Partida Rol por web

25 DE NOVIEMBRE DE 1941

4:00hs - POSICIONES ATRINCHERADAS AL OESTE DE ROSTOV - 29ºC BAJO CERO - SIN LUNA

Lentamente os poneis en marcha. El terreno batido por la artillería ha quedado lleno de socavones cubiertos de restos de todo tipo y cientos de cadaveres. Algunos sanitarios dispersos atienden hombres que gimen de dolor en la oscuridad, y más al este podeis intuir columnas de hombres y vehículos que avanzan. No hay mucha actividad en la zona y tras escasos 10 minutos intuís los arboles de la otra orilla del rio a escasos 50 metros.

Una gota de sudor se quedó congelada a la altura de la comisura del labio de Luidl. La dureza del frente oriental había hecho mella en su rostro y además de los labios abotargados por el frío, y la marca de la montura helada de las gafas, una barba más que prominente había comenzado a asomar en el rostro. Se preguntó si pasaría por un Comisario ruso con aquel aspecto... quizá debería haber comido más salchichas en Navidad, hace dos años, para estar un poco más fuerte y aparentar ser uno de los comunistas que ahora teñían el suelo nevado de la ribera del Dom.

Había ordenado una búsqueda de uniformes, pero sin aminorar demasiado el paso. Tenía miedo que comenzase una nueva ofensiva de artillería pesada y que pillase a sus hombres en medio de la nada. Pero había que hacerlo, buitrear entre los cadáveres.

—Busquen uniformes en buen estado, y háganlo con discreción. Una vez que nos alejemos más de nuestras líneas, tendremos que hacer de guardianes y prisioneros más convincentes. Nos vendría bien un comisario muerto, con sus botas altas y sus pantalones anchos y cagados, caballeros... pero me temo que esos mandamases ivanes no merodean tan cerca de nuestras ametralladoras como nos gustaría. Milchmann, usted cierra la formación con Bauer. Yo la abro. Con su dupla, como siempre. Herr Falkenhagen y Ziska. Rademacher y von Bray detrás de mi. Tengan cuidado con las minas, si es que no han estallado ya...

Luego miró el tiempo que faltaba para amanecer. Daría una hora de búsqueda. Esperaba que el alba les pillase al otro lado del río.

—Tenemos una hora. ¡Idti!

-Vamos Sven.- dijo a su compañero. –A ver si hay suerte y te ascendemos a Comisario.- dijo con voz socarrona.

Tras ello se dedicó a buscar entre los muertos, encontró un par de uniformes en estado decente, fue enseñándoselos a Sven por si le venían bien, incluso encontró munición que empezó a guardar en sus bolsillos.

Pero de uniformes de comisario nada de nada. 

- Los cojones, Hans. No pienso vestirme de comisario ruso ni aunque el mismísimo Adolfo en persona me lo ordenase- Le espeté a Hans.

También me puse a la tarea de rebuscar entre los muertos. Aquello era repugnante pero necesario. - Oh, Hans ese uniforme no me queda bien con este corte de pelo. Contesto cuando Hans me enseña uno de aquellos uniformes.

Al fin encontré uno que me quedaba bien pero de comisario parecía no haber. Era como si no hubiese comisarios en este frente.

Aterido por el frío y agradecido por lo el aviso de Paul sobre el efecto del cuchillo en la piel congelada, me puse a buscar entre los cadáveres a ver si encontraba un uniforme medio decente para mí y otro de comisario

-Estoy seguro que hemos tenido que matar a alguno- susurraba para mí.

-Eh, aquí, he encontrado uno. Por fin una buena noticia en este hielo.- En cuanto se lo quito al cadáver lo llevo a Philipp -Aquí tiene un uniforme de comisario en estado razonable, teniendo en cuenta las condiciones sanitarias de este maldito lugar, señor.

No pude por menos que esbozar una sonrisa, por fin la suerte nos sonríe. Aunque en este caso la suerte viene acompañada de un pelotón de fusilamiento por espías. Perra guerra, perra Rusia...

El frio parece empeorar fuera de la trinchera porque el aliento se congela a los pocos segundos de salir del cuerpo pero la peor parte ya paso y la temperatura era preferible a una bala ruski pero el disfraz de comisario podría solucionar incluso aquel pequeño problema. – John, acabas de ganar un lugar en el cielo del tio Adolf por tu hallazgo. Bien hecho camarada. – Entonces me dispongo a buscar entre los cadáveres el uniforme que sea de mi talla pero la visión de los sanitarios atendiendo a los moribundos enciende mis pensamientos nuevamente. – Oigan muchachos, ¿ven aquellos sanitarios?   Creo que Ivan no pedirá explicaciones a un grupo de sanitarios que regresa a la retaguardia en búsqueda de provisiones médicas. ¿Vamos a por ellos? Incluso a mi me servirán sus cosas de curación – antes de continuar buscando aguardare por la respuesta de Luidl y los demás. 

