Capitulo 2 - Los siete (no tan) magníficos

“Hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana”…

En realidad solo cinco semanas después del incidente con los Verdurianos y tampoco tan lejos…Que no vamos a pagar regalías por frases clichés.

Las tan esperadas vacaciones se encuentran a un sistema de distancia. Las playas paradisiacas de Risa, y sus bailarinas exóticas, esperan por Norman, Bria y los demás desafortunados tripulantes que han sido literalmente abandonados en un planeta clase M del sistema Toroth.

Por algún accidente administrativo la Excalibur olvido recoger a estos pobres tripulantes que ahora esperan pacientemente a que un transporte venga a por ellos. Mientras tanto hacen lo que pueden… fomentar las enseñanzas de la Federación en todos lados adonde vayan y demostrar que tan superados se encuentran de los típicos vicios de las sociedades interestelares.

Y no hay mejor oportunidad de demostrar sus habilidades a lo lugareños que en un polvoriento salón del viejo oeste espacial. ¿Casualidad? Por supuesto que no, porque según palabras de algún Vulcano estudioso es posible hallar civilizaciones con semejanzas entre sí.

¿Pero a quien le importa si el whisky y el plato de frijoles se sirve con pan y queso? Pues al turrón, que sin perder un ápice de tiempo los tripulantes de la Excalibur organizan una partidilla de póker. Dicho sea de paso enseñar a los lugareños (que hasta incluso se parecen, mean y cagan, como los humanos del siglo XIX) como sufrir este ingenioso juego de naipes (y dicho sea desplumar algunos incautos).

La verdad es que la celebración que siguió al suceso con los verdurianos, convenientemente aderezada con una más que irregular cerveza romulana, estrechó un tanto las relaciones de estos siete aguerridos tripulantes. Hasta el circunspecto Staafar levantó una ceja, musitó fascinante antes de darle un tiento a aquel brebaje del que tanto había oído hablar. 

¡Es sorprendente lo que puede encontrar uno en un transmisor subespacial de emergencia! (*).

Ahora, contemplan el polvoriento lugar al que han llegado y han de poner buena buena cara al mal tiempo, de forma figurada y literal. Tras dos meses sin llover, así lo afirman los lugareños, los cielos han decidido abrirse como si no hubiera mañana y un tremebundo chaparrón recibe al septeto, aunque no entonen canción alguna sino más bien una sinfonía de maldiciones mientras corren a refugiarse en el lugar más cercano, que resulta ser un saloon.

-¡Esto es increíble! -exclama Bert como un cachorrillo que sale a la calle por primera vez, lo cierto es que su pelo apelmazado, sus bermudas festoneada de tuercas y tornillos, que dejan ver unas canillas de un blanco nuclear, y su camisa estampada chorreando agua le dan cierta apariencia de perrillo abandonado.

Claro que los demás no tienen mejor pinta ni quizás paciencia para aguantar al incansable Bert.

-¡Ese tipo es igualito que un holo que tenía el tata Ambrose! Era John Eastwood o Clint Wayne, nunca logré aprendérmelo, el tata decía que era el de Shane, no te vayas, te querré siempre... ¿o era el de me importa un bledo? Ay, no me acuerdo. Ruby, en la próxima carta tengo que preguntárselo a la tía Petunia.

¡Anda! ¡Y ahí están jugando al póker! Podemos apuntarnos, seguro que les podemos enseñar un par de lecciones. Staafar, así puedes practicar... Aunque... ¿creéis que tendrán algún prejuicio? Ya sabéis, como es posible que tenga una pizca de sangre india... tenía que haber ido al final a hacer aquel análisis de ADN...

¿Qué si Becca había aprendido a jugar al póker? No…
¿Qué cuantas veces habían intentado enseñarle? Ya había perdido la cuenta…
¿Por qué había ocasiones donde decir “Quiero re truco” con un 4 de copas y un 7 de bastos estaba bien y en otras estaba MUY mal? No lo lograba entender, o ¿por qué el envido era importante cantarlo cuando tenían 33 primero que todos, pero era prudente no cantarlo primero para ver si el equipo contrario lo cantaba antes así “caían en la trampa” de pensar que uno no tenía más de 22… Misterios y más misterios…

Pero allí se encontraba, en un planeta M, abandonada con el mejor grupo de personas que pudiera imaginar, sus amigos.

