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Semillas Oscuras (Black Sword Hack)

ANTES...

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23/05/2023, 22:59
Director

En las profundidades del vacío eterno, los siameses se unían y separaban a voluntad, viciosos y astutos, creando entretenimientos imprecisos, que solo sus cabezas lograban comprender.
Antes del inicio del mundo, su juego comenzó, una travesura ideada antes de la invención de las prohibiciones.

Eran tramposos, explotaban sus poderes sin parangón, creando reinos a mutilar una y mil veces para ser recompuestos a su imagen y semejanza, antes de establecer una gran apuesta final: uno de ellos desaparecería... Para... Siempre.

Juntos dieron a luz un último mundo, desplegando un tapiz de rabia, sombras y sangre, bordado con dominios en eterna ebullición. Bailaban en sus sombras, avivando sus fuegos.

El hermano, maestro del engaño y la manipulación, tejió redes de ilusión con las que alimentar la fascinación humana.
Susurró mentiras y forjó destinos con cuidado, antes de contaminar con el caos sus desnudas almas.

La hermana, amante de los frutos de la tragedia y los efectos que esta desencadenaba, desgranó religiones, filosofías, leyes y mandamientos, golpeando el alma inmortal de sus creaciones hasta dejarla de rodillas en la más recóndita soledad, diluyendo en el olvido el potencial con el que había siso engendrada.

A medida que se desarrollaba el juego, el mundo tembló y gimió, convertido en un campo de batalla alimentado con la angustia más absoluta, donde se perfeccionaba la perversa idea del poder. Sus creaciones sufrían, atrapadas en el retorcido juego que les era totalmente ajeno.

Aquellos nacidos en los juegos previos rodeaban a los competidores, dejándose arrastrar al tablero, unas veces para nombrar campeones, otorgándoles dádivas y dones, otras portando condenas eternas, dictadas por los impactos de látigos y mayales. Había quien hablaba de otras apuestas y otras esencias deseosas por no desaparecer con aquel de los hermanos que los hubiese creado, pero las escalas de aquella obra impedían vislumbrar los millones de partes móviles y conciencias que operaban en un desesperado último intento por preservar su escaso hálito de vida.

Pero el final del juego se acercaba, los hilos del destino estaban tan dolorosamente tensos que comenzaron a reventar, en una sinfonía atonal que parecía trazar los movimientos de un péndulo sobre sus cabezas.
Con cada movimiento y treta, las apuestas crecían, mientras los hermanos luchaban, conscientes de su finitud, despidiéndose por última vez con cada movimiento.

Y así, una pálida y menuda mano, de uñas amoratadas, tomó una de aquellas figurillas por el cuello, repasando todas las variables que creía haber tenido en cuenta para aquel gran final, acariciando las runas cortantes que cubrían su superficie.

- Sabía que ibas a optar por esta salida. Lo sabía desde hace siglos.- Una risa para nada inocente llenó las profundidades del vacío eterno. Los siameses volvieron a ser uno, aquel que se volcó sobre todos los reinos.