Partida Rol por web

Tras dos días caminando, el paisaje cambia. Los árboles frondosos dejan paso a raquíticos troncos desprovistos de hojas, y cada vez menos frecuentes. El canto de los pájaros se convierte en el silbar del viento a través de rocas cada vez más puntiagudas y voluminosas. El polvo del camino se os mete de vez en cuando en los ojos. El camino, delante de vosotros, prosigue a través del interior de un estrecho desfiladero que parece serpentear en el interior de la montaña. El desfiladero separa en dos la falda de una montaña que se extiende a izquierda y derecha hasta donde alcanza la vista.

El camino se muestra algo más fatigoso debido a la estrechez, los molestos matojos secos del camino y a las rocas desprendidas que salpican aquí y allá el paso.

Cuando el viento aprieta, del interior del paso surgen silbidos que parecen entonar una melodía árida.

- Dunkan, creo que conoces este lugar... - Dice Snorri, protegiéndose los ojos del viento, ante la entrada al desfiladero.

Dunkan, el Desfiladero Sibilante es un lugar importante para los enanos. Nunca lo has visitado, pero has oído hablar de la tumba de un importante enano que se encuentra por ahí, por lo que de entrada, ya te impone respeto.

- El Desfiladero Sibilante- dijo Dunkan con gesto repentinamente serio- último hogar y reposo del venerable Durvang Cuño de Hierro, señor del ya tristemente desaparecido clan Hejnar. Cuando su gente fue expulsada por los orcos de su hogar ancestral en las minas de Vaul-Varr, partió con los últimos de los suyos en busca de un lugar en el que poder recuperarse para preparar la ansiada venganza. Alcanzaron este lugar en el comienzo del invierno y dicen que encontraron una antigua ciudad subterránea llena de magníficos tesoros y reliquias de tiempos pasados- su rostro se ensombreció- el problema fue que los espíritus de aquellos que moraban bajo la tierra seguían custodiando sus bienes. Nunca regresó nadie del Desfiladero Sibilante, nadie sabe si la historia es realmente cierta o si realmente Durvang y los últimos Hejnar perecieron aquí. De hecho, ni siquiera está claro como dicha leyenda llegó a oídos de otros enanos si presuntamente todos los Hejnar murieron en el interior del desfiladero. Este lugar apesta a muerte y putrefacción, sólo hay que mirar alrededor, pero también puede ser la oportunidad para aclarar una de las más oscuras leyendas de mi pueblo.

Kepoope se estremeció al oír el aterrador aullido del viento soplando entre las paredes de piedra del desfiladero.

- Es una historia aterradora, Dunkan - respondió el mediano cuando el enano terminó de hablar. - De donde yo vengo, no existen pasos de montaña como estos, predominan las llanuras abiertas y no puedo evitar sentirme aún más pequeño al ver estas paredes. Pero si hay que entrar, entraremos...

- Todo lo que suene a aventura es una oportunidad ¿no creéis? Una ciudad subterránea cargada de tesoros... hum... 

Miró a su fiel Taran:

- Sólo espero que no tengan escaleras.- dijo intentando quitar un poco de plomo al siniestro cuento de Dunkan.

