Partida Rol por web

Jess se puso la mano sobre la boca sobreactuadamente para prevenir un vómito que ya no tenía estómago del que surgir. Señaló a Nerisnath con la punta de su cimitarra.

Agh, qué asco. Le está metiendo su pene de sapo asqueroso por la boca...

En realidad no lo sabía, pero por el ángulo era lo que parecía. En caso de ser una sapa hembra, estaría desovando en la boca de la maga. O tal vez sea un sapo cagador. Sea lo que sea que estuviese haciendo el sapo, tenía todas sus partes blandas sobre la cara de Nerisnath, y eso solo podía hacer pensar en lo peor.

El primer impulso de Jess fue mirar más de cerca, por curiosidad morbosa, pero al avanzar hacia el cuerpo de la mujer, pisó algo. Algo viscoso. Al levantar la planta del pie, Jess encontró pegado a la suela un bicho, un ciempiés infernal. Infernal porque el muy endemoniado era feo de narices, pero por su procedencia seguramente fuese un ciempiés abisal.

Puaj. Estoy empezando a odiar este sitio.

Jess se valió de la cimitarra para raspar la suela de la bota y despegar al bicho. Después, para limpiar lo que quedaba, se puso al lado de Jagga, en los escalones, y pasó la suela por el borde del peldaño para quitar lo que no había logrado quitar con el filo de su arma.

- Mmmmmmrrrgghh....Olvídate de sus almas, diablo. - murmuró Fornund con la boca pastosa. A pesar del ruido ambiental, la profunda y sonora voz del Paladín-Caballero se escuchó con claridad, pese a que fue ignorado por todos durante unos segundos. El enano estaba sentado, tocándose la calva con un guantelete mientras movía la cabeza de un lado a otro despejando su vista. Miró a su alrededor y contempló la escena tan desagradable que se estaba desarrollando delante de él, escuchando con atención las diferentes conversaciones, mientras a sus ojos iba volviendo poco a poco el brillo interno que delataba la convicción, fe y determinación que caracterizaban a Fornund. Sentía unas voces susurrantes intentando penetrar en su mente, pero de un plumazo, o más bien, con un fuerte fruncimiento de ceño, desechó las voces, que se alejaron de él como una banshee rechazada por su amor tardío.

Por lo que escuchaba, por fín estaban cerca de su destino, de rescatar a Ely, de acabar con el mal que atenazaba aquellas tierras. Nada ni nadie le detendrían ahora. Era el momento de darlo todo.

Se apoyó en su mano derecha y se levantó, poniendo en pie su majestuoso metro cuarenta y dos de estatura, sus anchos hombros y sus bien desarrollados músculos. 

Tanto el estandarte como el pendón que había cogido del observatorio ondearon ligeramente, uno cayendo desde su pecho, el otro bien sujeto en su espalda con aquel asta que sobresalía por encima de su cabeza*. Embrazó su escudo pavés y descolgó el martillo de su cinturón, golpeando con él, en el mismo movimiento de liberación, al diablillo cornudo que estaba sofocando a Nerisnath con su cuerpo.** - Fuera. - le espetó, apartándolo de la hechicera.

Los compañeros más cercanos sintieron físicamente como la convicción de Fornund les contagiaba***, llenándolos de una nueva férrea voluntad para cumplir su objetivo, que no era otro que rescatar a Ely. Los diablos circundantes, si fueran interpelados por ello, seguramente tendrían una opinión distina, algo así como "apesta a bien".

Calándose bien el casco, se sintió preparado para la batalla. Sus ojos azules taladraron a los enemigos a su alrededor, fijándose en los cuerpos de las diferentes Elys que surgían de una piscina sangrienta. Pura gelidez se instaló en su mirada, que se trasladó a su voz. - Abominables criaturas, yo os maldigo, devolvednos a Ely y quizá os dejemos vivir otro día. -

Era la hora de las tortas.

