Partida Rol por web

A ese hombre, parecen que está pidiendo a gritos que lo maten, ¡por dios santo, Vicky, mátale, ahí en terrible sufrimiento!

Soltó una pequeña risilla ante sus pensamientos. Le costaba avanzar, eran dos cuerpos contra aquella corriente que no paraba de azotarles.

Pero, en verdad, es gracioso... un cuarentón graciocillo. Mira Victoria, como se le mueve el cachete al cojear... Uno, dos, uno dos, parece que anda pisando huevos...

No pudo aguantar la risa. Esta vez, estalló en una carcajada. Sin embargo, se serenó, tosió y siguió caminando bajo las indicaciones de aquel hombre, como si nada hubiera pasado.

-Se te va a congelar el dedo como sigas apuntando en esa dirección. Será gracioso ver cómo te debemos de quitar tu dedito que, seguro que los usas a menudo, y echárselo a los osos.

Victoria ladeó un poco la cabeza y le preguntó a la piloto que cómo iba por ahí arriba. Al llegar a la entrada felicitó al hombre por su inteligencia y se giró hacia el sargento:

-¿Qué debemos hacer, sargento? 

La búsqueda de Ford dio sus frutos y rápidamente encontraron la entrada al lugar. No era una entrada en realidad, sino una especie de respiradero que sin duda, tendría que conducir al interior de la base.

Thalassa avanzó con Ford y Victoria y también empezó a buscar la entrada. Justo cuando Ford la había señalado, ella la vio también.

-¡Ahí está! -gritó, dirigiéndose rápidamente hacia ella. El frío la hacía tropezar pero aún así llegó hasta aquella pequeña compuerta.

Friedrich intentó buscar la entrada a la base, aunque apenas podía percibir más allá de su posición en medio de la nieve. Por fortuna, Ford, pese a no ser un maestro del sigilo, estaba resultando de cierta utilidad, ya que había encontrado lo que parecía tratarse de una especie de respiradero.

-¿Estáis seguros de que podremos entrar por ahí? -preguntó el historiador, en tono grave, mostrándose poco convencido.

Escucho la risa de victoria poco a poco incrementarse, la mi re por un segundo, extrañada, luego entiendo que se está burlando de Ford, estos dos ya habían iniciado los roses. –Yo bien, creo, eso sí, congelándome el trasero un poco… tú si debes de ir exhausta, te debo mi vida- desde ya Victoria tenía mi completo respeto, y cualquier cosa que necesitara no dudaría ni un instante en extenderle mi mano, así mi vida tuviera que ver con ello.

Al final llegamos a lo que parecía una forma de entrar a la base, por cómo se veía de buenas a primeras, parecía la escotilla de un submarino, o de algún tipo de aeronave extraña, ya había visto puertas con cierre hermético como esas antes, pero no era el momento de detenerse a inspeccionar, era entrar o morir. –Debemos abrir esa compuerta lo más pronto posible o nos congelaremos aquí- bajando de la espalda de Hasan, me apoyo en mi pierna buena y descargo mi peso contra la puerta, asegurándome que tengo los guantes bien puestos, compruebo si es posible abrir o necesitamos muchas fuerzas para abrirla.

Tras dejar que los soldados cargaran con su compañero, al cuál le había suministrado su correspondiente dosis de morfina, Joël se encontró cómo el resto ante un imponente respiradero metálico, directamente salido de la nada. Al parecer, las indicaciones de Ford habían servido para algo, sólo que aquello no parecía un asentamiento cualquiera. Debía de tratarse de aquel mítico asentamiento aleman, pues ahora pocas cosas se construñian en la Antártida que no fueran cuatro bungalows para alojamiento de operaciones científicas.

Dio un par de pasos hacia ella para percibir bien su tamaño, con cuidado de no dar un paso en falso y partirse la crisma. ¿Habían los nazis construido eso? ¿Cómo habían transportado tal cantidad de acero decenas de miles de millas por un océano controlado por los aliados? ¿Y cómo demonios no había sido descubierta hasta hora?

"Cambio climático 1 - Hitler 0"

- Ahora sólo falta encontrar el timbre, ¿no?

Cuando ví esa especie de respiradero extraño, abrí los ojos como platos-¿Pero qué coño?-pregunté al aire sorprendido. Ésto era algo más que una simple estructura de cemento armado y eso no era una simple chimenea para calentar a los boches, fruncí el ceño y miré a Brochard, sonriendo-Lo que no sé es si sonarán unas campanillas o un buen petardazo gracias a un cable trampa-era altamente improblable ésto último y si aún fuera así tras tantos años y con un clima tan extremo, poco iba a funcionar.