Esta noche seguramente no sería diferente a otras, alguno trataría de explicarle algo de póker o no, Bert seguramente contaría alguna historia de campo que empieza por explicar lo que la tía Petunia piensa de algo y termina en como el tata Ambrose lograba que el tractor funcione de una manera inesperada y que seguro no está en absoluto relacionado con lo que realmente está sucediendo, Norman sin dudas fingiría entender todo y asegurar que el funcionamiento del tractor tiene perfecta explicación porque el mismo había reparado uno en el pasado, Staanfar analizaría con detalle cada gesto para culminar con un “Fascinante”, Ruby sería la única en entender todo porque jamás perdería el hilo de las 4 charlas simultaneas que escucha, Erik en el rincón pensando vaya a saber uno que, pero saltando de la silla para defendernos cuando algún lugareño se ofenda y nos quiera lastimar… y Bria que seguramente detendría la pelea con solo aparecer y poner esa mirada de hielo que parece dar mil puñaladas sin siquiera moverse… Largar una carcajada y terminar con todos tomando hasta no recordar como caminar derecho… yo no podría caminar derecho con mi poca tolerancia alcohólica (vergüenza de mí, dirían mis hermanos... los pocos galones que soporto)

Nada en este cuadrante me haría cambiar un pelo de mis amigos, y saben bien que cuando cuentos mis bendiciones cada uno vale el doble.

Pero hoy, bajo esta torrencial llovía lo único que puedo pensar es en que la Bermuda de Bert es la misma que tengo puesta yo… y en por que continúo comprando ropa en el sector de niños de las tiendas.

-Si van a jugar yo los miro de lejos, no quiero que haya problemas, es que me puse muy incomoda con lo de los guiños y besos... sostengo que es mas fácil decir las cosas en código morse o podríamos enviarnos notas como en el colegio.

De no haber sido entrenado para reprimir sus emociones, Staafar habría sido devorado por la impaciencia. Había marcado los datos de Toroth en su escáner personal. Sus gentes, su cultura, las posibles semejanzas —que estaba deseando comprobar— con el mismo periodo en la Tierra. Como decían sus compañeros: "iba a quedar un informe para enmarcar".

—La oferta es tentadora, pero ya he comprobado cómo son las partidas entre los nativos. No creo que pueda obtener más datos. En su lugar, si tenemos que hacer tiempo, preferiría explorar un poco este establecimiento.

Con un gesto altivo se recolocó el sombrero hongo, evitando que se entreviese alguna de sus puntiagudas orejas y se dirigió a un tablón de anuncios. Había leído que en la Tierra solía haber carteles de "Se busca" y quería comprobar si existía también esa coincidencia.

—Y les aconsejo no pasarse mucho con el alcohol. Lo mejor será pasar desapercibidos.

Norman se había tomado el "despiste administrativo" de la Excalibur como unas vacaciones pagadas. Sonreía sentado en la mesa donde esperaba más incautos con los que jugar mientras barajaba ya unas usadas y posiblemente marcadas, cartas de naipe francés. Vestía ropa cómoda, una camiseta y un pantalón corto de explorador con amplios bolsillos.

En la mesa había un par de botellas de cerveza vacías más otra de la que Norman seguía bebiendo. Entre trago y trago mezclaba las cartas como un tahúr, aunque parecía que varios nativos estataban interesados, Norman animaba también a sus compañeros:

-Venga, ¿Quién se apunta?- No jugaba mal pero el alcohol fluía por sus venas sonrojando sus mejillas y dándole excesiva confianza. - Venga Stafaar, no seas aguafiestas y siéntate ahí.- Efectivamente, Norman estaba haciendo todo lo contrario a lo aconsejado por el Vulcano.

Había sido un error técnico, seguramente la Excalibur realizó un conteo en base a datos sin actualizar y por eso no se habían apercibido de que estábamos en el planeta y no en la nave. Sea como fuere, estábamos allí y tendríamos que esperar que, primero en la nave se dieran cuenta de que no estábamos y segundo que vinieran al planeta a recogernos; vamos que, podían tardar varios días en venir a por nosotros.

