Partida Rol por web

-Me gusta leer-asintió la detective.

Bayhas vio un pequeño tatuaje en el cuello de la Van Cliff. Era discreto, casi oculto por su melena pero el mago lo identificó rápidamente: era el glifo de servidumbre de un dragón. Uno familiar.

Los portadores del glifo formaban parte de su séquito. No eran exactamente esclavos porque podían seguir con su vida con normalidad pero cuando un dragón reclamaba obediencia, todo se quedaba atrás. Para asegurarse la sumisión de los portadores, el glifo contenía una poderosa magia que podía causar dolor e incluso la muerte a los sirvientes recalcitrantes.

Nina solía bromear con estamparle el suyo para ver si así llegaba a las citas a tiempo.

-¿Dónde estuvo la noche del tiroteo, señor Al Rashid?

—Señor Tsagoi —Orion se dirigió al hombre de Zarek tras escuchar las (malas) noticias que había traído Amethyst—. Un grupo de indeseables hindúes se dirige hacia aquí. Será mejor para todos que no le encuentren; podríamos arruinar los planes del señor Krawiek. Pepe le guiará hacia la salida de "emergencia". Si todo se tranquiliza es usted libre de regresar cuando quiera.

A continuación se llevó a Amethyst a la entrada del local. El sol se había puesto ya hacía más de media hora pero el vampiro salió fuera con gafas de sol y los cuellos de la cazadora subidos. Miraba hacia el principio de la calle como si de pronto fuera a aparecer un colorido desfile tipo Bollywood dispuesto a montar el número final ante su bareto.

—¿A quién te refieres con uno de los mamones que va detrás de Bayhas*? ¿A los rakshasa? Vamos a tener que sacar toda la artillería de la trastienda pero antes dejadme que hable con ellos. Todavía no hemos hecho nada malo —le guiñó un ojo.

Bayhas observó el tatuaje de Van Cliff y sonrió. Dejó que la inspectora viera su sonrisa, y que se había fijado en el tatuaje, antes de darse la vuelta de nuevo con expresión idiota hacia el inspector.

- ¿De qué noche estamos hablando? - Frunció el ceño, como tratando de recordar no solo en qué día fue el tiroteo, sino también en qué día estaban hoy. - Oh, pero qué mal anfitrión, mi pobre madre se enojaría si no les ofreciera nada de beber, ¿quieren un té? ¿Café? ¿Coñac? - el mago se dirigió hacia la cocina con andar confuso, como si tampoco recordara donde estaba.

Smith ignoró la invitación. Parecía estar perdiendo la paciencia:

-Me refiero a la noche del sábado catorce de octubre. Hubo doce muertos y veinticinco heridos. Su nombre estaba en la escena del crimen. Una cámara de CCTV grabó a un tipo con chaleco antibalas con un sospechoso parecido a usted. Y tenemos un testigo para una rueda de reconocimiento. 

Se incorporó.

-Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. Y le advierto, señor Al Rashid, que todo apunta a que está metido hasta el cuello. Si no va a contestar a mis preguntas aquí, haría bien en llamar a su abogado.

- Bue-bueno, bueno. - dijo Bayhas, tartamudeando. - Pero, pero ... - Miró a Van Cliff, con mirada confusa. - Vale, vale. Eeehh... ¿puedo coger un café? Estoy un poco aturdido y quizá por eso no, es decir, no... - Cerró los ojos y suspiró. - Un café y le respondo a todo lo que quiera, ¿sí? 

Todo se precipitó de repente.

Smith se incorporó de un salto pensando que iba a intentar escapar. Van Cliff le retorció el brazo a Bayhas en la espalda. 

Que conste que lo intenté por las buenas.

Van Cliff era muy rápida. Bayhas la tuvo a su espalda antes de poderse dar cuenta de que se abalanzaba sobre él. Le retorció el brazo dolorosamente, pero no lo suficiente como para que el mago no pudiera tocar su anillo.

Cerró los ojos y pronunció unas palabras mágicas que solo funcionarían en su casa, preparada desde hace tiempo para hacer frente a una situación de este tipo.

