Partida Rol por web

Ruru, viendo que los ataques de su osa eran tan efectivos, decidió darle una nueva oportunidad. Aquel murciélago efectuó un extraño sonido sibilante, parecido al de una serpiente y entonces Señor Pinckels clavó de nuevo sus garras en el maltrecho cuerpo del osgo.

Entre Krath-Tk, el enorme frío creciente que sentía en su interior el osgo y la inestimable ayuda de Glÿn, el líder osgo cayó en un baño de sangre en el que el insectoide se regocijo y que por otra parte, ayudó a que el nixi oscuro se sintiera mucho mejor que momentos atrás. 

Por otra parte uno de los osgos se vio realmente mermando tras los ataques brutales de la osa de Ruru y cuando Questin Himmble se desplazó gracilmente a través de auqel terreno complicado y le asestó un poderoso espadazo a la altura de la columna, ya poco pudo hacer por sobrevivir. 

- ¡Muere engrendro! - Le gritó en sus últimos estertores.

Crodos está vez no levantó su ballesta, sino que se la devolvió -casi lanzó- a Akta.

— ¡No puedo seguir aquí, jugando con la ballesta mientras todos están en peligro! ¡Tened, mi fiel amiga, y disparad a esos seres! — dijo volviendo a sacar el mangual — ¡Seyran, Seyran! — exclamó haciéndolo girar en el aire sobre su cabeza mientras corría hacia el enemigo, exponiéndose valientemente al suelo traicionero.

La gracia con que danzó sobre las baldosas vivientes fue digna de relatar por un bardo, pero ah, Lasar estaba muy lejos de allí, de modo que tendría que contentarse con imaginarla sin música.

Al llegar, haciendo que la bola armada de su arma acumulará inercia por el camino, la descargó en un golpe descendente, intentando mandar al otro mundo la criatura incapaz de levantarse, pero que seguro que de tener la oportunidad se comería un bebé inocente.

Con el arco roto y el osgo rojo fuera de combate, los enemigos que restaban se encontraban dentro del círculo mágico, lo que solo me dejaba una sola opción.

Entrar.

Sabía que si lo hacía, podía quedar atrapada por la misma magia que los estaba enlenteciendo a ellos, pero siempre era posible llegar y aprovechar su estado para conseguir asestarles un golpe mortal, así que me dirigí rápidamente para entrar en la zona y lanzarme, si podía, contra las criaturas que todavía nos amenazaban.

Cuando llegué, me di cuenta de que uno de ellos estaba a mi alcance, así que ni siquiera me lo pensé. Elevé mi estoque y lo agité con todas mis fuerzas contra el osgo.

-¡¡A ver si te gusta esto!! -le grité, mientras mi arma cruzaba el aire para incrustarse en su cuerpo.

Recibo al aire  la ballesta y la guardo a mi espalda, en su sitio. Lo mío no son las armas a distancia y con el mediano a salvo por ahora solo puede hacer una cosa, entrar allí y rezar a Seyran por no caerme de culo. Así pues, bajo de la mesa y pongo mis pies en la tierra que no deja de moverse.

Pero justo como me temía, acabo en el suelo.

- Vamos a investigar, será divertido Akta... además debemos derrotar al mal si asola estas tierras. - Las ridículas palabras de Crodos me vinieron a la cabeza al tiempo que me enfurecía por mi caída. Debí quedarme en la mesa y ver como transcurría todo... al menos los enemigos también estaban en el suelo.

Uno de los osgos pudo al fin ponerse en pie y avanzó con su maza y expresión de odio hasta toparse con Lerissa. Ésta, quizás fijándose demasiado en la nueva amenaza y perdiendo la atención sobre uno de los enemigos que se hallaba en el suelo, no fue lo suficientemente rápida como para esquivar un potente mazazo en la pierda. Un poco más y le destrozó la rodilla, pero tuvo suerte que la pieza de armadura que se la cubría, le paró la mayor parte del golpe.

