Partida Rol por web

Mor se rasca la barbilla, la verdad es que por poder podría, quizá no a la primera, al menos sin ayuda, pero en algún momento sería capaz de levantar la losa sin hacerse una hernia o algo...

-Puedo intentarlo, aunque algo de ayuda me vendría bien.

Mira esperanzado al resto del grupo a ver si alguien, aunque sea animicamente, le da soporte.

Liam desenvolvió de un ato de tela una de las antorchas que había acatado a empacar para el viaje, acercándola al fuego la encendió y se dirigió donde el resto de sus compañeros se habían reunido. Parapetándose detrás de ellos intentó levantar la antorcha en una posición que mejorase la luminosidad para todos.

Al observar el primer intento fallido del forzudo Môr no pudo evitar pensar que el mismo no tendría una oportunidad de hacerlo con sus manos desnudas.

—¡Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo!— dijo para si mismo casi divertido. Aunque probablemente sus interlocutores no reconocerían la cita. Ciertamente le sorprendería si alguno de ellos la reconocía. —Si pudiésemos hacer uso de una barra para utilizar como punto de apoyo... o quizá con una cuerda podríamos improvisar algo parecido a una polea...

con esto empezó a rebuscar por la capilla alguna forma de ayudar a Môr.

El ionnthén se acerca a la argolla y empieza a tirar con todas sus fuerzas. Sus músculos se tensan pero la losa, que lleva décadas sin moverse, parece firmemente anclada en el suelo. Liam no tarda en mencionar algo sobre una "ley de la palanca" o algún otro dato que haya leído en sus libros, y es Ean quien, cansado del parloteo, coge uno de los troncos que Urvan había recogido para la leña pero que aún no estaba cortado.

Encajáis el tronco en la argolla y entre los dos empiezan a hacer palanca. Urvan no tarda en unirse, lo que consigue finalmente que la losa se mueva ligeramente. Arven aprovecha para introducir otro tronco en la apertura, lo que permite al resto descansar y utilizar un nuevo punto de apoyo hasta que consiguen echar la piedra a un lado.

El olor a aire encerrado sale de golpe por la trampilla. No detectáis trazas de humedad ni el tufo a podrido que suele acompañarla, así que estáis bastante seguros de que, a pesar de llevar mucho tiempo cerrada, la sala que se encuentra bajo vuestros pies debe estar bien aislada del exterior.

Observáis el hueco que ha dejado la trampilla. Una endeble escalera de mano desciende hacia la oscuridad, pero no podéis ver el fondo. Si la madera de la escala a soportado tan bien el paso del tiempo como el interior de la Capilla, debería ser segura, pero en estas cosas nunca se sabe. Durante un momento pensáis lanzar una antorcha al fondo para ver la profundidad, aunque sin estar seguros de qué hay abajo ni el efecto que podría tener el fuego, no parece la opción más prudente.

Observas con desconfianza la escalera que desciende. No es habitual en tu religión que este tipo de capillas de montaña tenga una cripta o algo parecido y, desde luego, mucho menos que se acceda a ella por una losa prácticamente oculta junto al altar, que es el punto más sagrado de la Capilla. Has visto criptas en catedrales mucho más grandes que esta pequeña construcción de montaña, pero todas tenían un acceso por escaleras de piedra y estaban bastante a la vista.

Desconoces qué motivos pudo llevar al constructor de la capilla a crear una sala subterránea, pero hay algo que no temrina de encajar en todo esto.

El esfuerzo de ayudar al grandullón con la piedra me deja los brazos un poco entumecidos, entre eso y el día que llevo tengo la cabeza embotada y apenas me puedo centrar. Al ver las escaleras y la escasa luminosidad se me ocurre una cosa. Me acerco a mi mochila y saco una de las lamparas de aceite, prendo la mecha y cierro la puertecita de cristal. - Esto será mas seguro que una antorcha con una llama al aire para alumbrarnos. - Pienso para mi.