La fortaleza mental del monje hacía inútiles los intentos de la súcubo por engatusarlo o provocarlo con su lenguaje indecoroso. La propuesta de Tergrar parecía haber calado en ella, pero, ¿cómo fiarse de alguien tan rastrero?

- Déjate de juegosh. Donde eshté Tergrar esh cosha mía.- Golpeó con el bastón de Mugarius en el suelo, como si con eso fuera suficiente para que la súcubo comprendiera.- ¿Aceptash o no el trato?

 La intervención del Santo enmarañó aún más las cosas. Por una lado Ely corría a refugiarse tras Nalfeim para luego comerle la boca como una...

- ¡Shuéltalo!- Amenazó el monje y su cuerpo se tensó como un resorte dispuesto a volver a golpear a la joven. Sin embargo  el aura de Dámasor hizo aparecer de la piscina a otra Ely, entre otros, dejando a Naja Naja sin saber qué hacer.

¿Y ahora qué? ¿Esa es tu hija o no? Más vale que te espabiles viejo o no saldremos de aquí vivos.

La súcubo de la espada llameante se había lanzado contra el Ilmaterino, rebotando es su aura divina. Estaba furiosa y parecía querer proteger a las criaturas que el Santo había hecho aparecer de la piscina, como si fueran sus creaciones, con las que tuviera un vínculo especial.

Los ojos de Naja se clavaron en la súcubo y después en la criatura alada encogida como en una crisálida. Si quería jugar le daría juego, pero antes estaba Nalfeim.

- ¿Shon tush niñosh?- Preguntó el monje desafiante, siendo esta vez él el que parecía querer jugar con la súcubo.

Que la piscine burbujee cuando me acerco me parece más llamativo que preocupante. Me trae agradables recuerdos del monasterio de San Morgan el Taciturno y de sus viejas ollas oxidadas puestas al fuego para calentar el agua con el que lavar a los peregrinos enfermos que acudían a visitarnos.

Sin embargo, la ensoñación dura poco. Observo estupefacto cómo la libidinosa Elizabeth se entrega a sus más bajas pasiones con el buen Nalfeim y me causa aún más asombro descubrir que éste no trata de apartarla. Jamás le tuve por un hombre sujeto a semejantes bajezas pero es cierto que los dioses nos crearon vulnerables a las tentaciones de la carne.

La situación me resulta tan indecorosa y tan inapropiada que me cuesta trabajo prestarle atención a lo que sucede a mi alrededor. Creo que una de las mujeres-perchero se descuelga del techo y que una segunda muchacha emerge de la burbujeante piscina pero todo esto lo percibo por el rabillo de mis ojos medio miopes, porque lo que realmente tiene acaparada mi atención es el tórrido beso.

—¡Ya basta! —exijo con una firmeza y una seguridad poco habitual en mí, mientras trato de separarlos.

Sala de los renacidos

Fortaleza infernal.

Plano abismal.

Agh, qué asco. Le está metiendo su pene de sapo asqueroso por la boca...

-¡CRO-CRO-CROOOOOOO…!- El sapo torció su enorme boca para aplaudir semejante ocurrencia. Entonces el paladín se levantó y silenció sus carcajadas con un golpe de su martillo. La criatura salió por los aires hasta impactar en la piscina, donde se hundió como una piedra.

Jess atacó al demonio con abdomen de ciempiés, comprobó que no se trataba de ninguna fata y que su arma apenas era capaz de herir levemente al ser infernal.

El diablillo zigzagueó y lo atacó con sus garras, Jess esquivó los primeros envites, pero cuando otro monstruito regordete se le acercó pegado al suelo, el ciempiés logró morderla, arrancándole un trozo de manga y un girón de carne apergaminada. La bola se aferró a los tobillos de la espadachín y cuando Jess se lo quiso quitar de encima, le seccionó los tendones. Cualquier criatura había caído al suelo, pero la joven vampira comprobó que apenas sintió un tirón y que el veneno tampoco la afectaba.

