Partida Rol por web

Rick y Sarah

Rusia - Guerra Civil - Año 1922

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01/03/2022, 04:13
Tte. Sarah McDuncan (1922)

Temblaba asustada. Sabía perfectamente quien había sido. Le había visto claramente y su voz... la había oído más de una vez. Y no podía decirle nada a Rick porque le perdería para siempre. Ni tan siquiera a Lazarus, porque al final se sabría. Eso debía quedar entre aquel soldado y yo hasta que llegásemos a la base y pudiese hablar con el mayor a solas. Porque me temía que si Rick se enteraba incluso allí, se cargaría a aquel hombre.

Eso me hizo ver lo mucho que me apreciaba, que me quería, pero en ese momento no me di cuenta de que lo que le hacía comportarse así era el amor que sentía por mí al igual que el que buscase refugio en él y le dejase verme y tocarme era por lo mismo. Porque confiaba y le amaba con todo mi corazón.

 - Prométemelo, Rick... prométeme que no me dejarás nunca... - Más que una petición, era un ruego entre lágrimas, mientras que mi cuerpo seguía temblando y me aferraba a él con fuerza, como si se fuese a escapar y dejarme allí tirada.

Y el sol fue bajando poco a poco y la oscuridad comenzó a aparecer cuando logré medio centrarme y soltar aquel dolor, aquella rabia en forma de lágrimas, aquella impotencia que sentí como cuando John me hacía lo mismo. - No pude defenderme... - Sollocé. - Me quedé bloqueada... como cuando mi marido me violaba... - Y en ese momento fue la primera vez que dije en voz alta el nombre de mi primer violador. Hasta entonces solo había quedado como maltratador y que me habían violado, pero jamás dije que John hubiese hecho ambas cosas hasta aquel instante.

Sin duda y sin saberlo yo, Rick tomaría nota de aquello.

- Sí mi vida, es lo que quiero ahora mismo... que nadie lo sepa... quizás el mismo hable y se lo cuente a otros y se descubra... - Era una posibilidad muy remota, pero podía darse el caso. Además, así alejaba de su mente que le hubiese visto los ojos y su cara de placer al terminar. Ni me daba cuenta de como estaba hablando a Rick y mucho menos de sus apelativos cariñosos hacia mí.

Si todo aquello hubiese ocurrido de otra manera... simplemente con esas palabras me hubiese envalentonado y dicho lo que sentía por él claramente. Pero no podía y la única manera de aliviar mi pesar de no poder hacerlo era tratarle como realmente me gustaría llamarle. No Rick, sino mi vida, mi amor, mi tesoro... todas aquellas palabras que tenía prohibidas y que por una noche o un momento se me permitía el lujo de poder soltar al hombre que amaba sin darle más importancia.

Solo  la que yo sentía al pronunciarlas.

Y llegó la hora de ponernos en marcha y Rick sugirió que me lavase allí mismo. La verdad es que era mejor idea que hacerlo después de ponerme el uniforme. Y cuando se ofreció a ayudarme a desnudarme o más bien a terminar de desnudarme me ruboricé por completo, pero no dije nada y simplemente me apoyé en él y me dejé llevar al tiempo que seguía temblando por lo ocurrido.

Una vez estuve descalza y sin pantalones, usé sendas cantimploras para lavarme delante suyo, empezando por el pecho, donde sus babas se habían depositado por primera vez. Ni si quiera me molesté en mirar si Rick me observaba o no. No era algo que me preocupase en aquel momento. El corte que me hizo sobre el pecho escoció con el agua, pero ya lo curaría en la tienda. Luego me lavé mi sexo y me sentí débil de nuevo al notar la humedad del mismo.

Quería decirle a Rick que si no me había hecho daño era porque había pensado en él, que si estaba así de mojada era porque le deseaba tanto que aquello pudo sobre parte de la atroz violación. Pero no podía. Busqué a tientas el jabón en mi mochila y lo usé para lavarme bien. Había sido con preservativo, pero aún así me sentía sucia y asqueada.

