Partida Rol por web

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Estáis en la cabaña de Tobías. El destino ha reunido en torno a la mesa un grupo heterogéneo y extraño.

Pudiera comprender una servidora a vuestro nuevo señor -dije con el particular acento de Portugal, mi tierra natal-, pero más os comprendo a vosotros. No es de recibo tales castigos, infundados, que más bien parecen despecho del señor... ¿Y quién lo mató? ¿qué se dice por estas tierras, Tobías?

Intenté dar conversación a la cena, y de paso enterarme de lo que sucedía en Zuheros, que ya que buscaba a cierta persona en este sitio, convenía saber qué se cocía por aquí

Bien comprendo a estas gentes, pues he servido a señores desde que mi madre, sea quien fuera ella, me dió la vida. Mas asi es el mundo, unos nacen para mandar y otros nacemos para ser mandado. Así lo debe haber dispuesto Dios y asi será por siempre sin que nada se pueda hacer para cambiarlo

Ayudo a Tobias y a su mujer en todo lo que sea menester para hacer que la Señora Estrela este lo mas cómoda posible. No es que este sea un sitio acorde con su posición mas durante el viaje no hay que hacer remilgos y acomodarse a lo que buenamente uno encuentra

Escucho la historia del hijo de Don Pedro. Asesinado!!! Válgame Dios. El señor de estas tierras debe haber entrado en cólera. Pobre de aquel que se cruce en su camino. 

Señora iré disponiendo su jergón para que pase la noche - le digo a Estrela

Quizá mañana visitemos al señor de estas tierras. Quizá necesite de servicio. No es mala Señora Estrela mas estar todo el dia de acá para allá me tiene los huesos molidos y daría lo que fuese por asentarme en un castillo como este de Zuheros. Quizá tenga una buena oportunidad aquí

Eric agradecio laa "hospitalidad" de la familia, estaba seguro que las pocas monedas que le quedaban del ultimo trabajo que realizo desaparecerian en ese lugar. Y el ultimo trabajo fue demasiado tiempo.

Eric no andaba por el mundo solo, su mujer Lea le seguia sin sacar una mala cara, algo mas joven que el, parecia que llevaban ya algunos años juntos, sus dos hijos reforzaban este planteamiento, para terminar el nucleo familiar un perro mas lobo que perro andaba al lado de los progenitores.

Sin duda es una desgracia, creo que mañana me acercare a ofrecer mis respetos y servicios.

Eric claramente parecia un hombre de armas, ni mucho menos un caballero o un hombre de cierto poder adquisitivo, sus armas se limitaban a un cuchillo algo largo y un escudo.

Nada puede añadir Tobías sobre las circunstancias que rodearon la muerte del hijo del señor de Zuheros, pero sí os dice que era hijo único y con la edad del señor es posible que no tenga ya más hijos.

- Saber que ha quien herede sus tierras ha de entristecerle y enfurecerle sobremanera. Soy yo, que apenas tengo esta casucha unas fanegas de trigo e cuatro animales en la cuadra y por poco que sea, la alegría de mis días es saber que habrá quien las herede cuando yo falte.

Tobías y su familia, si bien tienen vidas muy humildes, comparten con vosotros cuanto tienen e sus hijos juegan con los de Eric haciendo buenas migas.

No sera por falta de hembras, el lugar no es muy prospero, pero jovenes y fertiles en el castillo debe estar lleno. 

Habíame dado vida la aparición de aquella aldea en la distancia, cuando ya la oscurecida se me venía encima, evidando así otra noche al raso. Que, venido como estaba de largo camino, no tenía yo el cuerpo para más sufrimientos ni empeños de ser encontrado por una manada de lobos, o por alguno de los muchos bandidos que se albergaban en aquellas tierras sin Dios que las guardase. La generosidad del tal Tobías la había tomado yo por buena, y no hube de hacer más preguntas: si me daba techo, bien estaba. Ya soltaría unas monedas a la mañana siguiente, que no quería yo cuentas con nadie, ni aunque fueran pobres campesinos malhadados.

