Partida Rol por web

Indico a mis compañeros que continúen persiguiendo a aquel copiador, solo que no lo haremos materializados, sino con nuestro camuflaje activado. De ese modo nos evitaremos que pueda saber por cuánto tiempo le perseguiremos.

Marchando delante de mis compañeros, si veo una trayectoria clara, arrojo contra nuestra presa mi disco inteligente, con intención de alcanzarle de lleno y seccionar alguna parte de su cuerpo.

-¿Cuál es el plan?, disculpen, pero esto de ser un nuevo yo, me tiene un poco confundida- meneo la cabeza para luego darme unos pequeños golpes con la palma de mi mano en la frente, -parece que el cerebro de la piloto se estaba congelando- esbozo una sonrisa luego de aquellas palabras.

-Pues bien, a movernos, esas cosas no tendrán un pedazo de mi otra vez, oh no señor- apuro el paso siguiendo a los demás.

McQueen los había esquivado, pero ahora tenía que decidir hacia donde ir. Detectó a sus congéneres y fue hacia ellos

Chof

Tras un grito mudo, la cabeza del noruego implosionó hacia dentro, comprimiéndose al tamaño de una pelota de tenis. Los apéndices orgánicos que habían salido de las falanges de Brochard se habían tornado en una trampa mortal, capaz de destrozar los huesos como si nada. Aquello, lejos de aterrarle, le llenó con una vacua sensaión de poder. Un pdoer que, durante años, había anhelado por conseguir. No más juramentos hipocráticos. No más vidas inútiles que salvar. Ahora el decidía quien vivía y quien moría. Era amo y señor del destino.

Tras unos violentos espamos, sus tentáculos volvieron a tornarse en algo similar a manos humanas, estas vez cubiertas de materia encefálica. Observó por un momento lo que instantes antes había sido la cabeza de aquel tipo. Había pensado si transformarlo, pero no. Necesitaba saciar aquella sed de sangre. Necesitaba vengar la muerte de una parte de él.

Se incorporó, con rostro serio, dirigiéndose a la escotilla. Tras un giro de la manivela sorprendentemente sencillo, elevó la compuerta, asomando la cabeza fuera del submarino. Debía volver con los suyos y enfrentar la amenaza que se cernía sobre ellos.

Brochard abrió la escotilla y vio a Ford, Victoria, Langley y Thalassa afuera, esperando. No había ni rastro del sargento. Todo parecía normal, salvo la sangre que impregnaba la ropa de Victoria, muy del estilo de la suya, y que al mirar a Thalassa, quedó perfectamente explicado.

Todos los que estaban allí eran ya, por fin, iguales.

Por mucho que fuese un organismo asimilado, el cuerpo que había copiado, hasta el último gen, determinaba con mucho las habilidades que tenía. La carrera que había realizado McQueen casi había rozado lo milagroso, pero el cansancio había hecho mella en él y no tardó en bajar el ritmo.

Por el contrario, su oponente, no necesitaba correr, a pesar de que su zancada era bastante mayor, sino que le bastaba con utilizar alguna de sus armas.

En este caso, su capacidad para detectar el calor corporal le permitió localizar sin demasiadas complicaciones a McQueen y a continuación, lanzó su disco, que atravesó el aire y alcanzó la pierna izquierda de McQueen, cercenándola, y haciendo que éste detuviese su avance y cayese al suelo entre alaridos.

El grito de dolor debió oírse en toda la base, y mientras McQueen observaba su pierna cortada, los tres depredadores se acercaban lentamente a él.

Brochard no tuvo tiempo de decir nada. Un par de segundos más tarde de que abriese la escotilla, todos escucharon un grito de dolor proveniente del pasillo por el que se había ido McQueen hacía tan solo unos minutos. Cinco pares de ojos se giraron hacia la oscuridad y después, se miraron entre ellos.

El copiador había caído, alcanzado por mi disco inteligente, que volvió a regresar a mi mano cual si fuera un boomerang. Aquella criatura había sido rápida, muy rápida y escurridiza, pero no lo suficiente. Como cualquier presa, finalmente había terminado cayendo derrotada.

Le hice un gesto a mis compañeros para que se materializaran. Prefería que nos viera antes de terminar muriendo.

Apuntando al adversario caído con mi arma de plasma y efectué un disparo, apuntando a la cabeza del copiador. Mientras disparaba, alcé el puño, indicando a mis dos compañeros que también abrieran fuego.

Los otros dos depredadores también abrieron fuego, aunque sus disparos no fueron tan buenos como el de su líder. Claro que los tres fueron suficientes para convertir el cuerpo de McQueen en un amasijo de carne y tejidos, completamente incinerado, que explotó en cientos de pedazos sin vida que se aplastaron contra las paredes, techo y suelo.

Cuando los tres depredadores dejaron de disparar, ya no existía McQueen.

El organismo se sintió raro, le costaba moverse. No acababa de entender el motivo cuando notó un zumbido y se percató, demasiado tarde, que tenía a los cazadores encima, cuando un dolor agudo le hizo gritar de dolor y caer al suelo. Pudo observar como su pierna se encontraba a cierta distancia mientras hacia esfuerzos para levantarse de nuevo sin éxito.

Con rabia y dolor pudo ver a sus tres cazadores materializándose y como apuntaban sus armas contra él. Su rostro se abrió en una triple hilera de dientes puntiaguados, mientras su boca se expandía y de su cuerpo salían multitud de zarcillos, antes de notar el impacto primero seguido de diversas olas de calor, por todo su cuerpo, el cual comenzó a explotar e incinerarse.