Al terminar Rick me ayudó a vestirme de nuevo. Yo era casi un pelele en aquel momento. Y una vez vestida me ayudó a terminar de ponerme la camisa en condiciones y le miré a los ojos. Me encontraba tan mal que solté una verdad oculta en un halo de dolor y necesidad. - Si quisieras, podrías hacerme tuya esta noche. - Le aseguré con esa necesidad de sentirme querida y amada por quien amaba.

Pero en el fondo sabía que aquello no pasaría.

- No busques nada para comer... - Señalé mi mochila. - Está llena de raciones... deliciosas raciones K esperando ser degustadas por valerosos soldados. Y no, no quiero esconderme... quiero dedicarles unas palabras. Además, mi tienda está aquí, sin montar... pero la realidad en que no quiero estar sola esta noche... no quiero que vuelva a por más... - Y el miedo vino y el temblor también.

- Ayúdame con la mochila, por favor. Quiero que me vean con ella, tal y como llegué aquí arriba. - Y con el equipo en mis espaladas, el maletín en mi mano y el palo en la otra, caminé junto a Rick al campamento. - No te separes de mi lado, si tengo fuerzas para esto es porque estás aquí, conmigo... ¿ves como eres mi vida?

Y al llegar el cabo nos vio y dio el aviso para que se pusieran firmes. Junto a Rick les miré un momento. - Ha sido duro, pero ha sido un gran día. Sobre todo para mí que me he demostrado a mí misma que puedo ser igual o mejor que un hombre. Espero que los que me hayan igualado y superado se sientan orgullosos de ello y aquellos que han quedado por debajo de mí se esfuercen un poco más mañana. No me lo pongan tan fácil, caballeros o quedarán como nenazas ante los mandos superiores. ¡Descansen!

Y me giré hacia Rick. - Llévame a tu tienda... no puedo más...

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14/04/2022, 13:23
Sgto. Rick "Jester" Heatherly (1922)

No había nada peor que darse cuenta de lo vulnerables que éramos. En batalla había visto como las arrogancias se pagaban caras y como hombres tan grandes como tres armarios se echaban a llorar, incapaces de moverse un solo centímetro. Nunca nadie estaba tan expuesto como cuando te encontrabas con los pies en el barro y los disparos sonando a tu alrededor, sabiendo que en cualquier momento uno de ellos podía llevar tu nombre.

Pero con las mujeres siempre resultaba posible doblegarlas. Los hombres solíamos ser más fuertes y actuar en manada, como quien dice, romperlas e incluso hacer que se sintieran responsables cuando solo había uno nada más, el tío que en este caso había actuado amparado en la cobardía y la oscuridad, además de en una falta completa de moral.

Sarah estaba en esa situación en la cual solo podía ser ella misma, desnuda de una manera no solo literal sino también en lo personal. Habían acabado con su resistencia en un abrir y cerrar de ojos, demostrando que era frágil. Yo no dejaría que eso la hundiese. No iba a permitir que la visión de su propia derrota personal la llevase al abandono.

-No te dejaré, por nada del mundo, Sarah, te lo prometo. Pero a cambio tú tendrás que prometerme algo. No dejarás que esto te venza. Hay muchos motivos para venirse abajo pero no un cabrón que antes o después encontrará su jodido karma metido en el culo. Así que si estás pensando en una tontería, olvídalo, ¿quieres? No se lo merece. Cuando pienses en quitarte la vida que sea por algo que quieres y no tienes, no por alguien que no vale nada, ¿entendido?

No sabía lo profético que iban a ser esas palabras; lo único que entendía en esos momentos era que debía tirar de Sarah fuera como fuese.

Ella continuó disculpándose, pero no había que disculparse, y cuando me dijo que su marido la violaba... entendí también muchas cosas, sus miedos y también la poca confianza que tenía en sí misma. Endurecí la mandíbula en un acto reflejo que sin embargo, no pude mantener durante demasiado tiempo, porque Sarah me necesitaba.

-Shhhhh, no te preocupes por eso ahora. Solo... sigue el sonido de mi voz y dentro de poco estarás segura -le dije, sabedor de que en esos momentos lo que necesitaba era ocultarse de todo el mundo. También era consciente de que la mañana siguiente sería durísima, pero aquella era una prueba de resistencia y por toda mi familia que no iba a permitir que fuese derrotada por ella.

