Partida Rol por web

-Cruzar el río en un carro. ¡Claro! ¿Y de quién es el carro? Pues el mío. Cabritillas. ¡Que se pierda el de la Quinta! ¡total! Anda que la idea de meterse en el agua con este par de animalillos, viendo lo que baja, es de armas tomar. ¡Y me tengo que llevar a Sabandija encima! Que no tiene precisamente el tamaño del bichito de su nombre, maldito sea...

Sin dejar de murmurar entre dientes y con unos morros de palmo Khadesa azuza a las cabras para que empiecen a adentrarse en el agua. El carro no es frágil, no demasiado, ha aguantado mucho trote en el periplo que la Quinta lleva ya a cuestas. Pero aún así cruzar la corriente de rápidos del río no es tarea fácil.

Va dando tumbos encima del carro, y echando miradas atrás. No a Sabandija, que ya velara por sí mismo por la cuenta que le trae, sino hacia los que se acercan a toda velocidad. Y también no pierde de vista a su hombre y a su hermano, que son quienes realmente le importan.

-Al resto, que les den...

Bimbawa saltó al cuello de Mediastintas y se abrazó a él con los ojos cerrados.

Gracias-gracias-gracias-gracias-gracias...-no paraba de repetir, aunque el miedo que la prostituta pasó no le permitió en pararse a pensar maneras de agradecérselo en ese preciso momento, y ni siquiera le dedicó un beso.

Sabandija recordó entonces las palabras de Rastrojo, hablando sobre la gratitud de Elefanta. Los tablones sobre los que iba sentados empezaron a vibrar con el traqueteo del carro. Al contrario de lo que sucedió con Usurero y su corte, el carro de Khadesa iba mucho más liviano, sin provisiones y con tan solo un pasajero algo esmirriado. Sin embargo, a mitad de camino las cabritillas a penas hacían pie. Por suerte, el carro varado de Usurero bloqueaba la corriente más fuerte, la del centro del caudal. Unos cuantos metros después las cabritillas ya sacaban la cabeza más "desahogadamente", y finalmente lograron cruzar el cauce poniéndose a salvo junto a Sabandija y Khadesa.

En cuanto a Ikharus, empezó a rebuscar algo entre sus cosas...

¡¿Qué demonios estáis haciendo ahí arriba?! ¡Sacamantecas! ¡Mediastintas! ¡Bajad al agua y empujad!

Más allá del egoísmo de salvar su propio carro, seguía siendo importante para el éxito de la misión no perder los víveres para el viaje. Si es que en el fondo Usurero es todo corazón y solo piensa en el grupo.

 Ya has oído, Mediastintas. ¿Qué esperas? ¿Una maldita medalla por salvar a una puta?

Sacamantecas bajó por las agarraderas del lateral hasta hundirse en el agua hasta la cintura. Sin perder contacto con el carro como punto de sujección para soportar la corriente, bordeó el vehículo hasta la parte trasera y esperó a Mediastintas para empujar a la vez.

En cuanto a Ikharus, sacó una cuerda de entre sus cosas y metió el cabo por un agujero en la base del mango de una de sus hachas.

Mientras tanto, los caballos se seguían acercando peligrosamente...

El camello empezó con su traquetear, y Rastrojo aceptó con gusto el ofrecimiento de Preocupado.

Hombre, pues gracias, Preocupado. Sobre las espaldas de un líder a menudo pesan las tensiones de la responsabilidad, y... bueno, así es más cómodo.

El brazo de Preocupado notó el empuje al contacto con la espalda del chamán, y sobre el camello ambos empezaron a cruzar el río. Ya cuando iban por la mitad del trayecto, Rastrojo empezó a abusar de la situación, recostándose a los pocos cada vez más y más, obligando a Preocupado a recostarse sobre la incómoda joroba para no entrar en contacto con la nuca sagrada. Cuando el camello Mancillado salió del agua, ambos estaban en una posición extraña.

