Partida Rol por web

La fábrica ha cerrado.

No es una sorpresa. Los rumores han ido yendo y viniendo estos últimos días, pero nadie quería creérselos. Para ti y tu pequeño Sableye, solo es una prueba más de que el dinero te esquiva como un Zangoose a un Seviper. Tus ahorros son ecasos y pronto se acabaran. Es por ello que ahora estás sentado en el este bar, frente a Tomás. O al menos ese es el nombre con el que se hace llamar. Su pelo negro y sus ojos siniestros te hacen pensar en otros nombres y todos muy relacionados con sangre derramada.

-Bien, ¿qué me dices entonces?

La oferta es sencilla. Ser un mensajero y llevar algunos paquetes y cartas a la gente que se te indique. El jornal es más generoso que el de la fábrica, pero su mirada hace que te sientas rodeado, como si mil ojos estuvieran a tan solo unos centímetros de ti.

Tamborileo con los dedos sobre la taza con la infusión que había pedido. Trato de no mirar al tal Tom. Me pone nervioso con su mirada intensa mientras tengo que decidir que hago. La taza me parece el objeto más fascinante del mundo en este momento. De ese blanco apagado, con sus pequeñas flores hechas de manchas verdes y rosas… Debería… debería contestar. Cuanto más me demoro en responder más siento los ojos de todo el mundo sobre mí.

-¿Solo es llevar paquetes?

Porque debería negarme. Pero este tipo me pone nervioso. No, no, no, no, tengo que comer, y pagar el alquiler, y comprar algún repuesto de ropa, y también algo para que coma Sable… Además, es una oportunidad y no siempre encuentro oportunidades tan buenas.

-A… acepto.

Desearía que mi voz no hubiese titubeado y poder mantener la mirada fija en sus ojos y no en un mechón de su cabello que queda en medio de su frente.

Tomás responde con una pequeña sonrisa, para después sacar de su bolsillo un trozo de papel y extenderlo ante ti.

—Perfecto. Lleva el paquete a esta dirección y pregunta por Alejandro, eso es todo. Tienes una hora.

A pesar de no llevar mucho tiempo en Luminaria, reconoces la dirección; la calle se encuentra en la otra punta de la ciudad. Entretanto él apura su taza de café y se levanta con un movimiento fluido que habría sido la envida de un Scyther. 

—No te retrases y estarás bien —sonríe de nuevo y se acerca a la salida, aunque no sin antes girarse una última vez y añadir—. Ah, y disfruta del verano. Es la mejor época del año, ¿no crees?

Finalmente desaparece dejándote solo. La caja reposa en la silla adyacente; es del tamaño y forma de un maletín pequeño, con un forro de papel marrón. 

Miro el paquete, la dirección y trato de recordar el nombre, Alejandro. Pero una hora es poco tiempo. Quizá si conociese mejor la ciudad… pero ahora mismo solo sé que rumbo aproximado debo tomar para llegar a la dirección en cuestión. Va a tocar correr, y correr mucho. Eso no es lo que me preocupa, no obstante.

Una vez Tomás sale por la puerta hecho un último vistazo al paquete antes de apurar el poco líquido que queda en la taza de flores, y tomar el encargo en las manos.- Vámonos Sable.- Aviso para que mi sableye se subiese a mi espalda. Estoy seguro de que podría llegar tan rápido como yo, o más… pero no quiero arriesgarme a perderle con esa tendencia a subir por tejados y paredes.

¿Qué habrá aquí dentro? Bueno… no es asunto mío ¿Verdad? De momento solo tengo que correr y encontrar el camino más rápido… o al menos no retrasarme.

A estas horas la mayoría de los hombres y sus pokémon están trabajando en las fábricas y comercios, pero eso no hace que disminuya el bullicio. Bajo la humareda y el hollín, tienes que hacer esfuerzos por esquivar los charcos, socavones y trozos de basura que son parte del día a día de la ciudad. Mujeres vigilan a sus jóvenes vástagos mientras estos juegan, ajenos a la crueldad del mundo que les rodea. Unos pocos, al verte correr, salen detrás de ti, intentando alcanzarte, pero pronto quedan atrás y escuchas sus agudas voces quejándose. También atraes las miradas de un grupo de ancianos, sentados a las afueras de un pub, consiguiendo que por un breve instante dejen sus cartas y se pregunten a que vienen tantas prisas en un mozalbete. 

