Partida Rol por web

Guerra, esa era la única palabra que vibraba allá por donde pasaseis.

La legión ardiente fue destruida ¿o quizás solo expulsada? de Azeroth tras el final de la tercera guerra ¿pero había acabado con eso toda la amenaza? en absoluto.

Tu pueblo, los ahora llamados Elfos de Sangre han sido víctima de la mayor de sus catástrofes. Tras el ataque a Quel'Thalas y la destrucción de la Fuente del Sol a manos de la Plaga supisteis que vuestro futuro había cambiado por completo. Sentíais el rencor de comprobar cómo otras razas de la Alianza no hicieron nada por ayudar a la salvación de vuestra querida tierra, en cambio, vosotros, como leales servidores del bien desde hace generaciones, habéis ayudado a las naciones humanas y sus aliados en multitud de campañana ¿para al final qué?¿era justo lo que estabais recibiendo?.

Ahora os encontrabais de camino a un campamento situado en el límite de los Bosque Argenteos con las Laderas de Trabalomas, aquel territorio se había convertido en un campo de batalla por el control entre la Plaga y la Alianza.

Vuestro líder, el Príncipe Kael'thas Caminante del Sol ha guiado a vuestro pueblo lo mejor que ha podido, pero incluso en él se muestran las marcas del descontento por la situación actual de los Elfos.

- Adelante hermanos y hermanas - gritó el mago.

- Luchemos una vez más por la supervivencia de nuestra raza, sé que estáis débiles, sé que estáis cansados, pero no podemos abandonar nuestros principios, no podemos abandonar a nuestro pueblo, tenemos que hacer todo lo posible para derrotar a la Plaga y recuperar todo lo que es nuestro, nosotros, los elfos de sangre, aplastaremos a nuestros enemigos - el grupo estaba compuesto por el príncipe y un pelotón de unos 10 hombres, entre ellos estabais ustedes tres, cansados de defender el territorio para el beneficio de la Alianza y haber acabado con multitud de escoria muera viviente.

La Sed. La Sed minaba su espíritu, antaño indomable. Y las consecuencias de la Caída surcaban su rostro. Él, su rey, hacía cuanto podía; pero no era suficiente. Nunca lo era. De momento, todo el grupo subsistía gracias al consumo reiterado de cardo. Hasta que éste se agotase. 

No podían detenerse. Los supervivientes los necesitaban. Añoraban la estabilidad. La protección de la Alianza. La promesa de recuperar lo perdido. Y por eso estaban allí; por eso trabajaban. 

Aunque su destino los hiciese atravesar el mismísimo infierno.

Tal vez se lo mereciesen, tal vez se hubieran equivocado en múltiples ocasiones, o ta vez no y esto solo sucediese por casualidad o simplemente como una prueba a la que los dioses los sometían.

-Mis fuerzas no flaquearán Principe Kael'thas, puede que esté cansada, puede que sienta desesperación... pero ahora puedo ayudar a mi pueblo-

Estaba claro que tendría que superar esa dificultad junto a su príncipe y el resto del grupo, durante la batalla podría aliviar el dolor o las heridas de sus compañeros con su magia divina pero también debería luchar como una soldado que era y de ese modo defender el honor de su pueblo. Sus preocupaciones personales ahora importaban poco, su pueblo la necesitaba.

-¡Por la gloria de los elfos de sangre!,¡Por el príncipe Kael'thas!-

Sin dudarlo intentó animar a sus compañeros con gritos de ánimo y apelando a la gloria y el honor después de todo el trabajo de una sacerdotisa de batalla consistía tanto en curar las heridas físicas como las heridas mentales que podían afligir a las tropas para que estas rindiesen en el campo de batalla y así se pudiese impedir la caída de todo el grupo.

Lo había entregado todo en el campo de batalla, su arma, su escudo y su cuerpo se habían cubierto de sangre, tanto que aún podía olerlo, miró a su alrededor, solo un puñado de su pueblo se encontraba ahí, su familia, sus amigos, su hogar... todo estaba parecía perdido, el príncipe seguía en pie, intentaba animar a las tropas, pero ella permaneció en silencio.