Hubo un fogonazo y una pequeña explosión, y el lugar donde estaban la inspectora y el dueño de la casa se llenó de humo. Segundos después, Van Cliff descubrió que estaba sujetando una bata, y que no había rastro de Bayhas por ningún sitio. Se había desvanecido. El humo era bastante espeso y les hizo toser, aunque se disipó pronto en volutas que flotaron de forma perezosa hacia el techo.

- Inspectores, realmente este es un giro muy desafortunado de los acontecimientos.

La voz de Bayhas llegaba de un lugar indeterminado de la sala. En un momento parecía salir de detrás de una cortina y al rato, de un reloj tipo carillón cuyas manecillas giraban sin control.

- Posiblemente el problema de base es que pensaban que ustedes estaban al mando de esta situación. Que podían venir a mi casa con sus fotos y sus armas, y hacer lo que quisieran conmigo.

Las distintas puertas del salón se cerraron una tras otra con un fuerte golpe que las hizo temblar. Los pestillos giraron, atrancándolas, y un par de sillas volaron hasta trabarse contra los pomos.

- En realidad, son ustedes los que se han metido en la boca del lobo o, en una imagen que a la inspectora Van Cliff igual le resulta más familiar, en la guarida del dragón.

Las persianas de las ventanas bajaron con un estruendo y la sala quedó sumida en la penumbra. Varias velas se encendieron en sus candelabros e iluminaron con una luz mortecina y danzante la habitación. El juego de sombras que dicha luz proyectaba en las paredes parecían ser diablos bailando una obscena coreografía infernal.

- Así que tienen un nombre escrito en una pared, una grabación y un testigo, ¿eh? Bueno, lo del nombre es circunstancial, pudo escribirse en cualquier momento. La grabación estoy seguro de que puede hacerse desaparecer, ¿verdad? Y el testigo... bueno... 

Un par de objetos comenzaron a volar por la sala: botellas, relojes pesados, adornos de mármol y lapislázuli y alguna que otra pequeña estatua de dioses primigenios, fabricadas con materiales ultraterrenos pero bastante sólidas.

- Los testigos es mejor que se estén callados, por su propio bien. A veces ven cosas que no son reales. A veces, si persisten en su error, sufren accidentes debidos a su distracción. Les puede hasta caer encima un árbol. De camino a su coche, en mi jardín, hay uno en bastante mal estado. 

Una taza llena de líquido se estrelló contra una de las paredes y se hizo añicos. A la tenue luz de las velas, el contenido que se derramó pared abajo parecía sangre.

- Inspectora Van Cliff, parece usted una persona razonable y, además, creo que tenemos amigas comunes, ¿verdad? La chica que le hizo ese tatuaje del cuello es amiga mía. Aunque si se ha cansado de él, yo podría quitárselo... El caso es que creo que usted será discreta e informará de que no tengo nada que ver con los sucesos del Palacio, y que mi relación con Nina Bowen no deja de ser circunstancial.

Muchos más objetos comenzaron a orbitar alrededor del otro policía. Objetos contundentes. Objetos afilados. La lámpara del techo, por un azar del destino situada justo sobre su cabeza, comenzó a vibrar y temblar, haciendo tintinear sus cristales al chocar entre sí. 

- Usted me preocupa más, inspector Smith. No sé qué hacer con usted. No me parece tan discreto como la inspectora, y me temo que no tenemos amigos comunes, así que su integridad física me importa bastante poco. Podría simplemente pararle el corazón. La autopsia sería determinante. Un lamentable paro cardíaco. El estrés, supongo. O una fuerte impresión.

Dos botellas chocaron una contra otra a poca distancia de la cara del inspector, salpicándolo con cristales y alcohol. 

- También podría borrarle un poquito la memoria. Suele ser un proceso sin apenas secuelas. Algunas pesadillas, a veces. ¿Qué opinan? Les doy un tiempo para pensarlo.

Una por una, las velas comenzaron a apagarse. Cada luz extinguida sumía la sala en una oscuridad mayor. Y en un cierto frío que calaba hasta el hueso. Daba la impresión de que, cuando la última llama se apagara, el mundo entero se apagaría con ella y Smith y Van Cliff se quedarían flotando en un vacío oscuro, solo ocupado por la maligna presencia de la voz de su carcelero.

Los dos policías se quedaron paralizados ante el despliegue de medios mágicos. La expresión de Van Cliff denotaba sorpresa pero la de Smith era de incredulidad.