La travesía al interior comenzó con oscuros presagios provenientes de la historia de Dunkan. Cada paso levantaba una pequeña nuve de polvo que parecía hacer más pesado el caminar. La superficie era de tierra, plagada de secos matojos y piedras desprendidas. A veces, entre algún rincón, un insecto o un reptil parecía hacer algún sonido. La anchura del camino era de aproximadamente diez metros, y las paredes de roca a izquierda y derecha debían medir unos cuarenta. Quizá más conforme avanzabais.
Los silbidos producidos por el aire al atravesar miles y miles de pequeños huecos en la roca os acompañaba como una melodía que anticipaba un cruento desafío.
Dunkan no podía evitar otear cada saliente de roca, buscando algo que le recordase al venerable Durvang. Sabía que debía estar ahí, en algún sitio, algo que demostrase su presencia en aquel lugar, como también lo estaba la soledad y los malos presagios. A menudo, Dunkan aminoraba el paso hasta detenerse unos segundos cuando creía haber visto una marca esculpida, que luego no era sino la caprichosa marca que deja la vegetación y la erosión. Luego, corría unos metros hasta alcanzar a sus compañeros.
Fue en uno de esos ensimismamientos cuando notó una mano en su hombro. Al girarse, vio a cuatro horribles rostros sonrientes. Cuatro orcos agrupados que no oyó llegar. Miró a sus compañeros y vio como por delante les cortaban el paso otros cuatro orcos, también con esa estúpida sonrisa en el rostro. De detrás de unos matorrales apareció un orco más voluminoso, con el cuerpo plagado de cicatrices. La mayoría en forma de líneas de varios centímetros, pero otras, deliberadamente formaban la palabra BAARU en varios lugares de su cuerpo. Iba cubierto de pieles andrajosas y montado en un caballo gris. Miraba desde la distancia, paseando solemne con su caballo de izquierda a derecha. Transcurridos unos segundos, se agachó para decirle algo a uno de los que parecían ser sus secuaces, y éste os gritó:

- Soltad todo lo que tengáis. ¡Ya!

Megara tenía el arco presto.

- Ya, ya, Baaru, sabemos que te corresponde a ti vigilar esto pero es que nosotros tenemos un salvoconducto.- dijo la elfa intentando apelar a la proverbial estupidez orca mientras levantaba un poco el arco - Y yo creo que sería más razonable para nosotros que lo aceptases. ¿No crees? ¿Cuales eran los órdenes que te dieron exactamente? ¿Las has vuelto a olvidar?

Demonios, si aquello no funcionaba total iban a liarse en combate igualmente, porque desde luego ella no tenía pensado darle las cosas a unos orcos apestosos sin presentar combate. 

Tras un análisis rápido de la situación, Kepoope decide dar un paso al frente y adelantarse a Megara.

- Espera, espera... Baaru, verdad? ¿De verdad que no sabes quienes somos? ¿Ni quién nos envía? - comienza a decir el mediano con tono tranquilo, intentando engañar al orco. - Venimos de lejanas tierras invitados por tu padre que nos dijo: cuando lleguéis al desfiladero y Baaru os asalte recordadle que como insulte a mis amigos le partiré su estúpida cabezota... ¿No te parece algo típico de tu padre?

Mejor harías dejándonos pasar...

- Grmpf- gruñó Dunkan por lo bajo.

El enano iba a lanzarse a repartir hachazos a diestro y siniestro cuando sus compañeros decidieron ponerse a charlar. Quién demonios en su sano juicio iba a razonar con un estúpido orco. Todo el mundo sabía que la mejor manera de parlamentar con estas criaturas era golpeando primero.

Aún así, les dejó hacer.

El orco que claramente era el líder cabalga unos metros hacia vosotros sin apartar la vista de la exploradora y el druida. Sus ojos están entornados, con un aire de sospecha. Alrededor, un murmullo crece entre los orcos. Un par de cuervos que están sobrevolando el desfiladero emiten unos graznidos, metiendo premura, ansiosos de ver cadáveres para alimentarse de sus ojos y dejar las cuencas vacías.
El voluminoso orco se detiene a cierta distancia y dice:

- Así que os envía mi padre. Bien... Bien... Es muy gracioso. - Entonces mira de reojo a su alrededor y repite, elevando el tono de voz: - ¡Es muy gracioso! - Entonces, el resto de orcos ríen al unísono. - Vuestra historia falla en varios puntos. En ciertos detalles sin importancia, como que mi padre lleva décadas muerto, y que, por supuesto, yo no soy Baaru. - Tras unos interminables segundos manteniendo la mirada, exige: - Soltad todas vuestras pertenencias. ¡Ahora!