Jagga se volvió para atacar a la misma criatura y logró aplastarla con su pico, pero tan pronto levantó el arma, esta se despegó del suelo y siguió atacando sin apenas sufrir daño.

Sîglü trató de seguir luchando, pero se vio superada por sus enemigos y acabó paralizada en el suelo a merced de ellos, víctima de su veneno.

Naja Naja pasó como una exhalación junto a su padre y lanzó una nueva patada contra el ser que lo estaba consumiendo. El golpe fue sesgado y no pareció importar a la criatura.

Al llegar al final de la pasarela centró su atención en una de las criaturas que acababan de emerger. Sus alas estaban ateridas al cuerpo y sus miembros no se habían desarrollado por completo. Parecía una especie de embrión sin terminar y por el momento se limitaba a flotar encogido sobre sí mismo. El monje le dio la espalda y trató de buscar una salida negociada de aquel infierno:

Golpeó con el bastón de Mugarius en el suelo, como si con eso fuera suficiente para que la súcubo comprendiera.

-¿Aceptash o no el trato?-

-Ahá…Creo que tendrás que subir tu oferta.- Respondió la súcubo de pelo azabache.- Cuando ese portal se cierre- Dijo señalando a la pared por la que habían aparecido los aventureros –Podré teneros a todos para la eternidad.-

- ¿Shon tush niñosh?-

-Soy Guadiana de los renacidos- Insistió. Al ver que el humano seguía sin comprender, adoptó un tono condescendiente y explicó: -En tu mundo sería una partera. Un oficio precioso, en cualquier caso-

La súcubo voló rodeando la impenetrable aura mágica del santo y se plantó delante del portal, cortándoles la retirada.

- Mmmmmmrrrgghh....Olvídate de sus almas, diablo. –

-Buenos días mortal- Respondió Yada aterrizando junto a Fornund. –¿Ha dormido bien el señor?- Preguntó forzando un tono amable al que no parecía acostumbrada. Sus labios se torcieron en una mueca de asco y descargó su espada flamígera contra el robusto enano, pero el paladín interpuso su escudo deteniendo el formidable golpe. Entonces la diablesa intentó colarle un golpe bajo con una de sus garras, pero Fornund estaba prevenido y desvió el ataque con su martillo. La diablesa bufó y descargó su frustración sobre sus secuaces:

-¡Por todos los demonios…Dejad de jugar y Avisar a Exorius!- Rugió echando chispas por los ojos.

La criatura escamosa emitió un gorgoteo y obedeció. El diablillo dejó a Sîglü dando sus últimos estertores y se encaminó hacia las puertas de la sala. –Lo que ordeness, ama- Siseó rascándose su cuerno roto.

—¡Ya basta! —exijo con una firmeza y una seguridad poco habitual en mí, mientras trato de separarlos.

Cuando Dámasor intentó tocar a la primera Elyzabeth, el brazo que había agarrado lanzó una voluta de humo y la muchacha lanzó un alarido. Entonces hizo un gesto agresivo para apartarse y soltó a Nalfeim. El clérigo vaciló unos instantes y trató de alejarse, pero se topó con una segunda Elyzabeth idéntica a la anterior.

-¿¡Qué embrujo es este!?- Espetó embrazando su arma para mantenerlas a ambas a raya.

La segunda Ely fue a salir de la piscina, y al verse desnuda, se quedó agarrada al borde

  -Yo, yo…- Contestó vacilante. –Os he fallado a todos- Confesó bajando la mirada. Pero al ver a la primera Ely forcejeando con Naja Naja y Dámasor la señaló incrédula. -¡¿Quién es esa?¿Y por qué tiene mi cara?!- Entonces buscó a Jess y sus ojos recuperaron un poco de luz. -Ten cuidado Jess- Dijo al verla rodeada de diablillos furiosos. –¡Lo siento! Lo del beso no, solo lo de haberte mordido y convertido en muerta- Trató de explicarse. –Jo, ¡yo sí que puedo decir que me tentó el diablo!- Alegó pegando la nariz al bordillo de piedra.