En su mente la idea de justicia comenzaba a perder el sentido, su pueblo arrasado por la plaga y lo que quedaba de el comenzaba a marchitarse y a sufrir hambre,¿donde estaban los aliados?, nunca aparecieron, es mas, apartaron la mirada, pronto una idea surco su mente, retribución. 

<<¿Elfos de sangre? suena bien...>> 

-Decidió abandonar su apellido y adoptar uno nuevo, uno acorde a la situación, algo mas acorde a lo que seria el resto de su vida...

En menos tiempo del esperado llegasteis a la entrada del campamento, guiados siempre por seguridad de vuestro líder. Vuestra presencia había sido detectada rápidamente, la prueba de ello fue que todos los hombres que por allí moraban, limpiando sus armas, descansando para la próxima incursión o simplemente charlando, dejaban de hacer sus cosas para miraros, os observaban como si fuerais animales, o por lo menos esa era la sensación que os daba. Algunos incluso parecían cuchichear pero estabais demasiado lejos como para escuchar.

En cuando pusisteis un pie en las cercanías de la tienda principal, bastante deslumbrante ahora que podíais verla más cerca, visteis a un humano portando una brillante armadura, de porte fuerte e imponente.

- Vaya... mirad quienes han llegado, los "refuerzos" - se notaba claramente que lo dijo con rintintín.

- ¿Qué os ha traído por aquí elfitos?¿tan mal me he portado para que os hayan asignado a mi pelotón? -

Kael'thas, haciendo alarde de una paciencia infinita y sin perder los modales se quedó erguido frente al humano e hizo una leve reverencia.

- Soy el Príncipe Kael'thas Caminante del Sol, y éstos son los mejores guerreros de mi pueblo que vienen aquí a servir a la alianza una vez más con el objetivo de erradicar definitivamente a la plaga - se notaba en sus palabras que vuestro príncipe se sentía orgulloso de ustedes.

-Por los dioses, como podía un humano, raza dominante en la alianza, resultar tan ofensivo para su propio pueblo ante mis ojos- era lo que parecía mostrar la mirada piadosa de la elfa al oír la voz del humano

No podían ser tomadas esas palabras como una ofensa para los elfos, solo como una demostración de que los líderes de la alianza no merecían su puesto, o tal vez que la alianza como tal era una organización corrupta desde sus cimientos hasta su cúspide.

En lugar de decir nada Eliäna se quedó manteniendo la compostura como si realmente fuese una orgullosa guerrera de su ejército pues fuere como fuere era lo que ahora mismo parecía esperar el Príncipe. El cansancio que podía estar sintiendo no haría mella en la postura erguida de su cabeza, el dolor de piernas no dejaría mácula en la forma impoluta de cuadrarse ante los superiores. A pesar de que todo esto importaba bien poco para ella parecía ser importante ahora para Kael'thas.

La idea de recurrir a la alianza no le agradaba nada, ¿no estaba ya claro que no se podía confiar en ellos?, aunque no se opuso a las decisiones del príncipe, puesto que estas mismas decisiones son las que le mantenían con vida, pero ¿Cuanto mas había que depender de los demás?.

Sentía las miradas de los humanos, les miraban como si fuesen extraños, miró con desdén a un puñado de ellos que susurraban y le señalaban, pero aun así mantuvo su compostura debía mantener el honor de su raza tal como lo hacia el príncipe.

- Los humanos... Nuestros aliados más antiguos, los que nos acogieron en nuestro momento de mayor necesidad, a los que les enseñamos los secretos de la magia... ¿Se han convertido en una tribu de salvajes racistas? No puedo creerlo- Byron se mantiene en posición de firmes mientras aprieta los puños.

Sabía que los humanos eran una raza joven y que aún tenían mucho que aprender, pero no esperaba ese comportamiento por su parte. Sus miradas no demostraban el mismo respeto que antaño. Los miraban casi como a sus enemigos los orcos, lo que entristecia sobremanera a Byron.

