Partida Rol por web

La magia existe. Pocos quieren creerlo, y muchos menos saben de su existencia. Hoy en día, apenas una millonésima parte de la población sabe algo realmente verídico sobre la magia, y solo una décima parte de esas personas se puede considerar realmente versada en alguna disciplina mágica. Se calcula que, a día de hoy, hay en total setecientos practicantes, de los cuales solo la décima parte podrían considerarse verdaderos hechiceros. Estas proporciones se han mantenido relativamente constantes a lo largo de la historia, si bien antes se trataban de forma mucho más secretista y ritual. Se calcula que alrededor del año doscientos antes de Cristo había en total alrededor de ciento cincuenta practicantes, de los cuales solo dieciséis podían considerarse hechiceros versados. En la Edad Media estos valores aumentan a trescientos y veintidós, respectivamente, si bien tras las oleadas de fanatismo religioso en Europa estos números se redujeron de forma drástica.

Muy pocos tienen acceso a una de las paradojas más fascinantes de nuestra realidad.

Desde los inicios de la magia, los hechiceros de todo el mundo han estado coordinados por siete cabezas visibles, los Magister. Usando magia espacial y magia del conocimiento, han sido capaces de tener localizados a todos aquellos practicantes que hayan realizado un hechizo en los últimos meses a lo largo de toda la historia, y guardan toneladas de información al respecto en un baluarte mágico situado en algún punto del fondo marino, invisible a cualquier tipo de detección. Hace cincuenta años decidieron cambiar la ubicación de dicho baluarte, que ahora se encuentra en un punto indefinido de la estratosfera. A él solo se puede acceder usando complicados hechizos de magia espacial, si bien todos aquellos que tienen derecho a acceder a él disponen de dispositivos especialmente creados para ellos con los que se transportados allí. Por otro lado, las personas que han tenido acceso a dicho baluarte han sido siempre escasas: La mayoría de los practicantes se comunican con el resto de la organización por medio de intermediarios, y solo tienen acceso a los recursos del baluarte por medio de uno de los hechiceros que tienen acceso a él. Se calcula que en la antigüedad apenas veinte personas podían acceder a la fortaleza, si bien hoy el día el número se ha incrementado hasta casi un centenar.

El Baluarte, oculto por los más complejos rituales de ilusionismo, se presenta como una de las maravillas tecnomágicas más grandiosas de todos los tiempos.

La herencia mágica es algo complicado. No se pasa de padres a hijos, ni se enseña a cualquiera que consiga encontrar a un verdadero practicante, por mucho que este haya sacrificado en su búsqueda. Solo unos pocos elegidos pueden acceder a los secretos de la magia, y las razones son tan diversas como poco frecuentes. Algunos son simplemente marcados en su nacimiento, o por alguna profecía que vaticina su ingreso en la orden a cierta edad o cuando se cumplan ciertas condiciones. Otros son escogidos por los propios practicantes debido a ciertos criterios, como pueden ser un aura mágica única y poderosa, unas capacidades fuera de lo común o, simplemente, un admirable espíritu de superación y perseverancia. Algunos han entrado en la orden solo por haber insistido durante años y años, hasta que, sorprendidos por su férrea voluntad, los Magister decidían concederle el ingreso. Algunas veces se ha llegado a proporcionar el ingreso por algún capricho de un Magister, o por alguna cualidad del nuevo aprendiz que llamó la atención de algún miembro de la organización. Incluso hay casos registrados de miembros que ingresaron debido a casualidades o a circunstancias verdaderamente singulares. La única constante es que los Magister deben aprobar el ingreso en la orden. Cualquiera que enseñe magia a un tercero sin su permiso será inmediatamente expulsado de la orden. Por desgracia, esto suele implicar la ejecución de dicho hechicero, así que como la del aprendiz de este, si bien se han llegado a dar excepciones puntuales, tan raras como llamativas.

No todos pueden aprender a usar la magia.