Por suerte, estaba rodeada de mis amigos con lo que podríamos disfrutar de unos días de tranquilidad y diversión; es más, tras los sucesos pasados en relación a la misión del sargento Urmoz, nos los habríamos ganado.

Entrar en aquel salón fue como viajar en el tiempo a una realidad alternativa, aún así, pese a la ausencia de tecnología, el ambiente tenía algo de romanticismo analógico. Hasta me había encontrado un sombrero de ala ancha en la entrada, que después de sacudir un poco el polvo me sirvió para disfrazarme un poco con el paisaje de aquel sitio.

Mis compañeros, en general, se encontraban a la expectativa, tratando de mimetizarse con el ambiente para no llamar excesivamente la atención. Cuestión que parecía suponer alguna dificultad a Penwick, que ya se había bebido varias botellas y ahora disfrutaba de una consciencia afectada por el alcohol, con diversas alteraciones en la percepción y la utilización de un lenguaje pastoso y más lento del habitual, por no contar con la lentitud de reacción que afectaba a sus gestos - Penwick, ¿seguro que estás bien? - barajaba de una forma extraña, a veces las cartas se le resistían a mezclarse entre sí.

- Jugar a las cartas me parece una buena forma de pasar desapercibidos - había más gente jugando en otras mesas - podríamos extraer información del planeta y su gente de una forma más cordial - busqué una mesa donde hubiera algún hueco o se pudiera participar en la partida, invité a que los demás investigasen y luego pondríamos en orden lo averiguado - Penwick ¿vienes? - lo invité a una mesa, partiendo de la base de que se le daba bien jugar, aunque no recordaba muy bien cuán de cierto era aquello.

Luego del episodio de los verdurianos, las cervezas que lograron recuperar con Bert sellaron una especie de rito de iniciación de grupo: desde ese momento, todos los integrantes compartían un lazo invisible que los diferenciaba del resto de los tripulantes de la nave. Becca y Ruby ya eran amigas desde antes, pero de repente ese grupo se vio ampliado y aunque le resultara un poco difícil aceptar que un vulcano formaba parte de él, era refrescante contar con ellos en su día a día.

Finalmente tenían la oportunidad de disfrutar de un descanso, pero aparentemente algo no había salido como esperaban. La Excalibur no había venido a recogerlos y el planeta en el que estaban no era exactamente para lo que Ruby se había preparado. Llevaba un traje de baño de dos piezas, cubierto por unos shorts de jean y una camiseta corta que dejaba expuesto su ombligo y el piercing que cogaba de él. Tenía puestos un sombrero de paja y unas gafas oscuras que solamente habían logrado mojarse dado el clima que los recibió.

Le había resultado gracioso que tanto Becca como Bert llevasen las mismas bermudas y admiraba un poco a sus compañeros por la forma tan natural en la que buscaban acomodarse al entorno. A Ruby le preocupaba particularmente la percepción que tendrían los lugareños de ella por su color de piel, después de todo, en esos tiempos en Norteamérica los negros eran solamente esclavos y no le caería nada bien que la tratasen como tal. -Bert, quizás deberías tomar nota de todas las cosas que quieres consultarle a la tía Petunia, creo que esta ya es la séptima que mencionas hoy. Le respondió mientras se quitaba el sombrero y lo sacudía para quitarle el agua de encima. Rebuscó entre sus pertenencias, tomó una camiseta larga, le pidió a Bert que la sostuviera mientras se quitaba la que llevaba puesta y se cambió antes de entrar al local, temía llamar demasiado la atención con tanta piel a la vista. -Bert, me sorprendería que esta gente pudiera detectar el 3% de herencia nativa que puedes tener a nivel genético. Mientras no te pasees con un penacho indio, la cara pintada y la piel tostada, deberías estar bien. Los demás fueron ingresando al local, algunos con intenciones de jugar unas rondas de poker y otros con intenciones de investigar o simplemente pasar desapercibidos.

Se acercó a Becca y la rodeó con un brazo por los hombros -Becca, ya te he dicho que lo de los guiños y besos es otro juego, el truco. En el poker la idea es justamente no delatar qué tan buena o mala es tu mano. No se juega en parejas, sino que cada uno es por sí mismo. ¿Crees que tengan un show en vivo como muestran las películas y series? Agregó buscando con la mirada un piano o algo que pudiese funcionar de escenario para las bailarinas.

