Partida Rol por web

Me había desinflado por completo. Lo escuché hablar y vi pasar delante mío sin mover ni un músculo, aún con la espalda pegada a la estantería y con la vista perdida en alguno de los objetos que habían caído al suelo. Podía haber seguido pegándome que no me hubiera defendido. Ya no sentía rabia ni dolor, solo miedo. 

Cuando me agarró del cuello me limité a sostenerle una mirada vidriosa en silencio. 

Habían pasado 25 años desde que nos separamos. Ella tenía 7 y yo andaría sobre los 12. Nunca podría olvidar su llanto cuando aquella mujer negra acompañada de dos policías vino a por ella, ni como se iba agarrando al marco de las puertas por las que pasaba cuando uno de los policías la cogió en brazos. Yo miraba la escena desde el pasillo, desesperado. Recuerdo que Warren se lió a golpes con una pared y se rompió una mano. Si no recordaba mal, la misma con la que me acababa de golpear. 

Aquello fue la gota que hizo rebosar el vaso. Desde entonces todo lo que pudo ir a peor, por imposible que pareciera a esas alturas, fue a peor. Quizá ese fue el punto de inflexión para Warren. Siempre había sido un capullo, pero tras la marcha de la pequeñaja se pegó a Jerry como una lapa. 

Y ahora saber que él había estado buscándola mientras yo no había hecho una mierda me hacía sentirme como puta basura. No tenía nada que decirle, solo terminar de preparar mis cosas cuando él me dejara y salir en dirección a esa nave que tanta incertidumbre guardaba en su interior.   

- ....Entendido. 

A vuestra espalda, mientras tanto, el tránsito de gente continuaba y una de las personas que aparecía era el Primer Oficial, el Teniente Comandante Neredar. No tenía muy buena cara; su mandíbula estaba tensa y parecía estar buscando a alguien con quien desahogarse. Lon sintió de una manera especial su frustración y enfado, pero no dijo nada, aunque sus ojos se dirigieron hacia él, avisando así de su presencia al despistado de Daniel, que obviamente  no tenía ojos en la espalda pero sí que podía darse cuenta de que algo había cambiado.

-Señor, ¿qué puedo hacer por usted? -le preguntó, servicial como siempre.

Estaba ya bastante cansado, además de deprimido: sus palabras me herían interiormente. No había sido capaz siquiera de hacerle algo de daño y cada vez me encontraba más débil. Mi compañero me animaba desde la banda, era mi único animador en esta desigual lucha.

-"La verdad es que no pretendía ser divertido, pero me alegra que te diviertas. Ahí va mi más mortífero golpe: ¡el dedo aniquilador!"

Lo dije más que nada para reírme yo un poco antes de pisar la lona y morir entre terribles sufrimientos.

-¿Quién me mandaría a mí meterme en estos fregados? Glup...

Warren te soltó tan rápidamente como te había agarrado. Su mirada era, como siempre, dura, fría, pero también había algo más. Al hablar de Sue no lo había hecho como lo haría de cualquiera, sino con mucho más en su interior y en sus ojos, habitualmente carentes de emociones, te pareció ver algo nuevo.

¿Miedo?

No podía ser por ti, evidentemente, así que debía tratarse de cualquier otro. 

Nada más soltarte, volvió a mirar por la ventana, como si esperara a alguien, y se volvió una vez más hacia ti.

-Bueno, hermanito. Entonces... supongo que no hay nada más que decir. Confío en ti. Sé que eres blando y débil, pero también que llevas sangre de los Miller. Quizás eso te sirva cuando llegue el momento.

Su actitud, hosca, y sus movimientos, naturales, parecieron eliminar cualquier sospecha de que algo más sucedía allí. Warren se dirigió hacia la puerta, la abrió y te miró de nuevo.

-Cuídala, hermanito, y haz que ella también se enorgullezca de nuestra familia.

El Draxan no se esperaba tu golpe. Tu puño se cerró con fuerza y golpeó con todo lo que tenías su rostro. Quizás el resto de su cuerpo fuese duro e impenetrable, pero su mandíbula era frágil y al recibirlo, aunque en un principio pareció que no le había afectado, te miró, sorprendido, antes de desplomarse de frente, justo delante de ti.

