Partida Rol por web

—Cleo, creo que alguien te ha explicado muy mal en qué consiste la prudencia —se burló Orion mientras se adelantaba a ella para abrir la puerta de la vivienda que ni siquiera estaba cerrada con ningún tipo de cerrojo o candado—. Antes solía vivir aquí, recién llegado a Swansea. Esta es —el vampiro hizo una pausa y una sombra se posó en sus ojos borrando por un segundo su rostro burlón—… Era la casa de mis abuelos.

La vivienda estaba completamente a oscuras y Orion encendió la linterna de su Iphone para iluminar el camino a Cleo. En el pequeño recibidor-distribuidor se abrían dos puertas, una a la izquierda y otra al frente. En el lado derecho ascendían unas escaleras. El vampiro cruzó el umbral de la puerta de enfrente y entraron en otra estancia que bajo el haz de luz del teléfono móvil descubrió una gran alfombra sobre la que se situaban un sofá y dos acogedores sillones con su correspondiente mesita para el té, una chimenea en el lado izquierdo y otros muebles y estanterías. Todo parecía estar en un estado bastante decente pero hacía un frío húmedo desagradable.

—Voy a encender la chimenea. Mientras tanto puedes coger una manta y calentarte con lo que encuentres en la licorera (tranquila, lo he traído yo del bar hace poco) —iluminó primero al sofá y luego a un mueble que se encontraba en el lateral derecho de la chimenea—. No te preocupes por mis abuelos, fallecieron ya hace algunos años. La casa estaba en venta, pero la inmobiliaria ha desistido de intentar colársela a nadie. Corre el rumor de que la habita un fantasma hambriento —las primeras llamitas iluminaron su ya típica sonrisa de tío chungo.

Cleo no dijo nada; por un momento se sintió tentada a dar unas palmaditas en el hombro al vampiro, pero se contuvo. ¿Te estás compadeciendo de un vampiro?

Lo siguió a la habitación con la chimenea, y lo miró mientras se acercaba a ver que había en el mueble de los licores. Sacó una botella de whisky que dejó junto a la pata de uno de los sillones, y se sirvió dos dedos, antes de comenzar a pasearse por el salón, mirando las estanterias. Incluso llegó a salir del mismo, curiosa, para revisar la otra puerta de la izquierda y subir luego las escaleras, justificándolo con que arriba seguro habría mantas mas cálidas.

Las estanterías contenían algunos libros demasiado modernos para haber pertenecido a un matrimonio de ancianos. Algunos ensayos sobre psicología, un par de tratados facsímiles sobre vampirismo, una docena de novelas de género variado y muchos libros de fotografía paisajística y de viajes. Cuando Cleo abrió la puerta de la izquierda del recibidor se encontró con un cuarto lleno de trastos amontonados sin orden ni concierto. Parecía como si alguien los hubiera arrojado allí en un ataque de furia. Mezclados con todo aquello había un bolso pequeño de color rosa chicle bastante hortera y más allá unos zapatos de plataforma del mismo color. Finalmente, colgado de la pata de una silla que estaba montada al revés en otra había un abrigo también rosa con una costra marrón cubriendo todo el cuello. No había que darle muchas vueltas: aquello pertenecía a una de las víctimas del vampiro (a).

Al final de las escaleras que crujían doliéndose de los años Cleo encontró tres puertas: una a la izquierda y dos a la derecha. Estaban abiertas de par en par y daban a tres dormitorios: dos más pequeños y uno de matrimonio. Los pequeños solamente contenían sendos armarios rústicos abiertos y el esqueleto de dos camas. Por el contrario el de matrimonio albergaba una cama grande y nueva, deshecha pero con sábanas nuevas, si no fuera por la gran mancha de color negruzco en el centro de la bajera. Aquí y allá, tiradas por el suelo había una camiseta negra y unos pantalones del mismo color que parecían haber sido quemados. (b)

De pronto, Cleo comenzó a escuchar el sonido de una guitarra en la planta baja y la voz de Orion que entonaba la melodía de una canción (c)

https://www.youtube.com/watch?v=WectCQ4YZwc

Hubo un pequeño escalofrío en la nuca de Cleo mientras observaba la habitación donde estaban los objetos rosa. Se encogió y revisó el interior de la cartera y también los bolsillos de la chaqueta, intentando ignorar la evidente marca de sangre [*]. Se bebió la mitad de la copa de un golpe, tratando de calmar sus nervios.