El tercer osgo en discordia, siguió en el suelo y trató de atacar a Crodos, de quien acababa de recibir un portentoso mangualazo. Aquel golpe había abollado el casco de la criatura y le dejó aturdido por unos momentos. Quizás por eso no pudo dar en el blanco y su golpe se quedó corto, dejando a Crodos totalmente a salvo de recibir daño alguno.

Redrick armado con sui ballesta avanzo junto a Akta. Apuntó pero no lo vio claro. Por no desperdiciar un virote o peor aún, por no acertar contra la espalda de unos de sus compañeros, se abstuvo de disparar. 

- Está ganado. - Le dijo a la sacerdotisa. - Vamos a librar este luego de estas alimañas. - Sonrió.

Yo no ataco a enemigos tumbados, no porque sienta reparos en ocuparme de los vencidos, sino porque son mucho más difíciles de acertar con mis rayos. Así pues, dejo que mis compañeros se encarguen de ejecutarlos y yo me entretengo curioseando entre la basura que hay por aquí tirada con la esperanza de descubrir algo útil antes de que lo hagan los demás.

Saco mi varita para detectar auras mágicas y, como un zahorí, me guío por sus vibraciones para buscar mi bien merecido tesoro.

Ruru decidió hacer caso a la sugerencia que acababan de hacerle y concentrándose un poco en los influjos de la naturaleza, logró desarticular la magia que había creado para que la piedra de los adoquines se revelase contra su impedimento natural de movimiento. El conjuro cesó de golpe y el suelo dejó de moverse al fin. 

Bajó volando hatsa tierra firme posándose tras las líneas amigas y recuperó su forma enana. Para ese entonces ya sabía que el combate estaba ganado y decidió recuperar su aspecto habitual sabiéndose a salgo. 

- Hecho... - Dijo cruzándose de brazos y esperando a que el resto concluyera el combate.

Señor Pinckels se cebó con el osgo que tenía delante. Clavó una de sus garras en la espalda de la criatura causándole un dolor terrible. Éste dejó caer si arma y acto seguido sintió como la otra garra delantera se incrustaba en su abdomen rasgando piel, músculo e interioridades haciendo que el grito de dolor desesperado fuera todavía más intenso. Por último, sus poderosos colmillos se clavaron en su cuello y su agonía cesó. 

El oso negro venido de otro plano se movió hasta la retaguardia de los osgos tratando de asestarles un nuevo zarpazo. No obstante fue bastante más ineficaz que Señor Pinckels y no llegó a rasgar la piel de su enemigo.

Ya con el suelo bajo control, el insectoide se animó a moverse dentro de aquella zona para buscar un hueco por dónde atacar a los últimos osgos que quedaban.

Sin tener una ruta directa le tocó pasar muy cerca del mediano hasta llegar a un costado de su enemigo, al llegar le clavo una de sus garras dejando una fea herida y al retirarla intento arrbatarl el arma aprovechando que lo tomo desprevenido.

Krath-Tk se acercó sediento de sangre hacia su presa. Pisoteando al recién fallecido osgo con sus pata recubiertas por su exoesqueleto, se situó junto a uno otra de las derribadas criaturas y le lanzó su poderosa zarpa causándole una prominente herida sangrante.

Questin por su parte, se movió rápido, buscando su retaguardia y flanqueó a la malherida criatura junto con la tiefling. Un certero espadazo le rasgó el cuello y la sangre empezó a manar a borbotones. Los ojos llenos de pavor de aquel ser, acabaron por cerrarse a la vez que sus manos trataban de contener sin éxito la hemorragia. 

Tan solo quedaba un enemigo en pie y aunque se sabía derrotado, vendería cara su piel, o eso esperaba al menos.

Los adoquines del suelo detuvieron su baile disparatado, y Crodos afirmó bien sus pies, que no habían fallado en darle buen sustento. El paladín estaba radiante. ¡Luchando hombro con hombro con sus valerosas compañeras! Bueno, sólo con Lerissa, porque Akta estaba atrás haciendo no sabía qué, pero algo importante sin duda. En cualquier caso, estaba claro que necesitaba alguna arenga más:

— ¡Vamos Akta! ¡Debemos derrotar al mal que asola estas tierras! — dijo alzando su arma triunfal —  ¡Fenece, maldito! ¡Por Xaod el Difunto y Seyran el Radiante, que ha llegado tu fin!

