Partida Rol por web

Turno 405

La agitación que sentía el beórnida en su interior mientras hablaban de Giliel se terminó en cuanto sus ojos se encontraron con los de Haldir. Iracundo y hostil, le mantuvo la mirada. Se acababa de ganar un enemigo en uno de los pocos lugares dónde se podía afirmar que tan sólo existía paz, lo cual era un nefasto augurio.
El desagradable graznido que soltó Jok al notar la tensión de su amigo una vez se posó en brazo no hizo sino hacer más evidente la creciente animosidad entre ellos dos. Mirando ceñudo al elfo, Drustan acariciaba al halcón.

Pero era imposible mantener la ira en un lugar como aquel, y pronto el Beórnida recapacitó dónde estaba y con quién estaba, y bajó la vista con vergüenza al sentir la mirada de la Dama del Bosque.
El beórnida se sentía más cómodo en la salvaje naturaleza, cazando huargos, y agradeció cuando fueron libres de irse. La capa nueva le sentaba mejor que cualquier otra prenda que hubiera llevado en la vida, a excepción de su coraza, y agradeció de corazón aquel nuevo obsequio por parte del pueblo bello. Ni en varias vidas sería capaz de devolver aquellos regalos.
Se mantuvo hosco y tenso como la cuerda de un arco hasta que Haldir les abandonó, y una vez a solas su ánimo tampoco mejoró.

Fue el último en presentarse a su nueva compañera, decidido a quitarse de la cabeza tan malos pensamientos. – Mi nombre es Drustan.- Se presentó llevando su mano al pecho. - Y mi amigo alado es Jok. – El halcón soltó de nuevo otro horrible graznido a modo de saludo.- Ástomer lleva razón, y sigo defendiendo lo que dije antes. Venir con nosotros bien puede significar la merte. La oscuridad nos persigue y no cejará en su empeño. – Añadió sombrío.

Para intentar restar dramatismo a sus palabras, continuó.- Tumladen era un gran maestro. Su talento era capaz de tocar el alma. El viaje me dejó poco tiempo para poder disfrutar de su arte.- Tras una pequeña pausa, pregunta.- ¿Me dejarías tu arpa para cantar una oda de mi pueblo en honor a Tumladen? Los orcos se deshicieron de mi instrumento, y desde entonces tan sólo me he limitado a huir. Me gustaría despedir a nuestro amigo con una canción de los hijos de Beorn.
Parecía que la música sería un buen refugio para su mente

Turno 405 bis

La pregunta de Eruannë flotó en el aire un largo instante; el silencio del dúnadan también. Algo ensombreció la mirada del mortal, el recuerdo quizá, y ella no insistió. Tal vez no era el momento ni el lugar apropiado. Aún sangran las heridas, pensó. Presta, trepó la escala y se acomodó en un rincón del talan. Casi de inmediato, se presentó el elfo que acompañaba a los edain y que había permanecido callado hasta entonces. Era tan alto como Mahtaraquisto, pero algo más fornido. ¿Llevaría sangre noldor también? Eruannë respondió a su saludo con una leve inclinación de la cabeza y cuando se disponía a preguntarle sobre su origen dos de los edain se aproximaron a ella con sendas presentaciones y preguntas. ¿Qué interés tengo en una misión ajena con compañeros que no conozco? ¿Por qué abandono una vida eterna y pacífica en los bosques de Lothlorien por una aventura arriesgada y peligrosa?, repitió para sí. Mientras meditaba sobre estas (y otras) cuestiones, se volvió hacia el halcón y lo saludó como a un integrante más del grupo:

—Bienvenido a Lórien, Jok. —Luego le entregó su arpa a Drustan al tiempo que decía, con un susurro musical: —¿Recordáis las palabras de la Dama? “No es vuestra presencia la que nos pone en peligro. Es la Sombra la que quiere penetrar este reino y llenarlo de oscuridad.” Conozco esa Oscuridad de la que habláis, mis ojos la vieron; mi corazón también. Era muy niña entonces… y aún sigue allí fuera.