Preocupado había mostrado su valía y si quisiese podría ir con el chamán montando en camello en lugar de ir a pie, pero había comprobado que era algo bastante estresante, y con muchas posibilidades de tocar piel santa en algún descuido.

El Cabo Matagatos tendió su mano para ayudar a su segundo a subir a la grupa de Hechizado, pero Ponzoña negó con la cabeza.

 Hasta la hiena más reticente al agua, en ocasiones se moja si tiene un buen motivo-lanzó una mirada hacia el carro de Khadesa y sus ojos se cruzaron con los de Sabandija como si pudiese ver a través de él-. ¡Ya voy, hembra mía!

Ponzoña se zambulló y cruzó con su potente musculatura el río, emergiendo en la otra orilla con el agua peinando sus rastas hacia atrás, con su torso húmedo y hermoso.

Matagatos notó un toque en su pierna. Era Campaña.

 Campaña ya se bañó en Cho'n Delor hace unos meses. Campaña ya está harto de agua. ¿Puede ir Campaña contigo, Primo?

Y así fue como Hechizado, Matagatos y Campaña se reunieron en la orilla opuesta con Ponzoña, Khadesa, Sabandija, Rastrojo, Mancillado, Preocupado y las dos cabritillas. En el centro del río Usurero, la prostituta y los Rufianes seguían teniendo problemas, y atrás, rezagado, solo se había quedado Ikharus.

¡Maldito viejo! ¡Cruza de una vez!-ordenó Rastrojo.

Ya voy, ya voy... ¡Cuánta impaciencia!

Ikharus lanzó el hacha con la cuerda. El hacha trazó círculos en su vuelo directo hacia Sabandija; la cuerda hizo bucles a medida que se estiraba sobre el río. Y el filo... el filo melló el carro de Khadesa clavándose en la plataforma sobre el que estaba sentado Sabandija, justo entre sus dos piernas, sin llegar a convertirlo en Guepardo II por un pelo. Ikharus se metió en el río tirando de la cuerda. Su pobre fuerza de viejo hizo que no pudiese aguantar la corriente, así que fue arrastrado lo que daba de sí la longitud de la cuerda, hasta terminar en la orilla de destino, unos treinta pies río abajo, ya cerca de la cascada.

A esas alturas, en la lejanía, ya se discernían las figuras que encabezaban a aquel grupo de jinetes. Se trataba de una vieja cara conocida de otra misión que terminó en fiasco, el Último Inmortal, y unos cuantos secuaces de los Fantasmas Irredentos...

Mediastintas ya estaba lamentándose de no haber hecho diecisiete agujeros en la espalda de Sacamantecas.

Así se lo agradecían. - Ya va, ¡rufián numero uno! - Exclamó mientras descendía del techo del carromato de un salto y se colocaba en la parte trasera para empujar junto a Sacamantecas.

Ojalá viniera un golpe de corriente fuerte y se llevara al maldito rufián y se ahogara kilómetros más abajo. Nah, pero en qué estaba pensando. Sería mucho más divertido si Sacamantecas continuaba con ellos un buen trecho.

Apretó los dientes y empujó con todas sus fuerzas... - ¡IIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! - Exclamó.

Pero pese a que puso todo su empeño resbaló y cayó al agua, levantándose casi inmediatamente para sacar la cabeza fuera. El carro no se había movido ni un milímetro.

Por fin había cruzado el río... Aunque aún había problemas con ese carro varado. Y, peor aún, con los enemigos que se aproximaban. El maldito Último Inmortal. Sólo podía ser él, claro. Aquel tipejo le perseguiría hasta el día de su muerte y más allá, el cabo estaba convencido de ello. Y ahora les tocaba intentar poner distancia entre ellos.

-Maldita sea... Hay que sacar ese carro de ahí-dijo ceñudo, mientras bajaba de Hechizado. Había que hacerlo, y cuanto más pronto, mejor. Así que iba a tener que meterse en el agua. 

-¡Matagatos! Maldita sea, pero ¿qué hace ahora este hombre...?

