Partida Rol por web

En un momento, todo pareció ralentizarse, o quizá tú fueras más rápido. Sólo sabías que habías llegado hasta el Conde tan rápido como lo había hecho él.

Y cuando El Conde se quiso dar cuenta, no estaba delante suya. No, claro que no. ¿Para qué para ponerle mi navaja en el cuello? Qué estupidez.

En lugar de eso, y aprovechando que El Conde no llevaba su chaqueta, me lanzo a por ella. Registro en su bolsillo, y no tardo mucho en dar con los puros.

Cogiendo uno, me dirijo otra vez delante suya. Aunque voy andando, puedo notar como todo a mi alrededor va mucho más lento. Llego a donde estaba al principio casi en lo que éste tarda en dar un parpadeo.

Sólo es cuando me enciendo el puro, cuando vuelvo a notar que el tiempo se relentiza de nuevo.

Sonrío triunfal tras el humo, para decirle—. ¿Y ahora qué?

Sandro dudó, pero finalmente se decidió a sentarse él también en un butacón, pese a no haber sido invitado a hacerlo.

- Bueno, no hay muchas cosas que sepa hacer. Soy programador informático, eso sí que lo hago bien. Bastante bien, para ser sinceros, experto en sistemas de seguridad. -lo dijo con un tinte de orgullo, aunque supuso que eso se la traería sin importancia a Cassandra. Por su respuesta anterior dedujo que ella misma era su propio sistema de seguridad y parecía que le iba bastante bien, a juzgar por la soledad que mantenía en su refugio.- Por otra parte, me llamo Sandro Rosselly, vivo en -nombró una conocida calle, de un buen barrio no muy lejano al centro de Denver- Es un apartamento amplio y funcional pero, para ser sinceros, no tiene el encanto de esto. -extendió sus manos, en un gesto que abarcaba todo lo que había a su alrededor, mientras sonreía amigablemente.

De repente se fijó en un punto sobre un estante. Se levantó y se dirigió a él. Cogió uno de los cuatro bonitos jarrones con flores que adornaban la estancia y lo colocó unos centímetros más atrás, perfectamente alineado con los demás. Después, con una tímida sonrisa como si pidiera disculpas por el atrevimiento, se volvió a sentar.

- ¿Podemos volver allí? -preguntó, de sopetón, volviendo al tema de su apartamento.- Me gustaría ducharme y cambiarme el traje. -ahora mismo, era lo que más le preocupaba.

No tuviste problema en entrar en la biblioteca. La entrada era bien visible y estaba bien señalizada. Al entrar, delante de ti, había un mostrador, con una joven que debía atender el turno de noche.

- Buenas noches señor, ¿puedo ayudarle en algo?

- Protean encierra muchos más secretos que ver en la oscuridad, pero de momento, es suficiente. Ver donde los demás no pueden puede ser una ventaja decisiva. No lo subestimes.

Empezó a caminar a tu alrededor y de repente se paró y sacó un cuchillo. Era poco más que una navaja, pero bastaba para rajar cualquier cuello. Sin más, lanzó el cuchillo a tus pies.

- Cógelo y atácame

- La vitae siempre te atraerá, como el fuego atrae a la polilla. Es lo que nos mantiene vivos, lo que nos da fuerza y aspecto saludable. Sin ella, pronto nos convertiríamos en cenizas, o caeríamos en letargo. Sin embargo, puedes controlarlo. Con práctica y voluntad.

Asentí a las palabras de Emma, intentando transmitirle que la entendía, que sabía perfectamente por lo que estaba pasando. No podía hacer mucho más. El trance por el que deberá atravesar su alma y su cuerpo es algo a lo que ella misma debe hacer frente, y era mejor estar preparado.

- No me des las gracias. Algo me dice que tú hubieras hecho lo mismo por mi, de ser otra la situación. Noblesse Oblige, como dirían algunos de los nuestros.

Asentí a sus palabras cuando empezó a hablar de los cachibaches esos que se habían puesto de moda últimamente, aunque más por cortesía que por entender de qué demonios estaría hablando con eso de progamador. ¿Y luego decía que era experto en seguridad? Criaría perros guardianes, claro. O tendría hombres a su cargo. Eso debía ser.

- si, si, claro. Podemos volver, si no te importa que la gente piense que sigues vivo, pero que ahora tienes unos nuevos hábitos nocturnos. No hay problema. Entonces... no has conseguido despertar tus poderes, ¿verdad?

Sean observó a la muchacha y se aproximó al mostrador.

- Buenas noches, me envía Sir Taylor, soy Sean Blackwood- el escolta esperó que realmente su sire hubiera informado de su visita. 

Se queda mirando aquella navaja, y tras escuchar lo dicho por esta asiente y lo coje con algo de precaución, ya que nunca había tenido que pelear físicamente con nadie y menos con armas. 

¿En serio?

Entonces suspiró sonoramente y tras sopesarlo un poco se lanza sobre la pelirroja pero sin querer hacerle daño con la navaja en la mano derecha.

- ¿Poderes? No, no tengo ningún poder, que yo sepa. Aunque, ahora que lo dices, en los túneles... sentí algo, raro. Como si mis sentidos quisiesen romper una barrera, no sé. Por unos momento pensé que incluso podría ver en la oscuridad. O incluso fundirme con ella.