-Eduqué a Ely como una señorita, ¡te dije que no podía ser esa! Tiene que ser esa otra.- Contestó Tergrar en su cabeza.

Naja Naja se imaginó que el viajo le estaría señalando a una de las dos, pero su nexo no daba para tanto y tuvo que imaginarse a cuál de las dos se refería.

-Yo la-la sentía cerca, ¡no-no me equivocaba!- Se justificó el espíritu tartamudeando por la emoción.

La reticente Elyzabeth se aparta finalmente de Nalfeim aunque creo adivinar en su mirada una lujuria nada apropiada en una joven de su edad y condición. Cuando se abalanza sobre mí, no puedo evitar sentirme horrorizado pensando en que trata de hacerme víctima de su incontrolada pasión adolescente.

Trato de quitármela de encima, empujándola hacia atrás suavemente pero con firmeza.

¡Mierda!- No le gustaba nada lo que escuchaba. Tenían que salir de allí antes de que la escoria esa fuera a buscar ayuda. Reprimiéndose para no contestar al viejo Tergrar, advirtió a su progenitor biológico.

-  Nalfeim, coge a la verdadera Ely y shácala de aquí. ¡YA!- La falsa, que seguramente sería la súcubo a la que no veían desde hacía un rato, pretendía acabar con Dámasor y el monje no iba a permitírselo. Pegó un trago del alcohol que él mismo producía para darse fuerzas. Tragarlo le hizo cerrar los ojos con fuerza pues tenía tantos grados que inmediatamente le ardió la garganta y la boca del estómago. Tambaleándose se acercó a la falsa Ely para enseñarle lo que era la técnica inmovilizadora de los Monjes de la Cobra.

- Padre Damashor, eshta no esh Ely, esh una imposhtora.- El aliento a alcohol sobre la nuca de la supuesta súcubo podía indicarle que estaba borracho.

Ahora que tenían un curso de acción claro, sólo quedaba seguirlo hasta el final. - ¿QUÉ HACÉIS? ¡¡ATACAD CON TODO!! ¡DEJAROS DE PAMPLINAS DE HABLAR YA! - gritó con furia Fornund, intentando despertar a sus compañeros, los cuales parecían haber caído bajo algún tipo de influjo malvado. Habían varias Elys, y los diablos estaban sometiéndolos con su número y sus malas artes. Si querían tener una oportunidad de rescatar a la verdadera, debían darse prisa, mucha prisa. - ¡Si sabéis cuál es la verdadera Ely, cogedla y traedla al portal, ya mismo!! - gritó de nuevo, ya con voz con tono de mando, para hacerse oir por encima del sonido ambiental de pelea, gritos y quejidos.

Ignorando a todos los monstruos a su alrededor, se fijó en aquel al que la diablesa, sucubo o lo que fuera había ordenado avisar a "Exorius". Fuera quien fuera, no debía enterarse para que no les llegaran refuerzos. Apretó la mandibula al dirigir una mirada hacia Siglu o Jagga, sabían a lo que se exponían al ir con ellos, y ahora se trataba de completar la misión, pero no pudo evitar sentir algo parecido a la lástima cuando las vio retorcerse en el suelo bajo los ataques de los diablos. Negando con la cabeza, se decidió.

Avanzó entre todos, intentando apartar los ataques de las criaturas con su escudo y su robusta armadura, sus ojos fijados en la espalda de aquel ser que brincaba hacia la salida. - ¡Eh, tú! Te olvidas de ésto. - le dijo, descargando con todas sus fuerzas su martillo mágico en la cabeza de la criatura. El satisfactorio sonido de un crujido le hizo sonreir ligeramente, ya se encontraba más en su elemento, partir cabezas de demonios.

- ¡Vamos, son vulnerables! - alentó al resto...sobretodo a Jess, puesto que había atraído todos los ataques hacia sí mismo y la muchacha tendría ahora un momento para salir de la zona y posicionarse mejor.

