Partida Rol por web

Todo aquel asunto de Alduin y la muerte del último Sangre de Dragón sobrepasaba mucho más a Uthgerd de lo que estaba dispuesta a admitir. En vez de ello, se encontró preguntando:

—¿Ulfric, el Dovahkiin? —repitió lo que había dicho Khaled, y sorbió por la nariz—. Debes estar de broma, negro.

Aquello estaba mejor —pensó la guerrera. La actitud desdeñosa siempre le había servido para hacerse sentir poderosa. Ahora, en el fin del mundo, era un clavo ardiendo a lo que agarrarse. Pero estaba dispuesta a agarrarse a él antes de admitir que estaba cagada de miedo.

—Cualquier idiota puede aprender un Grito —gruñó el monje Psijic, con aparente poco respeto por las tradiciones nórdicas—. Ulfric Capa de la Tormenta ya estuvo en Alto Hrothgar y los Barbas Grises lo echaron con cajas destempladas cuando vieron que su ambición sobrepasaba su sabiduría. No... el último Sangre de Dragón era un bretón cruzando la frontera de Skyrim ilegalmente. Alduin debía regresar en el momento preciso para que él evitara el hacha del verdugo. Pero llegó sólo unos segundos tarde. Alguien está jugando sucio con el destino. 

El Psijic sonaba contrariado. Suspiró y se pellizcó el puente de la nariz.

—Está bien. No hay problemas difíciles. Sólo problemas que resultan difíciles a cierto nivel de inteligencia —concluyó el Psjic y movió las manos como si espantara a un grupo de palomas—. Apartaos, bárbaros, si no tenéis más que balbucir. Vuestros superiores encontrarán una solución.

El Psijic está a punto de teleportarse. Si alguien quiere interpelarlo, que lo haga ahora o calle para siempre.
 

K’Dan rompió a reír con una ronca risa al escuchar que el dovakhiin era un bretón aunque no tardó mucho en darse cuenta de que lo que hacía estaba fuera lugar. Miró a sus compañeros y levantó las manos a modo de disculpa. Realmente la situación era seria, pero no podía evitar encontrar divertida la ironía de la realidad.

—Perdonad—dijo disculpándose—, pero descubrir que el dovakhiin era un bretón… Tiene sentido, Alduin quiere acabar con todos. Pero es que, tal y como lo ha explicado Elynea, parecía algo tan nórdico—de forma sutil, K’Dan hizo énfasis en la palabra “tan”—. Me ha cogido por sorpresa. Lo imaginaba con su melena rubia, sus dos metros de alto por uno de ancho… con sus nórdicos y genuinos valores…

Parecía que el khajita iba a reírse una vez más, cuando de pronto cayó en la cuenta de algo que acababa de decir el bosmer.

—Un momento anciano—dijo con una voz grave—. ¿Insinuais que hay solución para esto?

K'Dan podía resignarse a la muerte, pero sabía que otros no lo harían y sería injusto privarles de una oportunidad. Además, ¿por qué Azurah iba a darle una oportunidad para redimirse si el mundo iba a enfrentarse a su apocalipsis?

—No —respondió a Uthgerd—. Por jodida desgracia.

Era reconfortante escuchar que Ulfric no era ese supuesto último Sangre de Dragón. Khaled sentía simpatía por la causa de la independencia de Skyrim, pero no por su líder, ni por el cariz que había tomado la revolución. Aunque ya no importa; Capa de Tormenta no debe ser ya más que otro cadáver irreconocible.

Lo que quedaba, ante la negativa, de las explicaciones del Psijic era poco más que humo, como el que aún manaba de las ruinas calcinadas de Helgen. Mitos y leyendas que para muchos eran poco más que cuentos de escaldos. Algo lejano, inconcebible. Y así parecía también para él, especialmente en la perspectiva de la coincidencia.

