Partida Rol por web

Te encuentras caminando por una senda del bosque al sur del lugar donde despertaste hace unos días. Te acompaña Diavorai, tu familiar. Es un cambiaformas que puede adoptar cualquier forma pequeña. Normalmente aves para viajar, pero también puede cubrir la necesidad de una herramienta o arma pequeñas. Podéis comunicaros a través de vuestro vínculo y trasladar vuestros sentidos al otro si lo necesitáis.

Tus recuerdos anteriores a Diavorai se han perdido, y desde entonces sólo han pasado un par de días. Tu primer recuerdo es frente a él, sintiéndote muy débil, y durante ese tiempo, una mujer llamada Cassandra te ha ayudado durante tu recuperación, aunque no has podido hacer mucho más que estar reposando en un catre. Has podido pasear y ver el lugar a través de los ojos de tu familiar. Un edificio que no podrías calificar ni como palacio, fuerte, pero enorme, en un claro del bosque y construido enteramente de una sola pieza de piedra sin ningún tipo de corte o bloques en ella.

Tras ese tiempo, Cassandra te ha entregado una bolsa con comida y ropa de viaje, y te ha pedido que te encamines hacia el sur hasta encontrar a un anciano. También te ha entregado un diario que escribiste antes de tu unión con el familiar. En él está escrito tu pasado, pero te ha aconsejado que pienses muy bien si de verdad quieres recuperar ese pasado o empezar una vida nueva. Al margen de eso, sientes que te han expulsado de una forma un poco abrupta.

Sigues caminando por el camino indicado. Diavorai revolotea por encima de ti observándolo todo.

¿Crees que el anciano tendrá salchichas? ¿O jamón? Ese pan que llevas no es lo mismo que todo lo que he podido robar en la cocina. ¿Por qué crees que nos habrá dado pan? Quizá si plantamos el pan crezcan salchichas... ¿Deberíamos haber preguntado antes de salir? La mujer me ha parecido muy desagradable, aunque solo te tengo a ti para comparar... ¿En qué piensas tu? ¿También en salchichas?

Hace algo de frío, y Diavorai se posa sobre tu cabeza al percatarse y se transforma en algo que pretende ser un gorro. A los pocos pasos ya empiezas a notar menos frío en las orejas.

Caminar a través del bosque normalmente es una tarea extenuante para alguien poco experimentado en el tema. Fácil era perderse y complicado era volver sobre tus pasos sin haber dejado un recuerdo en el camino; todos los arboles se ven iguales y algunas veces es difícil observar el cielo gracias a sus túpidas copas. Para su fortuna la orientación es una habilidad que aprendió a pulir desde hace un tiempo.

O al menos eso creía, recordaba bien como orientarse... más no sabía cuando o por que razón lo habría hecho. Hay muchas cosas que desconoce de su vida anterior a su conversión. Le gustaba llamarlo así. La curiosidad le picaba en ciertas ocasiones pero la advertencia que recibió por parte de  Cassandra bastaba para mantener sus ojos alejados del contenido de su diario. Su única posesión verdadera ni siquiera era suya. No estaba enojado por ello, las enseñanzas de Cassandra le han servido bien durante su corto tiempo como aprendiz, eso y la compañía de Diavorai: Ocurrente, algo irracional pero siempre leal, familiar es la palabra índicada para describirlo.

—Pienso que si sigues hablando de comida durante todo el trayecto no nos durarán las provisiones si no las horas siguientes de caminata. ¿Cual crees que sea el motivo de Cassandra para viajar al sur? Es decir... Encontrar a un anciano no parece formar parte de la emocionante vida de un mago. 

- Perdona que te interrumpa, pero tengo una noticia buena y creo que una mala. La buena es que siento una fuente de Ánima más adelante, puede ser el lugar donde se encuentra el anciano. - Diavorai hace una pausa. Cuando le preguntas por la mala te responde - Es posible que ni tu ni yo sepamos gran cosa de como funciona todo por aquí, y que en realidad todo esto sea de lo más común en realidad, pero juraría que una piedra nos está siguiendo -. Te detienes un momento con  incredulidad, cuando Diavorai alerta - ¡No te gires! Mira a través de mis ojos, bueno, siendo un sombrero no tengo ojos, pero tu ya me entiendes. Avísame si quieres que la persiga o le clave los dientes. - Intentas hacer lo que dice sutilmente mientras caminas, pero caminar hacia delante teniendo el sentido de la vista en otro sentido no es tan sencillo como parecía, tropiezas y te haces algunos arañazos en la caída, pero lo más importante, parece que Diavorai no se equivocaba. Está manteniendo la distancia, pero te persigue un guijarro. - Con esto me he ganado al menos dos salchichas.

