Partida Rol por web

RESOLUCION TURNO 1205
 

Las capuchas eran de lino, finas, y muy ligeras. En contra de lo esperado, no dejaban pasar más que una ligera claridad, si bien impedía distinguir nada de lo que había alrededor. Su tacto suave y su olor fresco, casi hacían olvidar la ceguera. Todos, incluida Eruannë, fueron encapuchados y colocados tras uno de los elfos, que servirían de lázaros. Con la mano en el hombro de su guía, todos podrían avanzar con cierta velocidad, sin tropezar con nada. En el caso de Eruannë fue ella misma la que quiso someterse a la restricción de la vista pues a ella, como eldar que era, no se le impuso tal condición. Sin embargo, por solidaridad con sus compañeros, se colocó también el capuz.

Una vez todo dispuesto, se pusieron en marcha. Caminaron un largo tiempo, zigzagueando para esquivar obstáculos del terreno y los troncos de los árboles. Al menos al principio todo parecía normal, pero después la sensación fue la de estar dando vueltas y vueltas sin sentido. Quizás era parte del protocolo, despistar a los encapuchados para que no supieran donde estaban, antes de llegar a un destino que debía permanecer secreto.

Nadie decía palabra, o replicaba al respecto. Estaban siendo guiados amablemente, con suaves palabras cuanto había que dar un pequeño salto para evitar un regato, o alzar más la pierna para pasar sobre alguna raíz. En todo momento fueron conducidos con total fiabilidad y confianza.

Al cabo de al menos una hora, aunque a todos les pareció mucho más tiempo, se detuvieron. Fue entonces cuando les quitaron las capuchas. Tardaron unos instantes en acostumbrarse de nuevo a la luz, pero cuando lo hicieron, pudieron ver todo un espectáculo. Estaban ante un puente de piedra sobre el. Del otro lado unos escalones sorteaban las primeras estribaciones de una colina y una senda ancha y corta conducía hasta las Grandes Puertas, la entrada a los Salones. Estas estaban construidas en sólida madera, vivazmente decoradas con filigranas de oro y plata, y carecían de pomos o cerraduras.

Allí, quietos, fueron invitados a entrar.

Turno 1206

- Bienvenidos al reino de los Salones del Bosque - dijo acompañándolo junto a un gesto con las manos, invitándolos a proseguir el camino hacia el puente que tenían delante.

Algunos elfos, abrieron el camino delante de ellos.

Turno 1206

Elorham observaba el puente de piedra, y más allá el brillo dorado y plateado de aquel lugar hermoso. No pudo evitar emocionarse, pues en cierto modo era el final del trayecto. La princesa regresaba a casa.

Dio un paso en el puente. Luego otro. Y miró a Adronath. -Lo hemos logrado, amigo. Hemos de saborear este momento, y también recordar a los que no van a poder cruzar con nosotros, pero al estar vivos en nuestro recuerdo nos acompañan de algún modo ahora, y siempre.

Al escuchar las palabras de bienvenida, el rohir hizo una reverencia y siguió avanzando despacio, sin dejar de mirar alrededor.

Turno 1206

Adronath sintió como desataban su capucha y luego se la quitaban. Lo que vio le dejó ensimismado a pesar de que eél ya había estado allí,  ya que con buen criterio quiso entregar lo que habían ido a llevar y luego ayudar a rescatar a la princesa. Al pensar en esto, al guerrero le pareció que había transcurrido un mes desde que salió de esas estancias, cuando en realidad solo habían pasado unos días. 

Alejando todo aquello de su cabeza,  Adronath escuchó a su compañero Elorham y asintió con una sonrisa en la boca y unas lágrimas en los ojos. Una de alegría por haber llegado y las otras de intenso dolor por las pérdidas sufridas en el camino. Caminando hacia dentroel guerrero solo pudo decir unas palabras. 

- Por fin hemos llegado a nuestro destino. 

RESOLUCION TURNO 1206
 

Zigûr, Adronath, y Drustan ya habían estado allí. Elorham y Eruannë no, pero a todos les fascinaba la visión de la entrada. Fueron invitados a entrar, y lo hicieron de buena gana. Tras aquellas puertas les esperaban los cuidados, la comodidad y a buen seguro un buen almuerzo. Animados, se internaron en las Cavernas de los Elfos del Bosque.