Me acerco al agujero y alumbro comentando en alto mientras frunzo el entrecejo... no sabiendo muy bien si por la pesadez de mi cabeza o por la reflexión realizada. - Mmm, no recuerdo este tipo de secretismos en lugares santos. Me preocupa que los motivos de la elaboración de estas catacumbas o zona de subsuelo no sean ni por asomo con buenas ideas... Creo que sería buena idea ir con cuidado. O incluso explorarlo después de descansar... uuuaahh - Un bostezo me sobre viene, me echo la mano libre a la boca. - ¿Qué opináis el resto? - pregunto con la esperanza de que ellos también quieran descansar del día.

El muchacho miraba hacia el interior de aquel agujero con sus ojos bien abiertos, como esperando que en cualquier momento la cosa que practicó el agujero en la atalaya apareciese reptando en el fondo de la sala. Unos segundos después con la luminosidad extra que proporcionaba Urvan el silencio expectante pareció remitir. Nada se movía allí abajo.

—Si la sala se ha conservado en buenas condiciones podría suponer un sitio mas seguro para descansar. Además si hay algo allí abajo y lo hemos perturbado, será mejor que lo descubramos cuanto antes no en medio de la noche en los brazos de morfeo— soltaba en su característica diatriba casi sin respirar. En el fondo le importaba bastante poco los argumentos a favor o en contra, lo único que ocupaba su mente en ese momento era una necesidad casi física de descender allí abajo y descubrir lo que en aquél momento sentía que era una recamara suspendida en el tiempo.

—La escalera puede estar afectada por el tiempo— comentó mientras empezaba a sacarse cosas de encima hasta quedar con la capa de ropa mas ligera —Creo que debería bajar. Soy el menos pesado de todos ¿no?—

Recogiendo la cuerva empezó a atarse un nudo a la cintura como lo hicieron en la atalaya.

—Además, si algo pasara podríais izarme con rapidez—

Excitado por lo que parecía una aventura sin tregua Liam se encamino a la abertura con un nudo improvisado, le dio el otro extremo de la cuerda a Môr dispuesto a bajar. 

Liam desciende por las escaleras con la lámpara de aceite de Urvan en una mano. A pesar de que alguno de los escalones cruje bajo su peso, parece que la escalera ha aguantado sin problemas el paso del tiempo y llega hasta el suelo. Cuando se adentra un poco en la habitación, alzando la luz para verla bien, se escucha un pequeño grito de asombro.

Los demás, preocupados, preguntan al erudito qué ocurre mientras descienden rápidamente, aprovechando la luz que les llega desde el fondo. Cuando al fin llegan a su lado pueden ver que la habitación no tiene nada que ver con cualquier cosa que hubieran imaginado en este lugar. Mientras que un pequeño archivo o una sala del tesoro para guardar las reliquias de la santa a la que está dedicada la capilla podrían haber resultado relativamente normales, en vez de eso os encontráis con un pesado escritorio de madera en el que hay un pequeño libro. Al acercaros a él veis que se trata del registro de la capilla.

En circunstancias normales este registro habría estado en la casa del clérigo que dirigiese la congregación pero al examinarlo más detalladamente os fijáis que pertenece a los años anteriores a la Guerra. ¿Quién sabe qué motivos llevaron a ese hombre a transladar su escritorio aquí en esos tiempos revueltos? Lo único que Urvan conoce sobre esta Capilla es que fue abandonada al comienzo de la Guerra del Templo.

Dos páginas llaman especialmente vuestra atención:

—...la ignorancia y la oscuridad— terminó de leer Liam las notas del libro que había acaparado toda su atención.

—Aunque resulte un poco pretencioso por su parte podría decirse que su previsión era cierta. Al menos lo era con este templo. Casi me parece imposible pensar en los alrededores de este lugar en algo tan vivo y familiar como el escrito lo pinta—

Siguió pasando las hojas, leyendo aquí y allí las entradas del libro que mas le llamaban la atención, teniendo cuidado en su trato para que el libro no se desmoronase por el inclemente paso del tiempo.

