Partida Rol por web

Pude ver como una gran ventisca se aproximaba contra el cristal, luego de ello una gran sacudida en la aeronave, desde este momento y viendo la situación con la tormenta, hago un gesto para que el piloto libere los controles y ahora tenga yo el mando del helicóptero. -Aquí viuda negra para noviembre uno-uno, estamos a un par de kilómetros del LZ Alpha, tenemos una tormenta aproximándose al punto de aterrizaje- me giro hacia atrás y escucho las palabras del Sargento, -Lo que se aproxima es mucho más pesado que las peores tormentas que pudo haber visto en Vietnam, señor… he tratado de comunicarme con centro de mando, pero solo recibo interferencia-

Una nueva sacudida hace que tome más fuerte el control cíclico, suelto un suspiro e intento mantenerme concentrada, -Aquí viuda negra para noviembre uno-uno, solo recibo interferencia, no tengo una comunicación clara… si me reciben, estamos cerca del LZ Alpha- por un segundo, doy una mirada hacia el oeste y la impresión que me llevo es grande, la tormenta nos estaba rodeando, por decirlo así, -¡Mierda!... vamos, vamos… resiste pequeña, eso es-.

Sabía que una tormenta como esa haría trizas las aspas y estaríamos de suerte si quedara algo del helicóptero en pie, estaba segura de lo que hacía, no por algo era la mejor piloto en la fuerza aérea, pero algo me decía que debíamos aterrizar, buscar refugio y esperar a que la tormenta pasara, no sin antes intentar ganar un poco de terreno, -¡NECESITO QUE CIERREN BIEN LAS PUERTAS Y ASEGUREN SUS CINTURONES, VAMOS A TENER UNA EXPERIENCIA MUCHO MÁS GRANDE QUE LA MONTAÑA RUSA!- inclino la nariz del helicóptero hacia abajo, ganando con ello velocidad y a la vez descenso, si las cosas se ponen feas, aterrizaría la aeronave sin más, no quería arriesgar la vida de las personas allí atrás.

Por medio del intercomunicador, hablo con el Capitán Mayers para que me escuche fuerte y claro, -Señor, si la tormenta se pone más pesada de lo que resista el helicóptero, me veré en la obligación de aterrizar, necesito su aprobación señor, cuestiones de protocolo.-  

Escuché atentamente las palabras del alemán, desde luego sabía muy bien de lo que hablaba, algo obvio si se encontraba allí con el resto, pero entonces llegó la sorpresa-¡JODER!-exclamé al notar como una linterna sujeta a una de las mamparas caía sobre mi hombro. La sacudida había sido tan fuerte que creí notar como mi culo se separaba del asiento un par de centímetros, a la vez, parte del material quedó desperdigado por el suelo del helicóptero, entre todo él pude ver las armas que traían los militares, no eran simples pistolas para defenderse de osos.

Esos subfusiles HK no eran tirachinas precisamente, por una parte me sentí tranquilo al ver que íbamos a estar protegidos, pero por otro lado noté como cierta intranquilidad me invadía ¿Qué esperaban encontrar para llevar ese armamento a un lugar tan inhóspito? ¿Qué no nos estaban contando? Sabía perfectamente que los militares eran expertos en ocultar información y dudaba que ésta fuera una escepción. Miré con tensión como los militares recogían todo el material mientras yo miraba a mi alrededor, cómo mis compañeros y compañeras estaban tan sorprendidos como yo, pero cuando escuché las palabras de la piloto se me heló la sangre y tensé la mandíbula-¡Vamos no me jodas, yo soy más del pasaje del terror!-una sonrisa nerviosa asomó en mis labios haciendo lo que la piloto decía, me apreté bien el cinturón y miré de nuevo por la ventanilla y lo que ví me asustó, esos nubarrones nos habían rodeado estábamos metidos de pleno en la tormenta, lo único que podía hacer era agarrarme fuerte y esperar a que todo pasase lo más rápido posible.

-Mike, la próxima vez di NO directamente, si es que hay próxima vez claro- pensé ofuscado y asustado.

McQueen a duras penas escuchaba nada de lo que decían sus pasajeros. Asintió ante las palabras de la piloto y volvió a su puesto

-Damas y caballeros vamos, prepárense porque esto va a ser movido. Que todo el mundo asegure su equipaje, sus cinturones y no se muevan. Si piensan que van a vomitar cojan una bolsa y suelten ahí toda la pota.

Se sentó y aseguró sus cinturones

Vietnam.....ni siquiera había nacido

Se fijó en el invitado con pinta de nórdico

Von no se qué...creo que se llama

-Así que supersoldados. Vamos, la versión nazi del Capitán América, el cráneo rojo. Sólo nos falta el arca de la alianza y que uno de ustedes sea Indiana Jones para tener el lote completo.