-Nadie sabrá nada, ya te lo he dicho -insistí, intentando calmarla.

Temblaba completamente, algo que era completamente normal, y en esos momentos, a pesar de acercarse a lo que yo tantas veces había deseado, que era tenerla cerca de mí, desnuda, con su cuerpo expuesto y cerca del mío, lo único en lo que podía pensar era en que me necesitaba, en que no podía abandonarla y que ojalá pudiera eliminar todo su sufrimiento de la misma manera que iba a romperle el cuello al hombre que había hecho aquello... o a su marido, porque después de lo que había dicho, no sentía más que odio por aquel hombre.

No solté su mano ni un solo instante, ni siquiera cuando empezó a lavarse, que tuvo que hacerlo con una sola mano. Me volví cuando lo hacía por respeto a ella, porque comprendiese que yo todavía era capaz de distinguir a Sarah de una mujer cualquiera, y permanecí en silencio, dejando que se apoyase en mí cuanto fuese necesario.

Cuando acabó, recogí los pantalones y le ayudé a ponérselos bien. Temblaba pero algo menos. Sin embargo, le resultaba complicado hacer las cosas, con el miedo aún por todo el cuerpo, además del asco, pensé, porque si había otro sentimiento que se le pudiera aproximar era sin duda el de desprecio por haber tenido a aquel desconocido dentro de ella. Al verla vestida de nuevo, la miré y sonreí, como si eso fuese a arreglar algo.

-Mucho mejor así. Nadie se dará cuenta de nada -le dije. Entonces ella me soltó una frase que no se me olvidaría en la vida, pero que no hacía sino demostrar su extremada fragilidad. Se ofreció a mí como si yo necesitase una especie de premio por lo que había hecho, o quizás para poder borrar su experiencia. Pero me parecía fuera de lugar, que yo no iba a borrar la infamia que habían cometido con ella y obtener un premio que en esos momentos Sarah no podía permitirse. Ella necesitaba un amigo, unos brazos que la acogiesen, y no otra polla dentro -. No digas tonterías. Lo que necesitas esta noche es alguien que te abrace y eso es lo que voy a hacer. 

Aguantaba como buenamente podía, aunque no fuese suficiente para eliminar todo lo que sentía. Sin embargo, bastó para llegar al campamento sin mayores problemas, e incluso se permitió el lujo de hablar con el cabo. Yo permanecí en silencio, sabiendo que estaría rota por dentro, y cuando se volvió hacia mí me susurró aquellas palabras.

Asentí, intentando contener mis ansias de cogerla en brazos en esos momentos, y me dirigí un paso por delante de ella para llevarla hasta mi tienda. Esa noche se quedaría conmigo, y pobre del que hiciese algún comentario al respecto.

Antes de entrar, me volví una vez más hacia el cabo, haciéndole una señal para que se acercase, mientras Sarah entraba en mi tienda.

-Cabo, la Teniente y yo dormiremos en la misma tienda. Necesita descansar y no quiero que nadie nos moleste salvo que ocurra algo importante. Ah, y otra cosa. Manténgase con los ojos muy abiertos. Quiero que esté pendiente de cualquier cosa que oiga y vea, y me lo comunique en cuanto pueda, ¿de acuerdo?

No le dije nada más. Confiaba en Lazarus y sabía que estaría preocupado e intrigado, pero por el momento tendría que bastar.

A continuación entré en la tienda y vi a Sarah derrumbada en el suelo, temblando como una hoja mecida por el viento. Cerré bien la tienda y me volví hacia ella. Estaba vestida y no iba a volver a desvestirla, sino que la tapé con una de las mantas que teníamos, me eché a su lado y la cogí entre mis brazos.

-Ahora puedes llorar todo lo que quieras, Sarah. Estamos solos. Suelta todo lo que sientas sin miedo y abrázame con fuerza -le dije, lamentando que hubiese tan poco que pudiera hacer.

Ojalá supiera cuanto la amaba.

