Partida Rol por web

La luz de la mañana bañaba el paraje en el que Yuki y Kaede se habían internado, mezclándose con el sonido del agua y el aroma de la vegetación. Era, sin duda, un lugar hermoso y apacible, que invitaba al recogimiento. Y de algún modo, les resultaba familiar...

Llevaban andando un largo trecho desde el pueblo donde habían comido el día anterior, pero la noche se había desarrollado sin dificultades. Parecía como si con cada paso que dieran hacia ese lugar donde se encontraba el maestro Genbu, un manto de protección les cubriera y les hiciera sentirse más tranquilos y seguros.

Ahora debían hallar la cueva de Naoe Shigen, pues allí era donde sin duda se encontraba el maestro Genbu... y seguramente su hermano Moriya.

Tras una noche de meditación y recogimiento al abrigo de las rocas, Moriya se había levantado con el sol. El maestro Genbu estaba ya fuera, realizando ejercicios matutinos. Daba la impresión de que ese hombre jamás dormía...

Todo el lugar respiraba calma, y casi parecía que fuera de sus fronteras el mundo no se estaba llenando de espíritus sedientos de sangre. Moriya inspiró el aire vivificante y, tras unos ejercicios rutinarios para entonarse, debía decidir qué hacer hasta que llegaran sus hermanos.

El joven había intentado unir las piezas de todo lo que había escuchado del viejo maestro. Entendía que uno de los guardianes del mundo, que separaban la tierra de los vivos de la tierra de los espíritus había decidido traspasar una línea y traicionar todo aquello que debía proteger.

Entendía, sin que nadie lo confirmara, que tanto el maestro Genbu como el musculoso Shingen era también guardianes. Lo que por extrapolación, le hacía confiar en que ambos debían de guardar en su interior unos poderes extraordinarios, y que sin duda, eran rivales difíciles de eliminar.

Sin embargo, durante la noche, una idea se había instalado en su mente, mientras la pesadilla de la muerte de su maestro había aparecido una y otra vez en sueños. Porque un ser tan poderoso como Shinosuke Kagami había atacado a su maestro.

Al despuntar el alba y ver al maestro de maestros, recordó como Giasei sama solía también estar despierto antes del alba, y aunque viejo, era poderoso y fuerte.

Quizás, solo quizás, el cuarto guardián de la tierra había sido su maestro. Solo aquella idea absurda daba sentido a su muerte.

Solo si el guardián caído Kagami había decidido quitarse enemigos del camino, o quizás absorber el poder de otro guardián podía Moriya entender el ataque y la muerte de su maestro.

Sin embargo, a pesar de que las preguntas se instalaban ya no solo en su mente, sino también en su corazón. Sabia de ante mano, que las respuestas del maestro de maestros serian cripticas, y poco esclarecedoras.

Así que tomo otra iniciativa. Entro en la cueva y fue a hablar con Shingen. Era un hombre formidable, y seguramente también un gran luchador. Con suerte seria un hombre de honor, y podría responder alguna de sus preguntas.

Shingen sama, me gustaría haceros una pregunta. ¿Sabéis que motivo tenia Kagami para asesinar a mi maestro Giasei?

No hizo ademan de ser protocolario, ni mucho menos de ser educado. La preocupación guiaba su voz como sus manos solían guiar la espada, sin siquiera ser consciente de que estaba ahí. Pero forjando una conexión irrompible.

Se quedo esperando, dejando que la falta de sonido de la cueva dijera el resto, y esperando que no alertara al viejo maestro que estaba fuera. No quería que interrumpiera la entrevista y dejara ciego al guerrero a las respuestas que quería una vez más.

Observo con satisfaccion la bonita escena que se muestra ante nosotros.- Este sitio es precioso, tan tranquilo. Ideal para alguien que quisiera alejarse al retiro, no crees hermano?- sonrio a Kaede satisfecha. No habia muchas dudas, al menos con respecto a mi. El hombre que el maestro Genbu nos habia pedido buscar vivia por aqui cerca, lo intuia. Es mas, algo del lugar me resultaba hasta familiar. Aunque no sabia de que, ya que no recordaba haber venido a este sitio antes.