El interior se componía de una galería excavada, de la que salían otras más pequeñas. Estaban horadadas en la roca, pero de una manera majestuosa. Los suelos estaban nivelados y los techos igualados, las paredes se adornaban con candelabros y antorchas, que alumbraban tapices, telas y pinturas. Aquello era digno de ver, algunos se preguntaban cómo serían las minas enanas en comparación, dado que se decía que estos eran los mejores en esas lides, más aún que los elfos. Por supuesto nadie dijo nada al respecto.

Continuaron más y más adentro, hasta llegar al Salón del Rey. Era una amplia y alta sala, en medio de la cual se erigía un trono hermoso, elaborado de piedra y madera, en una perfecta simbiosis, como si hubiese nacido de la tierra con todo su esplendor. Solo pudieron ver a algunos guardias, aunque no tardaron en ir apareciendo más individuos. Primero llegaron algunos nobles, bien vestidos y en parte altivos. Detrás, el mismísimo Legolas Hojaverde entró tras un sequito de ayudantes y sirvientes. Todos lo reverenciaron mientras se dirigía al trono, aunque al ver a Namiré, no pudo evitar ir a abrazarla. Tras unos minutos, y recobrando su noble posición, el príncipe se sentó.

Turno 1207

- Agradezco que lograseis traer sana y salva a Namiré - dijo amable, mirando con ternura a su prima.

- Decidme, ¿donde están Arannel y Elenmenel? - dijo buscando con la mirada a los presentes. - No os conozco a todos - dijo al ver a Eruannë. Ya conocía a Zigûr y a Adronath, además conocía el estado de Drustan.

Turno 1207

Elorham contemplaba aquel lugar de ensueño cuando las palabras del príncipe Legolas le hicieron reaccionar. Con tristeza en su mirada dio un paso al frente. -Elenmenel, mi señor... Cayó en combate luchando contra los orcos. Cayó defendiéndonos y no pude ayudarle. A Arannel le vi caer un poco antes, no estoy seguro pero me temo que tampoco sobrevivió.

Mostró su brazo al que le faltaba ahora la mano como consecuencia de aquella pelea. -Pudimos escapar gracias a su sacrificio, y ese recuerdo y agradecimiento me acompañará el resto de mi vida.

Turno 1207

Adronath entró nuevamente en el complejo de cavernas que era la casa de los elfos del bosque. Sus grandes salas, decoradas con ricas alfombras y preciosas lámparas hacían que no creyeras que estabas bajo tierra. Aun así el guerrero no prestó mucha atención. Su cuerpo, herido y cansado, y su mente, confusa y meditabunda, hacían que Adronath pareciera como si no estuviera ahí.

Al rato, delante de los nobles elfos, se centró más. Escuchó a Legoslas y a su compañero Elorham y luego habló.

-Efectivamente los dos elfos murieron en el campo de batalla defendiendo tanto a nosotros como a la princesa Namiré -reiteró el dúnadan las palabras de su compañero y amigo.

-Lo que sufrimos para conseguir escapar de allí no tiene nombre. Tanto elfos como humanos caímos en defensa de la libertad y...y si no llega a ser por...por..-unas lágrimas corrieron por la tez del guerrero nuevamente. Pero al instante se recompuso-. Si no llega a ser por que vinisteis a buscarnos, habríamos muerto casi todos. Gracias-. Dijo sinceramente el dunadan.

Turno 1227

- Lamento oír eso... - dijo claramente afectado por la noticia. - Mandos los espera, volverán a la tierra de nuestros ancestros, estoy seguro - La muerte era acogida de distinta manera entre los elfos.

- Sabed, que he mandado mensajeros a mi padre - dijo el príncipe - Ha partido a la guerra, y no creo que pueda volver pronto - señaló en relación al mensaje que había recibido hacia unos dias de mano de Zigûr, Drustan y Adronath.

- Descansad cuanto queráis como invitados de nuestro reino - dijo amable mientras con un simple gesto indicaba a su gente que los llevasen a algún cuarto - Cuando estéis preparados os acompañaremos a las fronteras del reino, mas allá incluso, a las lindes del bosque - ofreció.

Turno 1227

- Mi señor, mi nombre es Eruannë, vengo del reino de Lorien - Se presentó - Lamento la perdida de tan valientes guerreros, dieron su vida por la princesa, y por nosotros - añadió antes de hacer una pequeña reverencia.

- Me gustaría saber que ha sido de nuestro compañero Drustan, estaba muy mal, temo por su vida - dijo preocupada - Se que esta fuera de peligro, y me gustaría que me avisasen en cuanto llegue - declaró.

