Partida Rol por web

Turno 1106

Elorham vio cómo algunos de sus compañeros sucumbieron a la oscura hechicería del animista. Era inevitable, pero confiaba en que algunos de los héroes fueran capaces de resistir. Su mirada se cruzó con la del mago Zigûr, y asintió en silencio. Entonces escuchó las palabras de Adronath, y sonrió satisfecho.

-Haced como que el hechizo os ha hecho efecto, susurró a los más próximos. -Regresemos hacia él. Solo necesitamos a alguien con valor y una espada junto a él. Confiad en mí...

Elorham comenzó a descender por las escaleras. De vuelta a Laucglin. Era un plan arriesgado, pero podía salir bien. Tenía que salir bien.

Turno 1106

Cuando el mago habló, los ojos de Eruannë, de un azul tan intenso que rivalizaba con la misma Luinil, brillaron con una mezcla de curiosidad y embeleso. Entonces percibió como su propio pie retrocedía un paso ajeno a cualquier orden o pensamiento previo. Y cómo toda ella, cuerpo y espíritu, lo siguió empujada por un secreto sortilegio. Aquella voz la llamaba a su lado y la elfa ansiaba su compañía, aquella voz le despertaba los más amados recuerdos; era suave y sutil, sabia como la voz de los antiguos eldar. Como la de su padre. (Atto, ¿la escuchas tú también?) Con un grácil movimiento, giró sobre sus propios pies dispuesta a volver sobre sus pasos, pero su deseo se vio interrumpido por Zigûr y los elfos que se encontraban unos escalones más abajo. Sonrió, con un gesto que le era ajeno, fruto del sortilegio del mago oscuro, y miró a Zigûr.

—No es cortés rechazar tan gentil invitación —susurró. 

El pasillo era muy estrecho. O bajaban o subían. Aunque el deseo la empujaba hacia aquella voz, no impediría el avance de sus compañeros hacia la terraza, cuya puerta entreabierta se emplazaba a sus espaldas. Y más allá, los temibles latigazos del Orodrim.

—¿Bajáis o subís? —inquirió amable, dispuesta a cederles el paso con tal de liberar la escalera.

No escuchó lo que decía Adronath, aún cuando lo dijera a viva voz, porque solo tenía oídos para aquella voz susurrante. Más abajo, Elorhan comenzaba a bajar y, a cada paso que daba, agigantaba el anhelo de la elfa. 

—¡Elorham, esperadme! —exclamó, viendo que ningún otro acudía al llamado.

Turno 1106

El mago fijo su mirada en la elfa. Su mano se extendió entre él y Eruannë mientras sus dedos se movían hipnóticamente ante su mirada.

- Espera Eruannë, bajaremos - dijo con una vos melódica - Pero necesitaremos las sillas de arriba para entrar todos en la mesa - Trataba de engañarla - La idea de comer cordero con nuestro amigo, me ha abierto el apetito - se ganaba la confianza de la elfa con sus mentiras - ¿Podrias cantar como antes? Eso calmara al árbol de allí arriba, y podremos coger tranquilamente lo que necesitamos - susurraba el mago con la esperanza de que su estrategia surtiera efecto.

RESOLUCION TURNO 1106
 

Las palabras del mago habían surtido efecto, muchos habían caído bajo su influjo. La mayoría quisieron darse la vuelta para ir hacia él, confiados de que aquel amigo suyo no solo no los haría daño, si no que los protegería e incluso convidaría a comer. Pero finalmente supieron aclarar sus ideas, todos menos Eruannë, que no pudo resistirse a las amables palabras. La crédula elfa quiso bajar, pero tras ella iban la mayoría de sus compañeros.

Zigûr entró en acción, y usando uno de sus innumerables trucos, logro convencer a Euannë para que cantase. No pretendía coger las sillas, obviamente, si no lograr atravesar la zona de alcance del orodrim.

