Partida Rol por web

Tras recorrer las escaleras, tanteando los paneles, encuentras un panel corredero que te abre acceso a un pasillo alargado. Estás sobre una sala pequeña. Motochika, Masemune, Sanemoto y Sanada están frente a un noble de alto rango que sentado ante ellos parecen dialogar de algo. Llegas justo en el momento en que el extraño ha terminado de hablar.

Masemune asintió ante las palabras del embajador.

Somos un clan leal al Soberano Celestial en la tierra, hablo en nombre del Clan Date. Dijo mirando con severidad a su tío. Si somos reclamados por el Tenno, acudiremos lealmente. Si es cierto que hemos oído de conflictos en la lealtad de los Akechi hacía Oda y de Tokugawa y las ambiciones de Hideyoshi, pero nada nos atañen los conflictos del sur. 

Respondió el joven samurai con tono firme e implacable.

Los jardines estaban tenuemente iluminados. Algunas lamparas habían sido encedidas por los criados que iban delante vuestra procurando que no os faltara de nada. Uno de los criados llevaba un manto para Daigo-hime y cuatro de ellos habían preparado una silla de mano por si la joven noble deseaba que la portasen sin tener que andar. Los criados del Clan Date se habían preparado para que nada os faltara.

En los establos había doce guardias que no pertenecían al Clan Date, iban ricamente vestidos y sus armaduras impecables y armas eran de gran riqueza, debían ser la escolta del embajador de la corte celestial. Por otro lado había un fuerte numero de guardias en la puerta del castillo y patrullas de cuatro recorrían los jardines. Si os cruzáis con alguna, los soldados os saludan con veneración y respeto. Una joven de unos doce años, la hija del jardinero jefe, os enseñaba los jardines y os explicaba cada flor con entusiasmo. Se mostraba especialmente exultante cuando mostraba las plantas que habían comprado a los gaijin que estos llamaban "Blanco puro", parecían diminutas estrellas blancas y delicadas, solo crecían en las montañas de las tierras de los bárbaros.

En el castillo las luces estaban casi todas apagadas. Solo la planta baja y los dormitorios del piso superior tenían luz. En una de las puertas había un grupo de guardias que conversaban animadamente, aunque al veros se irguieron e hicieron una reverencia profunda. 

Se lamentó de no haber llegado a tiempo pero algo era mejor que nada. Por lo que contestó Masemune, el delegado imperial les instaba a intervenir en la guerra entorno a la capital, si bien... ¿contra Oda, en apoyo a Hideyoshi? ¿Y que ocurriría con Tokugawa? Permaneció atento a la réplica del delegado. De momento, Masemune permanecía cauto o esperando alguna garantía.

Manteniendo su expresividad neutra, oyó el intercambio de palabras entre esos nobles. Las palabras cargadas de doble sentido parecían ser el pan de cada día, como una finta antes de enterrar una espada en las entrañas de tu enemigo. ¿Así era siempre? No importaba las veces que lo viera, le fascinaba esa maestría para disfrazar una puñalada con un cumplido.

Al parecer la unión entre Date-Sama y Daigo-hime despertaba no pocas sospechas. Si se ponía a pensar, a él mismo le sonaba extraño que asesinaran a todos, dejando varios cabos sueltos, incluyendo a una hija casadera. Pero era tono adosar a una familia extinta, a menos que políticamente convenga de alguna manera que no lograba ver. Nakatomi parecía saber o intuir algo, dejándolo implícito en la conversación.

Sus ojos no solo estudiaban al enviado, sino también a los Data, buscando alguna señal de que la conversación era como esperaban, se sorprendían o enfadaban por algo. Ahora mismo, se les cuestionaba su lealtad, de otra manera no habría sido necesario preguntar nada. Aunque Date Masemune indicara que eran leales, si el rio suena…

Caminó por los pasillos con la escolta a su espalda, atendiéndola a cada paso y haciendo que se sintiera bastante observada. No le disgustaba, se había acostumbrado hace demasiado tiempo a ese pequeño lujo de criados y guardias, aunque a veces era imposible olvidarse que iban con ella.

