Partida Rol por web

Tecnovirus descubre unas cuantas cosas, en realidad tiene la información bastante a mano. Manuel Alberni fue despedido hace meses, y también fue desahuciado por la misma empresa que desahució a los padres de Tecnovirus, Instant Out. A partir de ahí se pierde la pista de él y de su mujer, podría estar viviendo en casa de algún familiar, o tal vez en los poblados chabolistas de las afueras, si no tuvieron tanta suerte.

Francisco gruñó al ver el resumen. Otra persona jodida por una sociedad corrupta que se desmoronaba por momentos. Sin embargo, al no trabajar ya en los juzgados, no podría ayudar a Sara en sus pesquisas.

   - Al final el pobre hombre no podrá servirnos de nada.- Suspiró decepcionado.

Pero aun así ya que había comenzado la investigación no iba a dejarla a medias. No perdía nada por ello y así de paso cumpliría por completo la promesa que le había hecho a Sara de que encontraría a su amigo y lo pondría en contacto con ella.

Pidió a Tecnovirus la dirección de los padres y dirigiéndose al coche se aprestó a seguir con la investigación.

Francisco encuentra finalmente el lugar donde está empadronado el padre de Manuel Alberni. Desgraciadamente, ese señor murió hace un año, pero una vecina que te ve buscándole te pregunta.

Según la vecina, tras el despido de Manuel y su deshaucio, vinieron a vivir todos a esa misma casa un tiempo. Cuando el abuelo murió, también cortaron la pensión del abuelo de la que malvivían, y tuvieron que marcharse 'en bloque' a las chabolas. Malvendieron el piso para poder comprar lo necesario y ocupan un terreno en las afueras de Cerdanyola, donde este tipo de barrios han crecido como setas.

La mujer te pide que le des recuerdos si lo encuentras, y te da su número para que se lo des, que quiere hablar algo personal con él.

Al parecer la vida de Manuel era una imparable consecución de desgracias una detrás de otra.

   - Ciertamente este tipo no da pie con bola.- Gruñó para sus adentros el empresario.

Casi parecía como si todas aquellas desgracias fueran algo intencionado. Nadie podía tener tan mala estrella.

Ahora solo le quedaba una opción si quería resolver aquel entuerto, y era ir a ese paraíso de pobres, ladrones y maleantes de todo tipo que malvivían en aquella zona de chabolas. Por supuesto no podía ir vestido como iba, así que tendría que buscarse algo mas adecuado para tal ocasión. Cogiendo el coche se dirigió hacia su casa para conseguir ropa mas apropiada. Luego buscaría otro método de transporte para llegar hasta allí. Tal vez un taxi...

Francisco se compró ropa de lo más vulgar en un rastro, y se dirigió en taxi a las afueras del poblado. No había pasado por allí en mucho tiempo, pero lo que vio le sorprendió. Se parecía demasiado a los poblados de brasil que había visto en la televisión antes del crack económico... pero a veinte minutos de su mansión.

El poblado chabolista "Cerdanyola sud" se extendía ante él. Era difícil contar las casas de chapa, madera y tela que habían allí, pero varios centenares sin duda, quizá un millar, así que sin duda malvivirían varios miles de personas.
Algunos habían hecho pequeños cultivos cerca de sus casas, y perros rondaban aquí y allá. La basura se amontonaba al margen del poblado en bolsas de todo tipo o incluso sin bolsas, levantando un olor pestilente y difícil de soportar.

Preguntó a un 'vecino' sobre Manuel Alberni, y a cambio de una limosna éste le indicó cuál era su chabola. Francisco paseó entre los abandonados del sistema. Algunos con más suerte habían hecho su chabola con ladrillo, pero otros vivían en tiendas de campaña.

Finalmente llega a la chabola de Manuel. Aparece recubierta con plásticos, junto a un largo tendedero dond ehay ropa tanto de mujer como de hombre. Parece construida en ladrillo, con techo de uralita cubierto también con plástico.

En el cajón de una furgoneta medio deshecha con un retrovisor reparado con cinta americana y marcas de varios golpes hay un hombre de unos cuarenta y tantos años, con cabello desaliñado y barba de más de una (y de dos) semanas. Viste una camiseta roja de propaganda de cocacola y unos tejanos remendados. Parece estar amontonando maderas y cartones, y no se ha percatado aún de Francisco.

Dentro de la "casa" se oyen voces, al menos dos personas.

La verdad es que la estampa de aquel lugar que solo podía ser tildado de vertedero, impactó a Francisco mas de lo que podía admitir. Sabía que las cosas estaban difíciles en el país, y que aquella zona de chabolas existía a las afueras de la ciudad, pero, una cosa era saberlo y otra muy distinta era verlo con sus propios ojos.

