Partida Rol por web

Kagami se tomó sólo un segundo para pensar. Se quedó muy quieto, como un volcán antes de entrar en erupción. Entonces pudieron ver que esbozaba una ligera sonrisa cruel.

- Je...

Tomó su sable con ambas manos por la empuñadura e hincó su punta en el suelo de piedra con un movimiento rápido. Entonces se arrodilló frente a él, y su rostró quedó oculto por el pelo liso. Pudieron oír como se concentraba, y sintieron una ligera brisa que se concentraba en él, como si se estuviera convirtiendo en el ojo de un huracán. La brisa creció en intensidad en menos de un segundo y se transformó en un viento, y luego casi en un vendaval.

Todos tuvieron que enraizarse en el suelo para evitar verse arrastrados por el viento caliente, y comprobaron con horror que Kagami empezaba a brillar con una luz rojiza, como si estuviera hecho de puro fuego. ¿Qué estaba a punto de hacer?

Yuki se interponía entre la lucha encarnizada de su hermano y el grandullón contra Kagami, y la joven sacerdotisa que parecía meditar con una intensa concentración. La guerrera de larga melena rubia se sorprendió de su calma... debia estar muy acostumbrada a realizar aquél tipo de tarea, pues a pesar del peligro que les rodeaba, no movía ni un músculo pero parecía esforzarse intensamente.

Los golpes de la lucha resonaban un poco más lejos, pero de algún modo Yuki sintió que debía proteger a la niña. Si a Kagami se le ocurría zafarse de la lucha e ir a por ella, sería terrible...

En ese momento el enemigo se agazapó en el suelo y un viento intenso les azotó. ¿Qué estaba preparando ahora?

Juzoh estaba disfrutando enormemente por el combate, aunque estaba algo decepcionado por el efecto de sus ataques. Normalmente, los bandidos y maleantes a los que se enfrentaba no aguantaban más que un par de golpes con su robusta maza, pero este Kagami parecía aguantar más de lo acostumbrado. Pero todo poder tenía un límite, porque parecía que ese tipo se estaba cansando y estaba agotado. Mejor para Juzoh, le daría el golpe de gracia delante de toda esa gente.

Alzando la porra en toda su longitud, Juzoh descargó un formidable golpe hacia el cráneo de Kagami.

Moriya sabía que lo único que podía salir bueno de todo aquello era más muerte y destrucción. Deseaba que aquella joven fuera capaz de ponerle trabas a lo que estaba tramando aquel villano. Pero no podía dejarlo correr todo a su suerte.

El gigante se adelanto para descargar un fuerte mazazo. De alguna manera, incluso sin defenderse, Kagami tenía la piel más dura que una roca.

Moviéndose rápidamente hasta llegar al cuerpo a cuerpo. Moriya descargo su hoja en un golpe circular. Uno de los más temibles golpes aprendidos de su maestro y padrastro.

Sin embargo, noto como la hoja de su arma no atravesó del todo el cuerpo de su némesis mortal.

Necesitaban más fuerza para poder acabar con él, y el tiempo se les agotaba. Ahora solo cabía esperar la reacción de su enemigo.

Juzoh y Moriya golpearon con todas sus fuerzas a Kagami, en un intento por acabar de una vez por todas con él antes de que pudiera llevar a cabo lo que planeaba. El Kongo Rakan de Juzoh impactó en su cabeza con una fuerza terrible, mientras que la katana de Moriya encontraba un punto vital e iba a clavarse en él. Ningún hombre habría podido sobrevivir a algo semejante...

... pero seguía haciendo calor. Mucho calor. Tanto que Moriya y Juzoh llegaron casi a quemarse al estar tan cerca del enemigo. Kagami estalló en llamas, y sus ropas empezaron a consumirse. No pudieron ver que su boca se moviera, pero oyeron una voz terrible que salía de él.

- ¡Ingenuos mortales! -graznó aquella voz, muy diferente a la de su enemigo-. ¿Qué pretendéis con esas armas mundanas?

Kagami... o lo que fuera que le dominaba, trató de erguirse a duras penas. Vieron que sus ojos estaban poseídos por un fuego terrible y abrasador. Entonces se encogió, con los dientes apretados en una mueca de inmenso dolor, y abrió los brazos violentamente. Cuando lo hizo, una llamarada roja se expandió en un radio de diez metros, formando una enorme bola de fuego.

Juzoh se apartó a tiempo, pero Moriya estaba más cerca y recibió el impacto del fuego. Quemaba horriblemente, tanto como el fuego de los Goukagamis que había encontrado en el bosque.

- ¡Libérame! -exclamó el dios que había en el interior de Kagami.

Pero su cuerpo estaba demasiado débil. Las llamas se extinguieron y Kagami cayó de rodillas, derrotado. Se oyó un graznido terrible de rabia e impotencia, y el cuerpo del enemigo se estrelló contra el suelo de piedra. Quedó allí tendido... y de pronto se hizo el silencio.