Sin duda ha sido una grata idea pasear. El lugar es más hermoso de lo que pensaba.- Saludó con una dulce sonrisa a aquellos con los que se encontraba y mostraba respeto, una cordialidad de apenas míseros segundos antes de avanzar hacia el jardín, donde le esperaba una joven.

Dejó los zuecos de madera* a un lado para internarse en el jardín, queriendo notar en sus piel directamente el agradable tacto de la hierba mientras escuchaba la explicación de cada flor con especial interés, incluso cogió la más hermosa a sus ojos para colocársela en el cabello como si fuera un adorno más de su indumentaria.

Desde allí se percató de las luces encendidas y apagadas en las distintas ventanas, imaginándose qué habría tras cada habitación aunque sólo fueran conjeturas infundadas. Se giró hacia Sakura aunque mirara a todas partes, con cierta desorientación.

¿Habéis estado alguna vez en el Castillo? Necesitaría que alguien me guiara, desconozco qué puedo encontrar.- Después se acercó a los guardias que conversaban con júbilo, no sin antes volver a calzar sus zuecos para no ir descalza.- No era mi intención interrumpir vuestra conversación, pero necesitaría ayuda.- Sonrió, mirando primero la puerta que custodiaban y después los pasillos en los que convergían esa zona.- ¿Alguno podría darme una visita guiada? Lo agradecería.

Uno de los guardias que parecía el líder del grupo, dio un paso al frente.

Lo sentimos mi Daigo-hime. Dijo haciendo una exagerada reverencia. Tenemos orden de Date-Sama de esperar ordenes en alerta para partir inmediatamente con un mensajero.

La hija del jardinero, con gesto entusiasmado, se puso junto al guardia.

Daigo-hime, Daigo-hime. Exclamaba nerviosa y sonriente. Yo puedo enseñarle todo, conozco el castillo mejor que nadie, pues crecí jugando aquí. Casi lo conozco tan bien como aquellos que lo construyeron, yo seré su guía, Daigo-Hime.

La cría te miraba entusiasmada, con los ojos abiertos que parecían decir Onegaishimasu. Parecía deseosa de agradar a la joven noble a la que miraba con admiración infantil.  

El embajador imperial miró a todos los presentes. 

Honorable Sanada. Dijo mirando al ronin. Vuestra palabra es tomada como sabia y respetable, incluso el Soberano Celestial os reconoce como un hombre honor que sirve lealmente al Tenno y su corte. Quiero escuchar vuestro juicio...

Llamó a un criado de su séquito, este entregó un pergamino al noble que no dudó en desplegarlo.

Imaginemos que un señor tiene cuatro campesinos importante, uno de ellos antes trabajaba para su vecino, otro antes era un comerciante que se arruinó, otro de ellos piensa que los tributos son muy altos y nadie sabe que piensa el último... Ahora, se sabe que el señor está enfermo y es anciano, cerca de su lecho de muerte, uno de los campesinos tomará las tierras y querrá ser señor de ellas ¿De cuál hay que desconfiar más?  

La voz del criado es idéntica a la del hombre que hablaba con la cortesana tras la cena.

No quisiera interponerme en los asuntos de Date-sama.- Respondió a la reverencia con una sonrisa, un tanto avergonzada siquiera por haberlo propuesto y sin intención de causarle problemas.- Gracias igualmente por sus servicios.

Justo después la hija del jardinero se ofreció voluntaria. Le agradaba aquella joven, veía en sus brillantes pupilas la pura inocencia que hace tiempo perdió, extrañando esos recuerdos donde ella también era una niña. Se agachó un poco, lo suficiente como para estar a la altura de la niña, ampliando su sonrisa contagiada por la felicidad que transmitía.