Era por injusticias así por las que el empresario se había rebelado contra el corrupto sistema, y esa visión no hacía mas que alimentar su ira y ansias de justo castigo.

Sin embargo no dejó que esos pensamientos se traslucieran en su mirada, y sin esconderse, terminó acercándose hacia el sujeto de fuera con la mejor de sus apacibles sonrisas.

   - Hola, perdone que le moleste, estoy buscando a Manuel Alberni. ¿Sabe si esta en casa?- Preguntó con tiento de no asustar al tipo.

El hombre se giró a ver al extraño, y lo miró de arriba abajo un momento, antes de bajarse de la furgoneta.

Buenos días, lo tiene delante... ¿Quién me busca? Levantó las manos para hacerle esperar un instante Ya le adelanto caballero que si viene usted de parte de Paco "Lagarto", he abonado lo que le debía, y no pienso pagar ni un céntimo más.

Algo había que no encajaba a los ojos de Francisco. Al principio pensó que estaba demasiado tenso, pero pronto se dio cuenta: Era un fiscal, un hombre con buena presencia y buena dicción, una piel que aún se adivinaba medianamente saludable, y dentro de lo posible no iba sucio, pero... parecía un disfraz de mendigo. No porque no lo fuera, si no porque los mendigos que veía Francisco estaban avejentados, hablaban de cualquier manera, y sus andares eran también descuidados, así como su higiene.

Eso era lo que le chocaba a Francisco: No era un mendigo 'de raza', si no alguien como él, lanzado a ese vertedero, luchando por seguir siendo él mismo.

   - ¿Lagarto?- Preguntó Francisco frunciendo el ceño.- No conozco a nadie que se apode así.- Negó con la cabeza.

El empresario dedujo que el tal Paco era probablemente el causante de la caída en desgracia de Manuel, pero no dejo que sus elucubraciones se percibieran en su rostro.

   - Vengo de parte de una amiga común.- Prosiguió extendiendo la mano con la intención de presentarse.- Me llamo Francisco y vengo de parte de Sara Pulido,"del cuatro". Ella intentaba dar con usted en el juzgado, pero al serle imposible me preste a encontrarle y ponerles en contacto entre ustedes.-

Manuel frunce el ceño un momento, y luego sonríe. Parecía haber recordado buenos momentos de un pasado muy lejano, y apenas hacía algo más de un año y medio.

Ah, Sara... Sí, sí, me acuerdo... ¿Cómo le va?

   - ¿Sara? Pues también perdió su empleo y pasó una mala racha.- Respondió Francisco mesándose la barba.- Pero le contraté para ayudarme con la administración de mi empresa y ahora está mucho mejor.-

   - Es precisamente por eso que le estaba buscando.- Prosiguió el empresario mientras observaba a Manuel fijamente.- Ella intentó ponerse en contacto con usted en su antiguo juzgado, para, ver si podía ayudarla con los plazos de pago de unas deudas que tengo con La Caixa. Al ver que le era imposible dar con usted me presté a buscarle y aquí estoy, descubriendo que probablemente usted necesite mas ayuda que yo con las deudas.-

   - ¿Me equivoco o ese tal "Lagarto" tiene que ver con su situación actual?- Preguntó finalmente con tono inquisitivo.

Manuel asintió y quedó pensando un poco.

Lagarto... No tiene culpa de que haya acabado aquí, si te refieres. Él 'Mantiene el orden' en el poblado. Un mal necesario.

En cuanto a lo otro... Lo pensó un poco más, y miró a Francisco de arriba abajo. Puedo echar una mano, pero también tengo ciertas necesidades, como puede ver. ¿Cómo podemos ayudarnos mútuamente...?

Francisco asintió conforme.

   - Por supuesto que había pensado en una ayuda mutua.- Respondió a su interlocutor.- Actualmente no estoy económicamente muy boyante, pero puedo ofrecerle un empleo y una paga que al menos le permitirá salir de este lugar. Ya ha trabajado anteriormente con Sara, se conocen, y seguro que entre los dos pueden hacer maravillas para ayudarme a reflotar mis empresas y salvar a mis empleados.-

Extendiendo el brazo le ofreció la mano en un gesto típico de cerrar un trato.

   - ¿Que le parece Manuel?¿Nos ayudamos mutuamente?- Preguntó con solemnidad.

Manuel se frota un momento la barba, pensativo.

Bien... Déme el número de Sara, la llamaré primero. Mira a Francisco a los ojos. Quisiera que redactáramos juntos mi contrato, si no le importa... Por asegurarme un mínimo de meses después de haber dado mi parte. No se ofenda, pero a estas alturas no me fío de nadie...