Los gritos y aplausos estallaron por todos lados, mientras a tu lado, tu fiel compañero, recogía todas las apuestas.

-¡Sabía que ibas a conseguirlo! -te dijo, dándote una palmada en la espalda que a duras penas conseguiste soportar. Estabas, no agotado y dolorido, sino lo siguiente.

Mientras tanto, el cuerpo de aquel gigante no se movía en el suelo. Te había costado pero al final... lo habías conseguido. Seguías vivo para pelear un día más.

A pesar de todo, o quizás de forma premonitoria, la pelea no tardó mucho más en acabarse. Ezequiel le lanzó un poderoso derechazo al Draxan y este cayó de bruces, completamente inconsciente. Quizás fuese el puñetazo de su vida y nunca más volviera a repetir algo así, pero el caso es que aquella mole que parecía dispuesta a aplastarlo, se derrumbó como un árbol viejo carcomido por dentro.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, Ezequiel pasó de ser víctima a verdugo.

A tu lado, el alcaide parecía fastidiado. Su sonrisa se había borrado de repente, aunque intentó camuflarla encogiéndose de hombros.

-Bueno, parece que al final, su hombre ha ganado. Diré que lo traigan -te dijo, retirándose y dejándote a solas mientras veías como el pobre de Ezequiel recibía las enhorabuenas del resto de presos. 

A pesar del cansancio y del agotamiento, y que seguramente necesitaría una semana para recuperarte, los agradabilísimos guardias aparecieron de repente para llevarse a Ezequiel y al draxan, suponía, a una celda de aislamiento. Casi seguro que gracias a aquel golpe, habían perdido un montón de dinero y que iban a ensañarse con ambos.

Pero nada de eso. 

Al draxan se lo llevaron entre cinco de camino a la enfermería. No era un mal tipo al final. Hasta aquella mañana ni tan siquiera había molestado a Ezequiel aunque claro, era cuestión de tiempo que alguien apostara en contra suya y que tuviera que defenderte. Así era la vida en prisión. En el fondo, lo sentía por él. El draxan no era un enemigo, sino solo otro prisionero que intentaba sobrevivir a cualquier precio, aprovechando las armas que tenía.

Pero en cambio, al impetuoso Atreides lo condujeron a una sala aparte, en donde solo había un hombre, un oficial de la Flota Estelar. Desde luego, el aspecto de ambos no guardaba ningún parecido. ¿Qué querría? ¿Por qué no le habrían llevado junto al draxan?

En aquella ocasión Lena dejó a un lado el vínculo afectivo que la unía a Cristina y mantuvo la calma, debía hacerlo si quería sacar a la capitán de allí, puesto que todo dependía de la rapidez con la que la doctora realizase los cálculos. 

-Ordenador, fije coordenadas para tres, realice transporte directamente a enfermería- ordenó por el comunicador, mientras sujetaba a la duquesa por su lado junto al sillón de mando- venga Cristina, ya casi estamos... aguanta un poco- le dijo a De Alba mientras las tres mujeres aguardaban ser transportadas- energía olvió a decir consultando nuevamente el tricorder con la mano que tenía libre- vamos...- Connor era tranquila y lo cierto es que había podido mantener la tranquilidad perfectamente durante todo aquello, pero tenía que reconocer que se estaba poniendo un poquito nerviosa. 

Frank llegó a la sala donde se mantuvo en pie, el combate había finalizado pronto y quiso la suerte que Ezequiel hubiera demostrado una buena aptitud incluso para enfrentarse a ese corpulento orión, o lo que él creía que era un miembro de dicha especie. Observó al hombre que debía entrevistar, para Ezequiel estaba claro por el uniforme que su entrevistador era un teniente dedicado a la ingeniería.

- Ezequiel, has dado la vuelta a esa lucha, te felicito. 

Le indicó mientras dejaba una tablet sobre la mesa, encendiendo para mostrar en ella la imagen de una nave espacial.