No creo que encuentre un guía mejor.- Le dio un toque en la nariz con el índice antes de colocar en su cabello la misma flor que Konao había cogido como muestra de afecto.- Te sigo.- El espíritu de la niña la animaba a seguirla, aunque todavía quedaba un gran séquito detrás suya que la frenaría allá donde fuera.- Podéis descansar, o quedaros aquí. No creo que me pase nada en su compañía.- Señaló a la pequeña, con intención de ir sola con ella a dar una vuelta.

Miró Munezawa interrogativamente a la guardia del jardín como si quisiera confirmar que era normal tanto la presencia de la hija del jardinero, como que la permitían acceder al interior del palacio. Algo extraño en esos tiempos tan bélicos que corrían.

Una vez confirmó que parecía no haber riesgo, saludó respetuosamente a los que se habían mantenido fieles a las órdenes de los Date. Entonces, siguió acompañando a Daigo-hime en silencio. Sabía que si bien se había acostumbrado a su presencia, los señores acostumbraban a preferir tener la sensación de no tener dicha escolta.

No es necesario, Ikage-san.- La joven prometida se detuvo al comprobar que su guardaespaldas iba a ir también con ellas.- Has hecho mucho por mí y no creo que esté en peligro bajo el techo de Date. Te mereces un descanso.- Antes de que pudiera decir nada, levantó una mano para detenerle con una ligera sonrisa.- Insisto. Además, un poco de soledad tampoco me vendría mal.

Para su sorpresa, Nakatomi pasó por sobre los Date, preguntándole directamente a él, llamándole honorable a pesar de ser un simple Ronin. Pero le sorprendió más que, luego de una muestra de conocimiento sobre su persona y halagos varios, le preguntó una situación hipotética, en donde estaba en sus manos el destino de un lugar ficticio. Curioso que le preguntara algo así a él, quien no era más que un guerrero.

-Agradezco sus palabras, aunque estoy lejos de ser esa figura tan honorable…- soltó un suspiro, sin despegar su mirada del embajador-. Ciertamente no confiaría en ninguno. Uno trabajó para un vecino… ¿Por qué esta ahora trabajando para nosotros? ¿Qué pasó con ese vecino? ¿Qué busca? Un comerciante arruinado. ¿Buscará recuperar su riqueza? ¿Tendrá rencores? Un campesino descontento. ¿Cómo estar seguro de que no incitará una revuelta? ¿Acaso ha intentado mejorar sus ingresos trabajando más duramente? Y el campesino sin información… Como guerrero sé que luchar a ciegas es empezar con una espada clavada en el costado o rodeado de enemigos- no iba a definir su suerte con un acertijo, pero si le preguntaban a él, era por todo lo que ocurría con los Date. Cualquier opción, implicaba una trampa, un sitio del que no podría salir-. Eso no significaría condenar a esas personas, sino saber que esperar si lo peor pasara. Puedo confiar en mis habilidades con la espada… pero debo estar preparado para cuando fallen- sonrió con sencillez-. Disculpe si siempre llevo la conversación hacia el ámbito de la espada, es una mala costumbre…

No sabía si respondió bien o que, pues aquello era una cuestión de interpretación. Si el noble quería leer entre líneas algo distinto a lo que pretendía o que ayudaba a sus intereses, pues lo haría.

El noble sonrió con gesto astuto.

Asombroso, sin duda habéis leído la trampa en mi acertijo, al igual que mis anfitriones. Hizo un suave gesto de aplauso. Sois un guerrero y la espada es la prolongación de vuestra alma, entiendo que vuestras palabras refieran a ella.

Se tapó la boca para un bostezo fingido.

Bien, ahora voy a retirarme a descansar. Mañana quiero conocer a vuestra prometida, avisadla de que me acompañará al templo junto a vuestra tía.

Los Date y Motochika hicieron una reverencia y se retiraron. Un criado tomó un papel de la mano del noble y salió rápidamente hacía el exterior.

La joven brincó ligeramente de alegría.