Jess frunció el ceño ante la actitud de su némesis. ¡Comerle los tendones! ¡A ella! ¡Habrase visto!

Eso ha estado fuera de lugar.

Jess soltó la cadena de Bill para usar esa mano en intentar coger al ciempiés y arrojarlo lo más lejos posible. Lo ideal sería a la cara de la falsa Ely, o a la piscina chunga, pero ya se sabe... Jess lanzaba como una chica. Una chica vampira, pero una chica. Y seguramente su proyectil miriápodo se quedaría corto, y el público, conformado por bichitos infernales, le abuchearía. Porque eso hacen los seres infernales: son el Mal personificado. ¡Pero también es culpa del ciempiés por no poner de su parte! ¿Qué le costaba ser un pelín más aerodinámico? No sé... Ni que unas formas más redondeadas y compactas, unos ochenta pies menos y un alerón con pegatinas de llamas fuesen a matarle.

Jess soltó la cadena de Bill para usar esa mano en intentar coger al ciempiés y arrojarlo lo más lejos posible.

   La criatura se revolvió con violentos espasmos de su alargado cuerpo e intentó morder a la joven. Jess tuvo que soltarla y esta se agarró a la superficie de piedra con las uñas, haciendo imposible despegarla del suelo. La herida de su abdomen continuó regenerándose hasta desaparecer casi por completo.

El pequeño duérgar no lo dudó y aprovechó la oportunidad para escapar hacia el portal, pero se topó de bruces con Yada. Al ver el filo en llamas surcando el aire, el enano chillo, advirtiendo a Jess de la amenaza. La vampirilla pudo agacharse evitando que la súcubo le rebanase la cabeza.

Fornund pasó junto a las mineras, paralizadas por el veneno y atravesó el combate, decidido a no dejar que ninguna criatura pudiese dar la voz de alarma. El diablillo escamoso escuchó las pesadas botas del enano y se volvió hacia él con cara de pánico. El paladín recibía golpes y arañazos por todas partes, pero su gruesa armadura y escudo resistieron el castigo y lo último que vio es la cabeza de un martillo silbando hacia su cara antes de escuchar un espantoso crujido de huesos.

-  Nalfeim, coge a la verdadera Ely y shácala de aquí. ¡YA!-

El clérigo miró a Naja con estupor y respondió: -Las dos tienen auras muy chungas- Advirtió a su hijo. El portal parecía desvanecerse cada vez más rápido y ni siquiera Fornund podría evitar que las súcubos se teleportasen para dar la alarma, así que confió en el criterio de Naja Naja. Se volvió hacia la segunda Ely y le tendió la mano para sacarla de la piscina.

 Al dar la espalda a la primera Ely, esta le atacó clavándole las uñas en el cuello.

El monje trató de sujetarla con una de sus letales llaves, pero el cuerpo de esa Ely resultó rígido como los pilares de su monasterio, la muchacha empleó su otra mano para agarrar al monje, Naja Naja se zafó de nuevo y su oponente solo consiguió quedarse con un girón de su ropa.

Dámasor se unió al forcejeo contra la irreductible muchacha. Las manos del santo abrasaron la piel de la joven como hierros incandescentes y entonces volvió a suceder algo insólito, Entre gruñidos y volutas de humo, los tres aventureros se encontraron luchando con Jennyfer. La súcubo desenmascarada, extendió unas grandes alas de murciélago color ceniza y gruñó de rabia: -Basura zarrapastrosa ¡Voy a teneros lamiendo el suelo a cuatro patas!¡Haré que todos los demonios de este reino os sodomicen! –

La criatura despellejada que flotaba cerca de Jess movió sus ojos descarnados y comenzó a bracear torpemente hacia la verdadera Ely. La joven chilló aterrada, olvidó su desnudez y salió de la piscina a toda prisa.

Yada se comunicó mentalmente con su compañera desenmascarada y rodeada de enemigos, pero Jennifer se permitió responderla en voz alta para que los aventureros pudieran oírla:

-Está todo controlado cariño. Tú sigue el plan- Dijo segura de sí misma.