Justo en el momento en el que Kagami caía al suelo, los ojos de Kaede se encendieron. Akari había tenido éxito al abordarle en el mundo espiritual. Por fin había conseguido romper el dique que contenía su poder. Y justo a tiempo, pues aunque Kagami estaba vencido, el Portal seguía abierto y cada vez era más amenazador. Además, el Dios de Fuego podía salir del cuerpo de Kagami en cualquier momento.

La ropa y el pelo de Kaede parecían brillar, y se sentía inmenso y poderoso. Sus cabellos, antes negros como el azabache, ahora eran de un tono dorado y refulgían con fuerza. Sus ojos eran rojos, pero continuaban siendo los de siempre. Seiryu no le había dominado como había hecho Suzaku con Kagami. Y todo gracias a la pequeña Onmyoji.

Había llegado el momento de poner fin a aquello. El Portal debía ser cerrado cuanto antes, y para ello necesitaban el poder de otros dos de los Cuatro Dioses. Era necesario que el maestro Okina y el maestro Shigen llegaran al lugar, para poder iniciar el ritual.

Vuelve al plano físico tras el despertar de Kaede. Abre los ojos y observa la escena que tiene frente a ella. El enemigo está en el suelo, inconsciente y parece que todos están bien mas o menos con algunos rasguños y quemaduras. Coge su bastón sagrado y se levanta. Ya ha llamado a los otros 2 dioses que quedan y supone que llegarán en algún momento, pero el portal sigue abriéndose y quizá ella pueda hacer algo para aminorar su apertura o al menos dejarla en un punto muerto hasta que ellos tres consigan cerrarla.

Se dirige hacia el lugar del ritual trotando para no cansarse mucho ya que sabe que hacer todas esas cosas cansa igual que correr durante días enteros.

-Estáis todos bien? He conseguido despertar a Seiryu.

Sonríe.

Moriya no estaba muy seguro de que había pasado, el enemigo estaba derrotado, había caído al suelo.

Su intención era acabar con su miserable vida, pero había dos cosas que le frenaban. Una, que no era capaz de matar a sangre fría a un hombre que no se defendía. Y aquella moralidad suya se tambaleo durante enteros segundos, pues el deseo de venganza era apabullante.

Pero además, sabía que en el interior de aquel hombre, había un demonio, un espíritu, o como quisiera llamarse. Y no podía correr el riesgo sin saberlo, de dejar suelto aquella bestia de fuego.

Además, de que estaba algo quemado. Pero aun podía luchar, su voluntad era mas férrea que el dolor que padecía.

Enfundo su espada y miro atrás, de repente vio a su hermano, parecía distinto, poderoso. Y entendió que le estaba pasando. Su maestro, decían, había sido uno de los cuatro espíritus. Ahora era lógico que le tocara a Kaede serlo.
Pero todo no había acabado, aun quedaban cosas por resolver. Cosas que no entendía del todo, pero para las que había que estar preparado.

Así que cerró los ojos mientras se ponía en posición de combate, y abría su mente al universo que tenía cerca. La roca caliente bajo sus pies, el aire tórrido que circulaba por doquier, el murmullo lejano de la tormenta sobre sus cabezas.

Y espero, espero una señal de la naturaleza que le dijera cuando era el momento para actuar.

Parecía como si aquel tipo contuviera todo el poder del fuego en su interior, y que fue gracias a los golpes que había recibido que fue liberado. Ya estaba empezando a preguntarse si se estaba enfrentando a un inmortal o algo así, ¡cómo aguantaba! Afortunadamente estuvo rápido para protegerse de aquella deflagración con el Kongo Rakan. Su poder divino actuó como un escudo, protegiéndole de todo daño.

Ahora Kagami había caído, y parecía que su hermana había liberado el poder que se escondía dentro de uno de los pequeñines que viajaban con ese pelirrojo tan serio. A Juzoh le alegraba enormemente que la joven sacerdotisa se hubiera mantenido alejada. ¿Quién sabía lo que le iba a pasar?

- ¡Por supuesto, hermanita! - dijo Juzoh, riéndose a mandíbula batiente - Ese tipo no tenía nada que hacer. ¡Eh, pelirrojo, luchas como un auténtico demonio!

Aunque tenía una leve herida en su brazo, ya cauterizada por el inmenso calor que desprendía Kagami, no le importó. Había conseguido vencer a un poderoso enemigo, y con ello, facilitar las cosas para conseguir el remedio que sanaría a Hikari.

Sonríe a su hermano al ver que está bien, pero le da un bastonazo en la espalda, que para el debe de ser como una picada de mosquito, al ver que se relaja demasiado.

-Me alegro que estés bien, hermano, pero no te relajes tanto... y se más respetuoso... que ese hombre tiene el poder de un dios.

Observa el lugar... tienen que cerrar el portal y no cree que el resto de Guardianes consiga llegar a tiempo antes de completar el ritual. Saca sus sellos y se le ocurre que quizá pueda acceder al poder de los dioses con sus sellos y así mantener el portal estable hasta que alguien consiga cerrarlo... o quizá cerrarlo ella misma.