Pero... ¿Cuál es la verdadera misión de la orden? Lo que la mayoría de los practicantes cree es lo que muchos se imaginarían si oyeran hablar de ella: Que existe por y para la magia. Vigilan que no caiga en el olvido, enseñando sus secretos a alumnos selectos, sacrificando parte de su vida personal por el bien de aquellos poderes que de otra manera se convertirían en un fantasma de la historia del a humanidad. La razón real, por otro lado, es bien distinta, si bien muy pocos tienen acceso a esta información. El verdadero motivo tras la orden es el de mantener el telar del universo estable y equilibrado. La propia existencia se tambalea cada vez que algo extraño ocurre, y son los magos de la humanidad los encargados de arreglar esas brechas en la propia realidad antes de que se conviertan en algo que nadie pueda controlar. Se desconoce quién fue el primer mago, aquel que comenzó esta tarea, o quién le encargó dicha misión, pero hasta el día de hoy los magos se han encargado de llevarla a cabo, por el bien de la humanidad... Y de todo lo demás. Por otro lado, apenas un puñado de hechiceros conocen este secreto. Y ellos son los que, aparte de realizar sus otras funciones para la orden, se encargan de que el equilibrio del universo continúe estable. Son los llamados Arcontes. No tienen porque ser los más poderosos de la orden, aunque estos últimos suelen encontrarse entre ellos. Pero no sería la primera vez que un practicante poco habilidoso, con apenas un par de trucos anodinos entre su repertorio, entrara a formar parte de este pequeño grupo. Las razones para entrar son tan distintas como difíciles de clasificar, si bien hay dos constantes que se repiten siempre: El miembro debe de ser una persona de total confianza para la orden, y debe de estar dispuesto a dejarlo todo para servirla.

Varios Arcontes en uno de sus aquelarres.

Hay una última figura, de extrema importancia, y totalmente separada de la orden: Los elegidos. Personas con una capacidad casi divina para la magia, son capaces de realizar proezas que muchos solo se atreven a soñar sin pestañear. Normalmente acaban siendo Magisters, aunque esto no es una constante. De hecho, no es raro que trabajen de forma independiente a la orden, gracias en parte a la libertad de acción que se les suele conceder. Por otro lado, es algo sabido que, aún desvinculándose de la orden en gran medida, cualquier persona a la que se le otorgue el título de elegido será consultado en incontables ocasiones por gran parte de los hechiceros de todo el mundo, Magisters incluidos. Cada elegido suele conseguir su título por su maestría con una de las vías elementales, pero incluso entre ellos hay algunos que sobresalen: Los llamados Mesías. Personas capaces de encarnar dos vías elementales al mismo tiempo. Muchos siglos tienen que pasar para que el mundo pueda asistir al nacimiento de uno de ellos, pero su paso por el mundo no deja indiferente a nadie. Nunca se ha documentado un caso de alguien capaz de encarnar más de una vía elemental, aunque sí se han dado un par de casos en los que dos elegidos encarnaban la misma vía elemental. A lo largo de la historia ha habido casi un centenar de elegidos, y tres mesías.

Solo aquellos tocados por la fortuna acaban por convertirse en los Elegidos.

¿Cómo actúa la orden? Bueno, su red de comunicación siempre ha sido inmensa y compleja. No solo han influido en las distintas naciones de la historia, si no que sus contactos se extienden por todo el globo. Prácticamente ninguno de dichos contactos sabe siquiera la punta del iceberg, pues la organización se ha presentado con distintos nombres e identidades, coartadas elaboradas y complejas que han mantenido su identidad y su función en secreto hasta el día de hoy. El poder económico de la organización es mayor que el producto interior bruto de muchas naciones, y sus posibilidades casi no conocen límites. Sin embargo, la organización se mantiene al margen de los asuntos “mundanos” como pueden ser guerras y juegos de poder. Siguen un código estricto por el cuál no influirán en los devenires de la humanidad a menos que algún factor mágico esté influyendo en ella. Su objetivo es mantener el equilibrio cósmico, nada más, y no sería la primera vez que algún miembro de la orden tiene que ver, impotente, como su hogar es arrasado sin piedad por un ejército enemigo sin que la orden mueva un dedo para evitarlo. Por otro lado, los hechiceros como figura individual si que disponen de cierta libertad para usar su magia en beneficio personal o para proteger a sus seres queridos, siempre y cuando ello no revele sus secretos a terceros ni influya de manera drástica en el curso de los acontecimientos (por ejemplo, deteniendo o causando guerras o revoluciones).