El aprendiz se rascó la cabeza y maldijo en voz baja tras la caída. Tenía que mejorar su conexión con el familiar. Diavorai era bastante útil para cualquier tipo de situación, a pesar de su carácter errático y su apetito inusual. Eran unos pequeños precios a pagar por la mejor compañía que podía pedir un joven perdido como él.

Se levantó e intentó mantenerse al margen, caminando tranquilamente e intercambiando miradas entre sus ojos y los de su sombrero familiar.

—¿Es eso un guijarro que viene saltando hacia nosotros? Inspecciona el area desde las ramas y asegurate de que estemos solos. Si es el caso entonces... atrapalo y traelo... supongo.

Por su parte él se dedicó a observar a su alrededor, intentando asegurarse de que no tenían compañía humana, estar solo en el bosque mantenía sus nervios en un constante estado de alerta. Mientras tanto el seguía avanzando en la dirección que le dio su familiar, si el Ánima era lo suficientemente fuerte incluso él podría sentirla... ¿Verdad?

Mientras Diavorai sobrevuela la zona, pones atención en lo que te rodea, una mezcla de nervios y preocupación ante la idea de no estar solo potencia sin darte cuenta lo que percibes. Durante un instante eres capaz de oír el viento en cada rama de cada árbol. No solo oyes cada pájaro, sino las pisadas de todos los animales pequeños de la zona. Los olores se vuelven mucho más intensos, y la variedad de olores empieza a abrumarte. Pero si alguien respirara cerca, tienes la seguridad de que podrías oírlo. Durante ese instante de trance te sientes conectado a todo lo que te rodea, pero pronto se ve interrumpido por un griterío en tu cabeza.

¡DIAVORAAAAI, GRAN SEÑOR DE LOS BOSQUES! ¡DOBLEGADOR DE ROCAS Y MONTAÑAS! ¡DEPREDADOR INDETECTABLE! ¡DUEÑO DE CADA SALCHICHA DE AQUÍ A AQUEL ÁRBOL, el grande que tiene fruta! ¡SU MAYOR HAZAÑA... deja ya de moverte. ¡SU MAYOR HAZAÑA de momento! - parece que Diavorai ha conseguido atrapar el guijarro, en la forma de lo que parece un pequeño simio y la roca parece intentar retorcerse. La verdad es que viendo a la velocidad a la que parece desplazarse en esta forma quizá tarde unos minutos en llegar hasta ti. - ¡GRAN CAZADOR DE...! - parece que si no vas a su encuentro te quedan por escuchar bastantes títulos y hazañas.

Tras entrar en una fuerte comunión con el entorno que le rodeaba, el aprendiz apenas podía contener su emoción. Pocas oportunidades había tenido para experimentar sus diferentes talentos, cada una de ellas traía sorpresas que impresionaban al muchacho más y más. Desconocía casi totalmente de sus dones, así como de donde provenían o que los impulsaba a efectuarse, pero sabía que debía aprender de ellos con cautela, como quien cuida de una cerilla encendida; hay que saber cuando soltar el fuego antes de que te chamusque las manos.

Fue arrancado de su ensimismamiento por los continuos gritos de su familiar. Por desgracia para él, la cautela no era uno de los talentos de Diavorai. Aunque se alegraba de que hubiera completado su tarea, de momento, le preocupaba la naturaleza esotérica de aquel pequeño cuerpo rocoso.

—¿Podrías hacer más silencio por favor? Casi me das un paro cardíaco con ese griterío —le dijo alarmado a su familiar, mientras se acercaba a toda prisa para investigar lo ocurrido—. ¿Puedes reconocer que es? Ciertamente no se ve natural.

