Partida Rol por web

Una vez más, cuando escuchó hablar a los tau'ri, su anfitrión reaccionó aunque no dibujó nada más. Se limitó a gesticular. Levantó el índice y lo sacudió repetidas veces de arriba a abajo cuando Fern sugirió que pudiera tener un problema para hablar; también se señaló la cicatriz del cuello, parcialmente oculta por su barba. Sin embargo, no pareció especialmente claro cuando el biólogo dibujó el stargate, ya que se limitó a encogerse de hombros, con los brazos flexionados en ángulo y las palmas de las manos hacia arriba.

El alienígena repitió una vez más el gesto con el dedo índice cuando Fern preguntó por su conocimiento sobre la lengua que empleaban los tau'ri, aunque fue seguido por un gesto bastante tajante, un movimiento de izquierda a derecha con el brazo extendido y la palma de la mano hacia abajo. A continuación, dibujó a su vez un monigote y, a su lado, otros dos; luego trazó desde el primero sendas flechas hacia cada uno de los otros muñecos dibujados.

Las últimas preguntas de Fern mezclaron referencias a los dibujos ya realizados y gestos. Al querer saber cómo había llegado al planeta, el hombre señaló al símbolo de la maquina voladora. A continuación, su índice volvió a moverse de arriba a abajo en varias ocasiones antes de señalar a su alrededor y, por fin, apuntar con su dedo al dibujo de la maquina voladora. El gesto que empleó cuando el doctor Andrews quiso saber si la tormenta era peligrosa no se lo habían visto hacer hasta entonces; extendió una mano y luego la hizo oscilar arriba y abajo respecto a un eje horizontal (como si imitase el movimiento de alabeo de un avión). Finalmente, otro gesto conocido en respuesta a la pregunta referida a más gente como ellos; el desplazamiento único y seco de izquierda a derecha con el brazo extendido y la palma vuelta hacia abajo.

Tampoco pareció dispuesto a esperar a ser interrogado por una pregunta ya realizada. Dibujó de nuevo algo durante unos segundos y volteó el cuaderno hacia el mayor Whiteface. Esta vez, había dibujado veintidos monigotes en fila, uno al lado del otro; luego volvió a escribir algo y, cuando mostró el cuaderno de nuevo, quince habían sido tachados con una sola línea oblicua. Después tachó cuatro más y, tras asegurarse de que el SG-4 entendía más o menos lo que hacía, tachó dos más y dejó un único monigote. Señaló aquel ser simbólico antes de apuntarse a sí mismo con el mismo dedo.

- Pues parece que no era el único, algo ha pasado con el resto - dijo Aldo antes de dirigirse a el -. ¿Hay algún animal o ser hostil en el planeta o lo verdaderamente peligroso son las tormentas? Te ayudaremos a salir de aquí, pero necesitamos más información sobre lo que os ha pasado en este planeta.

Miró al resto de compañeros.

- Es muy curioso como dos civilizaciones que probablemente hablen el mismo idioma hayan evolucionado sus abecedarios de forma tan diferente - dijo a sus compañeros -. ¿Quien te hizo esa herida? - le volvió a preguntar a aquel hombre.

En respuesta a las preguntas de Aldo, el "naúfrago" repitió el movimiento con el índice levantado de arriba a abajo, lo que parecía indicar que si debía de haber algún animal o criatura hostil. Pero ante la referencia del sociólogo a las tormentas, volvió a oscilar su mano, como un avión que alabease. El anfitrión del SG-4 parecía frustrarse en ocasiones, como en aquella, pero resultaba difícil saber si era por la incapacidad de los tau'ri para comprender los gestos o por la imposibilidad de transmitirles información más clara.

Hizo ademán de aproximarse al lingüista mientras hablaba con sus compañeros pero se detuvo cuando Aldo se fijó en él otra vez. Entonces, por toda respuesta a la pregunta sobre la herida, "estrelló" su mano derecha contra la izquierda, totalmente extendida, y cerró la diestra en un puño conforme la apretaba contra la siniestra. Sin embargo, no esperó a que los exploradores resolvieran aquella mímica; cogió de nuevo el cuaderno y escribió en él dos juegos de caractéres con grafías distintas. Una era igual que la mostrada por el mono del hombre o las taquillas pero la otra no se parecía a nada que Aldo hubiera visto antes. Entre ambos grupos de letras, también había trazado una línea con sendas flechas en cada extremo, apuntando a cada conjunto de símbolos. Su dedo se movió reiteradas veces de uno a otro, antes de levantar la mano, con los dedos pulgar e índice extendidos, en ademán de sujetar algo muy pequeño. Por último, se señaló la parte posterior de la base del cuello, sin dejar de mirar en todo momento al doctor Evans.