Megara sonrió asintiendo:

- De acuerdo, tú mandas no-Baru. No te importará que lo primero que suelte sean unas cuantas flechas.

Y sin más preámbulos disparó contra el jefe de los orcos. Con su proverbial rapidez lanzó una sarta de flechas para ver si alguna hería a aquel grandullón. Como si esa fuera la señal convenida Taran le lanzó una coz a otro de los orcos que venían por atrás.

- Por fin- rugió Dunkan mientras levantaba el mazo para golpear el mentón del orco más cercano- podíamos habernos ahorrado los preliminares.

El golpe pilló totalmente desprevenido al orco que recibió el impacto de lleno y cayó hacia atrás como un saco de patatas.

- Maldito orco estúpido - murmura Kepoope al ver que su plan no ha funcionado.

Aprovechando que Dunkan se lanza a golpear con su mazo a uno de los orcos, y amparado por las flechas lanzadas por Megara, Kepoope se lanza corriendo al frente hacia el orco montado a caballo. Cuando está frente a él consigue esquivar los cascos del animal y consigue situarse, aprovechando su baja estatura, justo bajo la panza del animal, momentáneamente a salvo sus cozes y también fuera del alcance del orco.

¿Qué tendrá en mente hacer?...

Megara estaba acostumbrada a estas cosas. Su arco y flechas eran como una parte de su cuerpo, así que tan rápido como si parpadease, una flecha atravesó los escasos metros que separaban el orco montado del grupo de héroes, clavándose en la gruesa piel que portaba. Unas escasas décimas después, aún con el orco sorprendido por la insolencia que acababa de someter esa chica con su arco, el enano saltó contra él, golpeándole con su poderoso mazo.
Todos los arcos de alrededor gruñeron sorprendidos, y su líder perdió el equilibrio. Por suerte (para él) estaba bien sujeto a la montura, pero fue el caballo el que levantó sus patas delanteras y alcanzó a Dunkan, que sintió la pezuña del animal en su costado. No fue para tanto. Por suerte, su armadura valía hasta la última moneda.
Snorri, por su parte, buscó concentración describiendo unos precisos movimientos con su cuerpo.
Tras estos instantes de confusión, el orco alzó sus manos y pronunció unas palabras ininteligibles, pero que en vuestras cabezas se tradujeron como: "Oh, oh...", y acto seguido, el polvo del camino comenzó a arremolinarse, formando un tornado de polvo, piedras, arbustos espinosos y demás cosas que se encontraban a vuestros pies. El tornado os envolvió, sintiendo como miles de puntas afiladas y proyectiles diminutos os golpeaban y rasgaban, incluso metiéndose por el hueco más pequeño de vuestras armaduras. El atronador viento que os envuelvió duró apenas unos segundos, pero lo peor vino al finalizar, cuando empezasteis a sentir el escozor de las heridas. Snorri, Dunkan y Megara se encontraban confundidos y magullados, pero... ¿y Kepoope? ¿Dónde estaba? El druida había aprovechado el estado de máxima concentración del orco para escaparse y situarse bajo su caballo. ¿Qué tendrá en mente hacer?

Paralelamente, el resto de orcos ya habían sacado de sus cintos unas amenazantes y sucias hojas aserradas. Comenzaron a avanzar, tanto los que estaban delante como los que estaban detrás del grupo.

Snorri, que no consiguió mantener la concentración debido al ataque sufrido, volvió a repetir los movimientos, y esta vez sí. De sus manos salió un haz de luz contra uno de los orcos que estaban en su retaguardia. El proyectil le alcanzó de pleno y lo convirtió en una masa llameante que pataleaba en el suelo.

Momentáneamente a salvo del tornado invocado por el orco al encontrarse debajo del caballo, Kepoope ve como sus amigos sufren daño lo que enfurece. 

- ¡Prepárate! - gruñe el druida al tiempo que se dispone a invocar a los espíritus de sus ancestros animales. Hermano elefante dame tu poder... 

