Partida Rol por web

 “Sí, en serio...”, dice la voz de Mogi ahora casi apagada, extrañamente resignada, a tu lado.

Se pone de pie y se aparta un poco.

Otonashi se pone delante de ti, la misma sonrisa desafiante marcando su rostro… y de repente señala a Mogi con el dedo.

Surge una racha en el aire libre del campo y, sin ningún aviso previo, el golpe de viento levanta la falda de Mogi quien rápidamente atrapa el dobladillo para sostener la falda – pero no bastante rápido para que tú no hubieras visto lo que lleva por debajo.

Una vez la racha se ha desvanecido en el aire, Mogi voltea su mirada hacia ti, una pregunta urgente plasmándose en su mirada a la vez que la articulan también silenciosamente sus labios, o en una vez apenas audible: “¿Has mirado?” Aunque su cara queda inánime como siempre, sus mejillas se tiñen de un leve sonrojo. 

Podría ser uno de los momentos más felices de su vida si no fuera porque Otonashi se estaba acercando. ¡En serio, decía! Él quería responder, quería decirle a Kasumi-san que el sentimiento era mutuo. Pero por supuesto... que no iba a poder ser. Cuando Aya llegó hasta ellos, señaló con el dedo a Mogi-san y... ¡Bum!

Azul celeste.

Adorable azul celeste.

"¡Tra-tranquila, no he visto nada!" levantó las manos agitandolas efusivamente en gesto de negación. Miró a Otonashi con gesto severo, como si fuera su culpa. ¡Pero Aya no creaba ráfagas de viento de la nada! Y efectivamente, sí, Mogi-san tenía las braguitas del color que había vaticinado. ¡Pero eso no demostraba nada! ¡Podría haberlo visto antes que él! E-en cuanto a la ráfaga de viento... Mierda, no se le ocurría forma de explicar semejante precisión. ¡Sesguro que había sido una coincidencia oportuna! O un cómplice con un ventilador, qué sabía él...

Todo lo que hace Mogi ante tu respuesta es bajar la mirada y alejarse sin decir palabra. 

En los ojos de Otonashi puedes ver algo expresarse abiertamente, ofensivamente: enemistad. Te escruta con un desdén que ella no trata de disimular en lo más mínimo. Se te acerca muy, pero muy cerca, pone sus manos en tus hombros y aproxima sus labios a tu oreja. “Son azules celeste, ¿cierto? Ahora sí recuerdas, ¿no es así, Hoshino?” Te observa cuidadosamente.

Suspiró y negó con la cabeza. "Mira lo que has hecho. Ahora me odia, seguro." le recriminó a Otonashi. Su enemistad empezaba a contagiársele, y eso que normalmente él era una persona tranquila y sumisa, que procuraba no causar problemas a nadie. "Sí, azul celeste y no, no sé de qué me estás hablando." espetó el chico con el ceño fruncido en gesto de enfado.

Otonashi parpadea un instante y frunce el ceño, diciendo: “Estás muy equivocado si crees que los sentimientos de una chica cambian por tan poca cosa.”

Pero, como si de pronto se diera cuenta que esto no es el tema, sacude la cabeza espantando el asunto que aparentemente juzga efímero de las braguitas de Mogi.

En vista de tus demás palabras, continúa: “Mh… no recuerdas nada. Ya veo.” Finalmente, pone una distancia más cómoda entre vosotros, baja la cabeza y emite un suspiro hondo. “Creía que esto funcionaría sin falta… Pero hoy estás incluso más tonto que de ordinario”, se queja en voz baja. “Si realmente olvidaste todo, mejor que recuerdes esto: mi nombre es Maria.”

Ya, ojalá que fuera así, pero cuando seguro no habían sentimientos para empezar, sólo que le caía bien, ahora le caería como mínimo neutral o mal. Con la racha de desgracias que estaban sucediéndole hoy, no descartaría nada de nada. Pero por fin Otonashi dejó de sostenerle los hombros y se separó, permitiéndole un respiro.