RESOLUCION TURNO 1207
 

El príncipe Hojaverde permanecía en pie ante el trono, mirando desde su posición a todos los invitados. No parecía demasiado interesado en los que no conocía, Eruannë y Elorham le eran extraños, aunque no pregunto sus nombres. Preguntó por Aranel y Elenmenel, para descubrir que tristemente había caído en combate. Triste, pero también alegre por la recuperación de Namiré, Legolas se mostró contrariado.

El príncipe ofreció al grupo descanso, dispuesto a ayudarles a volver por el bosque. La elfa pregunto por su compañero Drustan, realmente estaba preocupada por él. Lo último que sabía es que estaba en uno de los flets, y que un galeno se estaba ocupando de su amigo. No era suficiente, y quería ser avisada en cuanto el beornida fuese llevado hasta allí, si es que se pretendía tal cosa.

Fue uno de los consejeros de Legolas el que contesto a la elfa, asegurándola que en cuanto se encontrarse mejor, sería trasladado hasta los Salones. Todo estaba preparado, algunos de los sirvientes esperaban para acompañar a los invitados a sus dependencias. Otro de los cicerones informo que se realizaría un acto en memoria de los caídos, y no solo de los dos elfos de su casa, si no también de los edain caídos en la salvación de Namiré.

Por educación, Hojaverde y sus consejeros, esperaron a que los recién llegados se ofreciesen a ser guiados a sus habitaciones.

Turno 1208

Elorham asintió en silencio a las palabras del príncipe Legolas. Habían rescatado a Namiré, y a ella buscaban ahora los ojos del rohir. Apenas había podido hablar con la elfa cuyo rapto había originado toda esta historia. No le debía nada ella, pues libremente habian elegido ir a rescatarla. Y seguro que durante sus incontables años se acordará de los que la rescataron. Pero Elorham quería contemplarla una última vez, para llevarse el recuerdo de ella en el corazón junto a otros recuerdos más dolorosos, por si la dicha de una princesa podía compensar en parte la amargura de la pérdida de unos amigos.

Se acercó a Adronath, y le puso la mano, la que le quedaba, en el hombro. -Lo hemos logrado, amigo. Ahora solo nos queda descansar antes de regresar de este lugar. Sin duda es un reino especial, pero mi corazón anhela salir de aquí, pues no es mi hogar. Ni es el de ningún mortal. Aquí estoy como en un sueño. Un sueño plácido y bello, pero no dejo de pensar en despertar para ver cómo está el mundo allí fuera. Eso sí, de aquí no nos iremos sin Drustan. ¿Estás de acuerdo?

RESOLUCION TURNO 1208
 

Eruannë y Zigûr, asintieron ante las palabras de Elorham. Nadie se iría de allí sin el beornida, pero lo cierto es que no sabían cuando llegaría pues todo dependía de su pronta recuperación. En cuanto estuviese fuera de peligro y pudiera caminar, seria llevado a los Salones. Finalmente, el grupo siguió a una serie de elfos, que amables, los guiaron por las grutas de aquel reino. Toda una red de cavernas, finamente excavadas, ricamente adornadas, y muy bien iluminadas, se extendía ante ellos. Orientados por sus anfitriones, fueron llevados a unas austeras alcobas, una para cada uno. No era gran cosa, pero disponían de un cómodo jergón de plumas, una mesa con ropas limpias y un aguamanil con una tinaja de agua en el que poder lavarse. Podrían descansar, recuperarse en un ambiente de total paz y seguridad, dormir sin preocupaciones. Se acomodaron y dejaron llevar por el cansancio, no tardaron en quedarse dormidos.

Todos fueron despertando poco a poco, con incluso horas de diferencia. Los elfos los atendieron, y ataviados con sus ropas, ya limpias, fueron llevados hasta un pequeño salón. Allí estaban todos, incluso Drustan. Se alegraron de verlo, se apresuraron en ir a abrazarlo y cerciorarse de que se encontraba bien. Tras la emoción inicial, descubrieron que habían estado durmiendo casi un dia entero, se encontraban tan descansados como hambrientos. Trajeron algo para comer, un poco de fruta y cerveza, pero nada que pudiese llenar los estómagos antes del gran festejo que se celebraría en un par de horas. Una cena por el rescate de la princesa Namirë, a la que asistiría el príncipe Legolas, y su madre la Dama Arhendhiril. Era todo un honor, pues los cinco supervivientes serian homenajeados como los salvadores y en que los caídos serian recordados como se merecían.