La transformación que sufre el cuerpo de Elizabeth me deja desconcertado un instante, hasta que la veo desplegar sus alas de membranosas y me doy cuenta finalmente de que se trata de una criatura demoníaca. ¡Que Ilmáter nos asista!

Me apresuro a recoger el bastón caído a mis pies y trato con él de derribar a la voladora demonesa con el mismo entusiasmo que un niño tratando de echar abajo una piñata.

¡No, Bill! ¡Te prohibo que te escapes!

Esquivó por los pelos la espada flamígera de Yada. El fuego es malo. Es como un pedacito chiquitito de sol: aunque no brille tanto, quema igual. Para los vampiros es desagradable, les recuerda que siguen manteniendo esa debilidad a las llamas como cualquier otra criatura de dios (que Nerull nos coja confesados).

Jess estaba enfadada. ¡Indignadísima! Yada se había declarado mera observadora, y ahora cambiaba de opinión, y trataba de matarla. No es que Jess pusiese en valor mantener la palabra dada, pero que la súccubo no la mantuviese estaba perjudicando a la vampiresita. Esa guarra hijadepuppies se había ganado a pulso ser rebanada en trocitos.

Jess lanzó una estocada a la nada, fallando estrepitosamente.

Ah, tramposa. Ya veo lo que haces. Como no puedes competir conmigo de igual a igual, me haces el truco ese de la mente. Me haces el cerebro de caca para que ataque no dónde estás, sino donde creo que estás, haciéndome fallar-justificó su torpeza, a pesar de que los vampiros eran inmunes al control mental-. No me dejas más remedio que emplearme a fondo-se tiró el farol, desenvainando una segunda cimitarra, como si no se hubiese estando esforzando al máximo hasta ahora.

Aunque dentro de él, en su corazón, sabía que esa mujer no era Ely, aún así se vio sorprendido al sentir la dureza de su cuerpo. Eso permitió a la súcubo escapar de su presa y, no bastaba con eso, osar a tratar de agarrarlo a él como había hecho con Nalfeim

- Yo no shoy mi padre.- Le dijo con una siniestra sonrisa para que comprendiera que no era un viejo fácil de seducir y al que escandalizar con su comportamiento obsceno. El monje retorció su correoso cuerpo de forma exagerada obligando a la súcubo a soltarle. Los movimientos de Naja parecían sorprendentemente erráticos, sin dejar de ser precisos, algo que hacía más difícil preverlos. Era como si no tuviera huesos o éstos fueran de goma. Uso la inercia del giro para golpearla con todas sus fuerzas con el extremo del bastón de Mugarius. El impacto sonó como un melón al romperse de un seco golpe. El mismo siseo que producía el contacto de la piel del Santo con la de la súcubo lo producía ahora el bastón del inquisidor, al que Naja Naja había añadido uno de los regalos de Corvinus.

Naja se apoyó en el bastón como mareado. Parecía tambalearse, inofensivo, pero lo que hacía era preparar otro ataque.

- Bien. Ahora tú. - dijo Fornund tras aplastar el cráneo de aquel ser infernal, dándose la vuelta y fijando su mirada sobre el diablillo bola que trataba de roer con entusiasmo una de las botas de Siglû.

Su armadura le había protegido de la mayoría de golpes, así como su enorme escudo, que ya sólo por su presencia desviaba ataques dirigidos a él, más que nada porque era casi tan grande como el Enano, por lo que era complicado atacarle desde ése costado. Sin embargo, una insidiosa garra había encontrado un pequeño hueco, algo que el propio Fornund habría dicho que era imposible y le había arañado, probablemente a la altura del cuello, pero al no sentir dolor, no le dedicó mayor pensamiento que tener que revisar ésa parte de la armadura, por si algo se había salido de su lugar.

Una especie de sentimiento de náusea y repulsa le invadió la garganta, teniendo que tragar en dos ocasiones sus propios fluidos. - ¡Veneno! El mismo que ha afectado a las orcas. - pensó. Se sobrepuso a las náuseas con la entereza y cabezonería características de su raza.

