querida —le reveló a la mestiza—. En las últimas semanas se ha filtrado que... he empezado a recibir visiones proféticas de Hathor. Hay quien querrá meterme de lleno en la política de la Iglesia, y hay quien me verá como un peligro para su estatus que deben quitar de en medio. Otros tantos intentarán pescar en las aguas revueltas. Sea como fuere, debo acudir a ese Cónclave y encomendarme a Hathor.

—En resumen, que en siete días nos vamos a Neldorind.

Jotnar fué a beberse el café pero en ese momento oyó a Amessis y le salió por la nariz con lo que terminó atragantado con Cocotilio dándole palmaditas en la cabeza.

Lo suyo sería en la espalda pero como no llegaba era lo que había.

—No hace falta—tosió con voz estrangulada—. Quiero decir, no hay de qué.

Por más que las quisiera a las tres, Lurzca tenía la delicadeza de una manada de camellos irrumpiendo en una cacharrería y Amessis era buena con las cosas muertas, pero las vivas necesitaban otro toque. A Nepthis directamente no la veía en tal situación, Nepthis era como esas enfermeras de campaña que si te tienen que romper un hueso para encajarlo te lo rompen directamente y sin avisar en lugar de andarse con paños calientes.

Le valía con el apoyo moral y cuantas menos manos trabajando en lo mismo, mejor. Además, que sería trampa si no lo hacía él solo.

- ¿En siete días? - Preguntó extrañada la mestiza. - ​​​​​​. ¿Por qué en siete días? ¿Qué habéis estado haciendo vosotros?

—Porque el Cónclave empieza en siete días —explicó Nepthis y bebió un sorbo de té—. Jotnar ha estado paseando por el mercado en busca de semillas para su expléndido jardín, Amessis tragando dátiles como una plebeya desesperada y yo he dado un paseo por el Jardín del Edén con el Señor Ka-Mat-Ef.

Bebió otro sorbo y depositó la taza en el plato, con un tintineo.

—¿Y tú, Lurzca querida?

- He estado bebiendo cerveza con Aswand. - Dijo. - Creo que quiere...- Con la mano izquierda formó un círculo con el índice y el dedo gordo, con el índice derecho introdujo y extrajo a través del círculo varias veces. - ...conmigo. - Concluyó. - Y le ha contado lo que ya os he dicho y me ha pedido que vaya con ellos a Mishtan. Pero mi sitio está con vosotros. ¿Cómo sabes lo del cónclave,Nepthis?

Se formó un silencio en el que, de haber grillos en el desierto, se habrían oído unos cuantos.

—Por las posaderas blindadas de Moradin... —Jotnar suspiró con desmayo—. Acaba de decir que el Cónclave es para discutir sobre su persona. ¡Salgamos ya del bucle!

El enano se tomó de golpe el café que quedaba antes de volver a dejarlo en la mesa. Nepthis pudiendo estar en peligro y Lurzca pensando en a saber los dioses qué. Eso y que podría haber pasado sin el exceso de información sobre aquel "amigo" suyo viéndola como un pedazo de carne con un agujero. No lo conocía y ya le caía mal.