La lluvia repentina provoca un barrizal sin proporciones, en donde el tránsito por la calle principal del pueblo se torna difícil. Incluso cruzar la calle de una vereda a otra implica acabar con barro colorado hasta las rodillas. De todas formas a nadie le importa porque es el fin del periodo de sequias.

Mientras tanto la Excalibur (Exi para la familia) viaja raudamente en ayuda de otra nave cuyo núcleo warp estaba por estallar. Así que no queda más resabio para los abandonados en el planeta que esperar un trasporte o que regrese la vieja NX.

Y en esa nave aun existe un cargamento de cerveza romulana que degustar. Algunos se lamentan y otros no tanto…

En cambio dentro del salón ahora las cosas parecen aplacarse un poco, aunque todavía perdura en el aire el perfume a muere, el olor a pólvora de una fugaz pelea por quien sabe qué y un flamante occiso ahora probando las comodidades de un ataúd construido a desgano. Cabe destacar que dicho ataúd sirve de improvisada banqueta para que algunos se sienten allí hasta que el carpintero del pueblo traiga sillas nuevas.

De igual manera a nadie le sorprende los forasteros de extrañas ropas. Principalmente porque esta gente antes viajaba por las estrellas pero al descubrir que hay más problemas que beneficios decidieron dejar eso del viaje estelar a las demás especies y dedicar sus vidas a otras cosas (como por ejemplo a desenfundar rápidamente un arma). También la ausencia de tecnología avanzada era notable.

En todo esto hay similitudes con subculturas terráqueas en donde hoy en día se continua detestando la tecnología y sus integrantes viven actualmente como los habitantes de este olvidado planeta. ¿Quién se negaría a un transportador o a un sintetizador de alimentos? Dementes…

Pese a esto Staafar no deja de aconsejar a sus compañeros la regla “de no interferir” en otras culturas. Algo que pronto la Flota estelar pondrá en vigencia cuando se firmen los “diez mandamientos” (según el asistente de cocina de la Exi). Igualmente “fascinante” es una palabra corta para describir el pueblo.

Junto a la puerta de entrada hay un cartel donde se cuelgan los muchos retratos de villanos y no tanto. Junto a sus rostros hay sumas de dinero, como si ellos hicieran una especie e competencia por ser el más buscado y ser el de mejor recompensa. Desde “humanos”, Klingons, Orionitas y diez especies más. Desde luego los “forasteros” también se encuentran en estos panfletos.

Y desde luego la oferta de un juego de cartas no pasó desapercibida para los clientes de siempre. Un hatajo de beodos se acercó a la mesa recientemente ocupada por Bria y los demás para buscar alguna ganancia en los forasteros.

-¡Hey amigos! ¿Qué tienen para ofrecer? – dijo uno de ellos al mostrar algunos dólares arrugados (si, si, dólares americanos). Y su pregunta queda suspendía en el aire al ver a las féminas que integran el grupo. Especialmente aquellas que se encuentran empapadas por el aguacero reciente.

-Oye Murtis, si no tienen nuestro dinero pueden pagar con lingotes prensados de latinum. Jejeje…o con algún baile con las señoritas – agrega otro lugareño al sonreír y mostrar sus negras encías y pocos dientes. Desde luego el segundo interesado en participar del juego de cartas también se interesa en las mujeres del grupo al mirarlas lascivamente y sin tapujos.

De esta forma dos de ellos toman asiento y otros cuatro permanecen de pie alrededor de la mesa para dar lugar a quien desee ocupar las sillas libres. Pues el grupo de Norman y demás es grande.

Staafar encontró una posibilidad inquietante al mirar los carteles. El hecho de que hubiese forasteros le hizo pensar en la probabilidad de que estos estuviesen mal vistos en el pueblo —o, ya puestos, en la mayor parte de los asentamientos del planeta—, y eso podía causarles problemas si había algún accidente. Y eso, tratándose de los humanos, era bastante habitual.