-Sospecho que entre las rocas de esas cataratas habra cuevas, podrias ir buscando por ahi.- Sugiero, mientras busco con antencion algun detalle que pueda delatar la presencia de mas personas en los alrededores.- No hagamos perder mas tiempo a los demas!

- Es el lugar perfecto - asiento a las palabras de mi hermana.

Tras eso miro a mi alrededor con más detenimiento, por si hay algún detalle que nos pueda dar alguna pista de dónde podrían estar el maestro Genbu y nuestro hermano - Vamos Yuki, busquemos sin más demora.

El enorme hombre miró gravemente a Moriya antes de responder con su voz profunda.

- Tu maestro era fuerte -dijo con solemnidad-. Más fuerte de lo que tú probablemente imaginas. Cuando era joven llegó a ser el mejor luchador de Japón bajo la tutela del maestro Genbu. Últimamente su físico no era el mismo, pero sus conocimientos seguían siendo muy extensos, y por eso os tomó como discípulos.

Guardó silencio unos instantes, cerrando los ojos y relajando los músculos antes de proseguir.

- El hombre al que tú llamas Kagami es un cobarde -sentenció-. Sea cual sea su ignominioso plan, sabía que Gaisei podía ser una molestia y decidió eliminarlo. No le habría resultado tan sencillo de haber sido el Gaisei de los viejos tiempos... Pero le vengaremos de igual forma.

Se levantó e hizo un gesto a Moriya para que salieran al exterior. Sin duda, él también estaba ansioso por enfrentarse al traidor una vez más.

Kaede y Yuki recorrieron los riscos y las peñas del lugar, húmedos por la presencia de innumerables cascadas y torrentes de agua clara. Anduvieron durante unos veinte minutos, hasta que uno de ellos atisbó una silueta en la lejanía. Era una figura menuda y con un ancho sombrero, que sujetaba una caña y trataba de pescar algo en el caudaloso riachuelo de abajo. Sin duda, parecía ser el maestro Genbu, así que los dos guerreros se dirigieron sin tardanza hacia allí.

Cuando se acercaron, pero antes de que dijeran nada, el viejo guardó la caña. De algún modo se había dado cuenta de que llegaban. Se volvió y pudieron ver que, efectivamente era el anciano Genbu Okina que les miraba con una sonrisa.

El anciano se inclinó levemente en señal de saludo hacia los pupilos.

- Bienvenidos -dijo-. Me alegro de que recibiérais mi mensaje. No pensé que volveríamos a vernos tan pronto, pero parece ser que hemos sido afortunados...

Miró a uno y otro muchachos, que parecían cansados tras el viaje.

- ¿Ha ido todo bien...? -quiso saber el maestro.

Feliz por ver una cara conocida, hago una reverencia de profundo respeto para saludarlo.- Nosostros tambien nos alegramos de volver a verlo tan pronto, maestro. Partimos hacia aqui tan pronto recibimos el mensaje.

Cuando Okina-sensei pregunta sobre nuestro viaje, mi rostro se ensombrece, y miro a Kaede.- Tuvimos un... accidente, supongo, aunque no sabria decir exactamente que sucedio. Mientras veniamos hacia aca, nuestro trasporte fue atacado por una bolas de fuego magicas, o al menos eso parecian, ya que se movian solas en el aire. - Agacho resignada la vista, todavia dolida por el pobre Kafuse.- Nosotros escapamos sin muchos problemas, pero el pobre hoombre que nos acompañaba...

Había más respuestas que las que había querido responder aquel hombre corpulento.

Sin duda, su difunto maestro no había sido un guardián, pero si un paladín de la justicia. Y era normal que fuera el mejor guerrero de Japón, incluso siendo ya un anciano.

Aquello le lleno de orgullo, un orgullo que duro poco, porque luego, el vacio de saber que su maestro estaba muerto para la eternidad le devolvió con una bofetada a la realidad.

Salieron al exterior, nuevamente necesito unos segundos para adaptar sus ojos a la claridad del día.

Pudo sentir nuevamente como aquel lugar parecía alejarse del tiempo, de la realidad del mundo y del país. Era como si estuviera anclado a otra época, por fuerzas puras y misteriosas y así debiera ser.

