Partida Rol por web

Los colores apagados en los que se muestran las calles de la ciudad en aquellas secciones que la luz del fuego no ilumina me hacen ser consciente de que para la mayoría de mis acompañantes debe de ser difícil ver en estos momentos. Mi vista penetra grandes lagunas que cubren porciones de terreno de tonalidades desvaídas, mortecinas; la noche cae sobre nosotros con alarmante rapidez. Y bien es sabido que la noche oculta las cosas peores que pueden cernirse sobre las buenas gentes, aunque mi pueblo no la tema.

—Avancemos atentos —murmuro en un tono de voz sereno, mientras todo el grupo se coloca en una posición estratégica, preparada para defenderse de cualquier eventualidad que surja. Veo por el rabillo del ojo cómo Durzo, milagrosamente recuperado, se apresta a colocar una flecha en su arco corto. Sus ojos permanecen alerta, observando las sombras cada vez mayores que descienden paulatinamente sobre la villa. Mientras caminamos, no puedo ignorar el repiqueteo de mi cota de malla al moverme. Espero que no haya ningún alma enemiga lo bastante cerca como para oír el distintivo son.

Hasta donde llegaba mi vista no había nadie. Pero el lugar era grande. Así que intenté recordar lo que me enseñaron los exploradores de mi tribu cuando me llevaban de cacería. Era importante pasar desapercibidos. Nosotros podíamos resistir un ataque más, pero aquella familia se había salvado de milagro y no queríamos probar su suerte una vez más.

De acuerdo Keth, ve despacio, pisa suavemente y sobre todo trata de no hablar

-No perdamos más tiempo...andando-.

Dice mientras empieza a avanzar junto al grupo, esta vez sacando lo que parece ser una ballesta ligera para apoyar con ataque a distancia en caso de ser necesario. Cargando un virote y manteniendo el seguro para que el arma no se dispare por error en una situación de alta tensión.

Bien...creo que mi magia funcionará mejor de lo esperado.

Piensa con cierto orgullo, recurriendo a su experiencia para esconderse en la ciudad tras ser descubierto en un intento de estafa al público en espectáculos y apuestas callejeras. Recordando gratamente sus artimañas usadas para arrancar desesperadamente de la guardia hasta que su tío lo descubría, brindando un castigo peor que terminar en una celda en la prisión de Tesyr.

Decidiendo posicionarse cerca de Samtharas en un flanco izquierdo a tres pasos de distancia de él y cerca de Keth, comenzando a avanzar con sigilo durante la noche  mientras mantiene su concentración para moverse con mayor sigilo dentro de la penumbra. Observando como los lugareños quedan en una posición céntrica y la compañía se dispone como una especie de pentágono defensivo para resguardar a los heridos

El ruido de la armadura y las botas de Fornund y Samtharas parecen resonar por toda la ciudad. Tampoco es que quitarse esos bártulos fuera una opción sabia, así que tendrían que limitarse a seguir intentándolo como pudieran. Tres aldeanos indefensos se suman a vuestra comitiva, también yendo en dirección a la fortaleza. Por el momento, estas tres nuevas adiciones no suponen un retraso o impedimento alguno a vuestra marcha.

Seguís avanzando al mismo ritmo, tan silenciosamente como podéis. Sin embargo, el resonar de vuestras armaduras repiquetea por todas partes, en especial la de Samtharas, que tiene dificultades para moverse sigilosamente con su armadura. Esta vez no encontráis aldeanos, sino un grupo semejante al vuestro... aunque de invasores.

Se trata de cuatro kobolds, acompañados por dos humanos encapuchados. Keth reconoce inmediatamente el símbolo que lucen a su espalda: dos ojos sobre una llama, y una garra de dragón bajo estos. El Culto del Dragón.

"¡¿Quién va?!" os preguntan, nada más ser alertados por gruñidos de los kobolds de la presencia de alguien en la oscuridad. Se acercan a vosotros, y ven la comitiva que estáis formando. "¡¿Quién sois?!" Hacen una mueca, y lentamente posan su mano sobre sus armas. Aún no las desenvainan, pero cualquier movimiento sospechoso hará que lo hagan. "¡¿A dónde vais con esa gente?!"