Khadesa mira con rabia como su hermano se juega el tipo por ayudar a... ¿cómo se llamaban esos rufianes...? En fin, que todo parecía un despropósito. Si no fuera por su visión, y porque está claro que Elefanta juega un papel crucial en el destino de la Compañía entera, ¡de qué habría consentido que tanto Matagatos como su hombre y ella misma se vieran ahora en ese aprieto, siguiendo las órdenes de Rastrojo!

Sabandija reculó lastimosamente al verse casi cercenado de su virilidad sin poder evitar solar un estridente grito.- ¡Aaaay!- Había faltado poco pero la sangre no había llegado al río así que logró recomponerse. Kadhesa y él, a pesar de lo que se podía haber pensado del carro tirado pro cabritillas, había logrado ponerse a salvo. El viejo leñador también a costa de casi matarlo a él y dañar el carro de la Quinta. Los que sí estaban teniendo problemas eran los del otro carro, con la prostituta entre ellos. Sabandija, sin preguntar a nadie, se puso a recoger la cuerda que había lanzado Ikharus con su hacha a toda velocidad.

- ¡Tratad de coger el extremo!- Gritó a los del carro a la vez que lanzaba el cabo una y otra vez.

Cuando se dio cuenta estaba en la otra parte del río sin apenas esfuerzo, aunque eso era relativo. Había tenido que luchar contra su escudo y la espalda de Rastrojo para no tocar al chamán y estaba resultando agotador, tanto que era mejor continuar el resto del camino a pie, aunque tampoco quería ofender al aprendiz de chamán rechazando su invitación abiertamente.
La cercanía de los jinetes, con el Último Inmortal a la cabeza, mientras el carro de Khadesa se quedaba atascado en el río le dio una buena oportunidad de bajar del camello.

-¡Iré a ayudarles o nos cogerán!

Retiró el escudo poco a poco para darle tiempo a Rastrojo a no seguir volcando su peso sobre el, no quería quitarlo y que de repente el aprendiz de chamán se quedar sin su punto de apoyo y terminara recostado sobre él, eso sería desastroso. Cuando se vio libre bajó del camello y se dirigió al río. Sus esfuerzos tampoco resultaron suficientes, ninguno parecía lograr mover aquel pequeño carro lo más mínimo y los enemigos se acercaban. La situación comenzaba a ser preocupante y el soldado repartía la mirada entre el carro de la pitonisa y los enemigos que se acercaban. Si llegaba el caso tendría que hacerles frente.

-¡Venga! ¡Todos a la vez!

Mediastintas desapareció bajo el agua...

Mientras, el Cabo Matagatos fue a caballo hasta el carro, y se apeó dejando a Hechizado en el río y agarrándose a la parte trasera. Entre Matagatos y Sacamantecas no fueron capaces de volver a poner el carro en movimiento. Preocupado trató de nadar en dirección al carro, pero la corriente empezó a arrastrarle...

...al igual que a Mediastintas, que emergió una yarda río abajo, y que al igual que Preocupado, iba a tener una muerte horrible al morir cayendo por una catarata.

Afortunadamente, Sabandija estaba allí. Y aunque el muchacho trató de arrojar la cuerda a Usurero, lo hizo tan torpemente que la maroma cayó al agua, relativamente cerca de Mediastintas y Preocupado. Si lograban agarrarla, acabarían del lado del río en el que estaban Rastrojo, Sabandija, Ponzoña, Khadesa y Campaña, aunque más abajo, junto a Ikharus, que empezaba a caminar para acercarse al resto.

¡DEJADMELO A MÍ!

La voz no era inconfundible, porque Portaestandarte no era muy hablador, pero aquel rugido en batalla si le identificaba. La nube se fue volviendo menos espesa a medida que los caballos estaban más cerca, y pudieron observar que detrás de los Fantasmas Irredentos venía la caballería. Portaestandarte azuzó a su montura para aumentar la velocidad, rompiendo la formación de Fantasmas a la fuga, y casi alcanzando al Último Inmortal, que seguía decidido en linea recta hacia el acantilado.