Enardecido por sus propias palabras, Crodos descargó el fuerte golpe. Esta vez el casco del osgo, que ya había sido abollado, no sería capaz de detener sus poderosos y sacros brazos.

Crodos dio muerte al último de los osgos que quedaba en pie, culminado la venganza por la muerte del paladín que había caído limpiando el mal de aquel templo impío, junto a aquel extraño grupo de inadaptados. Se hizo el silencio al fin y todo quedó en calma. El asalto conjunto a aquella fortaleza había sido todo un éxito. 

Lerissa fue quien vio en la lejanía y a través de uno de los ventanales, como un grupo de criaturas híbridas huía del lugar. Por suerte no eran muchas las hienas antropomorfas que habían escapado y sin duda eran las más cobardes. 

La parte positiva era que todos estaban bien y que la unión del bien, el mal y la neutralidad habían logrado aplastar a aquellas criaturas impías para unos y simplemente molestas para otros o bien una mera diversión con la que pasar el rato y porqué no admitirlo, obtener algo se botín. 

Una vez todo estuvo en calma, cada uno por su lado o divididos en facciones, comenzaron a revisar los cuerpos de sus adversarios caídos, así como a explorar lo.aue quedaba sin investigar del recinto. 

Entre los cuerpos de los caídos se podían extraer algunos objetos de valor, un total de trece armas de gran calidad, dos armaduras mágicas, tres armas también mágicas, así como una capa, un medallón y un anillo que también desprendían un aura arcana. Además encontraron cinco porciones y tres pergaminos mágicos. Por si fuera poco, lograron reunir dos mil trescientas doce monedas de oro. 

Avanzando por el interior del templo llegaron a lo que parecía ser una zona presidida por un altar, más o menos en la zona central del Templo. Aquel altar estaba rodeado de columnas en blancas de mármol, veteadas con un intenso y espeluznante color rojo que parecía fluir como si de sangre espesa y corrupta se tratase. El altar se encontraba alzado sobre un bloque de mármol rosado más o menos ovalado de unos cinco pies de ancho y siete de largo. 

El bloque de mármol del que se compone el altar, está vaciado en su parte interior con una figura humanoide, encontrándose los brazos y las piernas apartados del resto del cuerpo. La parte vaciada está manchada de una sustancia oscura, muy posiblemente sea sangre reseca mucho tiempo atrás. Al norte del altar, hay un foso, que parece que otrora fue una especie de manantial de unos veinte pies de ancho. En su interior y a su alrededores está lleno de vasijas rotas, basura y sí... heces. 

Al fondo del templo, se encontraba un segundo altar elevado. Este era de bronce y cobre con forma de gran tazón. Se encontraba ennegrecido por efecto del fuego y estaba lleno de carbón. Parecía que en el interior del mismo se habían calcinado algunos animales, pues estaba lleno de huesos casi carbonizados. El tazón estaba abollado y partido en el centro, pero aún conservaba su verticalidad. 

Tras este, una escalinatas conducían a una alcoba de forma circular, sobre la cual se encontraba un gran trono de basalto púrpura, decorado con rostros de demonios con mirada lasciva y con calaveras de rostro maligno esculpidas en el mismo. Por encima del trono se podía leer un texto. 

El poder de la muerte elemental

avasalla a los mortales

pero eleva al sin nombre.

Tras examinar todo el interior del templo, una gran decepción abordó a algunos de los presentes. El hecho de no encontrar nada que realmente pudiera indicarles que aquel lugar era el centro de un gran mal superior, sino más bien las ruinas de lo que otrora fuera un lugar de culto dedicado a un dios oscuro, que había sido ocupado por una banda de criaturas antropomorfas, fue realmente desengaño terrible. 

