Partida Rol por web

El rostro de don Íñigo rebosaba desprecio, et por un momento paresciera que el caballero iba a atravesar él mismo al asesino, mas non fizo tal cosa, sino que guardó su espada.

- Sea pues. - dijo, et volviose a Fernando - Atad a aqueste, et vendadle los ojos, que nos lo llevamos de vuelta al castillo.

Después volviose al obispo et hablole, mas para que a todos les llegaren sus palabras.

- Témome que uno de los atacantes escapó con vida, et que bien puede irle con el cuento a quién les contrató, aunque más razonable paresceríame a mi que se largare aqueste et non volviere a dejarse ver por Trujillo. - miró a Mauricio et Fernando - Empero, si aqueste non huye, et ha reconocido a alguno de los presentes, tal vez don Jofre corra ahora un gran peligro. Es por aquesto que credo que será mejor que saquémosle de su celda, et pueda aqueste reunirse con vosotros en la gesta de hallar a la bruxa et postrarla ante don Diego.

Asentí al escuchar a don Íñigo ─Cierto est, non podemos correr tal riesgo ─tras la respuesta del reo acaté el mandato y procedí a maniatarlo et vendarle los ojos.

Témome no obstante, don Íñigo, que non será tarea fácil entrar en el castillo. Tanto Mauricio como yo seremos fácilmente reconocidos et probablemente daránnos por presos ─esperaba que el noble quien parescía gozar del don de la inteligencia a la par que de la bravura, pudiera darnos alguna idea...

Sonrió don Íñigo a las palabras de Fernando.

- ¿Creedes acaso que alguien nos ha visto salir del castillo al obispo et a mi a tales horas? Aparte de estos, claro. - señaló al reo - Yo vos guiaré por un pasadizo de vuelta al interior, et hasta las celdas. A partir de ahí quedaréis en las manos de Dios. ¿Puedo contar con vos?

Por su puesto don Íñigo. Obraré con tiento et tezón contra aquesta injusta telaraña de argucias que se ha tejido enderredor nuestra ─alcé entonces al reo et me dispuse a seguir las indicaciones del caballero.

Et conmigo también -respondile a don Íñigo mientras el bracamante lo guardaba, pues no era yo hombre de dar muerte a nadie más allá de cuando mi lengua se calentaban-. Que non pienso dejar sólo a mi señor Jofre, ¡jamás!

Tras lo cual, me puse de espaldas a nuestro prisionero, saqué un par de "mangas" de cuerdas y procedí a atarle, como don Íñigo mandó. Acto seguido, rasgué mis propias vestiduras y púselesas al tipo para que nada viera en la vuelta. Y diéronme ganas de matarlo de nuevo, más había de recordar a veces que uno era mediero y no otra cosa, aunque a veces hiciera falta hacer cosas inimaginables. Cuando acabé, levanté la mirada, observando al alguacil Fernando.

Et vos señor -le dije en bajo-, que ya tengo a quien servir por darme de riquezas, pero también puedo hacerlo a vos, por salvarme la vida.

Y es que Mauricio no era de palabras de sosiego y de agradecimiento, sino más bien de habladurías, chismes y recovecos donde guarecer las verdades con las palabras (que para eso era su oficio).

-Maldición -masculló el Obispo al enterarse de la huida de uno de los atacantes. Pudiérale faberle visto, et non era difícil reconocer la sotana de un alto cargo de la iglesia incluso en la oscuridad. Si su apoyo a don Íñigo et por tanto a los miembros de la orden que defendían al actual maestre de la orden llegaba a las manos equivocadas (que bien pensado, eran cualesquiera), podría perder todas sus influencias en la corte et por tanto la base del suyo poder.

-Tápale también la boca, Jorge, non vaya a ponerse a gritar en el castillo -dijo entonces al suyo criado, antes de dirigirse a los demás-. He de regresar a los míos aposentos lo más rápida et discretamente posible, suficiente he expuéstome ya aquesta noche a ser descubierto.

El rostro de don Pedro era serio, et estaba pensativo sobre cómo salir del paso si finalmente aquella información facíase pública. En cualquier caso, tenían a uno de ellos, et quizá pudiere revelarles antes de morir la identidad del omne que huyó. Más tarde o más temprano, aquel desgraciado moriría.

Perdido andaba yo en todo este ajetreo et interrogatorio, mas me mostré presto a seguir las ordenes de su Excelencia.Asentí a mi señor,et presto saqué el cuchillo, et dado que non llevaba nada que poder usar de mordaza cogí la manga del reo,  cortéle un trozo lo suficientemente grande et sin miramiento alguno hice una bola con ello et metíselo en la boca al preso.

Agora continuaría la nuestra aventura, fablaban de liberar a Don Jofre et dar caza a la bruja.....en otro momento me habría parecido una grande hazaña et digna de ser contada a los mios nietos. Mas agora, con restos de sangre de omne en el mio cuerpo et el recuerdo de la suya muerte. Presentíme que aquesto de las aventuras non era como las cantaban los juglares.