Aquella conversación era frustrante. No conseguíamos comunicarnos de manera fluida con aquel ser y aquello hacía la situación incómoda y verdaderamente descorazonadora. Pero aquel último símbolo garabateado en el papel junto con la mímica, creí haberlo entendido.

Creo que se refiere a algún aparato de traducción implantado en la cabeza. ¿Podría ser? Igual está acostumbrado a tratar con alguna raza que utiliza algún sistema de traducción simultánea.

- ¿Quieres decir como un Pez de Babel? - dijo incrédulo.

Aquel posible descubrimiento era uno de aquellos que tanto le solía gustar al ejército, una forma fácil de entender cualquier idioma fuera cual fuese. Sin duda no entendían la satisfacción que producía aprender un idioma y que fuera la capacidad del cerebro de uno el que se implicase en ese aprendizaje, pues Aldo pensaba que no solo se debía aprender el idioma sino también intentar fundirse con la cultura. Pero no estaban ahí para discutir eso.

Se acercó a aquel hombre y aprovechó para mirar lo que señalaba sobre su nuca.

- ¿Puedo mirar? - dijo mirando casi sin esperar respuesta.

El equipo cuatro trataba de averiguar y descifrar las imágenes que intentaba comunicarles, era algo complicado y todos querían aportar sus intuiciones para lograr una comunicación mínima con el extraño. Estaban haciendo progresos pero lentamente, más aún cuando parecía que el idioma no era muy distinto. -Podría ser que se comunicase de alguna manera extraña, pero algo es algo. No me gustan las flechas sobre el grupo sería algún arma o alguien nativo del planeta. Veamos si Evans averigua algo, al menos porqué no escribe y sólo dibuja. Sudaban todos horrores intentando comunicarse, pero los encuentros con otras culturas y especies solían ser complicadas, la sospecha de alguna posible amenaza podría apresurar los intentos de contactar. Andrews preparó el equipo de grabación que tenían para poder documentar las entrevistas con el extraño. Cuando ya han terminado de hablar o hacen una pausa prolongada que lo puede dar a entender suelta la pregunta: -¿le importa si grabamos la comunicación para documentarlo y no perder detalle?

El sujeto del mono azulado sonrió y señaló al mayor Whiteface, cuando éste habló, con el dedo índice levantado y sacudido repetidas veces de arriba a abajo. Tal fue su entusiasmo que apenas le dió tiempo a responder a la petición de Aldo. Tampoco es que le hubiera servido de mucho porque el sociólogo se había acercado a inspeccionar su cuello casi al momento.

Dicho examen, sin embargo, no reveló nada. Si se trataba efectivamente de un implante, sería de tipo subcutáneo porque el doctor Evans no observó nada anormal en el cuello de aquel hombre. Solamente una vez el lingüista se apartó un poco, el anfitrión elevó los brazos flexionados en ángulo y con las palmas hacia arriba a modo de respuesta a la solicitud de Fern de ser grabado. Después, con aire pensativo, dirigió su mirada hacia una de las puertas del fondo de la habitación, mientras se golpeaba la barbilla de forma reflexiva con un índice.

- ¿Has traído grabadora? - preguntó Aldo a Fern mientras volvía de mirar lo que aquel hombre se señalaba en el cuello.

Miró de nuevo el dibujo y volvió a hablar.

- Esa ralla sobre los muñequitos parece ser solo que los ha tachado, deben ser los primeros miembros de su tripulación en fallecer, me intriga más el tipo de grafías que usa para escribir, parece una mezcla de alfabetos, como si usase el hebreo e incluso complementase todo ello con alguna especie de runas - comentó.

Entonces se percató del gesto de su anfitrión.

- ¿Qué hay tras la puerta? - dijo el lingüista preguntando a aquel hombre.