—Nuestros superiores tienen problemas mundanos y tangibles, como una maldita guerra civil, y creerán que todo este asunto es la locura que parece —explicó al bosmer. A pesar de su escepticismo, la presencia de aquel mer no se le antojaba trivial, y si era lo que Osbjorn había dicho, no podía despreciar su relevancia—. ¿Qué pruebas podemos mostrarles de que lo que nos ha contado es cierto? ¿Qué va a suceder a partir de ahora?

«Que bien, salimos del fuego para caer en las brasas»

Si Ulfric había muerto allí abrasado habían acabado uan guerra civil para meterse en una contrarreloj contra una leyenda que había cobrado vida. Si no lo había hecho, estarían en una contrarreloj contra una leyenda que había cobrado vida mientras la medio Skyrim se partía la cara contra la otra mitad. ¿No era genial?

—Bueno—suspiró Elynea—. Yo me conformo con que ninguno desdeñe posibles soluciones sólo por considerarlas demasiado poco inteligentes.

Como el propio Dovahkiin, que podría haber sido tildado de don cualquiera según se le ha descrito, y era más importante que una docena de eruditos en aquel asunto.

Por lo que a ella respectaba, la gente verdaderamente inteligente no iba por ahí proclamando lo mucho que lo era, y menos despreciando al resto por existir, de modo que no le encontró sentido a la dramática despedida del monje.

Y por suerte se ahorró el preguntar el quid de la cuestión porque ya lo hizo Khaled.

—¿Qué clase de nórdica estás hecha tú?—añadió frunciendo suavemente el ceño mientras miraba a Karin en jarras—. Lo normal sería algo en plan "el fin del mundo que se joda y me espere", no quedarse sentado temblando sin más.

Karin estuvo a punto de reír despectivamente ante la ridícula idea del monje elfo. Claro, el Sangre de Dragón era bretón, ¿Por qué no orco, ya que estaba? ¿O altmer? Menudas gilipolleces había que oír. Probablemente Ulfric fuera el Sangre de Dragón. Aunque eso no cambiaba nada. Estaba muerto.

- Preguntad a los Thalmor, anciano, se creen tan superiores como vos - fue todo lo que dijo al bosmer

Luego, cuando Elynea le preguntó, sin saber por qué, sonrió. Sonrió de verdad, con cierta locura en su mirada. Era su oportunidad de demostrar si pertenecía a Sovngarde o a los parajes de Azura. Por supuesto, la dunmer no podría entenderlo, ella no tenía alternativa en su más allá daédrico.

- He dicho que sólo podemos morir bien - respondió, aún sonriendo -. No he dicho nada de sentarse y temblar. Dejaré este mundo sangrando, riendo y luchando, con una canción en el corazón, mucho aguamiel en mi estómago y, con un poco de suerte, el recuerdo de los muslos de la noche anterior, y a ser posible, moriré frente a Alduin, sin bajar la mirada

O, al menos, eso era lo que decía su sangre nórdica que tenía que hacer. Y entonces podría emborracharse en Sovngarde el resto de la eternidad.

—Si existe una solución daré con ella. Con o sin la ayuda de la Orden Psijic o de los algoritmos predictivos del Ojo de Magnus —espetó el monje, con aspereza y poca paciencia a la hora de tratar con inteligencias inferiores.

El bosmer se abrió camino entre vosotros, cojeando sobre su callado. Se detuvo para soltar un resoplido desdeñoso.

—Hombres pequeños, desafíos pequeños. Descansad de vuestras preocupaciones, joven, puesto que lo que ha sucedido se explicará por si mismo —se mofó el anciano. Las preguntas de Khaled y el comentario anterior de Elynea sobre el templo de Kynareth le bastaron para hilar quienes erais y qué hacíais aquí —. Decidle al Jarl Balgruuf que Cuenca del Dragón no servirá para atrapar a Alduin como antaño hicieran con Numinex. Y que Ulfric y Tulio siguen vivos.