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14/04/2022, 22:32
Tte. Sarah McDuncan (1922)

Tras hablar con nuestros hombres, fue casi un ruego lo que le solté a Rick, pues veía que no llegaría a ningún sitio. Entré en la tienda que me indicó y dejé las cosas donde no molestasen, para luego tirarme en el suelo, sin molestarme ni en sacar el saco de dormir y seguir temblando por lo ocurrido.

Creí que todo aquello había quedado en N.Y.

Pero no, la pesadilla me acompañó a Rusia y lo peor era saber quien era quien me había hecho aquello y no poder decírselo a nadie. Rick le mataría. Debía aguantar aquellos días a su lado, en silencio, hasta que llegásemos a la base. Entonces podría hablar con el mayor Coverley y hacer justicia.

Lloraba en silencio, pues no quería que nadie me escuchase y pude oír las instrucciones de Rick a Lazarus. Sabía que se quedaría preocupado, más aún sabiendo que yo no estaba bien. Pero no podía permitirme que nadie supiese nada, más que nada porque si el violador hablaba, haría el camino de migas de pan hacia él mismo y... tendría que sujetar a Rick igualmente.

Pensando en eso, vi como el sargento entró en la tienda tras sobresaltarme pensando que era aquel soldado que venía a por más, para luego dejarme caer rendida. Rick me tapó con una manta y se aseguró de que estuviese bien. Sus brazos se aferraron a mi cuerpo y me dijo que lo soltase todo.

Me di la vuelta y le miré a los ojos. - ¿Seguro que no quieres hacerme tuya, aunque solo sea una vez, para ayudarme a olvidar lo que me acaba de pasar? - Le pregunté entre sollozos. Claramente estaba perturbada por lo ocurrido, pues en mi sano juicio, jamás le preguntaría eso, ni se lo insinuaría. No quería perderle y mezclar el sexo con la amistad era lo peor que podía hacer. Bastante duro era amarle en silencio como para perderle por una idiotez, pero en ese momento mi cabeza no funcionaba bien.

- Es eso o que cumplas tu promesa... - Le dije sin darle tiempo a responder. Mis ojos estaban llenos de lágrimas y completamente rojos, pero debía seguir adelante. Me separé de sus brazos y me descalcé. Los calcentines estaban sudados y sin duda pegados a mi piel húmeda en las llagas de la planta de mis pies. Cogí la cantimplora, aún quedaba un poco de agua y me dispuse a quitarme los calcetines, junto a la pastilla de jabón a mi lado y una toalla. - ... no voy a dejar que los masajees sin lavármelos antes...

Saqué calcetines limpios y la pomada para las llagas dejándolo todo listo para Rick. Y entonces vino la segunda parte, cuando empecé a despojarme de la parte superior de mi uniforme, quedándome con la camiseta de manga corta por el momento.

- No me mire así, sargento. - Aún lloraba, pero pasaría. - Cuando acabe con mis pies le toca mi espalda... y el favor especial vendrá al final del todo... creo que ese no le hará gracia pero, lo voy a necesitar de verdad. Y no, no voy a insistirte más con que me hagas tuya... ya ha quedado claro todo y para mí es suficiente tu lealtad. Al terminar me abrazaré a ti y descargaré lo que quede... si es que no lo suelto mientras me tocas los pies... - Dije señalando los calcetines aún puestos, esos que no me atrevía a quitarme yo sola.

- ¿Me quitas uno y yo el otro? Por mí los dejaba puestos, pero... el riesgo de infección es grande por las bacterias que se generan en los pies por el sudor y si no se cuidan y tratan bien, pueden empezar a gangrenarse... y no tengo los pies más bonitos del mundo y menos aún ahora, pero son míos y los quiero. - Aunque a ti te amo y no sé ni como decírtelo y menos aún demostrártelo.

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10/08/2022, 19:56
Sgto. Rick "Jester" Heatherly (1922)

No había palabras para expresar toda la rabia que sentía en mi interior, y que no sería muy diferente del nivel de padecimiento que debía estar experimentando Sarah. Ser violada era algo más que un acto vil y despreciable; era el camino más rápido para conseguir que una mujer se sintiese que valía menos que una mancha en la bota y para dejar que la vida se escapase delante de sus ojos sin hacer nada por evitarlo.