Mi señora, os enseñaré la biblioteca es fabulosa y el Date-Sama ha adquirido centenares de libros de los gaijin y los está traduciendo a nuestra lengua. Dijo con entusiasmo. Dairama, el copista, dice que son los escritos de un gaijin de la antigüedad llamado aristoocoles... ¡Ah! Y los establos personales del señor, tiene unas bestias extrañas que vienen de tierras salvajes... Se llevó las manos a la boca con sorpresa. Y la sala de armas, Date-Sama compró armaduras de los Gaijin y las tiene expuestas... Date-sama dice que los gaijin deben ser estudiados con cuidado, que son unos bárbaros maleducados pero tienen cosas interesantes y...

La joven se interrumpió cuando un criado vestido con ropas de viaje salió a la carrera y los guardias que charlaban animosos se levantaron para seguirle. Pronto el grupo montó a caballo y partió a galope, unos segundos después partió otro criado a caballo vestido como el primero.

Es raro, Daigo-hime, ese segundo criado es Okomo. Se rascó la cabeza. Pero no viste la ropa y los símbolos de los criados del castillo ¿Lo habrá vendido el Date-Sama a otro señor?

La chica hablaba rápido, se apelotonaba con las palabras y tuvo que hacer un esfuerzo para entender todo lo que decía sin pedirle que frenara, aunque en alguna ocasión necesitó que repitiera. Era un exceso de información que todavía no entendía del todo aunque pareciera interesante, sobre todo curioso el interés por los Gaijin.

Sin duda sabes mucho, pequeñ…- Cesó su frase al final al escuchar la puerta abrirse y uno de los criados correr, pensando que se trataba de alguna huida. No le dio tiempo a preguntar cuando los guardias que custodiaban la puerta se levantaron para seguirle… ¿qué ocurría? – Quédate detrás de mí.- Temiendo lo peor, se dirigió a la puerta que custodiaban anteriormente los soldados para abrirla, esperando que Date estuviera bien.

En el momento que el delegado se despidió, Joao se marchó inmediatamente de allí mientras cavilaba sobre lo ocurrido. Saneda había sido muy inteligente y había visto la trampa, no mojándose por ninguna de las opciones. Pensó que el mismo hubiera caído de pleno pues hubiera elegido al campesino que no revelaba ninguna información, exponiendo así seguramente a alguien con su respuesta. 

Volvió sobre sus pasos hasta llegar al salón, en donde se encontró de nuevo con los demás sirvientes, que ya estaban retirando las sobras y todo lo relativo a la comida. Se dirigió al capataz.

- Ha sido duro pero, por fin, a terminado. Si no le importa, cenaré un poco antes de cobrar el trabajo.

Durante su cena pensaba. Le había llamado la atención que el criado, por la voz, era el mismo que acompañaba al delegado. ¿Qué sería aquel pergamino? Por lo visto era un informante disidente que colaboraba estrechamente con la dama del arpa, la "disidente" desde la perspectiva de los Date. El día siguiente, pensó Joao, sería un día de revelaciones... 

Aceptó la petición de Daigo-hime y optó por descansar en las cercanías de la entrada donde se encontraban apostados los guardias. Tras un rato vio cómo todos se marchaban para cumplir el mandato por el que estaban esperando. En ese momento el samurái decidió en tres zancadas salvar la separación que tenía con el puesto de los guardias y guardando sus brazos en las mangas decidió velar la entrada para desde la lejanía seguir protegiendo a la joven.

En silencio había estado pendiente de los gráciles movimientos y palabras de la joven comprometida, a la que había negado con la cabeza cuando le preguntó si conocía el Castillo. Se rió suavemente con los trinos alegres y entusiastas de la chiquilla hija del jardinero jefe, tan solícita. Sonriente, atendiendo a explicaciones, y observando. 

Se quedó algo seria al ver la partida precipitada del grupo de guardias con el hombre que sin duda era el mensajero, alguna decisión se había tomado en el Castillo, que debía ser transmitida.

Pero no hizo comentario alguno.

Observó la dirección que había tomado el segundo jinete, para ver si coincidía con la del primero, o quizá el tal Okomo había partido hacia otra parte, para informar a un posible segundo receptor... amigo o enemigo.