El comentario de Elynea y de Karin provocaron que el monje Psijic se diera la vuelta para encararos. Por sus ojos pasó una chispa muy peligrosa, pero fue un relámpago solitario en un cielo de verano. El mago esbozó una sonrisa torva.Era demasiado viejo y poderoso, y había pasado demasiado tiempo sin que entablara una conversación como la que estabais teniendo. Había perdido la costumbre de que la más leve voz lo contrariara, pero pese a ello aflojó los dedos que se habían crispado sobre el callado, y abandonó el deseo de aniquilar a las dos mujeres con un sólo pensamiento.

—Tienes tan poca idea de la inteligencia de la que hablo como una hormiga tendría de la vuestra —le respondió a la dunmer con aspereza, antes de replicar a Karin:—. Si los nórdicos de antaño tuvieran la cabeza tan hueca como la tienes tú, no tendrías mundo que pisar. Y no tendrás mundo para huir si vuelves a compararme con un thalmor.

Más preguntas.

Suro no parecía contrariado por el parloteo del monje.

- Yo no soy una persona demasiado inteligente, así que en mi caso tienes razón. Pero la inteligencia por si misma es una pata rota, tan inteligente es héroe mítico que salva al mundo, como el gran villano que lo destruye. La inteligencia es poder en manos de un mago, como la fuerza lo es en un guerrero, para el bien y para el mal. La diferencia entre el héroe y el villano no está solo en el poder, sino en la empatía, la capacidad de sentir por los demás, la capacidad de sufrir por los demás, la capacidad de compadecerse por los demás. Seguramente sea cierto que podrías borrarnos con un pensamiento, pero en ese caso nada te diferenciará de ese dragón del que hablas que ha reducido una ciudad a cenizas. Parece que no lo vas a hacer, pero tampoco tienes inconveniente en despreciar a personas que no conoces, por lo que la diferencia entre el dragón y tú no es de bondad, sino de apetencia. Nos comparas con hormigas con respecto a ti, te diré que soy cazador, y jamás he despreciado ni causado daño alguno gratuito a un conejo o un ciervo. Los cazo, y los mato, pero me compadezco de ellos, y procuro que su sufrimiento sea el menor posible. Soy una hormiga con respecto a ti en cuanto a inteligencia y poder, me da lo mismo, eres una hormiga con respecto a mi en cuanto a empatía con el prójimo, y seguramente con respecto a cualquiera de los presentes. Y seguramente eso a ti te dé exactamente igual. Daré el recado si me coincide volver por la ciudad, porque ahora mismo tengo una misión, propia, rescatar a una amiga. Seguramente al fin del mundo el destino de mi amiga le dé igual, a mí no, porque es mi amiga, y porque preocuparme por ella me convierte en humano.

Elynea no le respondió al monje; por lo que a ella respectaba, el Psijic mostraba la arrogancia de alguien que es capaz de resolver un puzzle de mil piezas con cada dedo mientras recita un trabalenguas del revés y lleva décadas apartado del mundo: Innecesaria pero entendible

El símil de la hormiga era cierto, de lo que la dunmer se alegraba era de que Balgruuf fuera como ella en ese aspecto y no una especie de semidios de la magia. Pero optó por no aclararlo en voz alta porque con su nula capacidad social seguro que se la entendía mal (de hecho, ya la habían entendido un poco mal)

—Tú tampoco le conoces, Suro—suspiró. Uno debía saber elegir sus batallas y esa era una que el batidor no podía ganar; intentar darle clases de qué son las cosas a aquel hombre tenía tan poco sentido como intentar enseñarle botánica a un alquimista así que como lo último que le apetecía era una discusión que no llevaba a ninguna parte, se volvió hacia los demás—. Tal vez deberíamos continuar hasta Falkreath y enviarle un mensaje al jarl desde allí. Así podemos acabar con el asunto del nido de vampiros y luego volver a Carrera Blanca para contarle los detalles de primera mano, ¿os parece?