Buscó a algún nativo que no estuviese demasiado afectado por el alcohol para preguntarle por los carteles. Viendo al klingon y a otro de los alienígenas del cartel, no cabía duda de que debían tratarse de crímenes violentos, pero la xenofobia todavía era habitual en muchos rincones de la galaxia. Debía asegurarse.

—¿Disculpe, sería tan amable de indicarme qué crímenes cometieron las personas de los carteles?

Erik entró en el saloon unos minutos después* que sus compañeros ya que se había entretenido en una sastrería de aquel lugar sacado de las viejas películas del oeste que tanto le gustaba a su madre, una adicta al cine y la televisión del siglo XX.
En la sastrería, Erik se hizo con ropa típica de aquel sitio y guardó su uniforme en un zurrón que también había comprado**.

Al entrar en el saloon, Erik observó cómo sus amigos estaban hablando con los lugareños para comenzar una partida a las cartas, por lo que se acercó lentamente, andando como aquellos forajidos que había visto con su madre. Ël también quería participar en la partida, pero las palabras de Staafar hicieron que cambiara su rumbo para acabar a su lado y mirar los carteles junto a él. Meterse en la búsqueda de un forajido le parecía mucho más interesante que una partida de póker.

Aquel pueblo tan similar al lejano oeste lo hacía sentirse como en un parque temático. Además, que aquella sociedad rechazase la tecnología tenía sus ventajas. Como en muchas sociedades por el estilo la comida era mucho mas sabrosa que la hecha por los sintetizadores, se relamía pensando en la hora de comer. Y lo mismo sucedía con la bebida, tanto las cervezas como los wiskeys de aquel "saloon" eran destilados por los propios habitantes del pueblo y eso era un arma de doble filo ya que, a veces, no ajustaban bien el grado alcohólico convirtiéndolos en auténticas bombas. Todo esto animaba a Norman que estaba en su salsa,  estaba decidido a jugar aunque lo hacía más para pasar un buen rato que por ganar dinero.

-Si se conforman con un baile aquí me tienen, el más bailongo de cubierta.- Dijo queriendo ser simpático. -Los lingotes ya me parecen una apuesta más fuerte, al fin y al cabo esto es un divertimento.- Lo dejó caer, tampoco quería parecer un cobarde.

Puesto que ya tenía la baraja bien mezclada sería el quien repartiría la primera mano. En cuanto miró sus cartas pensó que podría tener posibilidades.

Rebuscó entre sus pertenencias, tomó una camiseta larga, le pidió a Bert que la sostuviera mientras se quitaba la que llevaba puesta y se cambió antes de entrar al local, temía llamar demasiado la atención con tanta piel a la vista. -Bert, me sorprendería que esta gente pudiera detectar el 3% de herencia nativa que puedes tener a nivel genético. Mientras no te pasees con un penacho indio, la cara pintada y la piel tostada, deberías estar bien. 

-Ejem... creo que tienes razón -concede Bert mientras hace de biombo humano y aparta la vista exageradamente ¿acaso se ha ruborizado?

-La verdad -prosigue mientras entran en el saloon y lamenta no haber cogido más ropa de cambio. Se suponía que en Risa iban a estar casi todo el tiempo en bañador, menos mal que dentro del saloon hace calor-, es que a veces me preocupo de más, supongo que es algo propio de esta mezcla de agricultor e ingeniero, ¿sabes, Ruby? Cuando llueve, porque llueve de más; luego piensas si ese cling que has oído es correcto o debería haber sonado más como un claaang...

Pero Ruby ya no le escucha, abraza a Becca y dan una vuelta por el saloon despertando muchas miradas de atención y algunos silbidos.

-Ya, ya te sujeto la maleta... -dice un poco lastimosamente antes de percatarse de la mesa de póker, donde Norman ya ha asentado sus reales y baraja las cartas. 

-Ey, Norman, ¡me apunto! -exclama con una sonrisa.

Saluda a los que allí están sentados, coloca con cuidado las dos maletas, la suya y la de Ruby y se sienta.

-¿Póker descubierto? ¿cinco cartas? Bien, bien, a ver si pongo en práctica las lecciones de Bri. ¿Cuál es la apuesta mínima? ¿Un dólar? Bien, jugamos para divertirnos, señores. Ya lo decía el tata Ambrose, apuesta sólo para dar un pequeño aliciente pero juega por diversión... Veamos...