Por otra parte, Elorham tenía una idea, y era la de simular que estaban afectados por el embrujo de Lauchglin para acercarse a él. Solo necesitaba a alguien capaz de asestar el golpe cuando estuviera lo suficientemente cerca como para hacerlo.

Pero el mago estaba atento, Adronath no había tenido cuidado, no trato de no ser oído cuando alerto al resto de sus compañeros. El mago sospecharía de quien se le acercara.

Turno 1107

Adronath escuchó las palabras de Elorham y asintió. Desde entonces no dijo nada, pero no enfundó su arma. Si iban a ver al mago, su saludo sería a modo de penetrante tajo en su cabeza.

Entonces Zigûr le descolocó. Éste seguía con la idea de subir a la cima y salir de ahí sin enfrentarse al mago. No sabía qué era lo correcto, pues si no acababn con el mago seguramente éste les seguiría, organizando al ejército y lanzándoles todo tipo de letas hechizos.

El guerrero negó con la cabeza y dijo para que lo escucharan solo sus compañeros.

-Hay que acabar con éste engendro de mago. Si no él acabará con nosotros. Además es la cabeza de la serpiente y si se la cortamos el resto de la serpiente no sabrá qué es lo que tiene que hacer. Seguid vosotros hacia arriba, yo bajaré y acabaré con él o moriré en el intento.

Dicho esto Adronath bajó las escaleras despacio en dirección a la sala del mago.

Turno 1107

Elorham caminaba despacio, como en un trance. Pudo sentir un cosquilleo en los dedos y en todo su cuerpo. Las fuerzas de la Naturaleza estaban alimentando su espíritu, y esperaba el momento para desatar ese poder hacia el malvado animista Lachglin. Lo esperaba, y lo deseaba con todo su ser. El mal causado por el señor de Sarn Goriwing superaba cualquier límite. Había corrompido lo más sagrado del bosque, y él y todo su legado debía ser erradicado. Elorham era un hombre de paz. Desde pequeño, había rehusado las armas para defender territorios e intereses. Recordó brevemente a su padre, y miró la lanza que ahora portaba en la mano izquierda. Nunca había visto justicia en la muerte. Hasta ahora.

Desde a azotea de la torre, a lo lejos, creyó la escuchar la voz de Eruannë. Ahora los pasos del rohir avanzaban hacia su destino final. Contaba con Adronath, o tal vez alguno más. No podía hacerlo solo... 

Solo unos pasos más, pensó y trató de no llamar la atención de Lachglin. Qué piense que estoy preso de su encantamiento.

Había llegado el momento. Alzó su puño derecho, y su mirada se cruzó de forma inevitable con la del mago. -Va por ti, Nihtegale, susurró y el una fuerza invisible salió de su puño en dirección al hechicero.

Turno 1107

Un extraño conjuro había enredado a la elfa en la sutil entonación de aquella voz. Algo la empujaba escaleras abajo, como lo hacia Elorham que, paso tras paso, desapareció entre las sombras. Pero Zigûr insistía en avanzar hacia la terraza, que sosiegue al árbol , había dicho...

Tras un resignado suspiro, Eruannë buscó un pergamino en su morral, con las yemas de sus dedos recorrió la bellisima silueta de las tenwar allí trazadas y, acto seguido, se dispuso a cumplir con la petición del mago. Lentamente, sus dedos fueron dibujando en las cuerdas del arpa una suave melodía:

Ar lelyuvanye.
Ar ilindor termaruvar lindio.
Ar inya lótelára termarova,
laica aldaryanen
ar fána ehteleryanen.
Ilya sinyen,
i menel na lúne ar tyavenen,
ar ente tyaluvar, ve sina sinye tyalia,
i nyeller nyelleperello.
Firuvar entar i ni meldana,
ar i lie caruva sinya ilya coranar,
ar i anta yánasse lóteláranen inya,
indilnen ar luhtana,
fasirenya mistave, lumnanen.