Había luchado antes junto a los humanos y eran grandes guerreros (además de buenos camaradas en momentos de paz). De mentes agiles y curiosas, su afán por aprender era mucho más grande que el de cualquier otra raza del mundo. Pero estos... No eran los humanos de antes. Los valientes leones de Ventormenta, los tenaces guerreros de Stromgarde, los intrépidos marineros de Kul Tiras, los poderosos hombres y mujeres de Lordaeron... Pero ahora, con Gilneas y Alterac fuera de la Alianza, y con Dalaran destruido, nada volvería a ser lo mismo.

- Qué honor - dijo con clara ironía.

- Nunca pensé que tendría a un príncipe entre nosotros ¿debería besarle la mano? - cada palabra dirigida a vuestro líder era una puñalada clavada directamente a vuestro orgullo ¿de dónde habían sacado a alguien así? lo peor de todo era que se podían escuchar algunas risotadas de fondo, aquel ambiente no os gustaba para nada.

- Veamos, la situación es grave, La Plaga avanza por todo el territorio con intención de apoderarse por completo de los Bosques Argenteos, pero lo peor está en su intento por retomar la derruida Dalaran después de que haya sido liberada, ¿comprendéis que no podemos permitirlo verdad?, el frente de batalla está siendo ahora un lugar muy cruel, de modo que os hemos llamado para que os encarguéis de un asunto importante en este territorio mientras nosotros combatimos en el frente -

Kael'thas intentó mantener la compostura.

- Con todos mis respetos... los elfos que me acompañan son valerosos combatientes que pueden luchar en el frente junto con vuestro regimiento, no para hacer tareas menores - dijo con la cabeza bien alta.

El humano frunció el ceño mientras os miraba a todos.

- Ustedes estáis aquí para obedecer mis órdenes y punto, formáis parte de la Alianza y como máximo representante en este territorio no me cuestionaréis, ¿entendido? - os dio la espalda y comenzó a hablar mientras se cruzaba de brazos.

- Estirad bien vuestras orejotas porque solo lo repetiré una vez, mis exploradores me han dicho que hay un terreno elevado a varios kilómetros al norte, sería un lugar ideal para construir un puesto de vigilancia para controlar el avance de La Plaga, y dicen que los de tu pueblo son vuestros constructores, aunque eso habrá que verlo... necesito que os llevéis suministros y construyáis una buena estructura que nos sirva ¿sabréis hacer una tarea tan sencilla? -

- Mi pueblo es capaz de todo, seguiremos las órdenes de la Alianza, sin embargo no somos tantos hombres como vosotros y nos vendría bien tener algún refuerzo, supongo que mi petición es coherente - y llevaba la razón, vuestro grupo estaba formado por una veintena de elfos, algunos con más capacidades para luchar y otros con menos, pero vuestra gran fuerza de voluntad os hacía estar ahí.

- ¿Refuerzos? - rió

- Permitame que discrepe, "su alteza", es mucho más importante luchar en el frente así que me llevaré a todos mis hombres, además, no tenemos más tiempo que perder, mandaré a un mensajero a buscaros por si hay ordenes adicionales por parte de la Alianza, ni se os ocurra fracasar en vuestra misión como fracasasteis en la protección de vuestra ciudad - dicho aquello el humano comenzó a reagrupar sus fuerzas, iban directo a una batalla cara a cara con la Plaga mientras que a vosotros os habían dejado tareas secundarias.

Cerca de allí había un par de carros llenos de suministros, algunos de vuestros compañeros elfos, los que no estaban tan preparados para el combate se dirigieron a ellos para comenzar a cargarlos.

Kael'thas suspiró y os miró.

- Esos humanos bastardos... todo lo que tienen fue gracias a nosotros y nos tratan como escoria - parecía que ahora que estabais a solas se podía desahogar.

- Tienen la miserable osadía de decir que no hemos sabido defender nuestro pueblo cuando ellos han perdido tanto como nosotros, pero no podemos permitirnos quedarnos solos en esta guerra, no necesitamos más enemigos. Comprended esto queridos hermanos, nuestro pueblo renacerá de sus cenizas y volverá a la gloria de antaño, nunca debemos rendirnos, ¡nunca! tan solo esperaremos la oportunidad - 

Llevó su mano al pecho, haciendo un honorable saludo y se inclinó en una reverencia.