Para mi sorpresa (y suerte tal vez) no era yo el único que había ido a parar a aquella casa, y pareciera que el Altísimo nos reunía a los presentes para escuchar la historia de la desgracia del señor de aquellas tierras. Otros dos hombres, y una mujer, se alojaban donde Tobías, y sentábanse a la mesa, como yo, y escuchaban tales historias. No era yo hombre de muchas palabras, y guardábame de mostrar la mano enguantada por encima de la mesa, comiendo con la siniestra, ayudado de cuchara de madera, y con cierta torpeza. En tanto los otros hablaban, yo callé, y sólo al final intervine, parco en palabras (que no era yo de andarme por las ramas), preguntando.

- ¿Acaso non ha el senyor esposa que pueda darle fillos?

Preguntado aquello, eché mano de un cuartillo de vino, al que di un trago, calentando mi gaznate.

Asentí ante el ofrecimiento de Edorta, mi reciente siervo. No es que no confiara en el a plenitud, pero nos habíamos conocido hacía poco. Atiende también a mi mula, la dejé en el establo y puede que tenga frío -le dije con un gesto amable.

Escuché la pregunta del otro señor, Manuel Manonegra, pues estaba pensando lo mismo (que quizá habría más mozas en la pequeña corte de estas tierras como para dar continuidad a la línea sanguínea del señor de Zuheros)

A la pregunta de Manuel, Tobías contesta que Úrsula, la esposa del Pedro, murió hace muchos años. Antes incluso que le fuese concedido el señorío de Zuheros, por lo que no llegó a conocerla. Aunque aunque siguirea viva, Tobías siendo campesino, probablemtenta tampoco hubiese tenido oportunidad de verla. No sabe si Pedro tendrá amantes, pero si las tiene o no ha tenido hijos con ellas o no los quiere reconocer, cosa que sería muy extraño ahora que ha perdido a su primogénito y único hijo conocido.

-Lo más probable es que o bien non haya probado hembra tras la muerte de Úrsula o bien la edad haya fecho su semilla débil de modo que no puede ya engendrar otro fillo.

Sea como fuere los cuatro decidís ir al castillo a ganaros el favor de Pedro y entrar a su servicio o, al menos, solicitar su hospitalidad para quedaros unos días por la zona cada uno por sus propios motivos.

Tobías y su familia se levantan antes del alba y os ofrecen un frugal desayuno con algo de pan de centeno y un cuartillo de leche recién ordeñada de cabra y que habéis de compartir. La mirada de sus pequeños muestra cierta desolación al ver que tienen que compartir con vosotros el desayuno y que por tanto, ese día, pasarán más hambre de la habitual. Sin embargo, os sonríen hospitalarios y no hacen ninguna queja.

Con las primeras luces del día subís por una empinada pendiente que lleva hasta un castillo escavado en la roca. Destaca una torre central sobre las demás que se alzan en las murallas.

Un soldado armado con una lanza y protegido por un peto de cuero hace guardia junto a la puerta que permanece abierta y por la que cruzan varios campesinos para cocer el pan en el horno del castillo. Cerca de la puerta se levantan varias horcas y una de ellas no está vacía, de ella cuelga un cuerpo a medio descomponer y desfigurado los cuervos que pendulea pesadamente, agitado por el viento. La postura del soldado, apoyado en el muro, denota el tedio de la guardia, pero al veros se poner firme y adopta una actitud marcial.

-¿Quienes sois y qué queréis?

Aquella mañana tenía el estómago ardiente. No era por que me hubiera sentado mal algo de la cena anterior, sino porque me supo a poco: aquellas gentes sólo podían saciar a medias su estómago, al igual que el de sus invitados.

Por la mañana rechacé el desayuno para podér dárselo a alguno de los hijos de Tobías. Mi ahora fiel siervo Edorta, había sido ordenado por mí tomar a mi fiel montura, mi asno al que aún no le había puesto nombre. Justo antes de marchar, me acerqué a Tobías y le agradecí su buen hacer con nosotros. Diez maravedíes se le fue entregado por mi parte, y de esta guisa les dije que ya tenían para unos meses sin necesidad alguna.