Vamos a cazar leyendas, lo que nos faltaba

-Quizás por eso, Hitler, que creía firmemente que en la Antártida existía una de las entradas de la Tierra Hueca, terminó por lanzarse hacia la conquista de este territorio y decidió construir una base fija, la BASE 211... -comentó la pelirroja satisfecha por saber que , al menos, había dos personas que habían contestado a ese ''Trivial''-. 

Sin embargo, sintió un golpe en su espalda, gracias a dios llevaba el cinturón, pero aquel no le había conseguido frenar del todo, pues se inclinó hacia adelante y al obligarla a ir hacia atrás, se quedó unos segundos sin aire.

Mierda, una denuncia voy a tener que poner...

Y tras ello, vio un pequeño caos formado en el medio de transporte. Las armas se esparcieron a lo largo y algunos equipajes las acompañaron. Victoria se apresuró a ayudar a recoger las armas y el equipaje de los demás, pese a las palabras de la piloto, transformadas en idioma Hasan: ''abróchese o daos por muertos''. 

-Sargento, oficial, ¿una ayudita? Les dijo medio agachada en el suelo. 

Aunque, pese a su humildad pelirrojil, Victoria no dudó en regresar a su asiento, tras escuchar los consejos del sargento, esta vez sentándose en el más próximo a todo el pequeño Caos, al lado de Ford.

Nos van a dilatar el ano. Victoria abróchate el cinturón y por lo que más quiera ... ni una palabra. 

-¡Joder! ¿Nadie tiene Whisky?

Preguntó medio histérica. Al menos el alcohol le ayudaría  a anestesiarse un poco si aquel iba a ser su fin.

Vi como Victoria intentaba echar una mano pero rápidamente fue puesta en su sitio, es decir, a mi lado, aunque fuera asesora militar esos capullos estirados la trataban de forma diferente y entre sacudida y sacudida la miré-No te esfuerces tanto, ¿no ves que son como Rambo? Autosuficientes y que sacan un abrigo de un saco de patatas- sólo de pensar en McQeen con esa cara de estreñido y enfundado en un saco me daban ganas de reír.

Cita:

Sonreí al escuchar tal curiosa petición en una situación así, lo que me hizo sonreír divertido y me incliné hacia ella para que no me escuchase nadie más aunque con el ruido que hacía podía tirarme el pedo más sonoro de la historia que nadie lo iba a oir-Señorita Hasan si mi maleta ha sobrevivido al golpe, quizás la botella de whisky de malta oculta en su interior no haya sufrido daños y si salimos de ésta la primera copa se la lleva usted- aseguré guiñándole un ojo cómplice.

McQueen arqueó una ceja y miró seriamente a la pelirroja

Un whisky, lo que nos faltaba....

Pero al escuchar las palabras de Ford, sonrió

Así que tenemos whisky....vaya, vaya, vaya, saltándose las normas por todo lo alto. Me voy a divertir

Observó de nuevo a los civiles que les acompañaban

-Así que tenemos una base contruida por un loco con ideas de loco para buscar una locura en un pedazo de tierra helada

Típico de un loco

A pesar de lo movido del viaje, el helicóptero continuó acercándose con seguridad hasta el punto indicado.

-¡Estamos a menos de diez minutos del punto de destino, Capitán! -informó el piloto que acompañaba a Langley.

Todo parecía ir bien, teniendo en cuenta que afuera estaban a -30ºC y que una tormenta amenazaba con alcanzarles, cuando el piloto miró hacia un lateral.

-¡DIOS MÍO!

Cuando todos giraron en su misma dirección para mirar a qué se refería, un temblor les recorrió el cuerpo hasta alcanzar la base de la nuca. Una gigantesca tormenta se les echaba encima desde el oeste y estaba claro que no iban a poder evitarla.

-¡AGÁRRENSE!

El viento, que debía superar los 120 km/h, chocó contra el helicóptero, haciendo que éste perdiese la horizontalidad y después, que comenzase a girar sin control sobre sí mismo.

-¡HEMOS PERDIDO EL ROTOR! ¡VAMOS A ESTRELLARNOS!

El Capitán Mayers miraba a su alrededor pendiente de todo lo que le rodeaba. Cuando escucharon el aviso del piloto, Mayers sabía que el helicóptero no iba a sobrevivir y que tendrían que cambiar el plan.

No tuvo tiempo.

El aparato dio media vuelta y rápidamente comenzó a girar sin control. Mayers ya había vivido situaciones como esas y siempre acababan igual. Todos los ocupantes muertos. Así que no había otra solución.

-¡RÁPIDO! ¡HAY QUE SALTAR YA!

McQueen maldijo por todo lo alto

-¡Me cago en la puta!, ¡abandonen el aparato!