- Seré directo, he venido a ofrecerte una salida de este lugar, una salida difícil pero salida al fin y al cabo. Esta es la USS ARAPAHOE, una nave que va a realizar una misión de conolización hacia lo que puede ser el último planeta habitable del universo, Hefestus IV.

Movió la imagen para que pudiera ver el gran sol alrededor del cual orbitaban varios planetas.

- Un lugar alejado en el que se podrá comenzar una nueva vida para todos nosotros. Se te rehabilitará como teniente y tendrás una segunda oportunidad, para construir un nuevo enclave desde el que explorar ese mundo.

Como dijo, había sido completamente directo y franco, tanto que se había olvidado presentarse a sí mismo, de manera que trató de corregirlo extendiendo la mano.

- Por cierto yo soy el teniente Franck Truck y soy uno de los miembros de la expedición.

Estaba exhausto después del combate. Había sido una dura pelea que me había llevado al límite de mis fuerzas. Pero había salido vencedor y ahora me llevaban aparte del draxan, seguramente para meterme en una celda de aislamiento. Todas las apuestas estaban en mi contra, así que habría ganado mucha pasta y el respeto de los demás reclusos. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me dejaron en una sala con un teniente de la flota estelar.

-"Encantado de conocerte Frank y gracias por la felicitación, aunque tenía controlado el combate. Sólo estaba jugando un poco con él."

Dije mintiendo descaradamente mientras me limpiaba el sudor de la frente.

-"Suena muy interesante lo de esa expedición a Hefestus IV, a bordo de la USS Arapahoe y recuperando mi grado de teniente. Pero todo esto seguro que tiene un precio, nada se hace gratis. ¿Qué quieres de mí? Me resulta raro que vengas hasta una cárcel para hablar con un recluso para ofrecerle un puesto que querrían muchísimas personas no privadas de libertad. ¿Qué me ocultas? Y lo más importante, ¿por qué yo? Si me respondes sinceramente a esas tres preguntas puede que sea tu hombre y te diga que acepto."

Me relajo en la silla y estiro las piernas. Le muestro una agradable sonrisa mientras le miro esperando una respuesta.

El ambiente tan húmedo y opresivo de esa selva me crispaba los nervios profundamente y aunque eso conseguía agudizar mis sentidos y estar completamente alerta, mis ojos se movían de forma precisa escrutando la densa vegetación pero cuando escuché aquella voz desagradablemente familiar mis dientes aparecieron de forma felina mostrando un odio y desprecio contenido con dificultad. Tener que soportarle era harto complicado para mí, ya no solo por el odio que tenía hacia su traicionera raza sino por haber sobrevivido él y no D'grontid, siempre había sido romulano y criarlo entre los nuestros fue un terrible error.

-Como vuelvas a pronunciar el nombre de tu supuesto hermano de esa forma tan deshonrosa te arrancaré una disculpa de tu asquerosa boca a base de latigazos- gruñí mostrando mis blancos y afilados dientes, aquel cerdo romulano osaba a menudo tratar de esa manera la memoria de su hermano klingon-¿Así honras a la familia que tuvo la estúpida idea de acogerte y criarte como uno de nosotros? ¡deberían de haberte regalado como esclavo o directamente lanzarte a las alimañas como alimento!- gruñí al cargado y sofocante aire que me rodeaba.

Observé a mi hermano caminar despacio hasta la puerta, y desde allí girarse para decirme las últimas palabras que le escucharía en mucho tiempo. Tal vez las últimas de verdad. 

Cuídala, hermanito, y haz que ella también se enorgullezca de nuestra familia.

Entonces desapareció cerrando la puerta con más suavidad de la que esperaba. 

Tras su marcha me mantuve unos segundos sin mover ni un músculo, formando parte del desorden envuelto de silencio que era ahora mi apartamento. Una metáfora de mi cabeza. No podía pensar, solo sentir. Y eso era malo. 

Ya no eran nervios, había llegado el miedo, la rabia, la tristeza... Y cuando eso pasaba volvía a sentirme como el niño débil y llorica que fui, indefenso en el centro de un torrente de sensaciones y situaciones que no podía controlar. 