- Estaremos siempre a vuestro lado alteza, no lo dude- su preocupación e indignación es notoria, a pesar de que intenta contenerlas lo mejor posible. El hecho de que los humanos los dejasen "tirados" y con una tarea propia de aldeanos e ingenieros es humillante. Byron se coloca cerca del Principe Kael'thas y observa el Bosque de Argenteos, que le trae dolorosos recuerdos de Quel'thalas.

La sacerdotisa de batalla rompió filas en este momento sin permiso para acercarse a su príncipe, consideraba todo el protocolo militar algo meramente estético y poco útil fuera de batalla o de situaciones diplomáticas, además estaba claro que el cansancio estaba haciendo mella en la moral y el autoestima tanto de Eliäna como de los demás miembros del grupo.

-Príncipe Kael'thas, con todos mis respetos, solo se trata de unos humanos dolidos por la caída de Lordaeron, sea comprensivo se lo ruego... la humanidad ha demostrado en otras ocasiones ser buena aliada de Lunargenta aunque creo que tal vez podríamos ser más útiles a la alianza sirviendo a alguien menos... "intolerante"-

Las palabras que decía eran las que intentaba aplicarse a si misma para tratar de evitar odiar a estos humanos concretos y más en particular al Lord Mariscal... estaba claro que no eran bien recibidos por lo que una petición de traslado a otro frente seguramente sería bien recibido por el Mariscal Garithos. Como este humano podía haber sido aceptado por los suyos ¿como un alto cargo sin ser capaz de superar sus claras debilidades? tal vez las enseñanzas que tiempo atrás habíamos compartido con su pueblo no fuesen suficientes, obviamente nosotros también estábamos dolidos por la derrota sufrida en nuestra tierra pero seguíamos trabajando por el bien de la alianza como podíamos y no abogando por su debilitamiento tal y como el mariscal lo hacía.

La joven elfa hizo una mueca y miro a su alrededor, se cruzo de brazos y rechino los dientes, puesto que no podía hacer nada mas, cosa que le molestaba, tanto o quizá hasta mas que la tarea que le había ordenado, ¿ordenado?..., a hacer aquellos humanos.

Respiro profundamente y entre abrió los labios, pero no le llegaron las palabras adecuadas para la situación, aunque en realidad no quería ser reprendida por sus acciones... otra vez... 

-bueno y... ¿ahora que? -suspiró hacia el bosque.

El príncipe os miró y no dudó en dedicaros unas palabras.

- Agradezco vuestro apoyo incondicional hermano, ahora más que nunca es cuando debemos estar unidos, ahora que somos Elfos de Sangre debemos sentir un lazo que nos une más allá de la supervivencia - miró a Byron. Después no tardó en mirar a Eliäna.

- Por mi la Alianza ardería en el fuego eterno, nuestro pueblo es valiente, es fuerte, y nuestros "aliados", si es que se les puede llamar así, no han sabido estar cuando más los necesitamos, en cambio durante la segunda guerra murieron miles de los nuestros por ganar ¿y qué hemos recibido a cambio? una categoría de peones, pero debemos ser inteligentes, nuestro pueblo es astuto, y ya tenemos un enemigo en común para además ganarnos uno adicional - por último miró a Anyassori.

- Lo que haremos es cumplir con nuestra parte, buscaremos el punto que nos ha indicado aquel humano insolente. Los Bosques Argenteos son muy extensos y podríamos tardar días en encontrar el punto de interés si no nos dividimos - instantes después Kael'thas comenzó a dividir las fuerzas elfas.

- Dawnblade, Stormwalker, Bloodburst, vosotros habéis ganado mi confianza en batallas de días anteriores, vosotros formaréis la avanzadilla por el norte, confío en vosotros en que encontraréis antes que el resto la zona elevada y que mantendréis seguro el perímetro hasta la llegada del resto - después se llevó la mano al pecho.

- ¡Por los Elfos de Sangre! -