—¿Que os parece? ¿podríamos refugiarnos aquí abajo?

-¿Flujo?-más que una pregunta para alguien era un pensamiento formulado en voz alta aunque no interrumpió la lectura del registro de la capilla, echando un vistazo al lugar en concreto. No se imaginaba a ningún clérigo capaz de abrir y cerrar la entrada a aquel escondrijo después de ver la ayuda que había necesitado Mòr para levantar la losa así que no podía ser un lugar de acceso asiduo como unas dependencias personales y, por lo que apreciaba, así era.

¿Qué valor tiene guardar un registro inofensivo en una cámara secreta con otras reliquias?

-¿Hm?, quedarnos aquí abajo...-miró hacia la salida considerando las opciones- el fuego está arriba y encender uno aquí abajo podría ser peligroso si la losa se cerrase por cualquier cosa e impidiese la salida del humo.-razonó- pero si queréis resguardaros aquí dentro tampoco me parece mala idea del todo-se alejó de la luz del farol de Urvan en dirección a la salida-haremos guardias por turnos. Por seguridad.-La prudencia, como el honor y la integridad estaban en lo más alto de la lista de cualidades necesarias para ser caballero y no sería Arven quien se expondría a un riesgo innecesario.

Dejó que los demás se organizasen y explorasen la cavidad sin salida descubierta y volvió sobre sus pasos al piso superior para tomar algo de las provisiones que le dotase de la energía necesaria para cumplir con el primer turno de guardia cerca de la entrada de la capilla.

Suspiro apesadumbrado ante la lectura. La incomprensión entre la gente, los ataques por la espalda, la falta de valentía de afrontar los errores, la codicia... ese tipo de cosas son las que hacen las guerra, y estas páginas no hacen otra cosa más que confirmar mis pensamientos. Ante la situación del hombrecillo rubio acaparando el libro, decido dedicar mi tiempo a investigar el resto de la sala en busca de algo útil. Con la esperanza de que cuando suelte el libro pueda cogerlo. En cualquier caso no despego el ojo de él, puede ojear el libro todo lo que quiera, pero ese libro pertenece a la Iglesia del Templo, ya que son las anotaciones de uno de sus miembros, y cómo tal mi deber es llevarlo de vuelta con mis superiores.

Arven no puede evitar plantearse por qué un clérigo iba a tener un escritorio con un sencillo registro en un lugar que más parecería dedicado a esconder los tesoros de la capilla, y más aún cuando no hay rastro de nada de valor. No lo comenta en voz alta, así que Urvan, más preocupado ahora mismo por la custodia del libro, no puede confirmarle que no es precisamente nada muy común en su orden.

Sin embargo, Liam sí presta más atención y cuando la guerrera lee la palabra flujo como si no la entendiera, no tarda en explicarle que el flujo es la fuente principal de energía para todos los artefactos magientíficos. Se puede extraer de diversos materiales, pero requiere un elaborado proceso para poder refinarlo. Las notas del clérigo de la capilla parecen dar a entender que en esta zona hubo en algún momento una fábrica magientífica dedicada a la extracción y preparación de ese material. Yldiane no tarda en sacar su nebular portátil y desmontar la carga de flujo que lleva en su interior, mostrando un líquido de un color marrón.

Urvan aprovecha la situación para guardar el libro y, ante la negativa de Ean a dormir en un agujero, más aún cuando el ataque a la Atalaya llegó desde un túnel excavado en la piedra, decidís volver arriba al calor del fuego y organizar guardias para la noche.

Vuestros sueños no son tranquilos. Los horrores que habéis visto en la pequeña fortaleza de montaña son difíciles de olvidar, y en vuestra imaginación aparecen varias veces un clérigo, un demorthén y un magientífico que representan las tres facciones de la Guerra del Templo y los tres reinos de Tri-Kazel. Sin embargo, las pesadillas son las únicas en perturbar la tranquilidad de la noche en la capilla de Santa Nyline.

La partida continua en la siguiente escena:
La Aldea de Varn