Ya habíamos encontrado un uniforme de comisario y no había necesidad de encontrar otro, al menos si nadie mas sabia ruso, así que me dedique a buscar un uniforme de mi talla, encontré varios, pues tenia una altura media, pero algunos estaban agujereados en el pecho y nadie se creería que había sobrevivido a alguno de aquellos disparos y ráfagas, hasta que al final encontré uno con sangre en los pantalones y brazos, que me puse inmediatamente, recupere una granada que metí en los pantalones y un un subfusil ruso bastante robusto, con el cargador aun metido y por lo que parecía, no había disparado ni una bala, el pobre habrá caído antes de llegar, seguramente gritando " la gran Madre Patria"

Luidl negó con la cabeza a la sugerencia de Falkenhagen. Era arriesgarse demasiado sin razón. Dos médicos entre siete hombres no merecía la pena. Esperó que no hubiese discusión alguna mientras se colocaba el uniforme que Rademacher había encontrado. Lo hizo lo más rápido que pudo, tratando de observar el uniforme antes de usarlo, aunque entre el frío y la noche poco podía ver. Luego cogió una Tokarev, aún guardada en el cinto que le había dado John. La pistola, por lo que había oído, era compatible con las balas de su Mauser, además. Una granada tampoco estaba de más.

Hizo un gesto con la mano y empezó a repasar las clases de ruso de la academia.

Él abriría la marcha. 

Wolfram y Rademacher detrás.

Ziska de prisionero, con Falkenhagen de guardián.

Bauer y Milchmann.

Son las 5:10hs cuando alcanzais la protección de los arboles junto a la otra orilla del Don. Avanzais en silencio en la oscuridad mientras os trpezais constantemente con pozos de tirador, casamatas y otros restos que un gran ejercito ha abandonado tras semanas y meses de espera. Empezais a ver muchos mas hombres puesto que todas las tropas de logistica, administración etc no han arrancado todavía tras los pasos de sus divisiones y están a la tarea de hacerlo. Procurais esquivar todo encuentro y lo conseguis. La zona arbolada no es muy profunda y la oscuridad juega a vuestro favor para atravesar los apenas 200-300 metros de la ribera del Don. Tras los cuales el paisaje cambia y se extienden campos y más campos de cultivo con escasas arboledas de protección.

Avanzais por los campos procurando alejaros del camino principal más al este por el que siguen circulando como un verdadero circuito sanguineo vehículos y hombres, pero todos hacia el norte, hacia Rostov. El día amanece y aunque el sol intenta salir no consigue traspasar las nubes. La temperatura quizás a subido un poco, pero poco notais una diferencia de 5º cuando estais a 29º bajo cero.

25 DE NOVIEMBRE DE 1941

9:10hs - CAMPOS DE CULTIVO AL SUR DE ROSTOV - 25ºC BAJO CERO - CIELO NUBLADO Y BANCOS DE NIEBLA DISPERSOS A BAJA ALTURA

Avanzais lentamente por campos congelados cuando Rademacher se detiene y toca el hombro de los suboficiales que le preceden por delante señalando hacia el frente. Un pequeño grupo de tres soldados avanza campo a través como vosotros. El cálido vapor de sus cuerpos sale por su boca al respirar. Avanzan hacia el norte a unos 30 metros al este de donde os encontrais actualmente. Son solo tres, pero nada os asegura que no estén divididos en pequeños grupos mientras patrullan el campo. La neblina será lo poco que os ofrezca protección puesto que no hay arboles o ribazos donde ocultarse. El silencio es opresivo, puesto que con estas temperaturas y todo congelado ni siquiera se escucha el piar de los pajaros.

Avanzamos hasta el amanecer evitando los encuentros y la temperatura se eleva bastante pero no lo suficiente como para eliminar la sensación de lento congelamiento en las extremidades. Afortunadamente el sol ayuda a prevenir las sorpresas desagradables a corta distancia pero la suerte hasta aquí llega porque un pequeño grupo es divisado por John. Tan solo treinta metros nos separan de ellos. - Rudolf, al suelo. ¡Ahora! - le susurro a mi compañero de la retaguardia mientras me dejo caer al suelo con la esperanza de que no seamos vistos por el enemigo.

Al mínimo gesto de Rademacher, Luidl levantó un puño para detener al grupo y trató de parapetarse tras los restos de un árbol requemado que había en el camino. Al hacerlo una de las ramas del suelo crujió. El cabo esperó que no lo hubiesen oído.