Partida Rol por web

Llegas a la cocina. Andaba esta concurrida pues pronto llegaría la hora del almuerzo. El olor de la carne asada y el pan horneado inunda el ambiente. Algun que otro tropiezo te dan mozos y cocineras pues en su trajín apenas tienen tiempo para fijarse en ti...

Miquel sonrío para disimular la molestia del golpe, aunque tomo nota que el sujeto no era solo apariencia. 

-Jeje eso parece, aunque espero que tambien halla alguna en honor al "nuevo". +respondio, guiñando el ojo+ Mi guardia empieza mañana al anochecer, asi que esta noche lo aprovechare a pleno. ¿Iras a la taberna, o te toca seguir en el puesto?

─A la taberna iré a la anochecida ─el guardia miró en derredor, como asegurándose de que nadie le viera ─pero vos confesaré un... secretito... ─se agachó entonces un poco más allá, junto al muro, y de un escondrijo oculto entre las rocas sacó una pequeña bota de vino ─parecedes homne de confianza, ¡echad un trago! ¡vamos! ─tras dar un largo trago su mano tendió el pellejo en tu dirección.

Alzo una ceja ante el escondite, aunque no era algo muy ingenioso, si resultaba sorprendente en un hombre que visualizaba algo más… limitado. Pego su hombro a Francisco, como si este le mostrara la vista (y así impedir que les vieran desde el patio mientras le pasaba la bota).

Un breve pero fuerte chorro fue cuanto Miquel adelanto, no queriendo privarle de su “refresco” al hombre… aunque si necesitaba todo el coraje que se pudiera reunir para lo próximo, y el que venia líquido le servía. Trago despacio, degustando el caldo áspero, e inhalo profundamente.

-Ah… así da gustito. Justo me toca en la muralla mañana. Tomare nota de dónde meter el mío jeje…+rio socarronamente, devolviendo la bota a su dueño.+ Muy astuto, compañero. +alabo, cosa que nunca estaba de más.+ Pero esta noche, no necesitaremos cautela. Te veré en la taberna entonces, a la anochecida.

Palmeo la espalda de Francisco con una sonrisa, apartándose de él despacio, mientras seguía su exploración del castillo aparentando serenidad. Pero ahora tenía otro objetivo, uno mucho más riesgoso.

A ver qué tan cerca podía llegar de la celda de Tobías.

Las mujeres quizá fuesen más amables conmigo que los hombres así que esperé a que alguna de ellas estuviese desocupada o su trabajo fuese menor o la llevase a salir de la cocina para buscar agua en el poco o alguna verdura en el huerto que tenían. No quería entrometerme con los asuntos del castillo y no quería ser una molestia, pero tenía que hacer lo posible para intentar salvar a Tobías y salir de aquel lugar antes que quedase de nuevo atrapada entre cuatro paredes, a merced de aquellos que solo querían atrapar a un ave y verla languidecer entre los barrotes de una jaula.

-Buenos días tengáis, señora - dije lo más cortés y usando mi mejor castellano -. Me preguntaba si podría ayudaros a cargar con el agua.

Quizá no fuese una buena proposición, pero quizá sirviese.

-Con todo lo que ha pasado esta mañana... me parece que podría ser más útil que pasean por este lugar. Una gran perdida la del hijo de Don Gonzalo, ¿cierto?

Ayudé a subir el cubo lleno agua para hacerlo caer sobre el cubo que llevarían a las cocinas de nuevo, quizá para hacer alguno de esos estofados típicos de esa tierra.

-No comprendo los motivos que alguien tendría para llegar a matar a otro...

Tras hablar con el servicio, sacando en claro poco o nada, sientes como una mirada se clava en ti mientras caminas por el patio de armas. Unos ojos jóvenes y almendrados recorren tu cuerpo con avidez. Es pablo, el mozo de cuadra, quien sudoroso tras sus múltiples trajines se acerca a ti:

─Buen dia tenga vuecencia. Si cualquier cosa puedo fazer pos vos sólo habéis de decirlo.