Bajó las escaleras nuevamente, pero se quedó en el marco de la puerta mientras Orion terminaba la canción. La letra era... muy sugerente, como una bofetada en la cara. Cleo se acabó el whisky en su copa. -Lindo cover.- Dijo. -¿Pensabas en alguien? ¿Eva, tal vez?- Preguntó, acercándose al sillón donde había dejado la botella de whisky, aunque sin servirse más de momento.

—Esta noche te la dedico a ti —respondió sin dejar de mirar la posición de los dedos en la guitarra e ignorando la puya de la chica—. ¿Has encontrado algo interesante? Ya veo que mantas no.

-Ajá.- Dijo la chica, poniendo los ojos en blanco y negando con la cabeza. Se arrebujó en el sillón, descalzándose y subiendo los pies. -Pues había una, pero parecía un tanto manchada.- Comentó, mirando hacia el vampiro que seguía jugando con las cuerdas de la guitarra.

-¿Que estoy haciendo aquí, Orion?- Preguntó, directa. Estaba recibiendo muchas señales contradictorias en toda su manera de actuar. Por una lado parecía querer revelar más de él, pero al mismo tiempo parecía cerrarse en banda y desviar la conversación. Y no podía ignorar que había usado esa casa para drenar a una víctima... -¿Para qué me trajiste si no quieres hablar?-

—Estoy tratando de ligar contigo —le dijo Orion levantando la cabeza de la cabeza, con gesto hierático—. Me he quedado anticuado. Antes sabía cómo caerle bien a una chica, cómo hacer que se interesara por mí. El problema venía luego, cuando el hambre me dominaba y... Bueno, no hace falta entrar en detalles —sus ojos se desviaron inconscientemente hacia la habitación de la entrada—. Ahora estoy aquí contigo sin sentir ese ansia por matar y alimentarme, y si me asaltara sabría cómo controlarme y drenar solamente la sangre necesaria para calmarme y no matarte. Sin embargo no sabría seducirte sin tener que usar mi poder.

Se levantó del sofá, echó un leño más a la chimenea que ardía ya con fuerza emitiendo luz y calor y se quedó allí acuclillado, contemplando las llamas.

Ostras.

Cleo parpadeó un momento. Seguro se estaba burlando de ella, pero el gesto que le había visto parecía mostrar que estaba hablando en serio. Así que no sabía si ponerse a reír o ¿agradecerle mientras le rechazaba? -Espera, ¿estás probando si aún puedes seducir a una chica sin usar tus poderes de vampiro?- Sugirió, porque la alternativa... Se abrazó a las rodillas, mirando por encima de ellas a Orion. -Pensé que tu y Amethyst tenían algo.- Dijo, con sus ojos oscuros debatiéndose entre la curiosidad y la incredulidad.

—Amethyst es mi socia, mi amiga y, en ocasiones mi "follamiga" como se dice ahora. Nos lo hemos pasado bien en numerosas ocaciones, pero yo no soy lo suficientemente hombre para ella —respondió casi sin dar importancia a sus palabras—. Bueno, echemos otro trago y cuéntame tú algo sobre ti.

-Ajá.- Repitió una vez más Cleo. Se sirvió algo más de whisky en el vaso, aunque se limitó a moverlo, mirando el líquido. -Oye, tío...- Empezó, mirando hacia el rubio. -Orion. En serio, me halagas.- Dijo, medio sonriendo de lado. -Pero creo que mi "Entrevista con un Vampiro" tiene que quedarse en entrevista, ¿me entiendes? Eres interesante, no lo niego. Y eres guapo también.- Dijo, pues la verdad no sabía como decir que no sin que se molestara. Ya había visto su reacción en la mansión de Bayhas...