Pero Sarah no estaba sola, yo me quedaría con ella, y no permitiría que algo así ocurriera. Quería descubrir al culpable y matarlo con mis propias manos; arrancarle los testículos y hacérselos tragar mientras sus ojos desorbitados suplicaban misericordia. Sí, a ese extremo había llegado a causa del amor que sentía por ella.

Sin embargo, tenía poca confianza en descubrirlo y ahora mismo mi prioridad era ella y nadie más, su estado anímico y su confianza. Lo demás podía esperar, por no decir que tendría forzosamente que esperar.

Cuando entré en la tienda me la encontré tirada en el suelo y temblando de pies a cabeza. Era indescriptible lo que sentía, la rabia que me invadía a causa de no poder desatar mi furia sobre alguien.

Pero el dolor al ver a Sarah de aquella manera superaba con creces cualquier otra emoción, así que ni siquiera me lo pensé dos veces y me eché a su lado, abrazándola y olvidándome de cuanto no fuese consolarla y ayudarla a pasar aquel trago. No sabía ni cómo se atrevería a mirar de nuevo a otro hombre, ya no por mí, sino por ella, porque llegase a la conclusión de su vida podía haber terminado. La tapé con una mantan y procuré que se sintiese, sobre todo protegida, que era lo más importante.

Había tantas cosas que deseaba decirle que debía contenerme para no hacerlo y olvidarme de mí por unos momentos, o por el tiempo que fuese necesario. Mi rabia podía esperar, porque la denuncia, si al final Sarah accedía a hacerla, podía hacerse perfectamente cuando volviésemos.

Eso sí, el camino de vuelta ya me encargaría yo de que fuese no duro sino lo siguiente, intenso e insoportable, para que todos pudieran experimentar aunque fuese una pizca de dolor, si bien jamás llegarían a sentir la humillación a la cual Sarah sin duda se había visto sometida

Sarah se volvió en cuanto la tapé; me miró con aquellos ojos llorosos y me preguntó algo que jamás olvidaría. De todas las cosas que podía haberme dicho, jamás me hubiera imaginado algo así, porque no estaba pensando en eso ni mucho menos. Me importaba ella, su corazón, su alma, y el dolor al que se habían visto sometidos.

Y después, ella misma se delató al ofrecerme su cuerpo o pedirme a cambio que me quedase con ella para siempre. ¿Acaso lo dudaba, de verdad? ¿Es que hasta las noches más oscuras no dejan entrever al menos una estrella que demuestre que hay algo más allá de lo que no puede verse?

-Sarah, ahora mismo solo hay algo en lo que puedo pensar y es en estar contigo. No necesitas un amante, y mucho menos tienes que ofrecerte a mí para que me quede a tu lado toda la noche, porque es un amigo, un fiel amigo, alguien en quien confíes y de quien no tengas miedo, lo único que conseguirá que pases por todo esto. Así que desde luego que cumpliré mi promesa. Jamás te dejaré, mientras sigas queriendo que me quede a tu lado.

Aquello pareció tranquilizarla, al menos lo suficiente como para ponerse en marcha y preocuparse por ella misma, por sus doloridos pies que después de tanto esfuerzo, habían sufrido la mayor de las torturas.

-Bueno, he de confesar que he tenido que vérmelas con pies bastante peores que esos. En alguna de mis caminatas, la visión de mis uñas rotas y los restos pegados de la tela de los calcetines, junto con una buena cantidad de llagas, no era una visión agradable. Pero si te los quieres lavar, no te detendré. Eso sí, entonces no podrás impedirme que me encargue de ellos a conciencia.

Cuando hubo terminado me acerqué a ella, justo en el momento en el que estaba quedándose en camiseta.

-No tienes por qué preocuparte por eso. Esta noche soy tuyo para lo que me necesites; tu enfermero, tu amigo, tu confidente… o simplemente tu almohada.  Y ahora, como has dicho, empezaré a quitarte los calcetines. Procura aguantar el dolor, más que nada para no poner nervioso a nadie, vayamos a encontrarnos con cinco soldados delante.