"¿María? Esta mañana dijiste que te llamabas Aya Otonashi... ¿Me estás tomando el pelo?" podría estar más tonto de lo ordinario según ella, ¡pero no era idiota, sí que recordaba el motivo por el que se levantó de golpe en medio de la clase!

 “Cállate. Con cada frase sólo lo empeores.” Ni siquiera trata de esconder la cólera subiendo en ella.

Añade: “Está bien.” Pero su tono desmiente radicalmente la frase hecha. “Tal vez no respondes, pero voy a hacer lo que tengo que hacer.”

Y con esto, Otonashi te da la espalda. 

Sin embargo, ya al punto de alejarse, su andar decidido del arranque de los primeros pasos disminuye, parece hasta tambalear, y se para de pronto. Luego vuelve sobre sus pasos, con un andar poco seguro, evitando tu mirada, y cuando está de nuevo directamente a tu lado, mira al terreno sin verlo, los ojos sin foco.

 “Quizá mejor que me explique, al fin y al cabo”, dice insegura, hasta tartamudeando, con la cara desviada de ti.

Toma una inspiración honda, se pasa la mano por la cara, balbucea algunas palabras incoherentes, pero se para, y cuando al fin habla de nuevo, deja filtrar una emoción hasta patética en su voz, una emoción creciente con cada palabra de apenas reprimida pasión: “Fuimos amantes en una vida anterior. Tú, mi amado Hathaway, cuánta pena me da viéndote reducido a este estado. Sólo pensar que el hombre quien vino para escaparse con la princesa de un reino enemigo, una princesa tal que yo, puede convertirse en un cretino semejante...”

...

"¿¡Q-Qué?!"

Vale, ahora no sabía si le estaba tomando el pelo o si hablaba en serio. Seguro que era lo primero. ¡Segurísimo que era lo primero! Y él, como idiota que era, iba a caer en la trampa. Pero es que ¿qué otra cosa iba a hacer? A lo mejor no estaba actuando y viendo que se había abierto por primera vez, no iba a pasar de ella. Quizás esa fuera la razón por la que estaba todo el rato encima suya, como esperando que la recordara. "Pe-pero igualmente... eso fue en otra vida. Yo soy yo. Hoshino Kazuki, y no Hath... Hathaway. Y tú ya no eres María sino Aya Otonashi."

...¿Qué rayos estaba diciendo? Se oía y la conversación le parecía tan absurda... ¿Pero, y si iba en serio?

"...Lo único que recuerdo es la 13.118ª vez que te transferiste aquí."

...¿Qué rayos estaba diciendo? Por segunda vez. Nada más decirlo  ya se arrepintió. De algún modo, sintió que había metido la pata.

Tras respirar otra vez hondamente, Otonashi vuelve la cabeza hacia ti. Y luce lo que se podría considerar la primera sonrisa auténtica que has visto brotar en su cara. “Hoshino… es broma.”

Pero el instante de alegría, de jactancia, muestra ser altamente fugaz – de hecho, ya se borra su sonrisa. Comenta en tono serio: “Lo que no es broma es que me llamo Maria. Y además… la 13.118ª vez, dices… tomo buena nota. Al menos has dejado de fingir que no sabes de nada. Voy a ver a continuación qué te planteas hacer. No te quitaré los ojos de encima.”

Y se aleja de paso leve, regresando entre la estupefacción de sus compañeras al centro del campo de juego. 

Sigue la 10.876ª vez

Caminando hacia tu casa al fin del día escolar, tienes la costumbre de pasar por una intersección animada de la ciudad, con muchas tiendas, algunos cafés incluso, bancos donde se sienten y charlan los ancianos, y tráfico regular, consistiendo por ejemplo en camiones administrando las tiendas que se explayan por las cuatro calles que conecta la intersección, y en coches de clientes.