Sin embargo, faltaba algo en toda aquella ecuación. ¿Dónde estaba el paladín del que habían estado hablando aquellas criaturas malignas con las que los seyranitas se habían aliado temporalmente? Quedaban algunas puertas que abrir y a eso se dedicaron. La mayor parte de ellas correspondían a almacenes de trastos antiguos, provisiones y zonas que los actuales moradores utilizaban como dormitorio o letrinas.

No obstante, tras una de aquellas puertas encontraron unos aposentos bastante decentes dentro de lo sucios y revueltos que estaban. Posiblemente se tratase de la antigua sacristía, estando llena de sillas acolchadas y divanes, que sin duda habían visto días mejores. En el centro de la sala, se habían dispuesto dos de estos divanes a modo de cama. Tras esta se hallaba un montón de bolsas y cajas. 

Lerissa y Questin no tardaron en ir a rebuscar en ellas y hallaron un pequeño botín consistente en, ochocientas detenta y tres piezas de oro, una estatuilla de bronce representando a un elfo montado, una caja de hierro acolchada con diez gemas, un corte de tela con bordados de oro y una armadura completa. 

Todo había sido revisado ya. Todo menos una última habitación a la cuál el grupo se dirigió una vez recogieron el botín obtenido. La inequívoca sensación de que iban a hallar lo que buscaban al otro lado de la puerta, les asaltó a la mayoría de ellos y aunque tardaron unos segundos en abrir, finalmente se decidieron. 

Un denso olor a incienso y sangre flotaba en el ambiente. Sobre el suelo estaba pintadas con sangre, una serie de extrañas inscripciones, runas y glifos rituales. Del techo colgaban manojos de hojas y plantas secas, así como animales muertos y huesos atados a cordeles. Un arcón se encontraba en la pared oeste y sobre el mismo un incendiario todavía humeante. 

Sin embargo, lo que más llamó la atención de los presentes, fue una cama que se encontraba pegada a la pared de la habitación. Sobre la misma se encontraba atado de pies y manos a la cama, un hombre desnudo y con el cuerpo cubierto de heridas, llagas, terribles quemaduras ampolladas y sangre seca. Aquel humano, ya anciano a tenor de las arrugas de su piel y su larga cabellera y barba gris,  mostraba un rostro desfigurado por el dolor. Sin duda, mucho había sufrido hasta encontrar el reposo eterno. 

- Pobre Xaod... - Dijo un apenado Redrick. - A saber lo que tuvo que sufrir el viejo... - Resopló en parte aliviado por no haber corrido la misma suerte. - Estás criaturas son sin duda unos seres que no merecen la menor piedad. - Negó con la cabeza mientras apretaba los puños. - Lástima que algunos hayan podido huir. - Chasqueó la lengua fastidiado. - Pero creo que al final, hemos hecho un muy buen trabajo. - Afirmó convencido. 

Mientras Redrick hablaba, Questin se acercó al lecho donde reposaba el cuerpo sin vida del anciano. El mediano se quedó mirando a su antiguo compañero de batalla con curiosidad y una escalofriante indiferencia. No dejó de mirarle fijamente mientras el arcano hacía comentarios de lo más obvio acerca de lo que Xaod habría sufrido y de lo crueles que habían sido sus captores con él. 

Questin se subió al somier de la cama y se acercó un poco más cuerpo del paladín, inclinándose junto a su pecho. Las heridas que mostraba en esa parte de su anatomía eran desde luego, mortales de necesidad. El mediano juraría poder ver alguna de sus costillas al descubierto, mientras una serie de moscas sobrevolaban a su alrededor y se alimentaban de sus fluidos. 

- Respira. - Dijo el mediano. - Muy levemente, pero está respirando... - Aclaró con una tranquilidad pasmosa. 

Con la muerte de todos los osgos, aquel lugar por fin quedó limpio de criaturas a las cuales nuestro buen Crodos no podía permitir su existencia mientras anduvieran por lo que sin duda consideraba el camino del mal. Nunca entendería completamente la pasión que tenía el paladín por luchar contra el mal, como si fuese posible erradicarlo del mundo, cuando en realidad estaba claro que anidaba en el corazón de todos y cada uno de nosotros.