Como si el khajita temiera que Karin saltara ante la respuesta del psijic, K’Dan pusó su mano izquierda en el hombro de la bardo y apretó con fuerza. El mago estaba más allá de su alcance en todos los sentidos.

Al escuchar a Suro se sintió tentado de decir algo al respecto. Podía entender como se sentía el cazador pero existen cosas que solo pueden ser expresadas de formas muy concretas, y la elegida por el thane no era una de ellas. Al final, K'Dan decidió dejarlo pasar.

—Sin olvidarnos de pasar por Imrarlatz—apuntó a la frase de Elynea para después volver a dirigirse al anciano bosmer—. Suerte en vuestra búsqueda anciano. Por lo que nos has contado, la magnitud de los acontecimientos está más allá de nuestra comprensión y nuestros destinos dependen ahora de ti.

El viejo no desaprovechaba la ocasión de demostrar su arrogancia. Personas pequeñas, como él mismo decía. No comprendía que el tamaño del carácter iba dentro de cada uno, y ni el poder ni la responsabilidad ni la experiencia lo hacían crecer ni un ápice. En su lugar, solo lo hinchaban con soberbia vacía.

Semantuvocallado mientras Suro le echaba encima al bosmer un soliloquio. No era el primero del viaje. Quizás tenía sentido que actuara así. Demasiado tiempo solo, conversando consigo mismo, sin nadie más a quien hablar salvo plantas y animales que no comprendían lo que pudiera decirles.

—Descansaré más tranquilo si no se hace evidente cuando Alduin descienda y transforme Carrera Blanca en una pira —replicó, adoptando una sonrisa torcida.

En algo sí estaba de acuerdo. No estaba en sus manos enfrentarse a un dios. Si era cierto que Alduin había aparecido en Skyrim para cumplir su apocalíptico trabajo, evitarlo era asunto de héroes legendarios y poderosos ejércitos, no de un puñado de recaderos.

Tengo que hablar con Delphine. Por los Divinos, espero que sobreviviera a la carnicería, o no se encontrara en Helgen cuando ocurrió.

Giro la cabeza hacia sus compañeros.

—Esas —dijo en referencia al dunmer hechizado y los vampiros— sí son tareas para nosotros.

Karin sonrió, socarrona.

- ¿Os molestaríais en aplastar una hormiguita como yo? Me honráis, mente grande, seguro que es una forma mejor de usar vuestras habilidades que en salvar el mundo; a no ser que yo sea Alduin - fingió mirar preocupada a los lados, en busca de alas - ¿No lo soy, verdad?

¿Ulfric y Tulio seguían vivos? Eso respaldaba la teoría de que Capa de Tormenta no era el Sangre de Dragón. Qué...conveniente. Iba a ironizar algo más, no obstante, incluso ella se dio cuenta de que estaba jugando con un fuego muy grande y muy caliente. Finalmente asintió.

- Daremos el mensaje a nuestro Jarl, y si conseguís lo que os proponéis, me aseguraré de haceros una canción, anciano

—Tienes razón, cazador: no eres muy listo —dijo en un tono levemente exasperado, como si la tarea de explicarle algo a una inteligencia subestándar le resultara tan fútil como enseñarle a las ostras a tejer canastas.

En lo que a él respectaba, Suro acababa de demostrar exactamente lo que trataba de rebatir. Él guardaba el mismo sentimiento para las gentes sencillas que el batidor tenía respecto a los animales: no deseaba que sufrieran por capricho, y trataba de no hacerles ningún mal. Pero ahí acababa todo.

Dedicó a Karin la misma atención que a un gusano moviéndose en el fango, pero la mención al asentamiento enano hizo que abriera mucho los ojos.

—¿Imrarlatz? Otra vez ese nombre. ¿Qué asuntos tenéis ahí?

Elynea arqueó una ceja ligeramente, luego la devolvió a su lugar. «¿"Otra vez"?»