Así que le retiré, con sumo cuidado, uno de los calcetines, viendo con dolor como la piel se iba quedando adherida a la tela, mostrando llagas que casi ocupaban la totalidad de la planta, . Sarah aguantó como nadie lo habría hecho, pero ya me había demostrado su valía, así que no me sorprendí por ello.

Cuando por fin lo quité completamente, ambos respiramos tranquilos.

-Bueno, uno menos –dije, inclinando la cabeza para mirarle bien las heridas -. No está tan mal, la verdad. Con amputar por encima del tobillo, se acabó el problema.

Era un intento de broma y así lo demostré, sonriendo, pero a continuación cogí una toalla de mi macuto, la coloqué en el suelo y le eché agua. Con ella bien húmeda, empecé a humedecerle el pie, primero el empeine, después los laterales y finalmente, la planta, en donde estaban casi todas las heridas, excepto una grande que se encontraba a la algura del tobillo. Poco a poco, centímetro a centímetro, fui limpiándoselos, negándome a que lo hiciese ella, porque para eso estaba yo allí.  Despue´s impregné jabón en una parte de la toalla y repetí el mismo proceso para limpiárselo completamente, entre los dedos de los pies y la planta principalmente.

Me lo tomé con calma, razón por la cual duró bastante tiempo, pero cuando acabé, su pie tenía otro aspecto, no solo por lo limpio, sino también por el alivio de las llagas.

-Esto ya es otra cosa. Ahora te echaré la crema y después nos ocuparemos de tu otro pie -. Y así lo hice, esperando que sentir la crema en sí misma, antes que sus efectos, ayudase a aliviar el dolor que sin duda estaría sintiendo -. Eres la mujer más valiente que he conocido. Hasta yo mismo habría aullado de dolor con algo así.

Después repetí lo mismo con el otro pie, solo que dejé que ella se quitase en aquella ocasión el calcetín. Pero ¿quién mejor que yo para limpiárselo?

Había algo profundamente personal en todo aquello. Cualquiera hubiera podido limpiarle y curarle los pies, pero sabía que entre ella y yo había tal conexión pero no valía eso de “cualquiera”, sino que lo permitía porque se trataba de mí. Eso hacía que todo lo que ocurrió se sintiera como una prueba más de que ambos estábamos destinados a permanecer juntos, de una manera u otra, como idiotas durante quince años o como amantes, posteriormente. Pero lo más importante era estar juntos.

-Está bien, estamos listos por aquí, y como has podido comprobar, no tengo ningún miedo a ensuciarme, mucho menos a cuidar de ti de la manera que sea. ¿Qué más necesitas?

¿Quieres mi amor? Lo tienes. ¿Mi corazón? Es tuyo. Yo me conformo con estar a tu lado y saber que me necesitas. ¿Acaso hay mejor sentimiento que el de sentirse necesitado por la persona a quien amas?

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16/08/2022, 08:20
Tte. Sarah McDuncan (1922)

El dolor por ser violada ya era algo a lo que me había acostumbrado gracias a mi marido, pero que esta vez fuese un militar me había destrozado aún más. No sabía como explicarle a Rick como me sentía en aquel momento, pero sí sabía que no podía decirle quien era o no llegaría vivo al cuartel y yo no podía perder a Rick. Ni en ese momento ni nunca como iría descubriendo poco a poco en aquellas mismas instalaciones que habíamos dejado atrás en a penas un día.

Y es que sin él estaría sola y muerta, porque la vida ya no tendría sentido para mí.

Así que sentirle abrazándome y protegiéndome de lo que yo misma sentía era lo más grande que podía tener. Y le pedí lo que realmente creí que necesitaba en ese momento y era yacer con él, ver disfrutar de mí al hombre que amaba y así olvidar lo ocurrido minutos antes, quedándome con aquella sensación.