Terminaron con la fruta, y siguieron degustando la suave cerveza, mientras charlaban antes de la celebración.

Turno 1209

Adronth se vistió con sus ropas ya limpias y fue conducido a un pequeño salón. Allí se encontraban sus compañeros, incluso Drustan estaba con ellos. El dunadan se apresuró a llegar hasta el Beornida y al llegar le dio un abrazo afectuoso, sincero y con mucho cuidado, pues sabía del estado de su amigo.

-¡Me alegro mucho de verte! ¡nos ha costado tanto llegar hasta aquí!...pero por fin estamos todos -dijo visiblemente emocionado-. Tenemos mucho de qué hablar y recordar. Esta aventura tiene muchas cosas buenas que superan a las malas con creces.

RESOLUCION TURNO 1209
 

Drustan estaba aún convaleciente, pero mejoraba rápidamente. Tanto era así, que allí sentado parecía un invitado más, en lugar de alguien que había estado a un paso de la muerte. Apenas habían pasado tres dias desde que se separaron, y en ese tiempo, el beornida se mostraba vigoroso.

Eruannë y Zigûr llevaban tiempo con él, ya se habían puesto al dia. Cuando Adronath y Elorham llegaron, no pudieron evitar abrazarlo y coserlo a preguntas. Poco a poco, se dieron cuenta de que Drustan no estaba tan bien como aparentaba. Aún estaba algo débil y necesitaría descansar.

Estuvieron un buen rato hablando, recordando los buenos momentos, obviando lo incomodos. Brindaron por los caídos y se alegraron de haber conseguido su objetivo. Ahora estaban allí, en los Salones, bajo la protección de Thranduil y su reino, su hijo Legolas era quien gobernaba en esos momentos, en ausencia del Rey.

Al cabo del tiempo, algunos elfos los invitaron a acompañarlos hasta el salón principal. Allí, todo estaba dispuesto para un gran banquete. Fueron sentados en una larga mesa corrida, junto a unos cuantos eldar presentes. No eran demasiados, la mayoría habían partido a la guerra. Quedaban unos pocos nobles, consejeros y guardias, así como varios sirvientes. Apenas una centena se dieron cita en aquella sala. Dos mesas en paralelo, y perpendiculares a su vez a otra que servía de cabecera. Todo el mundo estaba ya sentado, a excepción de los últimos en llegar. Como no podía ser de otro modo, el príncipe Legolas y la princesa Namiré se sentaron en último lugar. Antes de hacerlo, Hojaverde dijo unas palabras. Agradeció a los cuatro héroes, así los llamó, la salvación de su amada prima. Después levanto su copa llena de vino, y brindó entre vítores y alegría.

Turno 1210

Adronath entró en el salón y se dirigió al sitio que le habían asignado. A su lado estaban sus compañeros a los que se quedó mirando. No dejaba de pensar la suerte que habían tenido de sobrevivir a esta aventura. De lo cerca que habían estado muchas veces de la muerte y que solo al final les había llegado de la forma más cruel.

Todo se esfumó de su mente cuando llegaron Legolas y Namiré. El dunadan les miró y sonrió. Al final parecía que algo sí que habían hecho bien. la misión se había cumplido, entregando la misiva que era vital para el futuro de los pueblos libres, y además habían logrado salvar a la princesa Namiré.

Durante la cena, hizo varias preguntas sobre su equipo que había perdido. Aunque no era primordial, eran objetos que tenía desde hacía mucho tiempo, muchos de ellos familiares o regalos de alguien. -En la liza perdí todo mi equipo. ¿No lo encontraríais y recogeríais por casualidad, verdad?

Luego, sobre todo cuando llegaron a los postres, comenzó a recordar anécdotas del viaje, sobre todo de cosas graciosas y de hecho insólitos. Tenían muchas cosas que contar. Y no solo a ellos, si no a gente que habían encontrado en el camino...Es en ese momento cuando se acordó de la noche que pasó con la beórnida. Sabía que debía volver con ella. Sabía que por lo menos debía encontrarla y habar de lo que había vivido. Y si ella quería viajar a ver a su familia....si no iría él solo, pues es algo que también quería hacer.

Así pasó  la noche, hablado y recordando, pero sobre todo con ganas de volver a viajar, aunque sin prisa por ponerse en camino, pero sabiendo que al final tendría que volver a viajar.

