Partida Rol por web

Cuando parecía que el juego iba a comenzar, Zendr se encontró de nuevo con el gaznate seco. De modo que alzó una mano para llamar la atención de una de las preciosas muchachas que pululaban por el salón y pidió una jarra de cerveza.

Decidió empezar a jugar con cautela, pues no quería perder lo poco que tenía, así pues apostó una única pieza de plata para comenzar.

Sus compañeros estaban muy concentrados, pero Zendr quisó romper un poco el hielo: - Bueno señores, parece que esto empieza ya. Suerte. Y les dedicó una amplia sonrisa.

Mirn contempló con incredulidad toda aquella muchedumbre ociosa y ansiosa por participar en aquel torneo. En Galt aquel tipo de timbas no solía frecuentar, principalmente porque el consejo revolucionario había prohibido reuniones de tanta gente al temer que pudiera tratarse de clandestinas reuniones de traidores a la nación galtiana.

El clérigo rechazó la invitación de Mirri a participar en el torneo, sin embargo fue a la barra y pidió una jarra de aguamiel (tamaño mediano) y se limitó a observar todo aquel entorno con una mano bien cogida en su diminuto saco de dinero que colgaba del cinto mientras observaba de tanto en tanto al viejo diablillo de la jaula.

La partida empezaba a ir viento en popa. Los jugadores no se estaban dando cuenta que las cartas que les estaba repartiendo iban cuidadosamente elegidas para maximizar las ganancias de las apuestas: si un jugador empezaba a tener "buena suerte", Mordred se encargaba que le viniesen malas manos, ..., al resto de jugadores no les gusta jugar con alguien que siempre gana, ..., si un jugador tenía "mala suerte", Mordred se encargaba de que le viniesen buenas manos, ..., no convenía que los jugadores se desanimasen, ..., y si dos o más jugadores tenían buenas manos, Mordred se encargaba de hacerles llegar mejores cartas, ..., todo por el bien común, y sobretodo de la banca, porque a buenas cartas las apuestas subían, y si las apuestas subían, la casa ganaba más.

Dredmor comenzó a deambular por sala como buenamente podía. El Goblin Dorado era una amalgama de personas y camareras yendo de aquí para allá. Sin embargo, Dredmor estaba especialmente atento a las diferentes situaciones, ..., ¡parecía incluso que tenía cuatro ojos!

Quizá fuese por esta capacidad de observación que una mueca de un jugador, incluso antes de que este se diese cuenta, y en cuanto se estaba incorporando con muy malas intenciones, quizá por un mal perder, el tiefling fue lo suficientemente rápido para posicionarse a su lado y susurrar unas pocas amistosas palabras, pero en definitiva, muy convincentes para que el parroquiano volviese a sentarse "olvidando" sus anteriores impulsos.

Igualmente la curiosidad pudo al personaje, que se giró para mirar hacia Dredmor, y una media sonrisa apareció en sus labios:

- Vaya, parece que Saul, tiene muy "conseguido" a sus demonios. Jejeje - Terminó con un risa baja, para quitar hierro al asunto.

La suerte no estaba con Zendr. Las tiradas de dados no le acompañaban, y para colmo de males, cuando parecía obtenía una buena tirada, ocurrió la debacle, ..., el "dealer" igualó la tirada de Zendr haciéndole perder totalmente su apuesta.

Mirn estaba incluso abrumado por la situación. Llegó a duras penas hasta la barra de la zona norte del salón, un mediano en medio de una miríada de personas mucho más grandes que él, tenía serias dificultades para moverse. Degustó la jarra de hidromiel, mientras intentaba abstraerse del ruido que se generaba en la sala ...

Zendr soltó un bufido cuando perdió su ficha. Suerte que había sido prudente en la primera ronda...
Esta vez decidió doblar su anterior apuesta. Al fin y al cabo, en algún momento de la noche Desna se apiadaría de él.
Dirigió una mirada a sus compañeros de mesa: todos mostraban el ceño fruncido y una máscara de fría seriedad cubría sus rostros.

La noche empezaba bien para el Mordred y par el Goblin Dorado, en su defecto. Las camareras se acercaban hasta su mesa a contemplar como el tiefling mantenía un justo equilibrio entre ganancias y pérdidas, haciendo que la mesa tuviera un discreto desvío en lo referente a las ganancias -beneficioso para el negocio- que lo convertía en un eficaz crupier. Las chavalas se agolpaban cerca de Mordred y eso le molaba al vástago infernal. Estaba en su salsa.

Lo estaba haciendo bien, y debía continuar así. Esa noche tendría dinero suficiente para pagarse una buena entrepierna de hembra, si no conseguía nada con sus compañeras de curro.

- ¡¡Venga señores!! Es muy fácil... Hasta un niño sería capaz de ganar a este juego- exclamaba para reclamar la atención de los potenciales jugadores. Luego les dejaba ganar un par de manos para que se crecieran, hasta que finalmente desplumaba al insensato con sus dotes de mecánico al barajar lo0s mazos de cartas. - ¡Ooooh! Desna no está con vos esta noche... Al menos, el vino es bueno y las chicas mejores- mientras guiñaba el ojo para que alguna lo arrancara de la mesa sin mucho tiempo de pensar cómo había podido suceder

Apuntó con un dedo al fullero que osaba mofarse de él y le susurró mientras se marchaba en busca de otras broncas.... Aquella ya se había sofocado aunque Dredmor no era de los que dejaran las cosas estar.