-Que me digas que puedes morderme sin matarme no me tranquiliza, que conste.- Dijo, intentando reír, nerviosa. -Preferiría si podemos evitar lo de "morder". A ver, ¿cómo lo digo...? Me gusta el teatro, pero no quiero ser actriz, ¿me explico?- Volvió a sonreír. -Quiero saber más de todo este mundo paranormal, descubrir los secretos ocultos, hablar con seres del más allá. Pero no quiero volverme parte de ello.- Terminó por decir.

Luego entrecerró los ojos, quizás estaba leyendo cosas que no eran entre líneas. -¿O sólo estás tratando de meterte en mis pantalones esta noche?- Preguntó, alzando una ceja. En ese momento el teléfono vibró, y la chica revisó el mensaje. Hizo una mueca, y escribió algo rápido cómo respuesta.

—No te equivoques conmigo. Yo no quiero convertir a nadie en alguien como yo —respondió sereno—. Ni aunque me lo pidieras de rodillas lo haría. 

Se pusó en pie y recogió su chaqueta.

—Vamos, te llevo a casa. Terminemos la fiesta antes de que me ponga demasiado deprimente —dijo mientras se dirigía hacia la puerta. Ni siquiera se imagina que es la primera persona que sale con vida de aquí, pensó mientras sonreía feliz oculto por las sombras.

-Perfecto, porque no pienso pedírtelo ni aunque me estuviera muriendo.- Replicó ella a su vez, notando el cambio en el ambiente. Se sirvió otro dedo de whisky y se lo bebió de un trago. -Me llevo la botella.- Anunció, siguiéndole fuera de aquella casa.

Mientras avanzaba se puso un poco pensativa. -Dices que no quieres transformar a nadie, pero tienes a Amethyst. Y tío, esa está a un paso de ser tan vampiro como tú.- Le preguntó, intrigada. -Eres alguien contradictorio, ¿sabes?- Terminó por decir, deteniéndose junto a la puerta de copiloto del coche.

—Amethyst no será nunca un vampiro si yo puedo impedirlo —replicó mirándola por encima del techo del Golf—. Ahora mismo todavía está a un paso de volver a ser alguien como tú. Bueno, como tú no: ella ha vivido toda la mierda que el ser humano puede esparcir sobre sus semejantes sin necesidad de buscar emociones al otro lado del Velo. Se merece una vejez tranquila cuando yo desaparezca. Y sí, soy un parásito chupasangres inmortal; ser contradictorio viene de serie. 

Se metió en el coche y lo puso en marcha. A pesar de todo, estaba de buen humor y no podía evitar mostrarlo en su sonrisa.

—Puedes venir a la casa siempre que quieras —soltó al cabo de un rato de conducir en silencio—. Y hacer y deshacer a tu gusto dentro de ella. Nadie excepto yo la conoce y no vas a encontrar ningún cadáver dentro, te lo aseguro. Solo te pido que no tires los recuerdos ni la guitarra —sonrió de nuevo con tristeza.

Ya fuera por el alcohol o por sentirse un poco más en confianza con el rubio, durante el viaje de regreso la fotógrafa ya no estaba tan nerviosa. Por primera vez desde que se habían conocido, Cleo se sentía cómoda estando a solas con Orion. No olvidaba que era un vampiro, y que era un depredador, pero esa noche había visto un destello de su lado más humano. Sorprendentemente, seguía siendo un chico nervioso ante una chica, intentando descubrir cómo comportarse para atraer su atención. Aquello, tenía que admitirlo, le había parecido... dulce. Y raro. Algo tétrico poniéndolo en perspectiva. Pero dulce.

-Gracias. Es un buen lugar para trabajar y pensar.- Admitió la chica, pensando en lo interesante que sería escribir su próxima entrada del blog allí.