Pero sí estaba feliz... yo también. Era un amigo, aun cuando nunca hubiera esperado tener uno.

A través de una de la ventanas vi como los que todavía quedaban en pie salían huyendo en desbandada, lo que nos ahorraría muchos problemas a los demás.

-Bueno, parece que ya hemos terminado aquí. Mi buen Crodos, estarás contento. Otro lugar más que has limpiado del mal. Sin duda alguna, irás directo a tu paraíso, sea cual sea -le dije, dándole una palmada en la espalda.

Para mí solo había sido un buen día. Cuando una pelea terminaba bien... todo lo demás dejaba de importarme. Además, al registrar los cuerpos conseguimos bastantes cosas que nos proporcionarán lo suficiente como para seguir comiendo, bebiendo y disfrutando de la vida mientras fuese posible.

No estaba nada mal.

De todas maneras, continuamos explorando el lugar, llegando a unas escalinatas que llevaban a una sala muy... peculiar. La visión de los rostros que decoraban el trono dejaba muy poco a la imaginación. Quien quiera que lo hubiese diseñado, estaba lleno de lujuria, sadismo y ambición. Un buen cóctel. El texto que había sobre él resultaba algo enigmático... pero sin duda no podía ser nada bueno.

-Está claro que a quien se le haya ocurrido todo esto debía tener mal la cabeza -comenté con indiferencia.

Seguimos registrando el lugar y encontramos más piezas de oro y objetos de cierta importancia. En aquellos momentos era lo mejor que podíamos hacer, más allá de lamentarnos por el tiempo empleado en llegar hasta allí.

Pero cuando llegamos a la última habitación....

-Vaya, lo que yo decía. Alguien está mal de la cabeza -comenté al ver a aquel pobre hombre torturado.

Quentin se acercó a él y entonces, para nuestra sorpresa, nos dijo que estaba vivo. Desde luego había gente que no terminaba de morir nunca. Eso era una buena noticia para ellos... aunque visto el estado en el que se encontraba el anciano, no estaba tan convencido por él.

-Pues yo creo que lo mejor sería ayudarle a cruzar al otro lado. Debe estar sufriendo -comenté -. Si no estáis seguros de poder salvar su vida... deberías acabar con ella, procurando recordar cómo era y no cómo está ahora.

Crodos asistió al saqueo de aquel lugar sin participar en demasía en registrar los cuerpos de los enemigos derrotados. Era algo carente de honor, incluso tratándose de aquellas criaturas tan malvadas.

Dejó a sus compañeros tal tarea, que por otro lado no reprocharía por práctica, y sí rebuscó entre las cajas y sacos que pudieran encontrar en el resto de habitaciones.

Por supuesto que comentó el desagrado que le generó aquel trono maldito, así como la decepción de que el terrible mal que acabaría con el mundo, tal y como Glÿnmaer había vaticinado, no existía. En cualquier caso, habían purgado del mal aquel lugar condenado, y eso siempre era digno de satisfacción.

— Ah, tal así lo parece, mi fiel amiga. — respondió de excelente humor. — ¡Lo estoy! Otro lugar que se ha limpiado de todo mal, en efecto. Ahora el mundo brillará un poco más, y gracias a vuestra inestimable ayuda, por supuesto. Habéis luchado a mi lado con gran valor, y os aprecio por ello. — adquirió un aire soñador — A veces, Lerissa, imagino el paraíso que Seyran me tiene reservado. Lo veo como un cálido campo de trigo iluminado por el sol, que recorreré con calma caminando con gran dicha mientras mi mano roza las espigas, hasta llegar a la puerta que me lleve hasta Él... Pero aún no he de verlo. Aún no, amiga mía.— terminó su discurso, sonriendo y asintiendo a Lerissa, con una mano afectuosa sobre su hombro.

» Y vos, mi buena sacerdotisa, habéis estado también a mi lado sin dudar ni un ápice en ningún momento, y os lo agradezco profundamente.