Becca se aleja de Bert con Ruby, definitivamente había confundido dos juegos de cartas, así que un poco avergonzada se queda pensando que hacer... 

"El pokér es en el que las tres cartas iguales representan una pierna, aunque nunca vi una con mas de dos miembros, al menos no en la raza humana, pero a dos cartas iguales las llamaban par... igual den misterioso"

-Tienes razón Ruby, los juegos de carta se me mezclan todos,(hace una pequeña risa) creo que tu belleza atrae varias miradas, dudo que se metan con oficiales de la federación, pero deberías estar atenta a las manos largas... creo que me quedare a ver como juegan, espero que tengan algo mas que alcohol en este lugar, iré a buscar algo de tomar.

Le tentaba la idea de ir con Erik y staanfar, pero buscar forajidos parecía algo mas peligroso de lo que podía manejar, y sentía que podía terminar siendo un estorbo.

Se acerca a la Barra para pedir algo de tomar, cuando nota que la cantinera esta luchando con canilla que gotea, y unas bisagras flojas en la mesada.

-Perdóneme la intromisión, si le parece puedo reparar esa perdida o ajustar las bisagras, siempre llevo alguna herramienta encima... sin tecnología por supuesto, como agradecimiento por la hospitalidad.

Tomo asiento en la mesa de juego, animada por la situación y también porque había quedado pendiente de cuando la misión del sargento Urmoz - vamos, vamos... ésto no me lo pierdo - un exceso de motivación, el juego siempre me animaba. Además ver a aquellos palurdos autóctonos presumir, se iban a enterar. Por supuesto, empecé aparentando que aquello no era lo mío, pese al magnetismo que tenía con las cartas, no mentiré si digo que me las di de ingenua, ya sabes... la suerte del principiante. Aunque me las tuve que ingeniar para que barajando no se notara que yo y la baraja éramos una.

- Bert, Norman, caballeros... empecemos - no se habían presentado, pero vamos que, las cartas iban a descubrir no sólo nombres, también ganancias y miserias.

—¿Disculpe, sería tan amable de indicarme qué crímenes cometieron las personas de los carteles?

 El buen hombre, un poco borracho, algo sucio y no tan honesto como era de esperarse, miró profundamente al Vulcano, especialmente sus cejas aparentemente delineadas. 

-¿Crímenes? ¡Meh! En realidad depende cuando y como…algunos por orinar frente a la iglesia. Otros por mirar debajo de la falda de la mujer del sheriff.  Y muy pocos por matar en duelos no tan justos, como disparar antes de tiempo y apuñalar por la espalda…nada inusual. ¿Puedo tocar sus cejas?... – termina en una pregunta su parloteo alegre de borrachín.

Y cuando Erik se detiene junto al cartel el borracho lo observa de arriba abajo para comentar algo sobre la ropa que el oficial de seguridad acaba de adquirir en una tienda cercana.

-Errp… yo que usted no compraría ropa en este pueblo. Esa misma ropa usó “El rápido Jhonny” antes que “El tuerto Jhon” le metiera una bala en medio de la frente la semana pasada… - comenta al palmear el hombro de Erik con notable jocosidad.

-Si se conforman con un baile aquí me tienen, el más bailongo de cubierta.- Dijo queriendo ser simpático. -Los lingotes ya me parecen una apuesta más fuerte, al fin y al cabo esto es un divertimento.- 

 -Oye Manolito, que esta gente ha sido desplumada de su dinero antes de llegar…pues el baile con las damas es aceptado. Yo quiero bailar con la menudita aquella – señala a Rebecca al hablar a su compañero – y tal vez compartir alguna copa jejeje – responde para luego escupir en una lata que descansa debajo de la mesa y lanzar un beso a la pelirroja. – Vamos, vamos, reparte esas cartas antes que se enfríen – arenga a Norman, quien es el tenedor del mazo de cartas.

-Perdóneme la intromisión, si le parece puedo reparar esa perdida o ajustar las bisagras, siempre llevo alguna herramienta encima... sin tecnología por supuesto, como agradecimiento por la hospitalidad.