Agradecido,marchamos al castillo. El tal, nada más verle, se alzaba impresionante. Aquellas torres eran bastante impactantes (tal y como la personalidad ahora del nuevo señor Pedro). ¿Estaría o conocerían en ese lugar a la persona que había venido a buscar a estas tierras?

El guardia hablaba, mientras el cadáver de la horca se movía por el balanceo de los cuervos devorando sus vacías cuencas. Quise reponder, pero en esta parte del reino quizá no tenían a bien que hablaran las mujeres: asique dejé que lo hiciera alguno de los hombres...

Levante poca antes de que lo hiciera mi señora et tome rapidamente algo de la leche y el pan que nos ofreció Tobias, sin detenerme mucho a pensar si eso era lo comida de aquella familia, pues debia tener presto la mula para cuando la señora se adecentase para partir. Cuando levantose Estrela le desee -Buenos Dias señora- et levante rapido de la mesa hacia la cuadra de Tobias -Voy a acabar de preparar a la mula y los aparejos- Cuando acabar de preparar significaba empezar a hacerlo pues aun no habia yo ni salido a hacer aguas menores

Subimos la cuesta hacia los torreones del castillo et fuimos sombriamente recibidos por un cuerpo descompuesto que se balanceaba delante nuestro. Hubieseme santiguado si no fuera por que en poca estima me tiene Dios et de poco valdria, mas la escena no era muy agradable. El soldado de la puerta nos dio el alto

-¿Quienes sois y qué queréis?

Mi señora, Doña Estrela Medeiros, quiere presentarse ante el señor de esta fortaleza para mostrarle su respeto et servicios si fueran menester. Rogariamos que nos fuere permitido el paso al castillo et que fuese anunciada nuestra llegada al señor de la fortaleza por si tiene a bien recebirnos. Estos dos omnes que aqui vienen con nos, son compañeros de viaje del camino, mas non compartimos mas que eso

La mañana nos cogió en un repente, sin que la velada hubiere dado para más conversar. Poco me importaba a mi, que tenía escaso interés en saber más de lo imprescindible de aquellas gentes, razón por la que presto me había retirado al catre. En cuanto la luz asomó de nuevo, empero, ya estaba yo en pie, bebiendo la leche agria y comiendo el pan de aquellos desgraciados. Sonreí con una retorcida satisfacción al ver a los niños añorar el pan que yo me comía, y no perdí ocasión de mascar despacio, dejando que vieran y oyeran la comida en mi boca, y así les pareciese peor. Algo aguó mi entretenimiento aquella mujer, de naturaleza incomprensible, al darles su pan, y eso me desagradó.

Y sin embargo, partimos juntos. No sé qué hubo de llevarme a acompañarme de tan extraño grupo, mas debió de serlo el no tener mejor destino que tomar, y el pensar que el señor del lugar quizá tuviese algún provecho para mi. Por lo pronto, la tal Estrela, y su criado, y el otro hombre, que ni su nombre había mentado, marchamos en dirección al castillo de Zuheros. En derredor nuestra pronto aparecieron cuerpos de ajusticiados siendo devorados por los cuervos, y en tal visión recreé mi vista, mientras caminaba en silencio junto a los presentes. Luego, llegados a las puertas, los guardias nos interrogaron, y el siervo atontado* de la mujer habló. Y de su señora, como si fuere de alcurnia la mujer. Hice una mueca de desprecio al escuchar tal cosa, mirando el cuerpo de la moza que con tal osadía se presentaba, con lascivia y menosprecio*.

- Manuel est el mío nombre. - dije yo, al acabar la presentación el siervo - Y el mismo menester traigo. Mas non han de colegir sus mercedes que hállome al servizio d'aquesta... - no completé la frase - Que non est así.

Esperé entonces a que respondieran los guardias.