Lo que no esperaba era que Rick lo rechazase de aquella manera, dejándome claro de nuevo lo que éramos y lo que jamás seríamos. Dolía aquello mil veces más que la violación a la cual me había sometido aquel soldado, pero no podía decirle nada. No podía recriminarle nada puesto que sería delatarme y quizás perderle para siempre.

- Siempre te querré a mi lado. - Sollocé aferrándome a él, porque si tenía que ser solo mi amigo, tendría que acostumbrarme a muchas cosas que no me iban a gustar nada. Si solo hubiese tenido un poco menos de miedo, nos hubiésemos ahorrado años de angustias y de dolor. Pero después de mi marido, encontrar a alguien como Rick y perderle por enamorarme de él era algo que no me podía permitir.

Y como pude saqué fuerzas de flaqueza, queriendo dejar aquello atrás, esperando que no se repitiese y ser cuidada por Rick era la mejor idea. - Todo salvo mi amante. -  Pensé ante sus palabras, pero ya no había nada que hacer al respecto. Si él no quería yo no iba a obligarle.

Así que primero iba a ir lo peor, mis pies, de los cuales me asusté yo misma al vérmelos. Si fuesen de otro no hubiera pasado nada, pero eran los míos y... sinceramente, dolió más retirar aquellos calcetines que la violación en sí. - Esto si que me va a dejar huella para la próxima vez que los retiremos. - Le dije a Rick con lágrimas en los ojos por el dolor. Sonreí ante su broma sobre amputar el pie, no quise reír alto para no llamar la atención, pero si subió un poco mi ánimo.

Además trató a mis pies de tal manera que enseguida pasó el dolor y empecé a sentir ese calor de nuevo que subía por mi cuerpo, ese que contuve y que se disipó cuando me retiré el segundo calcetín. Debía reconocer que las friegas de Rick eran lo mejor que me podía haber pasado en aquel momento y cuando acabó casi sentía mis pies como nuevos y mi cuerpo... prefería no pensar en como me había puesto.

- Con las palizas de mi marido, mi umbral de dolor se ha disparado un poco. - Dije con pesar pero la verdad viendo el resultado final de mis pies, tras el esfuerzo de Rick por ayudar a sanarlos. - No vamos a poner calcetines para dormir. Unas gasas con esparadrapo o venda para que no se peguen a la ropa de cama. Con mojarlos mañana antes de salir y cuidarlos de nuevo un poco, debería ir todo mejor. Así perderé menos pie al levantarme. - Traté de bromear antes de que Rick se ofreciese a tanto.

Nuevamente se me pasó por la cabeza pedirle que se acostara conmigo, que me hiciese sentir mujer por  una vez. Pero no era lo apropiado ante su negativa previa y tuve que guardarme aquellas palabras y deseo de nuevo. - Dijiste..., dijiste que me darías un masaje en la espalda esta noche. - Le pedí con vergüenza en mi voz y me sonrojé y miré mis pies de nuevo. - Solo dime que sí y... cuando tengamos las plantas de los pies y las zonas dañadas cubiertas, me quitaré la camiseta, me tumbaré bocarriba y tendrás que soltar el sostén tu mismo. De hacerlo yo me temo que verás más de lo que quieres ver. - Le confesé, pero era cierto. Con mi tamaño de pecho era difícil de ocultarlo y cuando soltaba el sostén y se veían libres, hacían lo que querían. Mejor estar recostada y que lo hiciese él.

- Y cuando acabemos o más bien acabes, mi petición final, esa que detestarás... pero que voy a necesitar igualmente y prefiero que seas tú quien lo haga. - Le dije sacando el material para los pies. Con la ayuda de Rick los cubrimos con cuidado y en caso de tener frío, poder ponerme unos calcetines estando segura de que no se pegarían a ellos.

Luego le di levemente la espalda a Rick para quitarme la camiseta y me tumbé bocabajo. - Toda tuya. En mi petate hay una crema que sirve para todo*, te ayudará con el masaje... si estás dispuesto a ello. Sino, te diré que es lo otro y... sí, me abrazaré a ti para dormir. Voy a necesitarte esta noche como nunca.

Notas de juego

* Con el tiempo la conocimos como crema Nivea xdD