Turno 1210

Y así entre copa y copa recordaban juntos los momentos vividos, con ojos ya vidriosos y el corazón más sereno. Habían pasado por algo inolvidable, una aventura para contarla a los nietos. ¿Y por qué no, plasmarla en un libro?

Esa idea que podía parecer rídicula en un primer momento no se le quitaba de la cabeza a Elorham. -Debemos poner por escrito lo que hemos visto. Lo que hemos luchado, les dijo al resto del grupo. -Da para un libro, amigos, añadió y brindó una vez más por todos ellos, por los que estaban y por lo que ya habían partido de este mundo.

Así pasaron la noche, y a medida que ésta se agotaba, el animista se dio cuenta de que pronto tocaba partir. Y que no irían al mismo lugar, pues cada uno tenía su sitio en el mundo. Siempre iban a guardar el recuerdo de lo sucedido, y Elorham ofreció hacer una reunión cada año o así, en un lugar concreto.

-¿Y cuál sería ese lugar?, se preguntó pensativo. En cuanto a su siguiente paso, debía regresar a Rohan. -Eruannë, "Nihtegale", mi camino me lleva ahora a mi tierra, a la Marca. Antes de llegar pasaré cerca de Lorién, por si quieres acompañarme en ese trayecto. Y por el camino puedo escribir en el libro las canciones que tú cantes o toques.

Elorham sabía que el destino les deparaba cosas muy distintintas a la elfa y a él, y que el tiempo compartido había sido más bien un sueño. Mas quería guardar un recuerdo de lo que ella cantaba, aunque capturar su voz no iba a ser posible, al menos las palabras que acomañaban a la melodía.

RESOLUCION TURNO 1210
 

El banquete se alargó más de lo esperado, la comida, el vino y la cerveza no faltaron en ningún momento. Una amena velada, en la que los elfos escucharon atentamente las historias de todo lo que les había ocurrido. Zigûr comenzó relatando su reunión con Gandalf y Elrond, sin dar demasiados detalles, para después centrarse en sus primeros pasos, su encuentro con los orcos, y de cómo fueron capturados. Elorham continuó el relato sobre como escaparon, y de la acelerada huida que tuvieron que llevar a cabo para no ser cogidos de nuevo. Eso los llevo hasta Lothlorien, donde tuvieron el honor de conocer a Celeborn, y estar en Caras Galadhon.

Los elfos estaban atentos, la historia era interesante y ninguno perdía detalle. Gandalf, Elrond, Celeborn… Aquellos héroes habían podido conocer a los más insignes personajes que jamás habían habitado en la Tierra Media. Drustan le tomó el relevo al rohir, y dio más detalles de su estancia en la “Flor de sueño”, de cómo le maravillaba todo y de cómo conocieron a Eruannë. Ella intervino, y continuo el relato.

La elfa había cambiado desde lo sufrido en la torre de Lauchglin y los momentos posteriores. Se mostraba más seca, callada y de algún modo arisca. Relató como salieron del cobijo del bosque, y fueron hacia la Carroca, donde se internarían en el bosque negro. Para ello tendrían que atravesar los campos Gladios. Su historia hablo de un anciano, del Kraken, y del esfuerzo que tuvieron que sobrellevar para dejar atrás al monstruo. Llegaron a la Carroca, donde también conocieron a Druss, un rudo beornida al que encontraron en apuros. Una mirada picara de la elfa hacia Adrontah al recordar a la mujer que lo acompañaba. Una sonrisa, la primera en mucho tiempo, se dibujó en el rostro de la eldar antes de terminar con su intervención.

Adronath, un poco ruborizado, recordó lo ocurrido con aquella beornida, pero siguiendo la historia que estaban contando, retomó el relato. El bosque negro, la torre, el rescate… Aquello era tan reciente, que a cada palabra podía sentirse la pena por los caídos, y el sufrimiento padecido.

Era tarde, la gente comenzaba a levantarse para irse a descansar. Legolas habló agradeciendo a los invitados una vez más la salvación de Namiré. El grupo seria escoltado hasta los límites del reino cuando lo considerasen necesario, aun podrían quedarse a descansar el tiempo que necesitasen. Poco a poco, todos fueron retirándose hasta sus aposentos.