- No, amigos, yo soy más duro de roer. - les dijo a ambos diablillos, antes de comenzar a dar golpes a diestra y siniestra.

Lo que sucedía unos metros más allá tendría que esperar, ahora aún tenía que limpiar ésta zona, pero las palabras de la diablesa voladora preocuparon a Fornund, algo se tenían entre garras y no le gustaba no saberlo. Sólo podía hacer una cosa, destrozar diablos, incluyéndolas a ellas, lo más rápido posible. Independientemente de ello, sentía que aquellos contrincantes no daban la talla, que para enfrentarse a algo digno de él, debía ser un ser más poderoso, algo con lo que valiera la pena luchar.**

   Jennifer había subestimado al padre Dámasor, ignorado el daño que podría hacerle una simple vara. Cuando el anciano la atacó con su bastón, la madera atravesó sus correosas alas rasgándolas en girones y haciendo caer a la infernal. Entonces Naja Naja aprovechó para golpearla con el bastón de Mugarius. El espíritu de Tergrar parecía acelerar el arma y el golpe fue brutal, destrozándole un ojo a la diablesa. Jennifer se echó la mano a la cara y aulló: -¡¿Qué has hecho mortal?!-

- Yo no shoy mi padre.-

Jennifer rodó hacia atrás y respondió con otra de sus burlas: -¿A los monjes os cortan el pito también, o basta con dejaros tontos?-

El monje se acercó tambaleándose como si estuviera borracho y cuando estuvo suficientemente cerca, volvió a tomar a su enemiga por sorpresa. El extremo del bastón vibró en el aire por la velocidad estrellándose entre los cuernos y partiendo en dos la cabeza de la tanar´ri.

Yada lanzó un grito como si ella hubiera recibido el golpe. Miró hacia donde estaba Jennifer con expresión de incredulidad.–¿Eso también era parte del plan? ¡Exorius nos asista!.- Escuchó Dámasor en su cabeza. Después desaparecieron las visiones promiscuas que lo acosaban y su mente recobró la paz.

   Jess atacó a la súcubo que quedaba con su cimitarra. Pero Yada era una hábil luchadora y esquivó las estocadas con facilidad.

El diablillo con cuerpo de ciempiés dejó a Jagga en el suelo retorciéndose por los efectos del veneno y atacó a la Joven espadachín. Con Yada blandiendo una espada flamígera a su espalda, el diablillo no tuvo problemas en arañarla con sus garras. Por suerte o por desgracia, el veneno no la afectaba y solo quedó una fea herida supurando el puré oscuro que ahora sustituía a su sangre.

Mientras la joven vampirilla comprobaba los extraños efectos con cierta indiferencia, Yada levantó su espada y le propinó un amplio tajo en el hombro. De inmediato la espalda de Jess empezó a arder provocando un dolor insoportable.

Bill aprovechó que su captora estaba al borde del shock para huir hacia el portal, pero la tanar´ri lo degolló con un golpe rápido y el dúergar cayó al suelo agarrándose la yugular.

-Esta es tu naturaleza, pequeña- Dijo a Jess sin siquiera mirar al enano gris.- Eres hija del demonio de la sangre. Lo quieras o no, eres una de los nuestros-

Ely se había llevado las manos a la boca al ver a su amiga ardiendo como una tea, pero las palabras de la súcubo la dejaron bloqueada. Entonces unas garras trataron de aferrarla por los tobillos. La criatura descarnada parecía estar despertando de su letargo y trató de arrastrarla de nuevo a la piscina. Nalfeim apartó aquella cosa de una patada y señaló el portal. -¡No lo pienses y corre!- Le dijo el clérigo. Ely logró reaccionar y acortó saltando por encima de la piscina. El viejo clérigo se quedó impresionado de su agilidad y trató de seguirla, pero saltar 10´ sin carrera fue demasiado para un veterano con armadura y cayó a la piscina, desapareciendo en el icor rojo.