 -Ohh amor mío, que es extraño ver mujeres con pantalones en este pueblo olvidado. Será todo un placer si quieres dar algo de mantenimiento a las canillas. Incluso la cañería de los barriles de cerveza necesitan una ajustadilla, luego que Henry perdiera las herramientas en una apuesta. – responde con una amplia sonrisa para hacer lugar a que Becca se aproxime a examinar las canillas.

Su apariencia no dista mucho de las mujeres del resto del pueblo, solo que es la única dentro del establecimiento que trabaja allí. Las otras féminas son simples acompañantes de los pistoleros que pasan el rato allí.

- Bert, Norman, caballeros... empecemos -

 El mexicano parece ahogarse en su propia saliva y su tabaco de masticar cuando la rubia estoicamente entra a la mesa del juego. Posiblemente por su provocante apariencia, algo que influyó en su mano al punto que la suerte en esta ocasión estuvo de su lado.

-¡Así se habla! – exclama el sucio hombre al intentar ver por debajo del ombligo de la oficial de seguridad que lleva una camiseta anudada por encima de su vientre.

-He he he…me has dado suerte lindura… ¡Escalera Real! ¡Aquí tienen! – festeja al mostrar su mano y ser el ganador de la primera ronda.

-No. No quiero sus mugrosos dólares. Es momento de bailar contigo…he he he – responde a los compañeros de Bria, luego de beber de su copa y limpiarse la boca con la manga mugrosa de su camisa.

Murtis, quien había sacado una buena mano pero no la suficiente para ganar, observa indignado la repentina suerte el mugroso Manolito. Ahora, con algo de suerte e insistencia, el mexicano tendría su baile con la rubia forastera. Y para mitigar su falta de suerte el borracho engulle otro pedazo de tabaco de masticar.

Los lugareños estaban más embrutecidos de lo que Norman creía, se mataban en suelos de verdad aquella gente que parecían sacados de un spaghetti western eran reales.

Estaba pensando cómo hacer trampas pues su mano no era tan buena pero, no quería arriesgarse a recibir un tiro y morir en aquel planeta dejado de la mano de Dios. 

-Nada, no voy- dijo tirando las cartas, no pensaba subir más las apuestas, tenía las de perder y quería dar la imagen de que no solía ir de farol.

Tampoco se desanimó, aquella aún era  la primera mano. Pero los hombres ahí parecía  estar más salidos que el pico de una plancha, solo hablaban de bailar y acercarse a sus compañeras. Sintió lástima por ellos, las tripulantes de la Excalibur eran de armas tomar.

-Ohh amor mío, que es extraño ver mujeres con pantalones en este pueblo olvidado. Será todo un placer si quieres dar algo de mantenimiento a las canillas. Incluso la cañería de los barriles de cerveza necesitan una ajustadilla, luego que Henry perdiera las herramientas en una apuesta. 

-Oh, será un placer soy Rebecca y me encantaría que al menos sean pantalones jajaja termine con estas bermudas, que me encantan, pero teniendo en cuenta las miradas diría que muestro demasiada piel... (Becca nota a un señor desalineado en una mesa que charla con Norman y de repente le lanza un beso, casi da una pequeña arcada, se sacude un poco y se pone a trabajar mientras charla quedando tras la barra)... sinceramente creo que si entre nosotras no nos ayudamos a estar mejor nadie lo hará, no podre hacer mucho, pero al menos lograre que trabaje mas a gusto. 
Tampoco es que se me de bien el póker, no entiendo nada jajaja, estoy mas cómoda aquí arreglando, digamos que ambas sacamos beneficio de mi trabajo jajaajaja

A Ruby no le dejaba de sorprender la facilidad con la que sus compañeros se estaban adaptando al entorno. Ella no se sentía tan a gusto en un lugar con tan poca tecnología y tanta tierra. Los lugareños no eran del todo amenazadores, pero su aspecto resultaba chocante y sus modales de lo más desagradables. Becca por su parte se había acercado a la camarera y ya estaba arreglando algo. Hubiera esperado que hiciera algo distinto en sus vacaciones, pero ella levaba la ingeniería en las venas. 