Satisfecho por la buena disposición de los hombres, don Íñigo asintió, et dio por zanjada la conversación, mirando de nuevo al obispo.

- Quedad tranquilo, don Pedro, que aquesta escapada nocturna ha finalizado. Toca ahora desandar el camino.

Púsose a andar don Íñigo entonces, dirigiéndose hacia la oscuridad que rodeaba Trujillo.
 

Cubrieron con premura el camino de vuelta los seis que habíanse reunido a las afueras de la villa, más el reo. Don Íñigo encabezaba la marcha, alumbrando con un candil cuya luz tapaba como bien podía para que nadie les viere desde algún otro lugar. El prisionero caminaba como bien podía, atado por Mauricio, amordazado por Jorge, et sabedor de que filos et puntas le apuntaban de cerca, prestos a atravesarle si osaba intentar escapar.

Para los que habían hecho aqueste camino antes, resultó más corto  que cuando bajaban, pues ya lo conoscían en parte, et la intriga de lo que pudiere suceder aquella noche sin duda les había acuciado más antes que ahora. Para quienes era la primera, empero, resultó una marcha larga et traicionera, pues el sendero que tomaba don Íñigo et que guiaba de vuelta al castillo retorcíase por entre los matorrales, presentando socavones que fízoles tropezar más de una vez. Arañábanles las piernas también las zarzas, et los sonidos de la noche estremecíanles. En la lejanía veíase el castillo, perfilado contra la penumbra sólo por la luz de algunas teas, que recordaban a viajeros et invasores que allí se alzaba un bastión santiaguista. Sin duda eso amedrentaba a bandidos et otros, mas quienes dirigíanse hacia esta fortaleza sabían que non todos los que allí se hallaban eran hombres de Dios, et un desasosiego invadíales por ello.

La figura del castillo creció ante sus ojos, hasta que alcanzaron una loma, et lo perdieron de vista. Fue al suceder aquesto que guioles don Íñigo hacia una abertura natural, en la que estaba excavado un pasadizo de non mucho tamaño. Adentráronse en él resguardándose del frío de la noche et de posibles emboscadas, aunque esto no fízoles sentir más seguros.

Aprovechando la marcha, fizo un gesto don Íñigo al obispo para que se acercare, pues temas tenía que tratar con él.

- Hay una cuestión que gustaría de tratar, Excelencia, - díjole - respecto al papel que hemos de representar nosotros, una vez haya escapado don Jofre. Sabiendo que es Fernando Carrillo quien se halla tras todo aqueste asunto, credo que lo fundamental ahora es descubrir cuán lejos llega su brazo en el castillo, de qué apoyos dispone, et cuantos dellos podemos ganar para nuestra causa. A buen seguro que don Fernando ha preparado el terreno para deponer a nuestro Maestre en cuanto que sus apoyos hayan caído, et con la muerte de Martín Salcedo*, et la acusación a don Jofre ya ha perdido a dos leales caballeros.

Caminaba a buen paso don Íñigo mientras hablaba.

- Sé que sois ducho en estas lides, et sin duda sabréis como abordar el asunto.

-Ya vos dije que gustaría de oficiar mañana una misa, non importa la cual, para después ofrecer la sagrada confesión a los fráteres. Debéis encargaos de facerlo saber en el castillo et prepararlo todo. Supongo que nadie verá raro que el Obispo de Cáceres honre a la orden impartiendo él mismo la eucaristía. Soy, además, reconocido aliado de su majestad: la versión oficial, como bien sabéis, es que apoyo todas sus decisiones, incluyendo a su candidato a maestre, por lo que dudo que Carrillo o algún otro cómplice duden de parte de quién estoy.

El obispo caminaba sin parar, pero su cojera hacía evidente su incómodo paso.

-Sin embargo, don Íñigo, comprenderéis que vos exija mayor esfuerzo por vuestra parte. Errores como los de esta noche non pueden volver a cometerse, pues si es sabido que reuníme con vos et los omnes de Jofre a escondidas en mitad de la madrugada, las gentes non tardarán en empezar a atar cabos. Habréis de ocuparos de... "fablar" con el nuestro cautivo para averiguar la identidad del su compañero que escapóse, et después dar muerte a ambos. Dios es misericordioso, mas non soylo yo.

Marchose la muchacha, et con ello cayó la oscuridad de la noche et el silencio que aquesta traía. Pronto el sueño invadió a don Jofre, quién non teniendo nada mejor que hacer, postrose en el camastro que habíanle dispuesto, et dejó que la oscuridad le envolviere...