Fuera del talan, todo lo que los ojos de los edain percibían era hermoso, nuevo y -al mismo tiempo- eterno. Formas, texturas, olores, colores y sabores adquirían en Lórien un matiz único e indescriptible, pero Eruannë apenas era consciente de ello porque no conocía otra cosa. En un mundo sin manchas ni imperfecciones que recordaba las tierras de los valar, la muerte y el horror parecían imposibles, pero no era así. El Mal amenazaba con destruir el Sueño: la Sombra acechaba Lórien. Y eso lo sabían todos los elfos, porque lo veían con sus propios ojos cuando vigilaban desde el Cerin Amroth.

Se volvió hacia Ástomer y posó su azul mirada en el dúnadan al tiempo que esbozaba una leve sonrisa.

—No os conozco, bien decís. Como tampoco conozco hacia dónde os dirigís ni cuál es la misión que os empuja al peligro, y que desde ahora es mía también. Pero mientras la Sombra aceche allá fuera, no habrá paz ni tampoco eternidad para el Bosque Dorado ni para sus hijos. Entonces, no me es ajena la misión como tampoco vosotros.

Turno 405 bisDrustan agradeció el gesto de la elfa con una inclinación de la cabeza.

Luego, apartándose un poco del grupo, se puso a tocar una melodía fúnebre que aprendió en su pueblo. Siguió tocando un rato mientras sus pensamientos volvían sobre los echos de la última semana. Demasiadas pérdidas... ¿Merecía la pena todo aquello? Pensaba mientras pensaba en los orcos, Tumladen... Incluso en Haldir.

Sin saber cómo, empezó a intentar tocar la tonada que habían oído la pasada noche y que Giliel tan amablemente le había intentado enseñar.

Turno 405

Zigûr siguió al resto del grupo, en silencio. En su cabeza aun resonaban las no palabras de la Dama blanca acerca del futuro, conocía algo que ellos no eran capaces de discernir. Miraba alrededor, aquel paraje, ese camino que atravesaban, era explendido. La lluvia había regado generosamente las briznas de hierba. Los arboles de mil tonalidades ocres, pero también plateados, guardaban el camino como centinelas silenciosos. Callado, el mago se aseguro de que la cajita seguía donde debía estar, en un bolsillo interior de su túnica.

Se había quitado su capa de lana teñida, estaba decorada con adornos dorados en los ribetes de la tela. No era nada ostentosa, mas bien detalles teñidos de amarillo. Los motivos dorados forman en la espalda un fino dibujo, el escudo de su pueblo natal, Tir Anduin, una trucha saltarina sobre las ondulantes líneas que representan el rio. Pero dada la naturaleza del viaje, le parecio acertado guardarla en su mochila y colocarse en su lugar el preciado regalo de los señores de lorien. Una verdadera capa elfica, sencilla a la par que extraordinaria, ligera, y comoda. Tenian tanto que agradecer a aquel pueblo...

Llegaron a la base de un árbol, era alto, de una corteza blanquecina y hojas de un verde oscuro que copaban lo mas alto. Una escala cayo desde arriba y fueron subiendo de uno en uno. No fue difícil, aunque la escala tenia un aspecto endeble, su calidad era máxima, tales eran las artes elficas. Cuando llegaron arriba, al flet en el que descansarían, se acomodaron sobre su suelo de madera.

Eruannë iba con ellos, la elfa se intereso por Tumladen y poco pregunto sobre el destino o naturaleza del viaje. Todos se apresuraron en darle la bienvenida al grupo y mostrarle su agradecimiento por unirse a el. Luego llegaron otro tipo de preguntas, algunos no comprendían como un habitante de aquel reino, se prestaba a salir de el y exponerse a los peligros. La respuesta de la elfa fue categorica, una respuesta que el propio Zigûr compartia. El mal acechaba fuera, esconderse no valia de nada, había que luchar contra el.

- Mi nombre es Zigûr Zabathân, encantado de conoceros - dijo con educación. - Si hay algo que podamos hacer por vos, no dude en hacérnoslo saber, haremos cuanto este en nuestras manos para complacerla - dijo muy educado, casi un formalismo que le gustaba tener con los recién conocidos.