Siempre le sorprendía, como la naturaleza tenía esa habilidad para sobrecogerlo. Pare decirle una y otra vez, a veces a susurros, a veces a gritos, que los humanos eran solamente unos meros moradores del mundo, y no sus dueños y señores.

Era una pena que muchos ya hicieran oídos sordos a esas enseñanzas. Como los Gaijin, que intentaban cambiar todo lo que tocaban en aras del progreso.

Sería su nación capaz de conjugar las dos cosas, tradición y respeto, y tecnología y avance. No lo creía demasiado, pero esperaba que así fuera. El pertenecía a una estirpe en extinción, y era consciente de eso.

Afuera, busco con la mirada, El viejo Genbu Okina, maestro de maestros seguro que podría decirle más cosas sobre su enemigo. El cual seguía siendo un misterio para él.

Justo cuando Yuki se interrumpía, incapaz de narrarle al maestro Genbu lo que le había sucedido a Kafuse, un movimiento captó su atención y la de Kaede. De una hoquedad en la roca en la que no se habían fijado antes, salió con paso tranquilo un hombre de al menos dos metros y medio de altura y más de un metro de hombro a hombro, con unos músculos definidos y potentes y una larga melena blanca recogida en una coleta baja. Se trataba sin duda de Naoe Shigen, el hombre al que habían estado buscando. Nunca habrían imaginado que sería tan enorme y corpulento.

Sin embargo, aún fue más sorprendente reconocer al muchacho pelirrojo que caminaba a su lado, con paso tan relajado como el del gigante. ¡Era Moriya! Nada más salir de la cueva había vuelto los ojos hacia ellos y ahora les observaba sorprendido.

El joven miro al maestro de maestros y a sus hermanos. Los miro en silencio, mientras su pecho subía y bajaba con tranquilidad.

No parecía sorprendido de verlos allí, pero tampoco hizo un movimiento para acercarse.

Se dedico a mirarlos a todos, y a perderse entre sus pensamientos. Había algo que había prometido, y no podía explicarlo con palabras.

Ver a sus hermanos era una herida demasiado reciente con la que tendría que lidiar.

Ver el tamaño de aquel hombre me dejó sin palabras, pero ver a mi hermano me hizo reaccionar de algún modo. Caminé lentamente hacia él. - Hermano, ¿qué pasó en la casa? - pregunté en un hilo de voz.

Sabía cuales habían sido los resultados de lo ocurrido, pero tenía la esperanza de que nuestro hermano echara luz sobre los hechos.

La aparicion de Naoe me sorprende, mas que nada por la increible complexion de hombre. Sin embargo no me impacta ni la mitad de lo que supone encontrarme de nuevo con Moriya, cara a cara. Una mexcla confusa de alegria y temor me invade. Aunque me alegra mucho verlo sano y salvo, algo me dice que no va todo bien. Y aun quedaba por aclarar lo sucedido hace unas noches.

Paralizada, espero angustiada que Moriya responda a la pregunta de Kaede. "Por favor, di que tu no fuiste" es lo unico que soy capaz de pensar

El guerrero observaba como sus hermanos habían perdido el hilo de su conversación con el maestro de maestros y se habían quedado esperando a que les explicara qué había ocurrido.

Sin embargo, el recuerdo de la noche, la muerte de su maestro, de su padre aun era intenso en su memoria. Le dolía al respirar, sobre todo viendo a Kaede y a Yuki.

Como podían ellos siquiera entender las emociones que tenia dentro. Comprender su dolor, y su odio. No podían, nunca podrían. Y prefería que así fuera. La muerte de Giasei era una piedra muy grande que debía de cargar el mismo.

Los miro muy serio, mientras sus sentimientos se arremolinaban detrás de sus pupilas. Su mandíbula se fue tensando lentamente, mientras su voz cogía fuerzas para hablar.

No deberíais estar aquí. No me opondré solo porque Okina Genbu sama estima necesario que estéis aquí. Pero si fuera por mí os devolvía de nuevo a vuestra casa.

Empezó a bajar, aunque hizo una pausa en una piedra grande, recortando su figura contra el sol de la mañana, y desde la altura, parecía tan gigantesco como el hombre que bajaba detrás de el.