¿Es a eso a lo que te refieres?

- El negro de rayas, eso es. Sí, con la corbata que suelo llevar con él... -reflexionó, aliviado al saber que podría cambiarse de ropa y recuperar su habitual aspecto.

Emma lo miró, curiosa y expectante a la vez.

-Sí... bueno, supongo que ya intenté que nadie se quedara sin su sire... -le respondió levantando las cejas, comprendiendo que sí, que ella habría hecho lo mismo por él si la situación hubiera sido la contraria y memorizando aquellas dos palabras Noblesse Oblige- Pero eso me hizo incumplir una ley, o contradecir a quien las dicta. Edward. Si él te hubiera dicho que no, no podrías haberte impuesto ¿no? Se hubiera aceptado su palabra, solo por que es su palabra, sin importar el puesto que ocupes en esta sociedad. ¿Es así para todo? ¿Aunque sepas que se está equivocando en su decisión o que no es lo más correcto lo que decide?

Miró de nuevo a la copa, se armó de valor y simplemente se mojó los labios, retirando la copa rápidamente para... para poder retirarla a tiempo. ¿Como podía estar aquello tan delicioso? La verdad es que ver aquello en una copa de coctel disminuía la sensación de estar bebiendo realmente sangre.

-Por lo tanto si he entendido bien, me merezco un castigo y deberás aplicarlo puesto que te lo dijo Edward -dijo mirando a la copa y asintiendo- ¿verdad?

La recepcionista asintió y tras teclear brevemente en el ordenador que tenía delante, se dirigió de nuevo a ti.

- El señor Taylor le esta esperando. Cpja ese pasillo de la izquierda, siga recto hasta el fondo, tuerza a la derecha, suba unas escaleras, izquierda y tercera puerta a la izquierda. Que tenga usted una buena noche,

Asentí de nuevo, vehementemente.

- Si, si. Exactamente a eso. Los Malkavian tenemos curiosos poderes, si. Podemos agudizar nuestros sentidos y ver más allá, ocultarnos en las sombras o causar la locura a nuestras víctimas. Por lo que dices, has experimentado un poco de las dos primeras. Las llamamos Auspex y Ofuscación.

¿Sabes luchar?

Lo pregunté naturalmente, como si no hubiera cambiado abruotamente el tema de conversación y continuara su curso normal.

Asentí, pero sonreí cálidamente a la vez, dejándola un poco confusa.

- Podría haberme opuesto a Edward. No tiene tanto poder como para aplastarme... directamente. Pero mi oposición habría significado seguramente el comienzo de una guerra fría encubierta, en la que él intentaría minar mis recursos y poder y yo intentaría lo mismo, para defenderme. El resultado hubiera sido una desestabilización de la ciudad y un derroche de valiosos recursos por parte de ambos. Eso se traduce en vidas. Vidas de inocentes que hubieran muerto o habrían sido destrozadas por un enfrentamiento fútil. Tanto Edward como yo sabemos eso, así que siempre cedemos uno de los dos cuando no estamos deacuerdo en algo. Hoy, con toda la Estirpe delante, debía ceder yo para que la autoridad de Edward no saliera perjudicada. Así que sí, debería castigarte. Pero descuida, no lo haré. Pero si te preguntan... haz el favor de decir que sufriste la peor de las torturas.

Reí suavemente ante su última frase.

- Ahora toca subir de nivel

Lo dije con una sonrisa en los labios, tomando algo de distancia y poniendome en posición de combate.

Simplemente asentí y me preparé para lo que venía, con una media sonrisa en los labios y la determinación grabada en los ojos.

A Sean le hubiera gustado preguntar nuevamente por donde tenía que ir, pero como estaba al parecer en la sede de los vampiros empollones prefirió callarse y hacer como que se había enterado a la primera, inconscientemente y aunque su oración no fuese escuchada, pidió ayuda al Todopoderoso para no perderse.

- Gracias...- dijo encaminándose hacia el pasillo a la izquierda que le había indicado- bien- se dijo a sí mismo mientras avanzaba.

Lo complicado venía ahora, el pasillo a la izquierda y recto hacia el fondo. Una vez se encontró allí volvió a rememorar.

- Ahora  a la derecha... joder que grande es esto...- torció a la derecha y continuó su camino muy concentrado en recordar las indicaciones- ahora debería haber unas escaleras... Eureka- sonrió al verlas acelerando el paso- bien Sean, animo muchacho... ¿que venía después...?- arrugó el ceño recordando nuevamente- creo que era otra vez a la izquierda... y luego una puerta... la numero 3, también a la izquierda... veamos...

Sean terminó de subir las escaleras para encontrarse en un pasillo con varias puertas dispuestas a ambos lados... Volvió a girar a la izquierda y se puso a contar la tercera puerta, se situó frente a ella, consciente de que allí era donde lo aguardaba Sir Taylor, ahora estaría a solas con él... procuró serenarse, seguía con las mismas ganas de darle un puñetazo a aquel abuelo, pero debía controlarse pues estaba a su merced y lo más importante, tenía que aprender de él todo lo que pudiera. Suspiró y tocó suavemente la superficie de la puerta con los nudillos.