Después, se sento algo apartado y comenzó a ojear algunos pergaminos y otros escritos que levaba consigo. No había tenido mucho tiempo en los días anteriores, y ya echaba de menos el estudio. La música comenzó y eso favorecio su concentración, le encantaba poder leer al son de una buena oda... Se dejo llevar.

Recuerda que no puedes lanzar ningún otro sortilegio hasta que descargues "dormir X"

Un saludo

Resolución Turno 405

El grupo acogió a su nuevo integrante. Era extraño que el bello pueblo se interesase por problemas que le eran ajenos pero quedó claro que Eruannë en particular y Lorien por voluntad de sus señores se preocupaban por la voluntad del Concilio y querían verla realizada. Las amenazas de uno eran las amenazas de todos. Y desde este punto de vista era lógico confiar un miembro de su pueblo al grupo como símbolo de la voluntad de Lorien y como ayuda.

Pasaron el resto del día reposando. El cansancio de sus cuerpos había desaparecido pero poco a poco lo hizo esta vez la tensión y el continuo agarrotamiento de sus músculos. Estar allí mucho tiempo podría hacer que se volviesen blandos según algunos pero disfrutar de aquella placidez un poco era una buena cura para las heridas del alma. Estaban en paz.

Varias de las elfas que les habían atendido se encontraban con ellos y atendían a sus ruegos y preguntaban con curiosidad las costumbres que tenían pero Giliel, la que había cantado al tiempo que tocaba no estaba con ellos.

Elhoram habló con Sadronniel, con quien tenía algo más de confianza pidiendo algo del agua de Lorien para que poder llevarse su sabor cuando no estuviese en aquel lugar.

Sonriendo halagada la elfa cogió la cantimplora.

Este y otro recipiente más llenaré para vos. Respondió y se marchó volviendo un rato después con dos cantimploras, una de ellas de hechura élfica.

Tomad. Recordad el frescor de esta tierra cuando el polvo del camino os atragante.

La tarde se deslizaba y la difusa luz que respiraba a través del techo de hojas arrancaba reflejos dorados y plateados de los troncos de los bellos mallorn.

Era un momento de pereza y languidez y en ese instante una triste melodía surgió rasgueada desde las cuerdas del arpa que Drustan tocaba. Era extraño que el pueblo del oso guardase mucho tiempo para reflexionar o para la nostalgia. Pero Drustan era alguien especial. Su origen era algo que ocultaba y le penaba. Y volcó toda su melancolía en aquel momento. La música se arrastraba entre las hojas triste y llorosa.

Una voz se unió a su lamento.

Salió de entre dos árboles uniendo su voz a los acordes y miraba profundamente al Beórnida a los ojos y aunque sus ojos eran tristes mostraban un brillo y una esperanza.

Un hechizo pareció extenderse entre los árboles y a pesar de la presencia del resto el beórnida y la elfa hablaron sin palabras mientras la voz de ella se unía con la música de él en algo íntimo y personal, cambiando de tristeza en algo más, algo que el resto no comprendía y cuando la canción calló, cuando la voz terminó, compartían ambos el secreto de algo más. Algo había surgido más fuerte que el acero, más duro que la roca, algo que no se partiría con la espada ni se consumiría con el fuego.

Alguien más sin embargo, había llegado con el final de la canción y se interpuso entre ambos. Miró Haldir al beórnida como si le viese por primera vez. Y con un gesto le habló así.

Venid conmigo un momento. Debemos hablar.

Y se llevó al guerrero unos momentos lejos del resto, a un flet cercano.

Haldir llevó al beórnida un momento a parte y lejos de oídos indiscretos mirándole con firmeza dijo así.

Mi prima os tiene en alta estima.

Parecía dudar sobre cómo continuar.

Comprended, ella sólo tiene ochenta años. Es una niña apenas. Confunde cariño o simpatía con algo más. Y no cabe duda que algo más que un mera simpatía es impensable entre ambos.

Lo había dicho. Drustan tal vez debía ofenderse. ¿Estaba diciendo que él no era suficiente para su prima?