En cuanto a los Fantasmas, cuando se desbandaron, algunos viraron hacia su derecha, pasando a un lado de la arboleda densa en la que minutos antes el grupo no quiso esconderse. Tres de ellos, por contra, guiaron sus caballos hacia el río, en dirección a la expedición que buscaba a Elefanta.

Mediastintas tuvo el tiempo justo de tomar un poquito de aire antes de caer bajo el agua. Boqueó, pataleó y no pudo evitar que la corriente le arrastrara dando tumbos.

En algunos momentos estuvo cabeza abajo, otros de lado… y no fue más que pura suerte cuando por fin pudo asomar la cabeza en la superficie. Escupió agua mientras movía las piernas y los brazos para mantenerse a flote, y tomó aire con energía. Un poco más y se hubiera ahogado.

Entonces pudo pararse un segundo para comprobar la situación. Portaestandarte, la Caballería, el Último Inmortal y los Fantasmas Irredentos. Todo aquello era nimio comparado con la caída que le esperaba a él si no hacía algo para remediarlo, asi que comenzó a bracear con todas sus fuerzas.

Él era un superviviente. Desde siempre. Por difícil que fuera la situación, por mucho que se le pusiera todo en contra, al final encontraba un agujero donde meterse y sobrevivir. Una manera de huir o algún refugio.

Y ahora, ahora necesitaba toda su suerte o todas sus energías, asi que nadó contra corriente con todas sus fuerzas. Pero no podía. Tras unos segundo se dio cuenta de que se cansaba y no avanzaba.

Entonces vio la cuerda…  casi estaba cerca… casi a su alcance… Dio un par de brazadas y estiró la mano. Sus dedos rozaron la cuerda… pero no fue capaz de agarrarla… y entonces la corriente le arrastró con fuerza hacia atrás.

Mediastintas ni gritó. Incrédulo al comprobar que ni su fuerza o agallas le habían servido, y que había estado tan cerca de conseguirlo… Ese maldito de Sacamantecas iba a conseguir lo que quería. Tenía que haberlo apuñalado.

En otras circunstancias se hubiera preocupado por la cercanía del Último Inmortal y sus hombres, pero cuando la corriente del río comenzó a llevárselo lo único que le preocupaba era poder nadar lo suficiente para no hundirse, al igual que parecía querer hacer lo mismo Mediastintas. El caso es que estaba demasiado nervioso y las aguas de aquel río resultaban demasiado rápidas para él, apenas conseguía mantenerse a flote por mucho que movía los brazos de un lado a otro sin ningún concierto. Ni siquiera podía pedir auxilio pues el agua se le metía en la boca y tenía bastante con respirar, además el resto del grupo tenía sus propios problemas. Solamente los espíritus podían salvarlo, eso si su tiempo en este mundo no había terminado para siempre.
Pero siempre había sido un luchador incansable y además los espírius nunca le habían dado de lado. La corriente hizo que se golpeara violentamente con una piedra sintiendo un gran dolor, y fue precisamente eso lo que le salvó la vida pues el golpe desvió su trayectoria y en uno de sus manoteos terminó agarrando la cuerda que había lanzado Sabandija y esta lo desvió hacia la orilla unos cuantos metros más abajo del resto del grupo. Se tomó unos segundos para tomar aliento y ver los daños, sabía que no disponía de mucho pues estaban a punto de ser atacados.

- ¡Pero qué hacen!- Se atrevió a decir Sabandija a Khadesa al ver como Preocupado y Mediastintas pataleaban en el agua pero dejaban escapar la cuerda que con tanta fortuna les había lanzado cerca. No había sido esa su intención pero si les ayudaba no era un mal resultado.- ¡¡Coged la cuerda!!- Vociferó el K´Hlata irritado, como si fuera una tarea que hasta un niño pequeño pudiera hacer, aunque le daba miedo llamar la atención del Último Inmortal y sus secuaces que se acercaban peligrosamente perseguidos por Portaestandarte.