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Adronath escuchó, habló, participó, rió y lloró a lo largo de la velada recordando los buenos y malos momentos. Las luchas y los enamoramientos, las desdichas y las victorias. Todo aquello les había llevado allí, todo aquello les había hecho más grandes, más experimentados, mejores y más sabias personas.

Solo quedaba descansar para que las heridas cicatrizasen. Solo quedaba esperar a que todos pudieran partir para encaminarse fuera de los límites del reino élfico. Luego cada uno tomaría su camino, unos más lejos otros más cerca.  Pero todos con un poquito de cada uno en sus corazones.

El guerrero pasaba el tiempo con sus compañeros, especialmente con Elorham y Zigûr, con quienes había quedado para escribir su hazaña. Alguien tenía que perpetuarlo. Alguien tenía que hacer que los muertos en el camino sobrevivieran y fueran uno más en esta historia. Días enteros y noches en vela hasta que la historia quedó resumida en puntos clave, para que alguien como Eloham le diera forma.

-Prométeme que la terminarás pase lo que pase y pienses lo que pienses, prométemelo...o si no iré a ver si la tienes acabada que seguro que no la acabas por miedo a que no esté del todo bien. Mmmmm, ya me encargaré yo de darte un empujón en ese caso.

Adronath fue recuperando el humor y la fortaleza suficiente para partir. Se sentía a gusto y cómodo, pero algo le pedía volver y no a su tierra natal, si no en busca de su amor perdido, y de su libertad de movimientos. A los pocos días estaba preparado para partir. Todo aquel que quiso partir con él lo hizo y cuando los elfos le dejaron en la linde de su reino, el sonrió y se despidió de Namiré y de Legolas quienes les habían acompañado. Luego  de sus compañeros a quienes pese a prometerles velos en un futuro no muy lejano, sabía que esta sería la última vez que les viera. Miro al cielo azul, sintió la brisa en su cara, olió el verde prado despertarse y sin más salió a galope hacia su nuevo destino.

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ðonc snottora ðon him ðearf siæ
to ymbhycgenne ær his hinionge
hwæt his gastæ godes oððe yfles
 

Los días en las Estancias de los elfos se hicieron cortos. Los fugaces amaneceres se sucedían hasta que llegó el día de la inevitable partida. Para siempre les quedaba el recuerdo de lo que habían logrado y la gratitud de todo el pueblo de los elfos del bosque. Todos ellos, los que rescataron a Namirë, iban a ser recordados en las canciones y en las meditaciones de los Primeros Nacidos.

Para los mortales, el recuerdo de una vida se plasmaba de otro modo diferente. En papel o en piedra. En letras o en runas. Mientras caminaban hacia el límite de aquel reino, Elorham se aferraba con la mano buena y con el muñón al bello libro encuadernado en tapas de piel. Le habían ayudado algunos elfos, y era sin duda una obra de arte.

-Lo terminaré, Adronath. Te lo prometo.

Elorham hizo un esfuerzo por contener las lágrimas que aparecían nuevamente en su rostro. Ya se habían despedido de algunos otros, y con cada partida el vacío se hacía mayor en el interior del rohirrim. Entonces, le dio un último abrazo a Adronath. Por un momento, se vio a sí mismo ya de mayor, dentro de muchos años, junto a un fuego. Y ese libro que ahora estaba sin terminar, estaba allí. También vio una mesa, con cubiertos para varios. Una familia. Un hogar. Parecía una casa típica de Rohan. Pero en aquella extraña visión, sentía que faltaban aquéllos de los que ahora se despedía. No había sitio para ellos. No se dijeron de volver a verse. No eran momentos para promesas vacías. Cada uno tenía su destino, y su lugar en el mundo. Y por alguna fuerza desconocida, los destinos de todos se habían unido para llevarlos a través de la Oscuridad hasta lograr una hazaña memorable. Ahora, con el deber cumplido, tocaba decir adiós.

Durante largos instantes, Elorham contemplaba en silencio cómo el caballo de Adronath desaparecía en el horizonte. Recordando las sabias palabras de su pueblo:

Quién puede ser más sabio
Que aquél que reflexiona, con su último aliento,
De si su vida ha traído felicidad o dolor a los demás.

Al final, el sentido de la vida era aportar algo de felicidad a los que te rodeaban. Por fin Elorham comprendió el sentido de todo el viaje que había realizado. Y ahora, al recordar a todos sus compañeros, una sonrisa se dibujaba en su rostro. El camino de regreso a la Marca le esperaba. Allí, en su hogar, le esperaba una nueva aventura.