El repicar de las botas resonaba por toda la calle. Fornund y Samtharas no eran precisamente elfos con su grácil caminar que apenas movían hojas cuando se desplazaban. El enano parecía una horda de orcos que avanzaba al ataque. Evdentemente, un grupo de kobolds volvió a interceptarnos. Esta vez, acompañados de dos encapuchados de apariencia extraña. Keth, al verlos hizo un sonido gutural bastante identificativo. Los había reconocido de algún modo. No podían ser otros que dos miembros del Culto del Dragón. Tarde o temprano teníamos que toparnos con ellos, pero si bien cualquier momento hubiera sido malo, ese especialmente era bastante crítico. Tres presonas más se nos habían incoporado en nuestro camino hacia la fortaleza buscando cobijo. Tres personas más por las que mirar...bueno, tampoco tanto. En realidad, me importaba bastante poco la vida de los lugareños. Sólo los veía como una herramienta para lograr mis objetivos, que en ese momento era llegar a la fortaleza y conseguir información sobre las máscaras.

¡Vamos a la fortaleza! - grité a los enemigos. - En cuánto a quienes somos....Somos vuestra muerte.

No esperé respuesta. Tenía el arco preparado y armado, así que lancé una flecha a uno de los acólitos del Dragón.

Los minutos pasan mientras recorremos las calles todo lo rápido que nuestro intento de discreción nos permite. Sin embargo, soy consciente de que no lograremos pasar desapercibidos si el azar nos conduce cerca de algún grupo de sitiadores. Las camisolas metálicas que Samtharas y yo vestimos son buenas para proteger del daño, pero no permiten moverse con sigilo. Así lo atestigua el hecho, por otro lado afortunado, de que otros tres aldeanos descubran nuestro avance y decidan unirse al intento de llegar hasta la fortaleza. Si ellos nos han encontrado, cualquier enemigo puede hacerlo.

Lo que no tarda en suceder. Al girar un recodo, nos topamos con otro grupo que deambula por las calles. La oscuridad no me impide ver claramente que se trata de kobolds, acompañados esta vez por dos humanos embozados, que lucen un distintivo emblema en sus tabardos: un par de ojos sobre una llama, y bajo estos, la garra de lo que solo puede ser un dragón. Parece que hemos ido a dar de bruces con el enemigo. Por desgracia, volver atrás y tomar una ruta alternativa no parece una opción, pues los extraños ya nos han avistado. No nos queda más remedio que hacerles frente.

Su actitud es claramente hostil, al igual que su tono de voz cuando exigen saber nuestro destino. Durzo no se anda con sutilezas, y anuncia sin duplicidades su intención de acabar con ellos, imposibilitando cualquier intento de resolver la situación sin necesidad de recurrir a la violencia.

Sin embargo, por otro lado, yo tampoco estaba dispuesto a negociar con esos asesinos. Levanto mi arma y mi escudo. Hace tiempo que aprendí cuándo un enemigo no tiene la intención de rendirse.

Al ver el emblema que usaban esos hombres en sus ropas lo supe inmediatamente. Eran miembros de aquel culto. Estaban haciendo exactamente lo mismo que en mi aldea. No pude evitar emitir un gruñido. Esto debió provocar a Durzo, que inmediatamente declaro sus intenciones hostiles hacia ellos.

No es que no lo merezcan, pero hubiera preferido pensar alguna estrategia antes de lanzarnos al combate. Sobre todo ahora que tenemos más personas que proteger. Pero bueno, ya no hay vuelta atrás.

-Le haré justicia a mi pueblo! Prepárense para morir, malditos criminales!

Y nuevamente desenfundé mi hacha.