Aunque consigue transformase en un poderoso elefante, Kepoope puede notar como su propia inquietud hace que el espíritu del animal esté turbado y puede que no sea capaz de mantener mucho tiempo su forma.

Al aumentar súbitamente de tamaño bajo las patas del caballo del orco, el animal es desplazado bruscamente hacia arriba, propulsado por el poderoso resorte del músculo del elefante.

Disipada la ventisca, Dunkan necesitó unos segundos para abrir los ojos y recuperar el aliento. Eso no se lo esperaba, debía reconocerlo.

- ¿Estáis todos bien?

El enano observó preocupado como los orcos desenvainaban sus armas y empezaban a estrechar el cerco. Fue entonces cuando un barrito dejó helados a todos los presentes. Dunkan observó divertido cómo algo empezaba a formarse debajo del caballo del líder, fuera Baaru o quien fuera, hasta lanzarlo por los aires y dar con sus huesos en el suelo. El enorme elefante que apareció en el lugar dejó a todos boquiabiertos... a todos menos a ellos que no era la primera vez que habían visto tal maniobra de Kepoope. Dunkan lanzó un desgarrador grito de guerra y se lanzó directo a por el líder caído, dejando caer con fuerza su poderoso mazo sobre su cabeza.

¡Otra vez el elefante! Quizá por algún motivo desconocido, el pequeño druida del grupo tenía cierta querencia con ese majestuoso animal, y ahí estaba de nuevo. "Kepoope, el elefante".

El mediano incrementó su tamaño y forma hasta convertirse en un grandioso elefante, pillando por sorpresa tanto a amigos como enemigos. Se escuchó un "¡Otra vez!" en algún lado y una risotada en otro, pero con el jaleo era imposible distinguir quién de sus compañeros había pronunciado qué. Simultáneamente, caballo gris y orco salieron por los aires. El orco describió una parábola en el aire en dirección a Dunkan, que mientras lo veía caer se atusó las barbas y preparo su mazo de Tarkhas para la diversión. El caballo salió hacia arriba, cayendo sobre la nuca del elefante. El pesado montón de carne que era el caballo del orco, atontó un poco al elefante, que un instante después agitó la cabeza y la trompa para ponerse a la acción.

A unos metros de allí, Dunkan acertó de pleno sobre el cráneo del orco, que explotó, manchando de vísceras y hueso a los orcos que tenía enfrente. Los siete orcos, sin su líder, soltaron las hojas aserradas y huyeron temerosos hacia fuera del Desfiladero Sibilante.

Snorri, que giró la cabeza para verlos huir, volvió su mirada al frente de nuevo y dijo en tono jocoso:

- Genial, ahora tenemos un elefante.

- ¡Oh, genial!- se lamentó de repente Dunkan mientras levantaba su mazo pringado de sangre y vísceras- ahora tendré que lavarlo de nuevo. Maldita sea, ¿sabéis cuánto tiempo pasa hasta que se le va este olor? Tendría que habernos dejado pasar.

El enano siguió lamentándose y protestando por lo bajo mientras hacía el registro de rutina al caído. Quién sabe si podría guardar algo de interés.

Un poco atontado por el impacto del caballo, Kepoope sacudió con fuerza la cabeza quitándose de encima. El movimiento de sus orejas produce una corriente de aire que llega hasta Dunkan.

Al ver como el plan ha funcionado y una vez muerto su líder el resto de orcos huyen desordenadamente Kepoope se gira hacia ellos y barrita con todas sus fuerzas para asegurarse que hasta el último rezagado corra como si los fuegos del mismo infierno le persiguieran.

Poco a poco recupero el druida recupera su forma habitual y camina a reunirse con sus amigos.

- Si se hubiera tragado la historia de su padre le hubiera resultado mejor - dijo dándole una patada al cadáver del orco. - Ahora ha ido a reunirse con él...