Comencé a agarrarme por los codos, respirando rápido y fuerte, sudando. Busqué desesperado mi *encendedor* abriendo cajones y puertas, sin importarme los destrozos que siguiera haciendo por la prisa y la agresividad que me estaba invadiendo. Hasta que lo vi sobre la mesa de la cocina.  

Me quité la camiseta lo más deprisa y bruscamente que pude, dejando al descubierto la delgada y lisa cruz que llevaba colgada del cuello, oculta bajo la ropa. Me senté en una de las sillas y me puse a pasarla por el fuego hasta que el gris se hubiera vuelto amarillo anaranjado. Y entonces la eché hacia atrás, me levanté rápido volcando la silla y pegué la espalda contra la pared. 

Si.....el dolor.....quemaba esas sensaciones. 

Asintió cuando Ezequiel le decía que el combate estaba controlado, no quería ahondar en el tema de esa lucha, ahí lo importante es que el alcaide no se había salido con la suya lo que satisfacía a Frank a pesar de lo poco que había llegado a conocer a ese loco.

Se sentó frente al ingeniero, girando la tablet para después ampliar la escala y mostrar toda la galaxia.

- No te estoy ocultando nada, este es el destino más alejado conocido, está lejos de la rutas comerciales por lo que costará conseguir suministros, de hecho desmantelaremos la Arapahoe para construir la primera base. Estamos hablando de que una vez lleguemos nos tendremos que valer por nosotros mismos para iniciar una colonia sin saber bien lo que nos espera. Es la incertidumbre lo que echaría atrás a otras personas pero creo que a ti no. Recurro a ti porque tras mis investigaciones determiné que eres un excelente ingeniero que se atreve con todo tipo de máquinas y es lo que necesito para el equipo, gente adaptable con agallas.

El tema de las agallas había quedado fuera de toda duda cuando derrotó al supuesto orión.

- Lo que quiero de ti es lo mismo que haré yo, trabajar duro en Hefestus IV. No es un trabajo fácil de ocho horas diarias, vamos a tener que construir una colonia estable y autosuficiente que albergue nuevas familias, va a ser una misión que va a exigir mucho a toda la tripulación. Por otra parte será satisfactorio poder construir un nuevo hogar que con los años debería de progresar.

Se preguntó en ese momento si Ezequiel sería una persona que valoraría el hecho de poder alzar lo que con el tiempo acabaría siendo una ciudad, conforme la tecnología hiciera más fácil llegar a ese mundo.

Miré fijamente la tableta y después al teniente. Sonaba muy bien todo aquello, pero no me había dicho toda la verdad. ¿Por qué elegirme a mí cuándo en la flota había ingenieros mejores que yo? Creo que sabía la respuesta. Este era un viaje de ida y no de vuelta, la expedición podía fracasar y morir toda la gente del USS Arapahoe. Necesitaban gente dura y que no tuvieran nada que perder.

Estaba claro que era mejor morir en libertad, haciendo lo que me gustaba, que morir encerrado en esta pocilga. Si aceptaba, volvería a tener una vida, un trabajo, quizás formar una familia... cosas que hasta hace unos minutos no podía ni soñar. No era un hombre impulsivo pero creo que ante esta disyuntiva la respuesta estaba ya tomada de antemano.

-"Bien teniente, acepto. Entraré a formar parte de su equipo, ¿cuándo partimos?" 

Me levanté de la silla y extendí la mano para estrechársela y aceptar el trato. Una amplia sonrisa cruzaba mi rostro. No iba a echar de menos este sitio ni a sus moradores...

Tu respuesta provocó que el silencio te ahogase con más fuerza. La voz de Vrako resonaba todavía en tu cabeza, mientras intentabas encontrarlo entre la vegetación. Manteniendo tu bat'leth preparada para arremeter con ella, retirabas cada arbusto que encontrabas y pisabas esperando tener que agacharte o impulsarte para atacar.