En cuanto se acerca a ti, elguijarro comienza a brillar suavemente en un todo de luz pálido - Valeeeee, ¿qué hago con ella? - Como si sostuviera metal caliente, Diavorai empieza a lanzarlo al aire y recuperarlo solo un instante para volverlo a lanzarlo hacia arriba, intentando así tocarlo lo menos posible - ¡¿Te lo doy? ¿Qué hago?! - el brillo cubre más superficie de la piedra a cada segundo que pasa.

Al acercarse a su simiesco compañero se dio cuenta de que no estaba gritando en lo absoluto, más bien parecía que en su cabeza su voz retumbaba como un eco... uno quizá demasiado real para su gusto. Tenía que acostumbrarse todavía a la compañía de su mágico amigo y servidor. La visión del pequeño guijarro intentando escapar de las garras del familiar le entretuvo durante unos instantes, pero la piedra empezó a brillar y Diavorai se alarmaba a cada segundo que pasaba. El nerviosismo invadió su mente y pensó en lo peor... tenía que improvisar algo al respecto.

—¡Rápido, Diavorai! ¡Arroja esa cosa lejos y hazte mí escudo! ¡Podría ser pelígroso!

Diavorai arroja lo más lejos que puede la piedra, que apenas cae un metro más lejos. Entonces salta hacia ti y cambiando de forma en el aire cae al suelo donde se queda clavado. Es muy pequeño, así que te agachas y te ocultas tras él. Apenas cubre, pero no da tiempo a buscar nada más. Te concentras y ves a través de la vista de Diavorai lo que está ocurriendo al otro lado de la pequeña barrera. 

Cuando la luz se extiende del todo sobre el guijarro éste simplemente desaparece. Sin volutas de humo, sin ruido, sin daños. Nada.

- Vaya decepción... - Unos ojos aparecen por tu lado del escudo y te miran de arriba abajo. Parecen satisfechos con tu estado de salud - Nada. Ni un grito de guerra. Ni un rasguño. Creo que posiblemente este será el peor guerrero que presenciemos nunca...

—Ciertamente... pudo salir peor, a menos que en vez de tratarse de pésimo guerrero sea un gran espía. Vamos, Diavorai, lo mejor será que sigamos avanzando. Manténte alerta de nuestro alrededor y puede que al llegar te ganes una salchicha o dos.

Se asomó un par de veces por encima del escudo para observar con sus propios ojos el entorno, entonces se levantó y limpió sus ropajes antes de seguir avanzando con un suspiro. Que la noche cayera sobre ellos era un escenario que no estaba contento de afrontar, no sin una buena cantidad de guijarros luminosos para guíarse.

Tras unos minutos de silenciosa caminata, una incógnita que sobrevolaba en sus pensamientos tomó lugar en una pregunta hacia su familiar:

—Hace un rato pasó algo de lo más extraño, estaba intentando hallar algo fuera de lo común a nuestro alrededor; cuando atrapaste el guijarro. Pero no estaba viendo con mis ojos... ni con los tuyos támpoco. Fue como si pudiese ver a través de los árboles, escuchaba incluso el ruido de las hojas tocándose entre sí... No recuerdo que eso pasara antes. ¿Es que acaso mis poderes se van presentando con el tiempo? ¿Podría volver a hacerlo si me concentro lo suficiente?

- ¿Un gran espía que se disfraza de piedra que se mueve y te persigue abiertamente por el camino? Que sutil...

Volvéis a caminar con Diavorai guiando.

- Oye, yo no te pregunto como funcionan mis transformaciones. Quizá tienes el poder de hacer las cosas transparentes. Eso nos será muy útil en cuanto encontremos una despensa.

Camináis un rato más y llegáis a un pequeño campamento junto al camino. Una tienda bastante espaciosa se sostiene junto a un una hoguera en la que solo hay ascuas. 

En cuanto intentáis acercaros, notáis que algo os empuja hacia fuera con una increíble fuera que no te golpea, sólo te detiene.

- Pues ese poder que sentía viene justo de aquí. Rápido, haz transparente la tienda. ¡Quizá haya comida!