Turno 1107

El mago pronuncio una sola palabra, inteligible para todos. Una oscura lengua que arrastraba la magia del mal. Con su voz invocaba la mas absoluta oscuridad, una negrura densa que apagó la sala en la que estaban.

Turno 1107

El orodirm se mecía suavemente, dejándose llevar por el viento del exterior. Si aparente tranquilidad escondía la fiereza de sus ramas.

RESOLUCION TURNO 1107
 

El mago vio que la posibilidad de Elorham podría llegar a ser viable pero, aun así, prefería dejar que la elfa tocara su arpa para poder abrir otra posibilidad. Insto a Eruannë comenzase con su melodía.

La princesa con ambos elfos, se habían convertido en su sombra, aguardarían quietos en las escaleras mientras se desarrollaban los acontecimientos. Zigûr y el resto se quedarían con ellos mientras que Elorham y Adronath bajaban las escaleras. Lafinwë, Ástomer estaban abajo e imitando a Adronath hicieron su actuación mientras se acercaban al mago.

Lauchglin no era tonto, no era difícil saber que algo tramarían. Había escuchado a Adronath decirle a los de más que mentía y aunque no sabía quién de todos ellos no estaba bajo el influjo de su hechizo, al menos podía saber que aquel hombre no lo estaba. En cuanto los cuatro estuvieron en la sala el mago actuó de nuevo.

Una sola, potente y grave palabra del hechicero hacía falta para sorprenderlos con un nuevo sortilegio. Sin embargo, Elorham se le adelantó y logro hacer que la fuerza de los valar se canalizara atreves de sus rezos, y su puño. Algo golpeo a Lauchglin, obligándolo a posar rodilla. Estaba ido, como si hubiese recibido un fuerte golpe…

Arriba la muscica de la elfa parecía haber tranquilizado al orodrim, aunque solo tenían una manera de averiguarlo, era subir.

RESOLUCION TURNO 1108

El poderoso hechicero había sido aturdido por la canalización de Elorham. El rohir suspiró aliviado, pues justo antes de sucumbir Lachglin había intentado lanzar otro conjuro. -Adronath... ahora, le dijo al dúnadan. Era una oportunidad que no podían desaprovechar. Lo tenía a su merced. Tenía que acabar con él, pero aún así no podía fiarse.

Puede esconder una última sorpresa, pensó.

Elorham volvió a concentrarse. Esta vez quería subyugar al malvado animista. Apresarlo como lo había hecho él con Namiré. Aunque en este caso, no iban a ser barrotes sino las fuerzas invisibles de la Naturaleza las que iban a sujetarlo en caso de que Adronath fallara.

Turno 1108

Más abajo, Elorham alzaba su brazo contra un oscuro mago y sus aún más oscuros designios; más arriba, otro mago se abría paso entre las ramas de un adormecido olvar. Entretanto, Eruannë entornaba los párpados y continuaba acariciando las cuerdas del arpa, ajena a la tragedia que se alzaba sobre todos ellos.

Y los acordes se sucedieron unos a otros, y los silencios también... A veces solo eran un llamado de arena en las ventanas, una hierba que de pronto temblaba en la pradera quieta, un cuerpo transparente que cruzaba los muros con blandura dejando en los ojos un resplandor pesado, o el ruido de una estrella recorriendo la indecible tiniebla de la medianoche. A veces, era solo el viento y el áureo rumor de las hojas de un lejano bosque.

Ensimismada en la música, Eruannë elegía lo triste, lo callado y lo que nace debajo del olvido para llegar al espíritu atormentado del olvar, para luego cantarle a los clamorosos pasos del alegre estío, el murmullo del agua derramándose en una cascada como una prolongación del cielo, el canto esperanzado con que el amanecer recibía a las criaturas de Yavanna.

Turno 1108

Nada más bajar nuevamente hasta la estancia del hechicero, Adronath se lanzó hacia éste con funestas intenciones, espada en ristre y escudo en posición defensiva. Podía salir todo mal, pero el guerrero vendería cara su piel e intentaría acabar con aquel ser que tanto daño había hecho.