Cuando el sonido le despertó, don Jofre ignoraba qué hora era. Abrió los ojos, sobresaltado por el chirriar de la cerradura de su celda, et más aún alarmado, pues el sonido era escasamente audible... sin duda, quien quiera que estuviere abriendo la puerta, non deseaba ser escuchado. Para más inri, la oscuridad era casi total, et por la rendija que tenía en el techo la celda habría entrado algo de luz, de ser de día. Así pues, claro estaba que buenas non eran las intenciones de los que acercábanse.

Asintió don Íñigo a las palabras del obispo.

- Del riesgo de la reunión ya vos advertí, et la decisión fue vuestra. - díjole - Et, por cierto, mayor fue el riesgo de salir corriendo Dios sabrá hacia donde. Más habría valido que vos hubieseis quedado a mi lado, pues por esos caminos traicioneros un mal paso et vos quedáis cojo de la otra pierna, o algo peor.

Luego añadió, como para suavizar las cosas:

- Bien me parece que organicéis tal misa, mas sería conveniente que vos mesmo lo propongáis a don Diego, que si viene de mi la propuesta se sabrá que andamos confabulados. Et non vos preocupéis por el reo, que harémosle cantar, por las buenas o por las malas.

Al oir el ruido me recosté tan despacio y silenciosamente como pude. Cerré el puño con fuerza, maldiciendo en silencio la falta de mis armas y armadura, que mis carceleros tan gentilmente me habían retirado. ¿Así acaba mi vida? ¿Asesinado por quien antaño llamé hermano? ¿Preso en el lugar al que una vez llamé hogar?

Negué en silencio. Y apreté el puño con fiereza, presto a lanzarlo al más mínimo indicio de movimiento del otro.

Subimos a la boca de una gruta, y en cuanto nos adentramos en la abertura, húbeme relajado un poco, sintiendo seguridad, pese a que ya no veíamos el castillo como tal. Al menos ahora conocía una abertura de daba pie a las entrañas del castillo de la Villa.

¿Cree vos, Fernando, que ese Damián hízonos preocupar al ver tanta espada y tan poco tacto? -le pregunté-. Que un siervo, por mucho que sea capataz, siervo es... -estuve por decir "ya se lo digo yo, que pese a descubrir reliquia, atado a mi amo hállome. Sin embargo, no lo hice, porque esta "atadura" era bendecida y justa-. Ese Damián, de ser él, habrá recibido órden de más alto rango, me temo...

-Ocuparéme pues de tales asuntos al levantarme -zanjó el asunto de la misa el obispo. Era absurdo comenzar un cruce de acusaciones con don Íñigo, por lo que dejó pasar el tema de quién fue el imprudente-. Espero noticias vuestras durante el día de mañana con cualquier novedad respecto al reo et la liberación de Jofre. Podremos fablar largo et tendido lejos de oídos ajenos en el confesionario.

Non sorprendióme aquel camino oculto, pues bien es sabido que tanto castillos, como fortalezas, et incluso algunos monasterios, cuentan con ocultos pasadizos para aún más ocultos et numerosos propósitos.

Maldije durante el ascenso, en uno de esos numerosos tropiezos dados por mis torpes et cansados pasos que incapaces eran agora de flanquear los socavones que salpicaban todo el trayecto. Ojalá aquellos tropiezos fueran el peor de los impedimentos que iba a encontrarme durante la peligrosa misión de liberar a don Jofre, empero sabía que non habría yo de tanta suerte...

Contestéle a Mauricio en voz baja, pues aunque de momento hallábamonos lejos de ojos oídos de guardias, habiamos de ser precavidos; ─Non extrañaríame que ese perro del capataz anduviera metido en aqueste asunto. Non reportóme impresión buena el su rostro et menos sus maneras para con nos et los criados. ─recordé entonces como tras aquel encontronazo con el tal Damián xusto apareció el de Carrillo et tras calmar al su lacayo fízonos preguntas sobre nuestro fazer en el castillo ─et que aparesciera en ese momento don Fernando Carrillo non mejora el asunto. Evidente est que aqueste es un perro lanzado por la mano de su amo.

Continue la marcha con el resto del grupo. El camino non se me antojaba tan duro como a las primeras horas de la noche cuando partimos, mas esto de andar a obscuras et con el reo,et la aventura corrida con los matones non dejaba que la mia alma encontrase sosiego.

Et estaba el asunto que andaban discutiendoFernando et Mauricio.....cierto era que non me gustaba Damián. Que quizás fué un tanto rudo, pero de hay a creerle capaz de consipirar contra su Excelencia fabía un paso bien grande. Mas quedeme escuchando en silencio lo que descian aquestos señores sabiendo que a partir de agora fabría de andarme con mayor tiento con el tal Damián.
 

Llegaron al fin al interior del castillo, guiados por don Íñigo. Indicó aqueste al obispo cómo retornar a su celda, et despidiéronse como bien pudieron antes de separarse en tres grupos: por un lado el caballero et los dos hombres con los que habíanse encontrado, por el otro el obispo et su siervo. El siervo de don Íñigo, por el tercero, llevose al reo a algún lugar ignoto.