Sin el trabajo de la organización, la realidad se resquebrajaría en pedazos.

El mundo de Invierno

Entrando en la tierra de las nieves eternas

Un viaje azaroso

Montañas en la lejanía

Buscando refugio

En el interior de la cueva

Estalactitas de cristal

A través del espejo

Un mundo de cristales

Hipólita corría por los pasillos del Baluarte. Sus pupilas dilatadas, su piel sudorosa, su boca seca. La irritante alarma del complejo taladraba sus oídos con insistencia, recordándola el estado de crisis en el que se encontraban inmersos en ese momento. ¿Cómo habían llegado a ese punto? ¿Cómo había mutado todo de forma tan rápida, cómo había degenerado de esa manera? El accidente de Verano, la muerte de Antares, la fuga de Alexis, y ahora... ¿Cómo habían sido tan descuidados? ¿Cómo no habían previsto nada de lo que iba a ocurrir?

¿Habrían tenido alguna oportunidad de hacerlo?

Delante de ella, un montón de escombros bloqueaba el camino. Concentrándose unos segundos, murmuró unas palabras arcanas y moldeó el fuego que salía de su interior como el que moldea arcilla, acunándolo y guiándolo a través del espacio que la rodeaba para arrasar metal, plástico, y prácticamente cualquier material que se pusiera en contacto con las llamas con sorprendente rapidez. Puede que su vía no fuera la más indicada para ese tipo de tarea, pero ella era una Elegida, y su poder estaba más allá de cualquier duda. La paradoja la golpeó con cierta fuerza, pero los efectos se disiparon en el aire. Jadeando, observó satisfecha el hueco que se había labrado en apenas unos segundos, y acto seguido retomó su carrera

No había tiempo que perder

La voz de Kel resonó a través de los altavoces. Incluso en un momento así, la Magister sonaba serena y decidida, como si la destrucción que les rodeaba no fuera con ella

Se ha producido un impacto crítico en el sector 4-B. Todos los Arcontes que se encuentren en las inmediaciones deben acudir de inmediato a la zona

El sector 4-B. Eso implicaba que el soporte vital no tardaría en comenzar a fallar. Aunque todos los Arcontes disponían de una serie de aparatos tecnomágicos que paliaban los devastadores efectos del vacío y el frío intenso del espacio, ella tenía el suyo perdido en algún lugar de su habitación. No sería mala idea dar un rodeo para recogerlo, o más tarde podría arrepentirse. Aunque se encontraba relativamente cerca de la zona afectada, decidió que un par de minutos de retraso eran aceptables

La explosión llegó unos segundos después de salir de su habitación

Ocurrió de forma repentina, como era de esperar. De repente, todo se volvió blanco e Hipólita sintió como era elevada del suelo con violencia. El golpe contra la pared fue brutal, la dejó sin aire. Pedazos de roca volaron en todas las direcciones, y el fuego la envolvió. Un breve pensamiento cruzó su cabeza: Al menos moriría en su elemento...