Cogió una mochila y esperó a que los civiles y los soldados saltasen. En cuanto lo hicieron se acercó como pudo hasta la puerta del aparato

-¡Langley, capitán, vamos!

Entonces saltó. Llegó al suelo rodando, aunque algo magullado. No había sido uno de sus mejores saltos. En cuanto se puso en pie intentó localizar al resto del personal.

Todo sucedió muy deprisa. Victoria cogió una mochila que había traído consigo con algo necesario, sin Whisky, pese a que ello era lo más importante para ella, claro, evidentemente era secundario. Pero un secundario con buen puesto de primero.

Tras aprobar con el dedo el comentario del señor Ford, Victoria escuchó los gritos del capitán, así que, como buena recluta, ella obedeció.

El aire era gélido y lo podía sentir en su rostro, que no lo llevaba protegido. Sólo pensaba en que no Le tuvieran que hacer un trasplante de rostro si este llegaba a congelarse. Abrió el paracaídas a la altura indicada y rápidamente descendió. Aquella corriente no estaba a favor de ellos, no, no, no.

Sin embargo, pese a la dificultad, Victoria tocó suelo. Aunque mejor dicho, el suelo tocó a Victoria. Pues esta había rodado, sintiendo el hielo en su piel. No había aterrizado como ella esperaba. Se sacudió, una vez puesto en pie, y observó a los demás.

Jöel tragó saliva, mirando como el resto en dirección a aquella masa blanquecina. No, el helicóptero no aguantaría. No era una posibilidad, era todo un hecho, y los pilotos eran los primeros en saberlo. Una fuerte racha de viento acabó golpeando el fuselaje, dañando los rotores y provocando que Mayers se desgañitara en una efusiva orden que indicaba que había llegado el momento.

Tocaba saltar del trampolín.

Esperando que saltaran los civiles, tomó su turno como personal militar justo ante de Mayers, MacQueen, los pilotos y el resto de soldados. Llegado el momento se agarró a un lateral de la puerta, ajustando tan fuerte como pudo la bolsa contra su pecho. Respiró profundamente y saltó.

Parecía ser que las prácticas en Oriente Próximo habían servido de algo, pues el improvisado aterrizaje fue limpio. Una voltereta hacia delante acabó dejándole con el puño y una rodilla hincadas en el suelo, cómo las ridículas poses que los superhéroes de acción efectuaban año tras año en un nuevo blockbuster. Se incorporó poco a poco, aún mareado por las vueltas que el helicóptero había dado, sacudiéndose la nieve y buscando con la mirada al resto del pasaje.

- ¡Si hay alguien herido que diga "Ay"! ¡Le haré un apaño! - Dijo en alto para superar el estruendo de la fuerte ventisca, mientras el helicóptero seguía en caída libre. ¿Habían saltado todos?

Todo se fue al infierno en cuestión de segundos. Thalassa fue arrojada al suelo, levantada y vuelta a empujar por efecto del giro, y cuando el Capitán ordenó que saltaran, no se lo pensó dos veces. Cogió una de las mochilas y se lanzó. El único problema fue que su pie se enredó en uno de los cinturones, con lo que fue la mochila lo único que cayó y ella rodó por el suelo descontroladamente.

-ScheiBe -musitó Friedrich von Kleist, al advertir de que el helicóptero se disponía a estrellarse.

El gigantesco alemán no se lo pensó dos veces. Tomando una de las mochilas que tenía junto a su posición y colgándosela a la espalda, se dejó caer del vehículo militar. Mientras caía, pudo percibir cómo el suelo se acercaba cada vez más a él y dejó escapar una sonora maldición:

-¡¡ScheiBe!!

A lo lejos podía observar algo, entre la ventisca se puede ver la silueta de lo que parece una edificación, o quizá mi mente me la esté jugando y solo sea un bloque de hielo; luego, el grito del piloto me estremece pero para cuando me doy cuenta, una gran sacudida seguida de giros inesperados hacen que todo se vaya a la mierda, -¡MALDICIÓN!- tomo los controles intentando que no tomara tanta fuerza el helicóptero al dar los giros, quería mantener las situación, pero era tarde, el rotor estaba averiado y ya nada podía hacerse, intento darles un poco de tiempo a los de ahí atrás, -Vamos chico, salta- le ordeno al piloto, mientras trato de que las cosas no se vayan a peor.

Aun con la esperanza de que contestaran en el centro de mando, lanzo la voz de auxilio, -mayday, mayday, mayday, aquí viuda negra para noviembre uno-uno, estamos cayendo, perdimos el rotor… repito, estamos cayendo- lamentablemente la única respuesta que recibía a cambio era el lindo sonido de la interferencia, -¡MIERDA!-.