Por unos momentos, el hombre del mono dudó con el cuaderno y bolígrafo en las manos. Finalmente, optó por dejarlos sobre uno de los bancos y se dirigió hacia la puerta que había mirado. A través de la abertura, Alan, Aldo y Fern pudieron ver una serie de contenedores apilados, con símbolos grabados en los laterales, idénticos algunos de ellos a los que ya habían visto en las taquillas. Al cabo de unos minutos, el alienígena volvió.

En sus manos traía un dispositivo pequeño y delgado, de no más de 20 centímetros de alto, unos 10 de ancho y apenas llegaba al centímetro de grosor. En una de sus caras presentaba una pantalla oscura y, a un lado de ésta, podían verse varias hileras paralelas de pequeños agujeros de apenas un milímetro de diámetro. Mostró el aparato al lingüista, aunque parecía estar más preocupado que feliz. Señaló el artefacto una vez antes de colocar la mano libre sobre él y doblarla, como si sugiera que eso le había ocurrido al dispositivo. Sin embargo, ni la carcasa ni la pantalla mostraban signos evidentes de que hubieran sufrido una fractura de ningún tipo, menos aun de haberse doblado. Y la comprobación manual del objeto demostró que era sólido y rígido, no diseñado para plegarse.

Poco a poco íbamos teniendo más información sobre el sujeto que habíamos encontrado y lo que le había pasado al resto de los que eran como él. Aún quedaba por dilucidar su origen, pero el artefacto que nos había traído podía tener información relevante.

Tal vez podamos enchufarla a algo y cargarla. Parece un dispositivo electrónico. Seguramente tenga una batería. Si pudiéramos encenderlo sabríamos más de nuestro amigo mudo.

- Yo he traído unas cuantas baterías - dijo descolgando la mochila, abriéndola y rebuscando en ella.

La verdad es que se había sentido aliviado, no la había apeado ni un instante incluso cuando estuvieron a salvo de la lluvia junto con su anfitrión, y antes de meter la mano al interior de la bolsa, estiró algo los hombros.

Cuando las hubo encontrado, las levantó triunfal.

- ¿Podemos conectarla aquí? - dijo esperando que hubiera algo que les ayudase a conectar aquellas baterías al aparato que aquel hombre mostraba - Sino, hemos traído un generador a combustible, también.

El hombre repitió el supuesto gesto "afirmativo" con su dedo índice cuando Alan sugirió que pudiera ser un dispositivo eletrónico y que tuviera una batería. Como si quisiera confirmarlo, el alienígena retiró un panel de la parte posterior del aparato y luego extrajó una extraña barra cilíndrica, blanquecina y translúcida, dentro de la cual podían adivinarse algo parecido a filamentos.

Cuando Aldo mostró algunas de las baterías que guardaba en su mochila, su anfitrión se acercó y comparó los objetos que sostenía en alto con el que él había recuperado del dispositivo. Incluso una inspección a la parte posterior donde había estado alojado aquel extraño objeto pronto les permitió llegar a una conclusión más que evidente: los conectores eran incompatibles. Las baterías de los tau'ri no podían utilizarse directamente para alimentar el artefacto.

Examinában el aparato que había acercado el extraterrestre, un ordenador de algún tipo, tenían que hacerlo funcionar para tener supuestamente una mejor comunicación que lo que ahora tenían y con la que la desesperación de todos ante lo lenta y dificultosa de la interacción era evidente. Si con eso conseguían solucionar ese problema merecería la pena cualquier esfuerzo que produjesen. -Veamos el aparato en cuestión, quizás podamos cargarlo adaptando un poco alguno de los paneles solares para devolverlo a la vida. Cualquier cosa para evitar de nuevo los dibujos y los gestos. Pensó Andrews ante lo que podría ser una estancia larga.

- Disculpe, doctor Andrews. - La marine había permanecido en silencio todo el tiempo, mientras seguía con obvia indiferencia el juego de dibujos y adivinanzas, hasta que escuchó la propuesta del biólogo y le interrumpió con expresión perpleja. - No pretendo parecer borde ni cuestionar los muchos títulos universitarios de reputadas instituciones pero, ¿qué demonios pretende conseguir con un panel solar en el interior de una... nave alienígena? - La sargento señaló el techo que tenían sobre sus cabezas.