Al girar la siguiente esquina casi te chocas con una multitud. La plazoleta a la que acabas de entrar está repleta de gente; su atención está fija en un hombre que grita desde lo alto de unos cajones de madera. 

—¡Arceus está aquí! ¡Arrepentíos de vuestros pecados, pues Él purificara esta condenada tierra con su amor y sabiduría infinitas! ¡Sí, hermanos y hermanas, Él está aquí y nos ha visto! ¡Ha visto la inmundicia en nuestros corazones, el desprecio a su obra! ¿Cómo hemos osado dejar que esto pasara?

Evitar reírme mientras los pequeños me persiguen es más costoso de lo que pensaba, incluso sabiendo que esto me deja expuesto a sentir esas punzadas en el abdomen de cuando respiras mal al correr. Pero ¿Qué puedo hacer? Esa risa suya es contagiosa y me hace pensar que lo que hago es más divertido de lo que debería. Incluso atrayendo tantas miradas como atraigo, no tengo tiempo de pensar en ello, o quizá sea que los malos pensamientos no me alcanzan. Quizá sea eso.

Tenía la sensación de que no iba a ser tan fácil como solo correr hasta llegar a la calle. Pero pensé la verdad no esperaba encontrar a uno de estos predicadores, y menos con un público tan abultado. Intento rodearlos lo mejor que puedo, pasando entre medias al tiempo que sostengo el paquete y procuro que Sable no se escape para buscar alguna piedra brillante. Es complicado moverse entre tanta gente, y el discurso cargado de alarma y condena para todos no hace por mejorar el humor que esta situación me impone.

¿De verdad nos juzgaría tan duramente? Me pregunto si… de venir realmente Arceus ¿Que haría? Es decir, muchos pokémon tienen un poder tremendo ya de por sí. Y existen leyendas de algunos cuya fuerza podían doblegar completamente la naturaleza y hacer cosas inimaginables… entonces ¿Que no podría hacer Arceus? Y ¿Por qué preocuparse por nosotros?

Sacudo la cabeza, no es momento para pensar en eso. Tengo una tarea. Y esto solo me está molestando. Debería centrarme y no dejar que estas cosas me distraigan ¡Oh Arceus! Espero no haber demasiado tiempo ensimismado.

Consigues abandonar el lugar tras unos minutos de empujones y alguna que otra mala mirada, pero evitando problemas. La gente queda atrás y sigues corriendo. Calles y calles van pasando y cada vez te encuentras más agotado, pero sabes que ya casi estás allí. Un par de pasos más y serás capaz de ver la fachada del lugar.

Desde el callejón de tu derecha oyes un grito de auxilio. Un niño. Parece muy asustado y no deja de gritar, llamando a su madre. Desde tu posición no puedes ver nada, debe estar en una de las bifurcaciones. Sable se remueve en tu espalda, incómodo y te mira con sus grandes ojos diamantinos, interrogante.

Frene casi en seco, haciendo gemir con un lastimero crujido mis desgastadas botas. Trote un poco en el lugar, intentando pensar que en seguida alguien ayudaría al chaval; que yo tenía mis propios problemas y que me buscaría más si no atendía al trabajo. Pero en seguida me vi dando rápidas zancadas para buscar el origen del llanto.

Simplemente no puedo dejar a un niño solo llorando. Y ¿Si nadie le ayuda? Y ¿Si le ocurre algo? Podría atacarle un raticate o algún otro pokémon salvaje o algún desaprensivo tratar de aprovecharse de un débil chaval. No… simplemente no puedo dejarle allí.

-Tranquilo, sabes que voy a ir a ayudar ¿Verdad?- Le digo a Sable para tranquilizarlo.