Siguieron explorando tan impío lugar, y su buen humor se tornó sumamente sombrío al descubrir el terrible destino del buen y nobilísimo Xaod. Cabizbajo hallábase Crodos, pensando en un discurso que dedicar al difunto seyranita antes de liberar su cuerpo y darle digna sepultura, cuando Questin, el enano lampiño, indicó que aún vivía con la tranquilidad de quien decía que mañana habían previsto lluvia.

Crodos lo miró anonadado hasta que reaccionó de golpe, quizás por las palabras de la tiefling, y avanzó en grandes zancadas hasta el cadáver que no era tal.

— ¡¡¡Apartaos!!! — dijo agitando las manos para que todos se apartasen — ¡Sólo el poder de Seyran puede salvarle de la muerte! ¡Seyran, salva a tu humilde siervo como salvaste a Kraghjj-tk! — exclamó carraspeando durante el nombre impronunciable mientras imponía las manos en el pecho ampuloso y torturado de aquel moribundo que había de arrancar de las manos de la muerte.

Mientras mis compañeros se entretenían acabando con los últimos desgraciados, yo tenía ocasión de registrar el lugar y seleccionar las piezas más interesantes. Por eso, aprovecho cuando ninguno de ellos está mirando para tratar de escamotear el amuleto y el anillo mágicos sin ser visto. Todo los demás tesoros que encontramos a lo largo de nuestro paseo por el templo impío carecen de interés para mí.

El combate fue duro y yo me llevé un bonito recuerdo de aquella batalla. Ya veríamos que diría Mitil cuando me viese con un agujero de más en el cuerpo y todo por investigar algo que al final resultó ser nada.

- Creo que tus farsas videncias te han traicionado, pequeña polilla. Aquí solo habían gnolls y osgos.

Después de ver como aquella especie de cucaracha gigante cogía las cosas, me di cuenta de que repartirnos el botín iba a ser algo complejo. Aunque aún me quedaba poder suficiente para enfrentarme a él si optaba por quedarse con todo, pero estaba claro que habían cosas que mejorarían nuestro equipo y debía haber para todos, aunque no veía a la polilla con una armadura de semejante tamaño puesta, si se podía compensar con más cantidad de monedas, si es que las podía portar, el no poder obtener ningún objeto de los encontrados.

Mientras nos movíamos llevando cada uno alguna pieza para no dejarlas atrás, nuestros ladronzuelos dieron con un pequeño alijo más a sumar. - Cuando salgamos de aquí lo repartiremos todo a partes iguales a poder ser. Hay cosas que nos son últiles tanto a Crodos como a mí o a Lerissa, al mago o al mediano, sin olvidarme de Rufus. - A quien dediqué una pequeña reverencia al ver su poder. - No sé que podréis usar vosotros, pero me imagino que lo que más valor tendrá será el dinero en sí y las gemas... pero como digo, cuando salgamos de aquí haremos ese reparto por las buenas. Creo que ambos os habéis merecido después de esto mi confianza, aunque la polilla no sea más que una charlatana teatral que quizás nos ayudase más subiéndos la moral que con sus poderes. - Sonreí al pixie.

Al final dimos con el paladín y aún vivía a pesar de su lamentable estado. - No se le puede dar muerte a un moribundo mientras tenga salvación. - Le dije a Lerissa. - Y menos aún a un paladín. - Dejé lo que portaba en un lado y cogí un trapo y le cubrí los genitales. Luego me quité los guanteletes y me puse junto a Crodos.

- El poder de Seyran fluye también por mí. - Dije poniendo mis manos sobre las suyas. - Quizás con la energía que nos da a ambos, logremos que se recupere sin que acabes exahusto y lleguemos a tiempo para salvarle, mi buen Crodos. - Le dije mirándole a los ojos, antes de cerrarlos al escucharle entonar aquellas palabras y sabiendo que empezaba el ritual.

Y es que mi herida podía esperar un poco, pero la de el noble y santo paladín era otra historia.