Entre tanto, el alienígena del mono azulado observaba las baterías que Aldo había mostrado y las comparaba con el curioso objeto que había extraído del dispositivo. Con uno al lado del otro, el hombre parecía entender la idea general de las baterías aunque no se mostraba seguro de su viabilidad como fuente de energía para el artefacto que sostenía en su mano. Entonces depositó los tres objetos que tenía entre sus manos y realizó un nuevo dibujo, que mostró al lingüista.

En esta ocasión, los nuevos símbolos representaban, de forma esquemática, una batería tau'ri, la supuesta batería alienígena y, entre ambas, un extraño símbolo.

Aldo recibió aquel nuevo dibujo con curiosidad. Entendía que lo que quería aquel hombre era "hacer" una especie de transformador, sin embargo no había metido mano a ningún circuito casi en su vida más allá de los pequeños laboratorios de instituto y los símbolos que usaba su anfitrión le parecían tan desconocidos que miró el dibujo desde diversas perspectivas.

- Debería haber prestado más atención en mis practicas de ciencia y quizá ahora sabría con que montar un transformador para este trasto - dijo -. ¿Tenemos cables? ¿Tienes cables? Quizá podríamos montar un transformador ¿Este es un transformador? - dijo al hombre señalando ese nuevo símbolo - ¿Crees que la batería será compatible en cuanto a energía con tu aparato?

La pregunta no iba con segundas intenciones, pero, con su mente irónica funcionando 24 horas del día le era imposible evitar pensar en los dobles sentidos de aquello que decía.

- En algún momento tiene que pasar la tormenta y si las baterías no son compatibles, puede ser más fácil cargarlo de nuevo que tratar de adaptar a nuestras baterías que quizás dañemos el equipo. Vieron como el extraño hacía un nuevo dibujo, unos símbolos que parecían indicar algún tipo de adaptador o de convertidor que podía hacer compatibles ambos tipos de baterías, sería una buena noticia que pudiesen hacerlo funcionar. Andrews miró el equipo que iba en el Fred, recordó el generador, el equipo de análisis y científico, seguramente podrían improvisar un adaptador para la batería alienígena. De entre todo algo serviría. -Hay montón de cables, alguno servirá como adaptador ¿quiere cargar la batería o usarla directamente en el equipo?, esto no lo aconsejo por si acaso.

Mirando todo el equipo que traían, Andrews lo examinaba con atención por ver si algo era compatible o se podía adaptar fácilmente al equipo o a la batería alienígena, de alguna manera debían hacer funcionar su tecnología. No tenía nada para recargar este tipo o es que ya se le ha agotado todo. Pensaba el científico mientras rebuscaba y examinaba los diferentes cables, enchufes y adaptadores. - Veamos esto, quizás no, esto otro, puede, hay algunas posibilidades probaremos si funcionan.

La busqueda de Fern entre el equipo que habían reunido para la misión resultó infructuosa. Nadie había cargado con un equipo de herramientas eletrónicas para una asignación en la que, supuestamente, iban a recoger rocas y minerales. La sargento Guerrero observó al biólogo con expresión interrogante durante unos segundos antes de decidir que no debía tratarse de algo en que pudiera ayudar; se quitó el fusil de su hombro y lo apoyó contra una de las paredes, antes de hacer lo mismo con la mochila y dejarla en el suelo, junto al arma.

Por su parte, el hombre del mono azul seguía los movimientos del doctor Andrews con cierta extrañeza hasta que, finalmente, se dirigió a Aldo para señalar primero con la mano derecha extendida al afroamericano y, acto seguido, apuntar a sus ojos y luego al zangano que portaba el equipo más pesado del SG-4.

Claro. El dron. Cargamos equipo en él. Si no, tendremos que llevarlo a la base para estudiarlo. Pero necesito que encuentren una manera de cargar ese dispositivo de energía. Utilicen una de las baterías que hemos traído.

Necesitaba poder comunicarme con el alienígena cuanto antes y poder mantener una conversación fluida con él. No podíamos estar todo el rato con dibujitos. Aquello era una pérdida de tiempo. La tormenta hacía que no tuviéramos más opción que permancer allí, pero aunque ese hallazgo era remarcable, teníamos una misión que priorizaba el encuentro si no era peligroso.

Vamos señores. No estoy para jugar al Pictionary todo el día. Si no encontramos una forma de comunicación con él, no podremos obtener información del lugar. Cuando amaine la tormenta deberemos continuar con la misión y encontrar esos suministros que nos han ordenado encontrar.