Se acercó entonces un poco más, cosa que lejos de incomodarte, te gustó; ─Credo habéis de buena relación con el reo. Podría fazerle llegar algún mensaje vuestro si es menester ─dijo en voz baja, cuidándose de que nadie escuchara aquellas palabras. Y es que al parecer, el joven Pablo, era quien llevaba la comida a la celda de Tobías.

Te sentías aturidida, como golpeada por una serie de sentimientos contradictorios que se arremolinaban en tu interior. ¿Cómo era posible que te gustara aquel muchacho? Un joven cristiano, inexperto e impetuoso. En ese momento viste a Miquel cruzar el patio de armas. Aquello te sacó de ese aluvión de pregunta en el que tu misma te habías sumergido...

Con decisión te encaminaste a la torre del homenaje. Allí, en su planta baja, se hallaba el calabozo donde estaba recluido Tobías. Cuando cruzabas el patio de armas tus ojos reconocieron con rapidez a alguien; era Amira. La mora hablaba con Pablo, el mozo de cuadras. Éste estaba cerca de ella, quizá demasiado, y parecía susurrarle algo...

Miquel esquiva mirar a la prostituta mora, ladeando la cabeza mientras se ordena el cabello hacia atras cuando sus pasos los ponen cerca. Incluso si la mujer no le repugnara, lo mejor es que de momento no halla ninguna alharaca por meterse con la favorita del señor, ni siquiera que se han tratado alguna vez.

Firme camina hacia su objetivo, mientras en un rincon de su corazón vuelve a mascullar contra Tobias y la divina providencia, que se ensañan tanto con él al mezclarlo con... cierta gente.

─¡Alto! ─dos guardias cruzan sus lanzas largas frente al portón que da a la mazmorra ─don Gonzalo ha dado orden expresa de non dejar pasar a nadie. Id ahuecando el ala si non queredes problemas.

No había duda que estos dos complirían su cometido.

¿Por qué, de entre todos los hombres, debía fijarme en alguien como él? Tan diferente a mí como lo eran una mariposa de una flor. Éramos de dos mundos diferentes, no por ser yo una qaina y él un mozo de cuadra, si no por nuestras creencias y nuestros orígenes. Debía olvidar ese sentimiento... ¿Qué futuro tendríamos en esta tierra donde los míos era hombres impíos? ¿Qué futuro tenía yo en tierras hispanas si era perseguida por mi antiguo dueño? No. No podía permitirme sentir nada... pero aun así lo sentía.

Por suerte, Miquel entró en mi campo de visión y distrajo mi atención de toda esa vorágine de pensamientos y preguntas. Vi como se acercaba, a pesar de notar su hostilidad hacia mí. No le gustaba, pero tampoco haría nada para cambiar ese hecho. Debía aceptar que había personas que no estaban destinadas a entenderse ni a hablarse y quizá Miquel fuese una de esas personas aunque las circunstancias le habían empujado a trabajar con ella para intentar salvar a Tobías de las garras de la muerte prematura.

Sus motivos tendría, igual que yo tenía los míos.

-¿Averiguasteis algo sobre el asunto que nos atañe?

El mensaje que Pablo debería dar tendría que esperar a que Miquel contase aquello que había averiguado.

A priori, Miquel ignora a la Qaina, y con paso decidido sigue su andadura hasta el portón de la custodiada torre que conduce a la mazmorra donde debe estar Tobías encerrado. Miquel cruza algunas palabras con aquellos guardias, y en ese momento, cuando va a darse la vuelta para marchar de allí, la Qaina lo intercepta.

Lo tenian bien armado. Miquel asintio con un gesto a los guardias, y se retiro por donde vino, luego de murmurar un escueto "gracias por el aviso".  Tobias era ahora la maxima prioridad seguramente... habia que idear otra cosa. Lo mejor seria esperar un poco. Alguien le llevaria la cena, y tenia que ver de ser el.

Por ende, encamino sus pasos para rodear la torre e ir a ver el almacen y el huerto en busca del cocinero, cuando la mora le alcanzo. ¿Que, era estupida ademas de indecente? ¿No entendía que eso los ponía en riesgo? Lo ultimo que necesitaban ahora era que alguien fuera con rumores que pusieran celoso al conde...