Eric declino El desayuno, no es que no tubiera hambre, pero claramente la despensa de esos hombres era mas que limitada, asi que lo que le pertoco a el lo cedio a sus dos hijos.

Cuando avanzaron hasta el castillo, no pudo evitar sentirse malpuesto al ver al cadaver, no es que fuera el primero ni el ni para su familia pero no era agradable.

Mi nombre es Eric, y esta es mi familia, vengo a presentar mis respetos y servicios al senyor de estos lares. 

-Si queréis verle lo encontraréis en la torre del homenaje. Id allí y avisad al capitán.

Dicho esto, os franquea el paso aunque ante la mirada que Manuel dirige al ahorcado, añade:

- Menos mal que las primeras lluvias de otoño han limpiado el lugar de moscas. El infeliz al que el señor ajustició hace un mes se llenó de moscas gordas como abejas et se le llenaron las cuencas de los ojos e la boca de gusanos tan asquerosos que se espantaban hasta las bestias. Lo tuvimos que descolgar e dar sepultura en menos de un semana.

El portón da paso al patio de armas, tras el que se encuentra la imponente torre del homenaje. En torno al patio de armas hay pequeños edificios de madera que dotan de autonomía al castillo como si se tratase de una ciudad en miniatura. Hay caballerizas, bodegas, almacenes y hasta una pequeña herrería. No faltan las cocinas y un horno donde los aldeanos cuecen su pan. Como es normal, a esta hora hay bastante movimiento de unos y otros, cada cual afanandose en sus tareas.

Observé con desinterés todos aquellos cadáveres, pues en nada me importaba tal visión, como no hubo de producirme desagrado la historia que contó el guardia. Si pretendía amedrantarnos, no lo habría de lograr conmigo. Sí tenía, empero, cierta curiosidad.

- ¿Qué razón ha para que aquestos desgraciados hayan sido axusticiados? - pregunté - Que parésceme que muchos son los muertos...

Tales preguntas, bien lo sabía yo, te podían acabar llevando a la picota, pero aquel lenguaraz pareciera presto a dar coba y contar cuanto quisiéremos, y porqué no sacar provecho de ello.

Poco me importaban a mi lo que hubieran hecho aquellos desgraciados, mas seguro que si esa habia sido su pena algo habrian fecho para merecerlo 

-Si queréis verle lo encontraréis en la torre del homenaje. Id allí y avisad al capitán.

 

-¿Vamos a la torre señora?- le pregunto a Estrela para saber si prefiere ir directamente a hablar con el señor de la fortaleza o prefiere pasearse por las dependencias del castillo 

No, aún no Edorta -respondí-. Vayamos adentro y vayamos a preguntar por alguien. Vine a este lugar en realidad por una razón. Vayamos adentro -le insté-. Y cuando hubimos de cruzar el portón principal pude ver con claridad todas aquellas despensas de las que gozaba el castillo: bodegas, caballeriza y herrería, entre otros. Sin dilación alguna me detuve delante de un criado interponíendole el paso para que se detuviera. Parecía llevar prisa.

Perdone, mozo. Soy viajera y forastera en estas tierras de Zuheros. ¿Sabe o conoce de alguien llamado "Ahmed"? Pocas enseñas son las que le ofrezco, tan sólo sé que es un hombre de entrada edad. Tal vez curandero de esta zona. Sabe de melecinas. ¿Sabe de quién le digo?

Mientras Estrela y Edorta avanzan hacia el patio de armas, Manuel intenta obtener algo de información del soldado. Por su parte Eric se queda junto a la puerta tranquilizando a uno de sus hijos al que la impresión de ver el cadaver ha puesto a llorar.

Sin embargo parece que el soldado sólo estaba interesado en dar conversación a Estrela y su amabilidad se esfuma cuando ella atraviesa el portón.

-Este omne que veis fué el último que se acercó al castillo a ponerse al servicio del señor igual que vos. Y ha sido axusticiado por preguntar demasiado. Si queréis respuestas pedirlas a Don Pedro. Ahora pasad o marchad por donde habéis venido.