No es una zona peatonal y a veces los coches corren muy rápidos, y los ciudadanos de esta cuidad, los con coches y los en pie o bicicleta, no se conocen precisamente por su apego al código de circulación – frecuentemente se ve que se ignoran los semáforos.

Es una intersección muy concurrida, desde luego, y muchas veces al ir al instituto o al camino de vuelta te cruzas con estudiantes en uniforme.

También este día… es decir, al otro lado de la calle, calle a la que tendrás que pasar, ves a Mogi en pie ante una muralla entre dos tiendas, aparentemente esperando a alguien, o así lo parece.

Tu mirada circula por la intersección, y también ves a – Otonashi. Ella está en otra acera, y caminando con paso ligero, aunque voltea sin cesar la cabeza a todos lados tal si buscara a alguien o algo.

De pronto oyes gritos, insultos exasperados, señales de claxon, frenos, el sonido chirriante de neumáticos que se paran bruscamente – todo en proveniencia de tu lado derecho. Giras bruscamente la cabeza en esta dirección, y va muy cerca de ti pasa un camión, casi aplastando a un chico en bicicleta al que aparentemente trata de evitar, y todo pasa muy rápido, pero de repente el camión zigzaguea, y tu ves a Otonashi ya cruzando la calle corriendo y ya casi delante de Mogi quien mira con los ojos muy abiertos y sin expresión alguna; ves en una visión que dura tan poco como un relámpago a Otonashi empujando a Mogi, y ves el camión correr directamente en su dirección y luego todo pasa tan rápido que se borra tu visión y —

Hay un ruido terrible, frenos chirriando tratando de evitar lo inevitable, y el sonido de metal chocándose con piedra. El camión se para.

Ves a Mogi tirado en el suelo, apenas un metro al lado del camión que se ha aplastado en su parte frontera contra la muralla parcialmente derrumbada.

Ves, aplastada por el camión contra una parte de la muralla, a Otonashi.

Todo fue tan rápido que apenas entendió lo que estaba pasando. En un abrir y cerrar de ojos, el mundo se desmoronó a sus pies. Mogi tirada en el suelo, pero a salvo. Y Aya... empotrada contra la muralla, con un charco de sangre rodeándola.

"¡Mogi-san! ¡O-Otonashi-san!" La misma persona que llevaba siendo hostil con todos acababa de lanzarse a salvar a una desconocida, pero Kazuki creía saber que no era tan fácil. Si de verdad Otonashi llevaba repitiendo el mismo dia una y otra vez, habría acabado conociendola. Hiroshi corrió hasta el lugar del accidente, hasta Otonashi, deseando a todos los dioses que por favor no estuviera... n-n-no estuviera...

El capot de camión ha destrozado el cuerpo de Otonashi. Su esqueleto está completamente deformado y la sangre brota de varias partes de su cuerpo, inclusive su boca. Sus ojos te miran un rato, ansiosos, o deseosos, inquietados, y sus labios formulan una simple frase: “No olvides.” Luego su cabeza oscila un rato, cae sobre su espalda y sus ojos se entornan, mostrando el blanco.

Estás delante del cuerpo exánime de Aya Otonashi.

El conductor del camión, sacudido, con cardenales en la frente, baja tambaleando del camión, la cara retorcida de dolor, teniéndose las costillas con las manos. Al ver la chica empotrada por él, deja escapar un grito terrible.

Los coches se paran, la gente corre hacia la escena, hacia vosotros, se sacan los móviles de las bolsas y bolsillos de pantalones, se llama a emergencia, a la policía…

Mogi sigue tirada en el suelo, directamente a tu lado, la cara, muy pálida, más inerte y tiesa que nunca.

“No olvides.”