Ante ti tienes un patio cerrado, con dos puertas a ambos lados y una pared de ladrillos al frente. Allí ves apoyados tres cubos de basura bastante llenos y algunas cajas de madera algo rotas, pero aún utilizables. Tus oídos captan un nuevo grito y miras hacia arriba... para descubrir como el niño, de unos seis años, se aferra al alfeizar de la ventana con todas sus fuerzas. Su Pokémon, un Taillow, trata de sostenerlo mientras cuelga en el vacío, pero es obvio que no tiene suficiente fuerza.

Mi mirada se clava en el chaval, horrorizado ante lo que puede ocurrir. Me apresuro a situarme debajo del chico.- Tranquilo. Yo te cogeré. No te va a pasar nada.- No dejare que le pase nada. Quizá Sable podría subir hasta allá arriba y ayudarle a subir… podría ser una buena idea.- Sable intenta subir para ayudarle.

En todo caso me pongo debajo de la ventana y me preparo con los brazos bien abiertos y preparado por si el chico se cae. Le sostendré con todo el cuerpo si es necesario, simplemente no puedo correr el riesgo de que acabe seriamente herido.

Sable se lanza hacia la pared del edificio y sus puntiagudas garras se fijan sin problemas, dejando importantes surcos en la superficie. Sin nada que lo frene, consigue llegar a tiempo a la ventana y agarra al niño antes de que este pierda definitivamente las fuerzas. Ves como lo alza sin problemas -ya has visto otras veces su considerable fuerza- y lo arrastra al interior de la casa. Un instante más tarde sale, haciéndote señas de que subas.

Respiro, más relajado cuando la figura del chico entra dentro de la casa. Mi imaginación jugo contra mí haciéndome temer por la vida del pequeño. Realmente no quiero pensarlo, pero esas imágenes del pobre chico cayendo y llorando… un escalofrió me recorren la espalda. Menos mal que Sable estaba conmigo, siempre es sorprende la fuerza que pueden desarrollar los pokémon sin importar el tamaño que tengan.

Cuando me lo indican, me dirijo a la puerta para entrar y subir. La verdad no me fijo en nada mientras lo hago, y subo rápidamente para poder asegurarme de que el chaval está bien. Ahora mismo no hay nada más en mi cabeza.- ¿Estas bien? Te has hecho daño.

Sable te espera ante la puerta del piso, en la segunda planta, que ya ha abierto para ti. No es muy grande, al menos comparado con tu granja, pero suficiente para que una familia pueda vivir. En el salón está el niño, que se esfuerza por no llorar -sin éxito- mientras su Taillow trata de consolarlo dándole picotazos cariñosos. Al verte se esconde detrás de un sillón verde, el único objeto lo bastante grande para ocultarlo.

El pequeño está claramente muy asustado. Le sonrió, intentado transmitir calma, y yo mismo calmado al ver que está bien; más allá del susto.- Vamos, vamos. Ya está todo bien.- Me pongo en cuclillas y espero a que se tranquilice.

Quizá si tuviese algo de comer… como unos caramelos, o algo así. Pero en mi situación económica no puedo permitirme muchos lujos. No puedo sino recordar que en la granja nunca faltaba comida. Que diferente son las historias de aventuras de los comics a la realidad. Miro a Sable, y me encojo de hombros. Espero que el chico no tenga miedo de nosotros… quiero decir, Sable puede dar miedo… o más bien asustar cuando sale de algún sitio sin avisar; y yo… nunca me he planteado que pudiera asustar a nadie.

Su Taillow te mira y ladea la cabeza, soltando un par de cortos chillidos. A continuación se sube encima del del niño y cubre su cabeza con el ala izquierda. La postura del niño se vuelve más relajada, aunque aún parece algo receloso de ti.

—M-mi madre dijo que no hablase con extraños. Es peligroso.

Sable se acerca un poco, sin tener en cuenta al pokémon pájaro, para acariciar el brazo del pequeño. Este sonríe y le acaricia la cabeza a su vez.

—G-gracias por salvarme. Soy Timoteo, pero mis amigos me llaman Tim.