El lugar no resultaba tan pintoresco como los saloons que vió en algún momento en las series de TV. Algunos estereotipos se respetaban, por supuesto, pero se trataba justamente de los menos atractivos. Sintió el vicio regresando a ella  Necesito un café. Doble. -pensó para sí, mientras constataba que en este entorno un café sería tan difícil de obtener como la aprobación de Stolliass. Torció el rostro en una mueca de desagrado solamente de recordar ese nombre.

Por un lado, Erik había aparecido de la nada, completamente vestido como un local. Tanto él como Staafar consideraban darse a la caza de algún forajido, una opción que no le resultaba de lo más atractiva. Su idea de diversión no incluía persecuciones, mucho menos armas de fuego. Incluso si pudiera utilizar sus habilidades, al parecer Staafar poseía exactamente las mismas especialidades que ella y no deseaba encontrarse en situación de competir con un vulcano nunca más.

Por el otro, sus compañeros se disponían a jugar una partida de poker. Ruby sabía jugar y hasta consideró unirse, hasta ver el tipo de intenciones que los hombres del lugar tenían para con ellas. La sola forma en que las miraban le generaba una sensación desagradable en el estómago. Bria, haciendo lujo de su valor se sentó a la mesa, siempre preparada para el desafío. Norman había sido el primero en tomar posición, siempre listo para el juego, haciendo alarde de sus habilidades -las tuviera o no. Bert se les había unido también, al lado suyo había dos maletas, la de él y...¡La mía! ¡Qué vergüenza, le he dejado con mi equipaje sin darme cuenta! Pero Bert es demasiado caballeroso como para protestarme, si hasta me ha hecho de biombo humano mientras me cambiaba... suspiró, sintiéndose mal por haber actuado de manera tan desatenta y decidió acercarse al grupo que jugaba, solamente a observar. Decidió pararse cerca de Bert, aún un tanto incómoda por las miradas y los comentarios de los vaqueros presentes. Se dijo a sí misma que esperaría el momento oportuno para disculparse.

Para cuando ella se acercó, se estaba resolviendo la ronda actual y uno de los locales parecía haber ganado. No pudo disimular el asco que le provocó la lascivia con la que el hombre pretendía "bailar" con Bria como premio por haber ganado. Bien, justamente por este motivo hice bien en no sumarme. En este lugar, si no sé que voy a ganar, mejor no jugar y ya. Por fortuna Bria es una muchacha fuerte, si el desgraciado pretende pasarse de la raya, acabará perdiendo como poco un par de dedos.

La información le tranquilizó. Puede que sí tuviesen ciertos reparos hacia los "forasteros", pero mientras no causasen problemas, no habría nada de qué preocuparse.

¿Puedo tocar sus cejas?... – termina en una pregunta su parloteo alegre de borrachín.

—Preferiría que no lo hiciese, si no le importa —le cortó tajante Staafar—. Pero le agradezco mucho su información. Permítame que le invite a una copa.

Había reunido suficiente información como para saber cómo ganarse a los nativos. Además, invitar a una bebida alcohólica suele considerarse un gesto amigable en la mayor parte de la galaxia.

Mientras se acercaba a la barra, fue dándole vueltas a varios temas que le rondaban la cabeza. Llevaba tiempo queriendo hablar a solas con Ruby, pero no habían tenido oportunidad. Observó a sus compañeros. Parecía que ella no se había sumado a la timba, por lo que tal vez podría acercarse a ella en cuanto despachase a su "risueño" confidente.

Erik miró fríamente al hombre que le palmeó el hombro, pero recordó dónde se encontraba y que, pese a que ellos les habían olvidado, representaba a la flota estelar, por lo que no comenzó una trifulca. En vez de eso, le respondió con una sonrisa forzada-Parece que Jhonny el rápido ya no la necesita.

Por desgracia, los más buscados no eran realmente criminales, por lo que la aventura de perseguirles junto a Staafar se cancelaba, así que Erik tendría que buscar otro entretenimiento en aquel lugar. Estuvo bastante tentado de acercarse a la barra para pedir algo fuerte, pero recordó cómo se ponía cuando bebía y no quería montar un espectáculo delante de sus amigos.

Lo único que le quedaba por hacer era acercarse a la partida a ver cómo le iba a sus compañeros y unirse si quedaba algún sitio libre.