Hiroshi había visto la muerte en películas y videojuegos, pero nunca la había mirado a la cara en la vida real. La sensación y el horror eran indescriptibles, un sudor frío le recorría la piel que estaba tan pálida como la de Kasumi-san. El camionero soltó un grito cuando bajó, pero Hoshino ni siquiera tenía fuerzas para gritar. "Ah... aah..." Dio un paso atrás, y luego otro, y casi tropezó con la otra víctima de aquel accidente. "¡Kasumi-san!" Se agachó hasta ella, la levantó por la espalda intentando que reaccionara. "¡Mogi-san, ¿estás bien?!" Si el apenas podía mantenerse en pie, ni siquiera sabiendo de dónde sacaba las fuerzas para lo desmayarse ante la visión del cuerpo sin vida de Otonashi... ¿Cuán fuerte habría sido el shock para ella? Esperaba de verdad que estuviera bien, que no se culpara... En aquel momento, parecía una muñeca de porcelana... rota.

Mogi acepta tu ayuda. La levantas por la espalda mientras que la gente en tu deredor se atarean para poner la situación bajo control, aunque ya se ha resuelto, y resuelto trágicamente, pero para dar alguna forma de regularidad a lo irregular, al terrible hecho que aquí hay une joven bella muerta, aplastada por un camión.

“Soy médico”, llama alguien con gafas y de hecho vistiendo un traje blanco, con una bolsa en mano que llevando una cruz encima. Tal vez un médico de una de las consultas cercanas quien se ha dado cuenta del accidente mirando por la ventana.

Mira el hombre al cuerpo de Otonashi antes de acercarse y sacude penosamente la cabeza. Luego, se da la vuelta y, mientras que tú la sostienes en tus brazos, hace un rápido chequeo en Mogi, terminado en un par de segundos, o así te lo parece. “La chica está bien… pero se tienen que llevarla a un hospital”, añade mirándola a los ojos, estos ojos muy abiertos, sin pestañear, y la tiesura de su cara. Mogi no dice palabra. Lo que se entiende por las palabras del médico: necesita apoyo psicológico, sufre un choque.

Luego se da la vuelta otra vez, acercándose al cuerpo empotrada de Otonashi. Con los dedos en su cuello confirma lo que ya ha comprendido antes a primera vista: que está muerta. El conductor está a su lado, los brazos colgantes, impotente y incrédulo ante el escenario esperpéntico que ha causado.

La ambulancia parece tardar una eternidad. Cuando llega en fin – Mogi ha seguido sin hablar durante el rato – se llevan a la chica y hacen lo suyo para extraer el cadáver con dignidad.

Pero los agentes de la policía te apartan, te interrogan sobre lo que has visto y te preguntan si sabes el nombre de la víctima como ella también llevaba uniforme de escuela.

Mogi-san no tenía heridas superficiales, gracias al cielo... Aunque eso no significaba que hubiera salido ilesa del accidente, podía verse que estaba en shock. Dejó que los médicos se la llevaran y procuró no mirar cuando extraían el cuerpo sin vida de Otonashi. Aún no podía creerse lo que acababa de pasar, y de algún modo se sentía culpable, aunque sabía que él no habría podido hacer nada para evitar aquel accidente...

¿O tal vez sí? Si Otonashi tenía razón, y el día volvía a repetirse... ¡entonces podría evitar que aquello sucediera! Pero... también era cierto que ella le había dicho que el día se había repetido, una y otra y otra vez. ¿No sabía ya ella que esto podría pasar? Si lo sabía... entonces... ¿por qué...?

Sus pensamientos confusos fueron interrumpidos por los policías, que se acercaron a arroparle y también hacerle preguntas para aclarar qué había pasado. "Fu-fue todo demasiado rápido." trató de explicar a los policías, todavía temblando. "El camión iba demasiado deprisa, trató de esquivar a un ciclista y... y..." las palabras se le atascaron y su voz se quebró. "Ella... se lanzó para salvar a la otra estudiante, Mogi-san..."

"Me dijo que se llamaba María... aunque en clase se presentó como Aya Otonashi... Su-supongo que le gustaba más llamarse María..."