   En el extremo de la sala, el paladín repartía martillazos sin piedad. El primer golpe hizo botar a la criatura esférica, levantándola del suelo. El diablillo empezaba a regenerarse de la herida cuando Fornund lo golpeó de nuevo, haciéndolo estallar en el aire. Tras acabar con otro enemigo, el paladín tuvo que decidir entre guardar la puerta o proteger a su alumna. Guiado por su enorme corazón, regresó plantó junto a la orco y se plantó sobre ella para evitar que aquellas criaturas pudieran rematarla. Yada sonrió con malicia y entonces el diablillo verde asintió con la cabeza, levantó el vuelo y huyó por la puerta tan rápido como una flecha.

-Yo tengo mis propios planes enano- dijo señalándole con la espada en llamas.

Consigo derribar con mi bastón a una de las mujeres-perchero y rápidamente el violento hombre-serpiente se ocupa de rematarla. Cierro los ojos con repugnancia, conteniendo una arcada cuando la existencia de la criatura toca a su fin a causa del terrible golpe. La única nota positiva es que las impúdicas promesas huyen de mi mente senil y me permiten volver a centrarme en la extraña realidad que me rodea.

Abro los ojos de nuevo y miro a mi alrededor. El gnomo de la pequeña Jessy parece estar en un apuro a juzgar por la cantidad de sangre que brota de su cuello rajado. Corro hacia él tan deprisa como me lo permiten mis viejas rodillas y por el rabillo del ojo veo a Nalfeim saltando a la piscina colorada. ¡Vaya un momento ha elegido para darse un baño!

Me acero al bode de la piscina y extiendo mi bastón hacia el agua carmesí para que pueda agarrarse a él y volver a la superficie.

—Va-va-vamos Nalf, no es mo...mento de ha-hacer tonterías —le reprendo con la gentileza de un padre. Nos conococemos desde hace demasiados años como para no poder tomarme con él ciertas confianzas que no me atrevería a tomarme con los demás.

-¡HIC!- El sonido gutural que emitió el monje provocado por la violenta contracción del diafragma fue la única despedida que le dio a su rival. En el estado alterado en el que se encontraba el monje era otro. Ahora la voz de Tergrar le hizo fijar la atención, con lo que eso le costaba ahora, en la otra súcubo. Su padre biológico caía al agua mientras que Naja comenzaba su errático movimiento apoyándose en el bastón ensangrentado y con restos de sesos de Jennifer aún pegados en uno de sus extremos. Caminaba haciendo eses en su trayectoria por el pasillo rodeado de la macabra piscina, tropezando incluso a veces, pero tan veloz que hasta costaba seguirlo. Pareciera que fuera a darse de morros en el suelo cuando lanzó el bastón hacia la  tanar´ri con fuerza demoníaca para un mortal.

¡AAAAAAAAAAAAH!-aulló de dolor.

No podía tener un linaje normal, del estilo "todos te quieren y te dan muchos abrazos". No. Lo suyo tenía que ser un linaje de los que te dejan taras, como dos hermanos que tienen un hijo tonto. Yada tenía un arma que podía destrozar a Jess con unos pocos cortes. Sin embargo, el dolor es bueno: te ayuda a centrarte. O, bueno, en el caso de Jess, la encabronaba más.

Jess hizo bailar a sus cimitarras. En cuanto notó que una de sus estocadas había tocado carne, se replegó para tapar su retaguardia con una columna. Usó la piedra para apagar las llamas al apoyarse.

Joer, pues si así tratas a los que son de los tuyos, Yada, no quiero ni imaginar qué pasaría si te llego a caer mal.

Miró a su alrededor. Se había pegado al enano casi sin querer. Ambos iban a morir allí: Yada era demasiado poderosa. Sin embargo, aún había una cosa que podía hacer por Ely... Mientras Jess fuese retrocediendo poco a poco, estaría alejando a Yada del portal para que su amiga lo cruzase.