Un sonido repentino llega a tus oídos. Viene de un reloj de cuco marcando la hora, con la figurita de un Pidgey entrando y saliendo. Una hora que te recuerda que no has podido ser puntual con el encargo de Tomás.

Vuelvo a sonreír al chico ante su bien afirmación.- Bueno, pues yo soy Dean, y este es Sable. Y tu madre tiene razón, pero yo no te voy a hacer nada, ni te voy a pedir nada.- Le digo para asegurarme de que se sienta a salvo.- Encantado Tim.

Cuando escucho el reloj, lo miro con algo de angustia mientras el pidgey me recuerda que he fallado en el trabajo y probablemente me he buscado algún problema que no necesito en este momento. No creo que Alejandro sea una persona que admita excusas o explicaciones, y casi seguro que Tomás sabrá encontrarme enseguida. Crudas imágenes de “ajustes de cuentas” pasan por mi cabeza y me hacen tragar saliva.

-¿Q-que fue lo que paso Tim?- Ahora mismo querría salir disparado a entregar el paquete. Pero aun no me puedo marchar sin asegurarme de que lo mismo no pueda volver a ocurrir.

—Pues...

Empieza a escalar el sillón y se pone cómodo, sonriendo por primera vez.

—Vi un Venomoch por la ventana. ¡Era muy grande! Daba vueltas y era gracioso. Fui a verlo de cerca y me caí.

El recuerdo hace que de inmediato vuelva a lagrimear.

—M-amá se va a enfadar mucho, me dijo que no me acercase a la ventana... ella siempre la cierra, pero hoy se le olvidó...

Miro hacia la ventana. Puedo imaginar la emoción de un niño y su intento por alcanzar algo que piensa está cerca. Debió haber pasado mucho miedo, y fue algo muy peligroso. Me alegro mucho de haber llegado a tiempo. Desde luego ha merecido la pena… espero que al menos pueda disfrutar un poco del recuerdo de haber salvado a alguien. Sonrió un poco nervioso.

-Bueno. Estás bien. Ahora de ti depende decirle a tu madre lo que ha pasado.- Me acerco a la ventana y la cierro.- Por ahora esto se va a quedar cerrado. Y si tienes que perseguir Pokemon voladores… tienes un amiguito muy bueno para ello. Pero mejor hazlo desde el suelo.- Mantengo la sonrisa en mi rostro todo el tiempo, prefiero que no tenga que pasar peor momento que el que ya ha pasado.

-¿Estarás bien? O ¿Quieres que me quede un rato más?- Quiero intentar llegar lo antes posible junto a Alejandro, pero no podría dejar al pequeño si no me dice que está bien… incluso entonces me costara mucho. Pero qué puedo hacer… tampoco quiero que Tomás y sus “amigos” se cabreen mas conmigo.

—¿No puedes decírselo tú? ¿Porfi? Te daré mi peluche preferido.

Es obvio que el niño tiene miedo a la reacción de su madre, pero no más que cualquier otro crío de su edad. Antes de que puedas responder Sable se adelanta y niega con la cabeza. 

—Vale... se lo diré yo solo. Adiós ojos raros. Adiós Dean. 

Os abraza a ambos, aunque a ti no puede rodearte con sus bracitos con la misma facilidad que a Sable. Este te hace un gesto. Ya os habéis retrasado bastante. 

Le devuelvo el abrazo a Tim apretándolo un poco.- Conserva tu peluche, y abraza fuerte a tu mama cuando la veas.- Le digo.- Nosotros nos vamos, espero volver a verte campeón. Adiós.- Me despido con la mano mientras bajo, y cuando ya no le veo comienzo a bajar de dos en dos las escaleras.

-¡AAh! Tomás se va a enfadar. Alejandro se va a enfadar.- Lo digo en voz alta, como si fuese algún tipo de consuelo aunque no consuela nada. Agarro a Sable tan pronto como salgo a la calle y le tengo a mano, afianzo el paquete en una mano; inspiro y comienzo a correr como sueño que se come un Gengar.