-Usted... no... eh... las...

Bayhas frunció el ceño pensando qué hacer a continuación. La investigación sobre la infiltración en el SWJSI abarcaba muchos niveles de los que Smith sólo era la cúspide. Eliminarle, incluso si parecía un accidente, podía atraer aún más atención. Borrarle la memoria no tenía tanto alcance, simplemente eliminaría aquella visita de su mente. 

Y hablando de borrar cosas, eliminar aquel tatuaje sería un juego de niños: sólo necesitaba mercurio, sal de rocío y... y...

Perla negra. Se acabó el mes pasado. 

- Inspector Smith, siéntese. Si sigue ahí de pie, le va dar algo en la cabeza...

Los objetos comenzaron a girar más rápidamente. Quedaban muy pocas velas por apagarse.

- Nina Bowen. ¿Todo un personaje, verdad, Lorna? Con su cabello rojo como el fuego y esa sonrisa, llena de dientes perfectos. La conocí hace tiempo, inspectora, y me debe un favor. Uno bastante gordo: le guardo un secreto. Creo que somos amigos, tanto como pueden serlo alguien como yo y alguien como ella. 

La última vela se apagó. Solo se vio, en la penumbra, el vaho de las respiraciones de Lorna y Hugo. Hacía mucho frío.

- Dime, Lorna, ¿haces reuniones con el resto de servidores del dragón? ¿Tenéis algún tipo de club social? No me digas que os juntáis en el sótano de alguno de vosotros y Nina os dirige partidas de D&D. Eso sería... encantador.

De repente, se escuchó un jadeo, el de Smith. 

- Chssss... tranquilo, Hugo, esto solo te dolerá un momento. Luego no recordarás nada. Quieto. Escucha, Lorna. Yo no tengo el tatuaje que tú tienes en el cuello, pero puedes preguntarle a Nina por mí. Si quieres, le ponemos un mensaje. Hugo, no te resistas, venga. Tranquilo. 

Las persianas se levantaron. La luz de la calle inundó la estancia, y no había nada volando por la sala. Todo parecía normal, excepto que Bayhas estaba detrás de Hugo y sujetaba su cabeza entre sus manos. El inspector Smith tenía los ojos en blanco. 

- Lorna, vamos a hacer lo siguiente. Vas a decir que yo tenía coartada ese día, porque estuve con una amiga aquí, en casa. Ella lo confirmará. Y vas a borrar esa grabación o, si quieres, me dirás dónde está; puedo encargarme de ello de forma discreta. También sería muy amable de tu parte darme el nombre de ese testigo.

Bayhas miró a la inspectora Van Cliff. Ya no parecía borracho ni aturdido. Parecía el puto Satanás, sonriendo maléficamente.

- Pero igual te preguntas que hay para ti en todo esto. Lo puedes hacer simplemente porque a Nina le parecería bien. Pero, si quieres, puedo hacer que ese tatuaje no tenga poder sobre ti. Puedes seguir siendo parte del séquito de Nina, me parece perfecto. Pero puedes hacerlo por lealtad y no porque eso que tienes en el cuello te obligue. ¿No sería mucho mejor? Una relación más sana entre vosotras dos, ¿verdad?

El mago se acercó a Lorna, y le apartó unos cabellos del cuello. Smith seguía en la sala, de pie, alelado. Bayhas miró el tatuaje con ojo crítico, y también el hermoso cuello de la inspectora.

- Piénsalo. Puedes venir mañana, a esta hora. Lo tendría todo listo. Hugo no va a recordar nada de la última hora. Dile que se mareó y se cayó al suelo. Que vaya al médico, a ver si va ser un ictus. 

Miró a la inspectora a los ojos.

- ¿Tenemos un trato, Lorna?

La detective se apartó bruscamente la mano de Bayhas de un manotazo.

-Tú me quitas esta mierda del cuello y yo haré que te dejen tranquilo. Me parece justo. 

No parecía muy feliz de servir a Nina. La dragona había mencionado una vez que la gente estaba encantada al principio en lavarle los platos a un ser milenario y poderoso más allá de lo imaginable pero que se cansaban en cuanto tenían que hacer algún trabajo desagradable.

-Pero te lo advierto: nada de... -miró a su alrededor buscando la palabra adecuada-Trucos.