Alentado por las palabras de Elorham, Adronath atacó a Lauchglin. Su espada rasgó el aire en dirección al mago sin importarle lo que éste pudiera hacer, ni los trucos que pudiera usar en su contra.

-¡¡¡MUERE!!! -gritó mientras le golpeaba.

RESOLUCION TURNO 1108
 

Todo sucedió rápido. El buen hacer de Elorham había dejado momentáneamente incapacitado a Lauchglin, momento en que todo se precipito aún más.

Mientras en las escaleras la princesa y los elfos aguardaban acontecimientos, abajo Adronath se lanzaba al ataque. Con la espada en alto trato de asestar un golpe final al enemigo. Elorham, por si acaso no era suficiente, comenzó a recitar algunos versos antiguos, se preparaba para usar su poder de nuevo. El dunadan llego tras su carrera hasta su objetivo, bajando su filo hacia la cabeza de Lauchglin. Este se revolvió tratando de esquivar el golpe. No estaba inconsciente, tan solo confundido, y había logrado evitar ese primer lance. No lo hizo con los siguientes, desde el suelo trataba de moverse, pero la espada de Adronath lo alcanzo en varias ocasiones. Su pierna fue lacerada, a la altura del muslo. La sangre comenzó a brotar copiosamente, rajando, empapando la túnica y el suelo, arrancando un doloroso alarido al anciano hombre. Pero aun sobrevivía.

En la sala de abajo estaban Elorham, Adronath, Lafinwë y Ástomer, los dos últimos bajo el influjo del hechizo que había lanzado Lauchglin. En las escaleras aguardaban Drustan, Elenmenel, Aranel y Maniré mientras que Zigûr y Eruannë salían al exterior, a la terraza.

Arriba la elfa y el mago pudieron salir tranquilamente a pesar de que el orodrim vigilaba violento la puerta. El arpa de Eruannë había conseguido apaciguar, de nuevo, al oscuro árbol. Sus ramas se mecían tranquilas, no seguían la brisa que azotaba en lo alto de la torre, más bien seguía sus propios movimientos. Desde arriba pudieron ver como una horda de orcos corría hacia la torre. Tardarían algunos minutos en llegar, pero acabarían haciéndolo.

Turno 1109

Viendo al hechicero oscuro en el suelo, cubierto por su sangre y con síntomas de estar aun confuso, Adronath lo aprovechó para asestar un nuevo tajo. Pese a que parecía aturdido aun se movía, lo que hacía difícil el darle. Aun así el guerrero puso todo su empeño en acabar con el hechicero.

-¡¡Muere acólito de la oscuridad!!

El grito del guerrero no atendía a pasar desapercibido, pues las ganas que tenía de acabar con él eran superiores a que les pudieran descubrir.

Turno 1109

"En lo alto del Cerin Amroth,

en el Bosque Dorado,

un rocío de miel aroma el primer crepúsculo…"

Ajena al acero y a la sangre, ajena a la oscuridad y la muerte que se precipitaba escaleras abajo, y ajena también a los orcos que avanzaban hacia la lúgubre torre, Eruannë le cantaba al sufriente orodrim. Una extraña calma envolvía a la elfa, quizá el eco de la voz que -instantes antes- la había invitado a su vera.

"Sube a renacer conmigo, hermano.

Dame la mano

desde la recóndita zona de tu dolor agazapado…"

Turno 1109

-Wyrtrum... Eorðgráp... Wyrtrum... Awefecung

Elorham preparaba un nuevo conjuro para retener al animista maligno. Lauchling estaba aturdido, pero seguía siendo peligroso. El rohir sentía cómo el poder se acumulaba a su alrededor. La Naturaleza había respondido a su llamado, y el dolor se estaba convirtiendo en furia. Wyrtrum. Raíces invisibles se preparaban para agarrarle. Eorðgráp. La Tierra le iba abrazar. Awefecung. Y enterrarlo en un sueño eterno.