Tras chocar varias veces contra la barrera invisible, el aprendiz intentó rodearla sin éxito alguno. Parecía que una cúpula protegía la gran tienda de campaña y mantenía fuera las visitas no deseadas. Se preguntaba que estaría protegiendo dicho escudo, o a quien. La respuesta le causaba curiosidad y sus sospechas eran que se tratase del anciano que les mencionó Cassandra.

—No es una mala idea, pero voy a necesitar que te conviertas en algo que no hable mucho si no quieres que pasemos toda la noche intentando atravesar el escudo. Cómo veras, necesito concentrarme.

Se sentó en el suelo y cruzó las piernas, colocó las manos sobre sus rodillas y observó fijamente a la tienda. Empezó a respirar lenta y métodicamente intentando concentrarse en su entorno como lo había hecho antes, con un poco de suerte podría descubrir que había en el interior, o una brecha por donde atravesar la barrera. ¡Por todos los cielos, incluso se preguntaba si sería capaz de romper el escudo de alguna forma!

- No se que esperas, canijo - una voz anciana a tu espalda te sorprende. ¿Cómo es que Diavorai no lo había visto? -. ¿Pretendes incinerar mi tienda con la mente o algo así? Pasa anda - el anciano avanzó hasta la tienda aparentemente si ningún esfuerzo -. Me llamo Norman por cierto, supongo que te envía Cassandra. ¿Has elegido ya un nombre?

Al llamar a Diavorai, no te responde. Miras en la dirección en la que sientes su presencia y descubres una esfera de algún liquido negro que parece brea. Se mantiene flotando en el aire y su superficie se ondula y aparecen burbujas. Estás seguro de que es Diavorai.

El corazón casi se le escapa de un salto al aprendiz tras escuchar la rasposa voz del hechicero detrás de él. ¿Cómo es que Diavorai no había detectado su presencia estando tan cerca de ellos? ¿Cómo es que ni sus sentidos agudizados pudieron sentirlo aproximándose hacia ellos? No tenía dudas, se había escabullido utilizando magia. Le envió unas palabras de alerta a su familiar pero no escuchó respuesta alguna. Un rápido vistazo a la burbuja negra le indicó que su compañero estaba atrapado ahí dentro. ¿Le estaría haciendo daño? No lo sabía, ahora estaba a merced de aquel viejo Norman.

—Intentaba averiguar si era el lugar correcto y nada más. Me dijeron que tenía que buscar a un anciano y las energías que emanaba tu tienda sirvieron de baliza. Lamento haber parecido tener otras intenciones... Mi nombre es Teobalt. ¿Podrías liberar a mi amigo?

Observó la tienda y sondeó con la mirada donde debería hallarse el escudo "invisibile". Cogió aire e intentó atravesarlo, acercándose a la tienda y al misterioso Norman.

- No te preocupes chaval, te estaba esperando, siéntate - consigues avanzar hasta un taburete cerca de los restos de la hoguera del campamento, y esta vez nada te detiene -. En cuanto a tu amigo, no está atrapado. Los morú intercambian recuerdos y aprendizaje así. Eso de ahí arriba es el mío enseñando cosas al tuyo. Dime, ¿cómo ha sido el viaje hasta aquí? - Norman se sienta en otro taburete que aparece de la nada.

Teobalt se sentó en el taburete que tenía cerca y se quedó perdido en sus pensamientos mientras observaba a Norman hablar. El hechicero no parecía representar ninguna amenaza al menos de momento, quizás solo se sentía extraño por hablar con la segunda persona que conocía desde su despertar.

Era la primera vez que alguien le preguntaba su nombre, ni siquiera su familiar lo había hecho; quizás por el enlace que los unía no fuese necesario. La verdad es que su identidad antes de perder la memoria no le interesaba mucho, seguro estaba de que más interesante que ahora su vida no era. Aunque el atisbo de curiosidad siempre estaba presente.

—No puedo decir que fue tranquilo, Diavorai es un compañero bastante conversador y curioso. Estoy seguro de que le voy a deber la vida a su compulsión por meter las narices en todo. ¿Moru dices? ¿Ese es el nombre de su especie? Disculpe mi curiosidad, señor Norman. Quisiera aprender más acerca de mi familiar y... todo... en general. Hace escasos días desperté con mis nuevos talentos y Diavorai es el más inmediato que tengo. Estoy seguro de que Cassandra me envió aquí por esa razón.