Y lo que paso, fue que Giasei san murió.

La frase, la frase que estaban esperando. La explicación que sin duda sus hermanos buscaban, no existía. Existía un dolor infinito, el sabor de la derrota, el sabor del odio, pero no la intención de explicar que había ocurrido allí.

No estaba en su mano explicar cosas que sencillamente eran tan dolorosas. Pues la última frase de su maestro no dejaba de pesarle una y otra vez.

….. a tus hermanos, prométemelo, no….

A pesar de sentir que se estaba fallando a si mismo bajo hasta el nivel donde estaban el viejo maestro y los otros dos jóvenes guerreros. Y guardo silencio al tiempo que sentía el frio suelo de piedra bajo sus pies, y el juguetón calor del sol sobre su rostro.

- Eso no es una respuesta hermano - digo intentando que mi voz no muestre mi desesperación. - Sabemos que padre está muerto, lo hemos visto hermano. Quién haya sido pagará, pero tú eres el único que sabe que pasó allí dentro y si no nos lo cuentas no podremos ayudar.

Las palabras de Moriya resuenan por unos segundos en mi cabeza. Que le podia estar obligando a tener esa actitud? Este no era el Moriya que yo recordaba...

Tan preocupada como Kaede, intento apoyarle para que nuestro hermano entre en razon.- Por favor dinos que esta sucediendo, podemos ayudarte. Sabes que puedes confiar en nosotros.- Intento que mi voz no suene afectada. Nuestro maestro nos enseño a controlar nuestras emociones, ya que pueden ser el elemento mas debil y peligroso de un guerrero. Pero en aquellos instantes mi autocontrol comenzaba a llegar a su limite

El guerrero que ya había llegado al nivel de suelo, paso por delante de sus dos hermanos. Que demostraban una total falta de autocontrol.

Pero quien podía negarles eso en aquellos momentos truculentos. Sin embargo, aquella reacción infantil y poco contenida día mas razones a Moriaya para reafirmarse sobre su propio juramento.

Se acerco al maestro de maestros y le hizo una pequeña reverencia.

Hagamos lo que hagamos, será mejor que lo hagamos ya.

Así, con esa indiferencia gélida, hizo oídos sordos a las suplicas de sus hermanos. Dejo que un mar furioso se interpusiera entre ellos. Porque sabía, que llegados a aquel punto, no había vuelta atrás.

Tendría que reprocharse muchas veces lo que paso aquella noche en casa de su maestro, pero seguramente le faltaría el valor para enfrentarse de nuevo a la mirada de aquellos a los que había considerado familia.

No quería que estuvieran allí, que lo penetraran con sus miradas. Y la única manera que tenía de mantenerlos a raya, de alejarlos de él, de lo que estaba por venir. Solo podía ser frio como una montaña nevada.

Genbu Okina y Naoe Shigen habían presenciado la tensa conversación sin decir palabra. Una vez que hubieron comprobado que había llegado a un punto muerto, el anciano maestro se adelantó.

- Debéis dar tiempo a vuestro hermano -dijo a Yuki y Kaede-. El dolor en su corazón es tan intenso como en el vuestro. Yo conozco la verdad, y también el maestro Shigen... pero creemos que es mejor que sea vuestro propio hermano quien os cuente todo cuando esté preparado.

Se tomó un momento y miró al cielo.

- En cualquier caso, debemos actuar con premura o será tarde y todo eso no importará nada. El mundo pende un hilo más fino de lo que pensamos. Pongámonos en camino.

La voz del maestro Genbu denotaba una autoridad contra la que no cabía réplica. Se subió en su tortuga y la fustigó con suavidad utilizando su caña. La tortuga se puso en marcha con paso bastante ligero para un animal de su peso y tamaño. El anciano tomó el camino del oeste, hacia donde horas más tarde se pondría el sol.

- Joven Kaede... camina a mi lado -dijo con calma-. Tenemos que hablar. Shigen, viejo amigo... ¿te ocuparás de los otros dos?

Por toda respuesta, el gigantón asintió y redujo la marcha para quedarse un poco atrás, esperando que Moriya y Yuki se le unieran.