Sigues vivo porque así lo he decidido, si acaba la noche y te encuentro aquí no tendrás otra oportunidad....

Era momento de una visita familiar. Se acercó a la mesa de Mordred, igual necesitaba una mano o unos ojos... No dudaba de las habilidades de su hermano en los juegos de azar, pero una ayuda nunca estaba de más...

Mordred definitivamente había vuelto a su salsa, a los viejos tiempos. Parecía como una bendición caída del cielo, o en su caso, mejor dicho, una "maldición" proveniente del mismo infierno. Las camareras habían traído refrigerio para los asistentes, y también para el propio Mordred, y se habían llevado "amablemente" a algún jugador "problemático".

Mordred continuó con la estrategia definida. Motivaba a sus jugadores de todas las formas conocidas, pero en el discurso del juego, algo en su instinto de jugador y los gestos de los jugadores, le indicaban que algo pasaba. Algunos de los jugadores empezaron a no apostar tan fuerte, aún teniendo buenas cartas, ..., ¿qué era lo que les estaba pasando?, se comenzaba a preguntar Mordred.

Al gracioso del jugador se le borró la sonrisa en un ínfimo de segundo. Empezó a tener un sudor frío y su rostro pareció helarse por momentos. Calló y volvió de nuevo al juego sin emitir palabra alguna. Sólo pareció tranquilizarse cuando Dredmor se hubo alejado ....

Dredmor se dirigió a otras partes de la sala, y esta vez su presencia parecía amilanar a aquellos que intentaban alterarse. Una disputa pareció que se iba a desencadenar, pero justo pilló a Dredmor al lado. La gélida mirada que les dirigió bastó para hacerse que se volvieran a sentar y siguiesen jugando como si no hubiese pasado nada, ..., por la cuenta que les traía.

Al final, Dredmor llegó a los aledaños de la mesa dónde su hermano estaba repartiendo juego. Sin embargo, quizá por la conexión de sangre que les unía, Dredmor atisbó un rastro de preocupación en el rostro de su hermano ...

En un momento de tu "calma", comparada con el resto de la sala, estancia en la barra, te parece ver un personaje muy bien caracterizado de demonio. Embutido en una capa, no llega a esconder su aparente disfraz de demonio. Su cara, roja como el fuego, quizá aumentada por el ambiente tétrico de la sala, resplandece por un momento. Pero este parece perderse en un momento entre el gentío ...

Parecía que Desna había abandonado al bueno de Zendr. Aunque la situación no era nueva para el "curtido en la vida" joven guerrero, comenzaba a resultar desesperante. Quizá se debía a su desconocimiento de los juegos, o quizá no ...
 

Los fuegos se apagaban sin causar apenas daño. Su presencia sofocaba las chispas de inminentes disputas con firmeza. Su camino le llevó a la mesa de Mordred y por lo que pudo ver no estaba pasando un buen momento, así que decidió echarle un cable.

¿Todo bien? Parece que te están poniendo las pilas... ¿Te echo una manita?

El tiefling se paseaba alrededor de la mesa de su hermano sin siquiera cruzar la mirada con él. Evaluó a sus rivales en busca de algún movimiento extraño que le informara de alguna triquiñuela...Y si podía ver la jugada de algún rival podría pasarle la información a Mordred.

Zendr se sentía tentado a irse, pero su testarudez afloró de nuevo y el joven se obligó a sí mismo a quedarse dónde estaba. Intentó pensar fríamente; al parecer en este juego primaba totalmente el azar, sus compañeros estaban ganando, pero no era debido a ninguna habilidad especial.
De modo, que hizo otro intento, confiando en que esta vez la Soñadora fuera benévola con el varisio...

Martin, hombre amable, cabal y sensato donde los hubiese, se transformaba en un duelista del azar crudo y persistente cuando se plantaba en una mesa de juego. Podria llamarsele vicio, podria llamarsele aficion, pero lo cierto es que delante de la desencuadernada (baraja) o de los huesos de Juan Tarafe (dados) Martin sufria un cambio radical, y a veces...solo a veces...no era para mejor. El caso es que una vez decidido jugarse las pestañas y el alma (esta vez no era metaforico lo del alma), Martin fue a cambiar el sonante de su bolsa por las fichas de rigor. Esta vez se decantó por probar suerte con los huesos, pues con el trajin del Goblin, no tenía la mente para rumiar jugadas de naipes. En el mostrador, martin cambio sus 20 chelines por sendos dientes de plata, con la sonrisa lobuna del que espera un gran festin. Mientras, Bodhi, el negrito extranjero lo observaba con asombro, y aun cautela, pues nunca había visto a Martin en estas tesituras de tahur.

Al rato se sentó en su puesto frente al repartidor, con sus dos dados prismaticos de 20, dispuesto a ganar los maximos trofeos posibles para hacerse con el grueso botin. En aquella primera ronda, martin se puso bravo, y echó a la mesa 4 dientes, sonriendo como un marrajo, y mientras meneaba el puño donde sacudía el primer dado, sopló este y lanzó.