Cuando ya todos estaban fuera, solté mi cinturón de seguridad, tome el radio de emergencia y como pude abrí la puerta y salte al vacío, ya no quedaba mucha altura teniendo en cuenta que me quedé hasta el final, intentando comunicarme con mando, poco a poco se acercaba el gran suelo blanco, el aterrizaje no fue tan doloroso como pensé, ya que la nieve amortiguo la caída, aunque unos cuantos giros me llevaron lejos de la dirección que llevaba el helicóptero. -Adiós pequeña, un placer-, me entristecía perder un vehículo y más cuando sabia cuanto le cuesta al gobierno comprar cada uno de esos.

Me reincorporo y observo alrededor, buscando con la mirada el resto del grupo.

De los tres soldados, dos de ellos saltan sin problemas, pero el tercero, queda atrapado con Thalassa y Kleist, entre el equipo y los cinturones, confundidos por el giro sin control del helicóptero.

Mayers espera a que todo el mundo haya saltado, pero dos de los civiles y uno de los soldados no tienen tiempo de hacerlo y quedan atrapados mientras el helicóptero cae a tierra y gira descontroladamente. Mayers mira a los ojos a Thalassa y Kleist en los ojos de todos ellos hay el mismo mensaje: No conseguiremos.

Pero Mayers no es de los que se dan por vencidos. Venciendo la resistencia de su estómago a moverse y la velocidad de giro, se pone en pie y con sus últimas fuerzas, empuja a Thalassa y a Kleist fuera, y después, al último de los soldados. Y nada más hacerlo, Mayers mira hacia delante, mientras el helicóptero se estrella sin remisión... con él dentro.

El golpe fue brutal, mil veces peor que todos los anteriores juntos, si no llega a ser por el cinturón estaba seguro de que habría terminado estampado contra el mamparo opuesto dejando mi bonita y varonil cara convertida en una fantástica y brillante pulpa roja.

Las vibraciones aumentaron justo en el momento que la piloto daba la terrible noticia de que el rotor estaba averiado-¡Estamos jodidos pelirroja! ¿un beso antes del último adiós?-la miré con terror en los ojos aunque mi boca mostraba un rictus grotescamente divertido, el pájaro giraba como una puta batidora y estaba apunto de vomitar.

En ese instante llegaron las órdenes definitivas, que acaté al instante el helicóptero había perdido completamente la estabilidad y aunque estábamos muy próximos al suelo, la velocidad era demasiado alta. Alargué mi mano hasta una mochila que tenía preparada especialmente para el viaje, perfectamente compartimentada con el material indispensable para sobrevivir como ingeniero y como persona humana. El que inventó las toallitas húmedas, ése sí que había sido un verdadero ingeniero.

Me puse la mochila lo más rápido que pude y me preparé para el impacto. Vi como el suelo estaba prácticamente bajo nosotros así que salté, no era ningún ninja ni paracaidista experimentado, pero por obra y gracia de un milagro caí rodando sobre el frío y duro suelo, inmediatamente noche un guantazo de frío gélido en mi cara-¡Hostia puta!- gemí recuperando el aire. Miré a mis espaldas y vi como más pasajeros caían a tierra firme de mejor o peor manera, el helicóptero se estampó contra el suelo pero no se había incendiado, dato positivo al menos. Me puse en pié y miré a mi alrededor, Victoria parecía estar entera, el matasanos también, la piloto viva y coleando pero faltaba gente, la otra mujer, el calvorota alemán y un soldado, eché a correr hacia el aparato estrellado pasando al lado de Victoria y el médico-¡Moved el culo queda gente dentro hay que sacarles de ahí antes de que explote!-les grité.

No era ningún puto héroe, pero tampoco me apetecía quedarme quieto viendo como la gente moría ante mí sin yo hacer nada. Corrí tanto como mis piernas y mochila me permitían para intentar sacar lo antes posible a los atrapados en el interior del cacharro volador que ya no volaría más. El aparato se movía por pura inercia debido al suelo helado, yo intentaba recortar distancia pero el cabrón no paraba, entonces vi como los cuerpos de Thalassa y Kleist salían despedidos del interior, fui corriendo hacia ellos pero ¿Y el soldado? En ese momento el helicóptero se convirtió en una enorme bola de fuego debido a la tremenda explosión que había generado el combustible aún en sus depósitos, noté como la onda expansiva de calor intenso nos azotaba-Pobre hombre...- mascullé mientras alcanzaba al alemán-Eh ¿Sigues vivo? ¿Tienes algo roto?- pregunté con urgencia.

Tras la explosión, llegó el momento de hacer balance sobre lo que quedaba en pie y lo que habíais conseguido salvar. El copiloto se había roto el cuello al saltar, y el último de los soldados, una pierna.

Los otros dos soldados habían conseguido caer bien.

En cuanto a vosotros...