Pero el final no llegó. Al alzar la cabeza, pudo observar con la vista borrosa como todo se ralentizaba, como las rocas que les rodeaban se detenían poco a poco en el aire y el fuego parecía crepitar a cámara lenta. Era extraño verse rodeada de ese caos primigenio sin verse afectada, y de tener la oportunidad de contemplar cada uno de sus detalles con precisión y reverencia. Había belleza en aquella destrucción, aunque no todos la entenderían

En medio del pasillo había una figura

Sócrates esbozó su habitual sonrisa, mientras se giraba hacia ella. Llevaba una bata y sus conocidas zapatillas de andar por casa, pero su imagen era, de alguna manera, imponente. Quizás el entorno que le rodeaba, o el extraño brillo del fuego en su ojo de cristal. Puede que el hecho de saber que él había realizado ese prodigio. Aunque... ¿Quién sabía hasta dónde llegaban los poderes de ese hombre?

Opino Empezó, con tono casual Que sería aconsejable salir de aquí cuanto antes

Tras escucharle, Hipólita asintió, avergonzada al darse cuenta de que se había quedado mirándole estupefacta, perdiendo unos preciosos segundos. Juntos, corrieron hasta un pasillo adyacente, y justo después oyeron concluir el estruendo de la explosión, al deshacer Sócrates su hechizo. El suelo tembló, pero ellos ya estaban a salvo

Gracias. Por poco no lo cuento

Sócrates se limitó a ensanchar su sonrisa

¿Un mal día para salir a dar un paseo, no crees?

Hipólita no supo que responder, así que no respondió nada. Sócrates se frotó las manos y luego miró en la dirección por la que habían venido

Te confieso que el diseño de ese pasillo no me hacía ninguna gracia. Era francamente hortera. Mirándolo del lado positivo, ahora tengo la excusa para remodelarlo un poco

¿Cómo podía bromear en un momento como aquel?

Señor...

Sócrates asintió

Mmmmm... Sí. No es un buen momento

Señaló hacia uno de los extremos del pasillo, en donde se abría una bifurcación

Dirígete al mirador del sector 4-F. ¿O era el 4-D? Bueno, ya sabes cuál es. Ese que tiene la cristalera tan grande. La que parece sacada de la Guerra de las Galaxias

Hipólita asintió, impaciente

¿Y el sector 4-B, señor?

El anciano hizo un gesto despreocupado con la mano

Bah. Ya hay varios Arcontes ocupándose del asunto, y Kel está echándoles una mano con sus cachivaches. Creo que tu poder encajará mejor en donde te digo

Se quitó la gorra y se rascó la cabeza con aire despreocupado, revelando una pequeña calva a la altura de su coronilla. Estaba tan tranquilo que, por unos segundos, Hipólita casi se olvidó de lo crítico de la situación. Una nueva sonrisa del Magister la sacó de sus ensoñaciones

Decidida, avanzó a través de pasillos y pequeñas salas, esquivando escombros y a algún despistado Arconte ocasionalmente. No tardó demasiado en llegar al gran mirador. Como había dicho Sócrates, una gran cristalera se abría al espacio, mostrando una gran panorámica de las estrellas... Y de los meteoritos. Una gran danza de muerte y fuego se desarrollaba ante los maravillados ojos de Hipólita, que no podía sino contemplar la fuerza de aquella catástrofe astronómica. Desde ese punto de la gran estación, era perfectamente visible como las rocas chocaban con gran potencia contra las defensas de esta, trazando brechas y lanzando lenguas de fuego al vacío del espacio. ¿Cuántos heridos habría ya a esas alturas? ¿Cuántos habrían muerto? Era impensable que no hubiera habido bajas, contemplando los devastadores efectos de aquel castigo divino

En la gran sala solo había una persona, que se situaba en el centro de esta, frente a la cristalera. El Errante apenas le dirigió una breve mirada cuando entró, concentrado como estaba en trazar símbolos arcanos con las manos y en susurrar palabras imposibles que dibujaban geometrías más allá de la comprensión humana. Ante sus mandatos, las rocas desaparecían en oscuros portales interdimensionales, esfumándose antes de impactar contra el Baluarte. Sin embargo, su magia no era suficientemente poderosa como para contener todos los impactos, y apenas si conseguía evitar un cuarto de estos

Rápido Dijo el archimago con un tono que no dejaba lugar a réplica Ven aquí y ayúdame