Drustan volvió al poco rato y la tarde se convirtío en noche. Debían reposar y fueron pronto a dormir. Zigûr el mago hurgaba entre sus papeles, escribiendo las detalladas fórmulas de sus hechicerías en aquellos delicados legajos que repasaba una y otra vez con el fin de no cometer el menor error.

La noche fue llegando y la paz del lugar invitaba al recogimiento y al sueño. Poco a poco los ojos de todos se fueron cerrando...

Drustan acompaño al elfo tenso, sabiendo que era la calma que precede la tempestad. Oyó las palabras del elfo y su cara se convirtió en una máscara, volvía a ser el hombre frío digno de la maldición de su nombre. Apretó los dientes.

- Pensaba que el bello pueblo tenía otra forma de tratar a sus invitados.- Respondió algo tirante al principio, recuperando el tono neutro de su voz enseguida.- Podéis estar tranquilo elfo, mañana partiremos a cumplir la misión que nos encomendó vuestro pariente elfo, el Señor Elrond, para marchar hacia otra ciudad elfa, y llevar vuestras palabras elfas.- Torció el gesto en una sonrisa irónica.- El perro fiel no volverá de la peligrosa misión que prometió cumplir a sus amos elfos y el cariño o mejor aún, - continuó tras una pausa - la mera simpatía, se disiparán rápidamente como lágrimas en la lluvia… Eso es lo que le gustaría, ¿verdad? Aunque lo más probable es que la vida de unos humildes siervos no despierte ningún sentimiento en su persona.

Se despidió haciendo una reverencia con sorna, pero antes de darse media vuelta recordó las palabras que había citado su nueva compañera. - ¿Recordáis las palabras de la Dama? “No es vuestra presencia la que nos pone en peligro. Es la Sombra la que quiere penetrar este reino y llenarlo de oscuridad.”
Siguió su camino de regreso al flet. Sonreía mientras pensaba que la ironía, era un azote que no entendía de reyes ni de plebeyos, de muertos o de vivos, de amor o de odios. Drustan, cuyo nombre significaba tristeza

Turno 406

El corazón dio un vuelco en el pecho de Drustan cuando oyó la voz de Giliel. Se podían hablar tantas cosas sin hablar…

Aquel elfo rompió el hechizo en que se sumía el beórnida. Condenado idiota… pensaba Drustan al que sólo le faltaba soltar bufidos, tal era su ánimo en presencia de Haldir.

Volvió de su reunión con el elfo, más huraño si podía ser. Y se sentó en un rincón rumiando sus pensamientos con la infatigable compañía de su amigo alado, el cual ofrecía su apoyo al angustiado beórnida, mas no entendía nada de los problemas de los dos-patas.

De repente, movido por un resorte, sonrió. Se quitó del cuello uno de los muchos colgantes con runas y motivos de su pueblo. Escogió una sencilla espiral, en un pequeño trozo de madera. Hurgó un rato con su cuchillo hasta que se sintió satisfecho.

Habló en la lengua secreta de los beórnidas con Jok. La mirada, entre inteligente y animal del halcón, no dejaba dudas quién era el ser inferior para el animal.

bueno, drustan se la juega mandando a jok que busque a giliel y le entregue el colgante. evidentemente piensa en el mejor momento para hacerlo, osea cuando no este haldir por alli pero todavia giliel para que se entere jok

el cual tiene dibujado una llama parecido a esto, que creo que es tan sencillo que hasta yo podría hacerlo
hubiera quedado más chulo la palabra temaiel pero el pobre beornida no le dan los idiomas, y engañar al erudito para que escriba simbolos elficos en un papel y drustan os calque lleva demasiado tiempo xD

Son graves palabras

Te responde el guardabosques.

Escucha. No considero que seas un perro. Ni quiero causarte mal alguno o hacerte sentir mal.

Haldir suspira

Ella ha sido como una hermana para mi y es muy joven. Tú eres un hombre adulto y ella una niña.

Te mira a los ojos.

Si le quieres, si esto no es un capricho tuyo, debes esperar. Esperar a que se haga mujer.

Hace una pausa.

Sólo son veinte años. Si es algo más que amistad lo que siente ella cuando regreses, si ella lo desea, no me opondré.