—El hijo de Nidryne sufrió un accidente allí, si es que se le puede llamar así—dijo. Luego pensó que no tenía sentido esconderle nada; ellos no tenían ni idea de aquel lugar y si alguien podía arrojar algo de luz sobre el mismo era aquel tipo. Es decir, si le daba la gana porque era evidente que algo sabía. Pero el no ya lo tenían así que añadió:—. Recibió un contrato de unos investigadores del Sínodo, estaban preocupados por el interés de los Thalmor en Imrarlatz. El muchacho formaba parte de la escolta de la expedición, fueron atacados por los automátas dwemer y se separó del resto del grupo. Cuando se reunieron, lo encontraron completamente desorientado y no recordaba lo que había sucedido. Desde ese día, su edad... bueno... va del revés. Rejuvenece en vez de envejecer, y a una velocidad alarmante.

La verdad es que no le hacía ninguna gracia que los Thalmor andasen hurgando en un lugar en el que podían ocurrir cosas como aquella.

—¿Ocurre algo con ese sitio?—preguntó—. Es evidente que no lo oye por primera vez.

—¿Destino o azar? Nunca sé decirlo...

El Psijic se mesó la barbita de chivo en un gesto pensativo.

—Los thalmor supieron de Imrarlatz a través del Ojo Magnus. Si apreciaran lo que robaron, si supieran lo que están destruyendo, me sentiría consolado —suspiró el bosmer—. No es sólo ese muchacho, dunmer: Imrarlatz entera está retrocediendo en el tiempo. Y sospecho que el reflujo de las mareas temporales que brotan de ahí ha enviado a Alduin a nuestro presente. Es todo lo que puedo deciros. Y ahora debo irme. Quizá volvamos a cruzar nuestros caminos. Hasta entonces todos tenemos una cita con nuestro destino.

El cubo metálico que flotaba en el seno del mango curvo de su bastón empezó a girar cuando el anciano lo alzó en el aire. Y después simplemente desapareció, sin destellos ni supercherías.

Escuchasteis una cacofonía de graznidos excitados, y una bandada de cuervos echó a volar.

El Psijic parecía tener una idea exacta de vuestra cita con el destino (y no estar interesado en acudir), pues en cuando se esfumó empezaron a brotar draugrs de entre las ruinas humeantes de Helgen. Eran humanoides altos y demacrados, de piel pálida como la nieve, y ojos que ardían con fuego azul. Vestían armaduras antiguas nórdicas de tosco acero y cotas de malla que habían visto mejores tiempos, y blandían toda suerte de espadas, hachas y arcos.

Los pájaros volaron en perezosos círculos sobre vosotros, deleitándose de que quizá, después de todo, iban a tener carroña para comer que no estuviera completamente carbonizada.

—¿Pero qué demonios...? ¿Draugr fuera de los túmulos? —dijo Osbjorn, poniéndose a vuestra altura.

Preparándose para el inminente combate, el mago de la escarcha extrajo una esquirla de atronach de hielo de su bolsa de componentes y, tras recitar un encantamiento se recubrió de una humeante armadura de gruesas placas de hielo mágico.

Osbjorn lanza piel de atronach de hielo (dragonskin)

—¡No creo que se paren a darte explicaciones! —dijo Uthgerd, desenvainando el mandoble—. Simplemente, ¡mátalos!

Entre los muertos destacaba un draugr especialmente alto y poderoso. Portaba un escudo redondo, y llevaba una armadura tallada profusamente bajo una capa de piel de oso negro, y un yelmo rematado con dos cuernos. La criatura os apuntó con el filo de su espada, aún cubierta de telarañas.

—¡Bolag aaz, mal lir! —dijo con una voz rasposa.

—¿En serio pensáis matar a esas cosas? —chillo Nidryne—. ¡Huyamos mientras podamos! ¡No pueden alcanzarnos a caballo!

Tenéis tiempo de hacer lo que queráis: prepararos para el combate o huir a caballo si lo preferís. Los draugr están poniendo poses cool.