-Necesito un poco más de tiempo, les dijo a los presentes. Los ojos de Elorham no se separaban de su objetivo.

Turno 1109

Su mente parecía inundada de oscuras nubes que le nublaban la consciencia. Por momentos pensó que el mago podía ser un poderoso aliado y sin embargo sus amigos luchaban contra él con todas sus energías.

Elhoram había pedido tiempo así que recorrió el tramo de escalera que le separaba del mago, cojeando, con intención de ser el próximo blanco de sus ataques, si bien no podía lucher, tal vez podría conseguir a su amigo esos preciosos segundos....

RESOLUCION TURNO 1109
 

Eruannë continuaba concentrada, sus dedos acariciaban las cuerdas del arpa arrancándole una melodía extraña y dulce a la vez. Una mezcolanza de suaves tonadas que de cuando en cuando crecían en intensidad y rapidez, otorgando un cierto desconcierto a aquellos que podían escucharla. Obedecía a las necesidades del orodrim, este luchaba por zafarse del encantamiento, sin lograrlo. Era algo que solo la elfa percibía, esa lucha interior, a simple vista solo había un árbol que se mecía tranquilo con el viento. Acompañaba la música las palabras de la eldar, una aterciopelada voz que recitaba antiguos pasajes, y otros propios, pero que ayudaba a mantener la fuerza de la armonía.

Zigûr no la prestaba atención, observaba temeroso asomado desde la baranda de piedra, como una ingente cantidad de enemigos corrían hacia ellos. No se habían molestado en esconder los cadáveres de los guardias orcos después de matarlos, cuando los descubrieron saltaron las alarmas y comenzaron a salir de las cuevas cercanas, decenas, centenas de aquellos repugnantes seres. No tardarían en llegar, en rodear la torre, y quien sabe si lograr entrar. De cualquier modo, cuando estuviesen en la base, no tendrían escapatoria. Si entraban, tampoco la tendrían, había que salir de allí, su cabeza planeaba algo. El mago advirtió del peligro y de que disponían de apenas unos minutos, no había tiempo que perder. Pidió desde arriba, gritando, que subiesen lo antes posible.

En las escaleras, Namiré y Elenmenel y Aranel, aguardaban. Los dos elfos no dejarían a la princesa bajo ningún concepto, morían por ella si era necesario. Al escuchar las palabras de Zigûr, comenzaron a subir de inmediato, tenían pocas escapatorias. Drustan, pese a estar herido y con su capacidad de lucha estaba mermada, estaba dispuesto a ayudar.

Abajo, en la sala, Elorham continuaba preparando uno de sus sortilegios. Recitaba letanías, retazos de antiguas escrituras que convocaban los poderes de la naturaleza, de la esencia de todas las cosas. Visualizaba su objetivo, lo que pedía a las fuerzas vitales, La Canción fluía.

Adronath, por su parte, alzaba su arma de nuevo contra el anciano. Se retorcía en el suelo de dolor, sangraba profusamente por el muslo, y estaba algo ido. Eso no le impedía esquivar los ataques del dunadan. Descargó con fuerza el filo, Lauchglin logró esquivar algunos de los lances, fue golpeado varias veces, su piel se laceraba bajo la túnica. Una de las estocadas logro dar de lleno en el hombro, se encontró de frente con el filo, provocando una nueva herida y un alarido de dolor.

Lafinwë y Ástomer, estaban bajo el influjo del sortilegio que les hacía pensar en Lauchglin como un aliado. Aquello no entraba en su cabeza, los dos veían como sus amigos atacaban al mago, amigos luchando con amigos. Mientras el beornida cojeaba hacia la trifulca, el elfo y el montaraz estaban como paralizados, viendo como horrorosamente Lauchglin sucumbía a los golpes de Adronath. Por alguna razón aquella visión, la del beornida herido, pareció despertarlos de su letargo. Habían comprendido la peligrosidad que había en las palabras de Lauchglin.