-La muerte nos llega a todos. D'grontid murió sin demostrar su valía. Yo aún tengo tiempo para hacerlo y en cuanto a ti... parece que has dejado de lado la vida para vivir lleno de odio y rencor. Hermano, creo que ya estás muerto por dentro... pero deja que haga yo el resto.

Sin previo aviso, otra bat'leth cayó justo delante de ti. Vrako apareció vestido como un auténtico guerrero klingon, y empezó a lanzar ataques diestros y poderosos, que habrían podido partir a un Gorn por la mitad. 

El haz del transportador no se hizo de rogar y en unos segundos, os envolvió a las tres, trasladándoos de regreso a vuestra nave, que inmediatamente tembló y estuvo a punto de haceros caer al suelo. La llegada del flujo de energía que debía llevaros de regreso a vuestro tiempo estaba próxima y a cada minuto que pasaba, las alteraciones en el espacio-tiempo eran mucho más fuertes.

K'anah se acercó rápidamente a los mandos y examinó la información que llegaba procedente del sistema de sensores.

-Tenemos ondas de taquiones golpeándonos por todas partes. Estoy reconfigurando los escudos para impedir que dañen los sistemas, pero no sé si podremos aguantarlos. La onda de energía temporal estará sobre nosotros en menos de un minuto.

El rostro de la klingon era la viva imagen de la preocupación. ¿Quién le habría mandado a ella meterse en aquella misión?, se preguntó. 

Mientras tanto, en la pantalla principal podía verse ya la onda aproximándose.

El Primer tenía un brillo en los ojos hoy muy difícil de descifrar: algunos románticos dicen que en el brillo de los ojos se ve el reflejo del alma...este hombre tenía hoy el alma ardiendo en un fuego abrasador. Contestó con una cortesía forzada:

-Gracias Alférez, de momento nada, pero es muy amable ...- miró en lo que estaban entretenidos - no tengo el placer de conocer al teniente - dijo mirando a Daniel y se presentó:

-Soy el Teniente Comandante Randall Neredar..-dijo como introducción, se notaba que intentaba ser cortés pero ahora mismo si pudiera arrancaría una de las barras de plastiacero y golpearía la estructura del pasillo hasta caer exhausto- veo que llevan un tiempo aquí, ¿ocurre algo?

-Te equivocas Vrako, ahora estoy más vivo que nunca y ese odio y rencor alimenta mi fuerza sin hacer mella en mi vida pagarás caras tus palabras- gruñí.

Y en ese momento apareció ante mí aquel bastardo atacándome sin preciso aviso, pero mi entrenamiento me hizo reaccionar por puro instinto y esquivé su golpe con extrema facilidad-Ah... aquí estás, así que atacando a traición, típica técnica romulana- mascullé y sin dudar lancé un fuerte tajo hacia él aunque supo evitarlo mejor de lo que yo esperaba, estaba claro que él también era bueno, pero no tanto como yo, al fin me enfrentaba con él sin nadie que nos molestase y con un poco de suerte podría destripador allí mismo.

Con el estómago en un puño y sosteniendo con fuerza a Cristina para que no se le escapara, la doctora comenzó a ver el haz dorado que precedía a un transporte mientras el puente de la Excalibur y su estruendoso pitido de alerta roja se difuminaban para reaparecer en la modesta enfermería de la nave que había contratado para el rescate.

- Bien... ayúdeme a ponerla sobre la camilla... eso es- indicó a la klingon tumbando con delicadeza el maltratado cuerpo de Cristina- si quiero que vivo tengo que intervenir de inmediato pero también es vital que lleguemos al punto exacto donde va a reaparecer el agujero, las coordenadas son estas- le mostró un dispositivo, era un tricorder pero no el que la doctora utilizaba en sus tratamientos médicos- tenemos poco tiempo, aquí está indicada la localización y aquí el tiempo que nos resta... - le señaló con el dedo ambas mediciones- ¿tiene alguna duda?- le dijo con urgencia mientras sus manos ya se encontraban tratando a la capitán, haciendo uso de un hipospray un tricorder médico y demás instrumental quirúrgico.