Francisco no perdió la sonrisa ante la desconfianza de Manuel, después de todo, tras lo que había vivido en los últimos meses le daban motivos mas que suficientes para no fiarse de nada ni nadie.

   - Por supuesto ahora mismo se lo doy.- Respondió sacando el móvil del bolsillo del pantalón.- Aquí lo tiene.-

Francisco le mostró el numero para que el hombre lo apuntara.

   - Por cierto...- Prosiguió sacando un papel con un numero apuntado y entregándoselo también.- Mientras le buscaba a usted conocí a la vecina de casa de su padre. Me dijo que le enviara recuerdos de su parte y me dio su numero para que se lo entregase. Según me comentó tenía un asunto de carácter personal que tratar con usted.-

Manuel coge un libretillo de la furgoneta y apunta ambos números de teléfono. Muchas gracias... ¿Y el suyo? Al decirlo, lo apunta también para poder quedar con él, y le pide que espere un rato. Se va al interior de la casa a hablar con Sara, y al cabo de unos veinte minutos sale, bastante satisfecho.

Bueno... Creo que tenemos un trato entonces, amigo. Con suerte, entre los tres lo levantamos todo, y todos podemos comer como es debido. Le da la mano, y quedan para acordar los detalles del contrato. 

A Manuel le parece bien, y repasa un par de veces el contrato antes de firmarlo. Una vez trabajando en la oficina, demuestra ser una persona muy válida para esos trabajos de oficina, aunque a menudo llega cansado a su puesto de trabajo.

Tras hablar con Sara, que ya lleva un tiempo trabajando para Francisco, se siente más confiado y accede a hablar todo lo que tiene que contar. El juzgado que lleva el caso de Francisco está lleno de basura: Unos aceptan sobornos bajo mano, otros tienen cuentas en paraísos fiscales, otros han juzgado a familiares cercanos cuando está prohibido... Francisco tiene mucho que sacar de todo eso. Puede extorsionar y presionar, o sobornar, a mucha gente en ese juzgado para que sean lo más benévolos y lentos posibles con su caso.

Según Manuel, cuando quiso poner orden en el Juzgado descubrió que había más pasteles que desconocía, y fue él quien acabó en la calle, ya que muchos se pusieron en su contra por acusar a compañeros, y otros temerosos de las represalias callaron.

Durante los siguientes días Francisco se puso manos a la obra. Miró los casos de los corruptos uno a uno y buscó al eslabón mas débil de la cadena y fue a por él para conseguir presionarle y que demorara su caso lo máximo posible.

Pero no se dedicó solo a eso, sino que también fue a la caza del antiguo jefe de Sara. Manuel Quintero había disfrutado de los placeres de la vida de prestado, y era hora de saldar cuentas por lo que había hecho. Durante aquellos días Francisco se dedico en cuerpo y alma a investigarle y a seguirle para estudiar a su presa. Busco entre sus contactos en el mercado negro y se hizo con una micro cámara. ¿Su intención? Colocarla en el despacho de aquel tipo despreciable para grabar sus fechorías por las cuales iba a recibir la visita del As de Diamantes.

Francisco ha tenido un golpe de suerte. Una secretaria vende información confidencial por módicos precios, y gracias a eso ha conseguido saber qué juez lleva su caso. Se trata de un tal Isidro Páez, que según Manuel, recibió mucho dinero bajo mano para ser más condescendiente con un empresario del sector de la salud privada, acusado de ahorrarse ciertos tratamientos en enfermos graves, que aparecían en los contratos de seguro.

Isidro Páez vive en el centro, en un ático bien grande, y va al trabajo todos los días en su Mercedes, que guarda en el parking vigilado próximo a su residencia. Está casado, con dos hijos aunque viven fuera del nido, está separado, tiene 52 años y más de 20 como juez.

El despacho de Quintero está en un Mercadona grande en la zona de Horta. Obviamente el local es completamente público, y tiene un par de vigilantes de seguridad. No sería tampoco demasiado complicado colarse en las bambalinas del supermercado en un descuido, otra cosa sería encontrar su despacho -vacío-, colocar la cámara y salir sin ser descubierto.

Francisco había vigilado al sujeto durante varios días, para aprenderse sus costumbres y descubrir cualquier debilidad. A todos los jefes les encanta su despacho, pero tarde o temprano han de salir de él.

Días antes de realizar su jugada, había visitado el supermercado para aprenderse la localización de las cámaras y los rostros de los empleados así como las zonas donde trabajaban, para así saber como evitar ser visto llegado el momento.