- Ya les alcanzan...- Dijo mientras sacaba el arco y tensaba un aflecha para disparar.

Matagatos siguió empujando el carro como pudo, a pesar del resbaladizo lecho del río. Debían sacar aquello de allí, lo necesitaban para continuar. Además de que no era un buen lugar donde quedarse, y menos con el Último Inmortal... Y con su padre lanzándose a la carga tras él. Aquello podía ponerse muy intenso. 

Campaña estaba un poco harto de aquella excursión, Rastrojo había prometido hogueras e historias y de momento sólo le había dado muertes de cachorros de león y baños en el río. Encima su primo se había bajado del caballo sin decirle nada y Campaña, que apenas sabía manejar una montura, por poco no se dio de bruces contra el suelo. En cuanto tocó tierra firme se giró para ver lo que hacía su primo y fue cuando se dio cuenta de que el carro estaba encallado en mitad del río. Aquel parecía un trabajo para Campaña.

- Campaña sacará el carro del río - dijo, decidido a empujar con todas sus fuerzas.

Sin embargo, en su camino hacia el carro descubrió la identidad de sus perseguidores: los Fantasmas Irredentos. Tenía un nueva oportunidad para enfrentarse a ellos, pues se dirigían directamente hacia el carro. De modo que, sin pensarlo dos veces, sacó su fiel alabarda y se dispuso a presentar batalla a los enemigos para proteger a sus compañeros de expedición.

Al ver a Sabandija tensar su arco, Rastrojo asintió. Trabajando en equipo lograrían abatir a base de flechas a los Fantasmas Irredentos antes de que atacasen las valiosas provisiones.

¡Cabo Matagatos! ¡Necesitamos un médico!

Era Ikharus, río abajo, tratando de tirar de Preocupado tierra adentro para tenderlo boca arriba. Su torso presentaba un amoratamiento importante, pues su tórax se había hundido haciendo que una de las costillas le dañase los órganos internos. Estaba agotado del esfuerzo y, sin ser melodramáticos, se estaba muriendo un poco.

Rastrojo desechó la idea de usar su arco, y azuzó a su camello para llegar hasta Ikharus y desmontar junto a Preocupado. Campaña, por contra, saltó al río. Sus recias piernas le impulsaron tan lejos que se plantó a la altura de la carreta, y empujó allí dónde los brazos de Matagatos flaqueaban. Las ruedas se pusieron en movimiento, y en poco tiempo los caballos tiraban hasta poner a la par los vehículos de Khadesa y Usurero.

¡Mediastintaaaas... nooooo!

Solo Bimbawa, que había sido salvada por el Rufián Número Dos, mostró preocupación por la vida del matón. El cuerpo de Mediastintas cayó por la catarata. Con la garganta obstruída por el agua tragada, ni siquiera pudo emitir un grito. Mediastintas salió en sus vidas con la misma discrección con la que entró, manteniéndose en un segundo plano. La guerra se libraba en el río...

De los tres jinetes Fantasmas Irredentos, el que fue alcanzado por la flecha de Sabandija partió el asta del proyectil, manteniendo la punta hundida en su brazo para que taponara la pérdida de sangre. Otro de ellos estrelló su hacha contra la armadura inexpugnable de Campaña sin lograr mellarla. El último de ellos, pegó un tajo en el hombro de Sacamantecas, pero el viejo rufián resistió. Mala hierba nunca muere. Alarmado por la presencia de lucha, o entusiasmado por ella, Hechizado se agitó en el agua.

Bimbawa se mordió un labio y, con decisión renovada, bajó la escalera del lateral del carromato y se puso a desenganchar uno de los caballos de Usurero.

¡Espera, puta! ¡¿Se puede saber qué estás haciendo?!

No pienso dejar que el río se lleve a nadie más. Los caballos son lo suficientemente grandes como para que la corriente no se los lleve. Voy a buscar a Sacamantecas y al resto.