-Sospechas. Nada claro contra Tobias, pero tampoco hacia otros... Esta noche sabre más. Ahora vete, y no vuelvas a hablarme en publico, mujer. +gruño por lo bajo, mientras fingia una leve reverencia que disimulara su expresion por si alguien mas los estaba viendo, y seguia su camino. 

¿Qué le pasaba a ese hombre? ¿Tanto odio me tenía? Ni siquiera habíamos cruzado dos palabras antes y ya se había hecho una imagen de mí que seguramente no se acercaba a la realidad. Pero gracias a eso tenía muy claro que ya no le hablaría más, si era eso lo que quería. Estábamos todos en el mismo barco, pero cada uno por su lado. 

Volví a acercarme a Pablo pues esperaba, seguramente, el mensaje que debería darle a Tobías. En esos momentos, no había mucho que anunciar.

-Dile que estamos haciendo todo lo posible para encontrar al culpable real.

Al menos ese mozo no me miraba con desprecio. Tampoco lo habían hecho las criadas... quizá para no enemistarse con su señor.

¿Qué pasos debía seguir ahora? Realmente, me sentía inútil en esta situación y ahora no sabía hacia donde ir. La criada no me había aclarado nada, salvo que quizá los motivos para matar al hijo de Don Gonzalo era la ambición. Motivo más que probable en ese mundo donde todos juegan a ver quien posee más poder.

Miré a Pablo. Suficiente se estaba implicando ya haciéndole llegar cualquier mensaje al hombre, pero ¿y si sabía algo?

-¿Sabéis si alguien ambicionaba lo que poseía el hijo de Don Gonzalo? ¿Alguien quería el poder? No hace falta que respondáis.

Con recias palabras y peores gestos, separan nuevamente sus caminos la mora y el marino. Uno parece dirigirse hacia el almacen, y la otra, vuelve a su conversación con el joven mozo de cuadras.

Asintió con nerviosismo el mozo, pero no era su robor y pulso tembloroso motivado por la misión encomendada, sino por tener a la más bella mujer que jamás hubiera visto frente a el.

─Ansí farélo, non lo dudéis.

Dudó entonces que respuesta dar a la siguiente pregunta; ─de tales asuntos non se nada señora, soy un simple mozo de cuadra ─sus ojos se avergonzaron, buscando cobijo en el empedrado suelo del patio.

Tras algunas preguntas y seguir las consiguientes indicaciones, encontraste al cocinero en el segundo piso del edificio que hace las veces de almacen, domitorio y comedor.

Allí esta el hombre, bien "posado", sobre un viejo taburete roído por la carcoma., Se jacta a voz viva de su suerte mientras apuesta como si no hubiera un mañana los pocos ingresos que ha de tener. Comparte mesa con otros tres guardias; sin duda tienen una buena "timba" allí montada.

─¡Vamos, vamos! ¡que la fortuna hoy sonríeme!.

Luego del desagradable encuentro, Miquel no había tenido demasiados problemas en encontrar al viejo. Claro que no esperaba que fuera de esa forma, por lo que se limpió una oreja mientras sonreía torvamente.

Sus ojos escudriñaron la sala, buscando si había alguien más, a la vez que aparentaba solo estar mirando. Luego se arrimó a la mesa, aunque quedando un par de pasos detrás, para observar que jugaban y como iban los tantos. De momento ni una palabra más escapo de sus labios, contentándose con hacer de espectador inocente y hacerse una idea, antes de meter baza.

Y los dineros van y vienen, al igual que las cartas y los vasos de vino que los hombres trasegan con afán. Allí plantado, a pocos pasos por detras de algunos, observas con detenimiento aquel juego y sus participantes...

─¡¿Tu que miras?! ─un grito te saca de tu embelesamiento ─¡o juegas o ahuecas el ala! ¡aquí non queremos mirones!.

Uno de los que están sentados justo delante de ti se gira para mirarte; ─¡¿Acaso mirábames los náipes?! ─el ambiente se tensa.