-Creo que puedo mantener estable el portal... pero necesito colocar los sellos en cada punto cardinal de este enorme agujero en el suelo... No se si me va a dar mucho tiempo a colocarlos, así que necesito ayuda para hacerlo.

Muestra los sellos.

- ¿Como debemos colocarlos? - Pregunté acercándome a Akari para ayudarla con el propósito. Fuera lo que fuese, parecía peligroso.

Mira a Kaede/Seiryû y le enseña las tiras de papel que tiene en la mano.

-Esto son sellos, contienen el poder de los dioses. Hay que colocarlos alrededor de ese agujero - señala el agujero que es el portal y con el tamaño de una plaza de toros - en los puntos cardinales. Después trataré de usarlo para contener el portal hasta que lleguen Gengû y Byakko. Así los tres juntos podréis cerrar este portal al infierno.

Te ayudaré mientras vienen - respondí. En lo más profundo de mi corazón sabía que era importante contenerlo y que podía ser peligroso - Dame alguno de los sellos.

Coloca justo uno en el lugar donde se encuentra ahora y le da dos a Kaede/Seiryû.

-Coloca uno frente a este y el otro entre medio, al borde del agujero. Yo iré hacia el otro lado.

Comienza a correr con zancadas grandes para llegar al punto que queda a su izquierda. Tienen que colocar los sellos cuanto antes o el portal seguirá abriéndose. En lo que Seiryû tarda en colocar los dos sellos, ella consigue colocar el que falta. Vuelve al punto cardinal de sur, ella hará de "suzaku" ya que sabe que éste no colaborará en el sellado del portal.

Se sienta frente al sello y coloca las palmas juntas frente a ella con el bastón cogido en sus pulgares. Comienza a recitar palabras con una entonación en concreto... tratando de llamar al poder de todos los dioses para frenar el desastre inminente.

La hora de las bofetadas se había acabado, y tras comprobar con un suave puntapié que Kagami no iba a levantarse, Juzoh se dirigió hacia su hermana. Sabía que no debía molestarla cuando se encontraba realizando algún oficio espiritual, así que en contra de su naturaleza torpe e irresponsable, el gigantesco guerrero se sentó tras la muchacha. Su corpachón empequeñecía el tamaño de la sacerdotisa.

Allí, en completo silencio, y con el Kongo Rakan sobre sus rodillas, Juzoh se concentró para ayudar con su energía espiritual al proceso.

Los minutos pasaron lentamente después de que Akari y Kaede colocaran los sellos. La pequeña se concentraba en sus plegarias, y para su sorpresa, estas tuvieron respuesta. Sintió dos espíritus poderosos que estaban cerca, muy cerca. Al volverse, se sobresaltó cuando pudo ver a su espalda a un hombre enorme y corpulento, un hombre incluso más grande que su hermanastro.

Sobre el hombro de aquél coloso, había un diminuto anciano que llevaba un sombrero de paja y lucía una larga barba blanca. La luz de la lava que les rodeaba les daba un aire misterioso, pero Moriya, Yuki y Kaede les reconocieron al momento. Eran los maestros Shigen y Genbu.

Genbu Okina bajó de un salto del hombro del gigantón, dejando pasmados a todos los que no le conocían. ¿Cómo podía un anciano ser tan ágil? ¡Eso hombre debía de tener casi cien años!

- Bueno, bueno, bueno... -dijo con voz jovial, por encima del rugido de las llamas-. ¡Esto me deja realmente sorprendido! ¡Muchachos, habéis derrotado a Kagami!

Se acercó al grupo con una sonrisa bajo su poblada barba. Se dirigía concretamente al lugar donde estaban Moriya y Yuki, y saludó a Kaede, que estaba un poco más lejos.

- Enhorabuena, chicos. No esperaba que lográseis vencer sin un rasguño... bueno, casi -agregó, fijándose en las quemaduras de Moriya.

Por su parte, Shigen Naoe se aproximó con pasos lentos y pausados al cuerpo inconsciente de Kagami. Se agachó junto a él y puso dos dedos en su cuello.

- Está vivo... -dijo con voz grave-. El chico no lo ha rematado.

Obviamente se refería a Moriya, porque le miró a los ojos. Pero no parecía enfadado, si no simplemente interesado.

- ¿Cómo es que has respetado su vida, joven? -preguntó, con auténtica curiosidad.

Juzoh quedó sobresaltado por la repentina aparición de aquellos dos, aunque por la devoción que manifestaban los ojos de su hermanita, asumió inmediatamente quiénes eran. Estaba abrumado por el aura de poder que irradiaban, y aunque fueron a hablar con el pelirrojo y sus compañeros de viaje, se quedó embobado. No tenía fuerzas para reivindicar que él había sido quien había luchado junto a los otros dos para derrotar a Kagami.