Hasta el momento habían marchado sin problema alguno por la bruma que trae el bosque, topándose con tres aldeanos que necesitaban de su ayuda tras ser víctimas del ataque perteneciente al Culto. Algo que a sus ojos podría resultar una desventaja ante la posibilidad de atrasar su avanzada, pero la moralidad demostrada por la compañía de acogerlos, llevo a no debatir esta decisión.

Tal vez deba aprender más de ellos.

Piensa mientras mantiene su posición con la ballesta ligera en mano. Pero de repente, la tensión se dispara en cada parte de su cuerpo y sus pupilas se dilatan de manera felina al ver llegar a otro grupo compuesto por cuatro Kobolds y sumados a ellos dos agentes encapuchados que llevan estampado la marca de sus enemigos.

Debí venir esto.

Observando que los Kobolds al parecer cumplen el rol de combatientes y sospechando que los agentes del culto probablemente sean expertos en la magia o el manejo de la energía divina. Priorizando rápidamente en enfocar sus conjuros contra ellos y decidiendo sostener con la mano izquierda su ballesta ligera para utilizar el conjuro de escarcha o de impacto verdadero a la mínima oportunidad de entrar en confrontación.

Preparado una vez más para combatir al lado de sus actuales compañeros.

Decidido a no permitir que los asesinos tengan tiempo para reaccionar, salto hacia delante como un resorte, con una rapidez que me sorprende incluso a mí. Mis pasos resuenan por la calle desierta mientras me acerco velozmente al enemigo, analizando a toda velocidad las posibles consecuencias de cualquier acción que decida emprender. Instintivamente, decido que en este caso es mejor malo conocido que bueno por conocer. Ya nos hemos enfrentado a kobolds en el campo de batalla, y ya sabemos qué pueden hacer. Los humanos son capaces de cualquier cosa, y enemigo desconocido es doblemente mortal.

Ya he escogido.

Mi rápida carrera me lleva hasta uno de los hombres antes siquiera de que este pueda darse cuenta de que el ataque ya ha empezado. Mi martillo traza una amplia trayectoria horizontal, dirigida hacia la cabeza del encapuchado. Por desgracia, los reflejos del humano le salvan la vida; instintivamente, o puede que por pura suerte, bloquea mi arma con la suya, absorbiendo la fuerza del impacto y poniendo fin a la sorpresa inicial. Afortunadamente, oigo pasos justo detrás de mí, y sé que alguno de mis compañeros ha reaccionado casi con la misma rapidez que yo, acudiendo de inmediato a la refriega.

Sigió al enano tan rápido como pudo reaccionar, lanzándose también a la batalla. La única de los aldeanos tan valiente (o tal vez, temeraria) como para enfrentarse a los enemigos. El resto permaneció en círculo, cercando a los niños. El acólito humano pudo bloquear el ataque de Fornund, pero éste le dejó sin tiempo de reacción para bloquear el golpe de la campesina.

Estos cuatro Kobolds parecen mucho más peligrosos que los primeros, y os atacan sin piedad. Son rápidos y sus ataques precisos y fieros. Os desgarran la piel con sus dagas, evitando las zonas de la armadura o directamente perforándola, y el caso de Linan, que no lleva armadura alguna, es aún peor. Dos de los Kobolds han atacado a Fornund, pero los otros dos a Linan Swift, de forma tan brutal y sangrienta que cae inconsciente. Podéis oir a Cuth gritar el nombre de su amada, y correr hacia allí. Los demás campesinos se ven obligados a seguirle. La valentía, o quizás la temeridad, pues han dejado a los niños indefensos, les empuja a correr hacia los enemigos para ayudaros en la batalla.

Sea cual sea el resultado de esto, esperais que no vaya a peor.

Todo paso tan rápido... Aquella madre tan valiente finalmente había sucumbido ante la superioridad combativa de esos lagartos. Pero mi desesperación fue aún mayor cuando los aldeanos deciden correr hacia ella.

Tengo que llegar antes e interponerme entre ellos y los kobolds

-Resiste, guerrera. Allá voy!

Me acerqué a uno de los lagartos que amenazaban a la mujer y blandí mi gran hacha contra él

-Toma esto, asquerosa lagartija!