-Veamos si encontramos el pomo-susurré acercándome a la abertura, saqué una linterna de la mochila y comencé a examinar el respiradero rápidamente, seguía haciendo un frío de pelotas y teníamos que entrar ya mismo.

Los soldados habían llegado junto con el resto del grupo, llevando entre los dos a Henricks. Nada más alcanzar el lugar indicado, dejaron a Henricks sobre un pequeño montículo y uno de ellos se acercó al doctor.

-Doctor, le importaría mirarle la pierna de nuevo. Antes no dejaba de decir que le dolía pero desde hace un rato, ni tan siquiera la siente.

Iba a seguir a Ford, en el momento que uno de los soldados se acercó hacia él. Le avisó del estado de Henricks, el cuál no le pareció tan raro. La morfina no sólo evade el dolor, sino que puede llegar a insensibilizar la zona dónde es aplicada, y más después de un trauma severo. Sin embargo, acompañó al soldado para acabar junto a Henricks, el cuál sin duda había comenzado aquella aventura con muy mala pata.

Se rió para sus adentros con su propia ocurrencia de mierda.

- De acuerdo, veamos... ¿No notas absolutamente nada?

Se agachó, tosiendo sonoramente. El aire gélido invadía sus pulmones, y no tardarían en colapsar si el resto no encontraba una entrada. Palpó la pierna del soldado justo en el punto dónde se había producido la rotura, pero para su sorpresa, no encontró reflejo ninguno. Y el dolor debería estár matándolo. Levantó la pernera, asegurándose de cubrir la gélida ventisca con su propio cuerpo, para encontrarse de bruces con la peor de las noticias. Su gesto cambió de súbito.

- Escuche Henricks, usted es soldado y se encuentra hecho de una pasta especial, por lo que no me andaré con rodeos. Sufre una severa congelación en la pierna. Los trombos de sangre coágulada han entorpecido el riego, y al no fluir los vasos se han contraido y la carne... bueno... - tragó saliva, mirándolo a los ojos - Si no amputamos el miembro, la congelación dará paso a una necrosis y con ella, una gangrena galopante que podría derivar en un choque séptico. Se lo digo a usted sólo Henricks. - Miró levemente a los lados, para comprobar que el viento atronador cubría sus palabras. - Haga con esta información lo que crea más conveniente. Una vez entremos, veremos que podemos hacer.

Bajó la pernera, ajustó el entablillamiento improvisado, y se incorporó para mirar en dirección al conducto de ventilación. Aquella era la única opción que les quedaba.

Jodida tormenta

A duras penas conseguían avanzar pero al final consiguieron llegar a su destino. No tuvo que dar ninguna orden, todo el mundo comenzó a cumplir su cometido buscando una entrada entre toneladas de hielo. McQueen se acercó a comprobar el estado de Henricks y de Langley cuando una voz le alertó de que había encontrado una entrada.

-¡Estupendo, buen trabajo señor Ford!. Lo prioritario es entrar. Por desgracia no sabemos a dónde nos lleva ese respiradero por lo que tendremos que actuar con cautela, pero sin dormirnos en los laureles. El tiempo corre en contra nuestra.

Observó el respiradero

-Lannister, Scart, busquen una cuerda, linternas y herramientas para abrir este respiradero. Que los demás ayuden al doctor y a los heridos. Señor von Kleist, cuando mis hombres vayan a descender necesitaré de su ayuda para bajarlos.

Miró a Ford

-Señor Ford, necesitaremos de su whisky, por lo que me temo que tendré que requisarlo. Que cada uno tome un trago, solo un trago, para entrar en calor y si el doctor da el visto bueno y puede servir de algo, unas gotas en manos y pies para evitar la congelación. Lamento tener que desperdiciarlo de esa manera pero ya es cuestión de supervivencia. Doctor, quiero un informe médico de todos los heridos en cuanto sea posible.

No pudo evitar escuchar las palabras sobre Henricks, la cara de McQueen se mostraba inexpresiva pero sus ojos lo decían todo, ya que había visto heridas parecidas en situaciones semejantes en algunas misiones.

Posiblemente seamos uno menos dentro de poco si no se consigue salvar o amputar la pierna

La pequeña abertura parecía estar herméticamente sellada, pero en cuanto Ford y los demás pusieron sus manos sobre ella, se dieron cuenta de que en realidad, no era así. Se abrió con relativa facilidad, teniendo en cuenta que era bastante pesada. Lo peor fue que al hacerlo y mirar en su interior, lo que vieron no se asemejaba a una base. Era un conducto que descendía una insondable cantidad de metros hasta perderse en la oscuridad, estrecho, y con una única forma de bajar: una escalerilla metálica que parecía estar semi-congelada. 

Aquello tenía todo el aspecto de ser un conducto de ventilación o un respiradero y la base debía encontrarse muchos metros abajo, enterrada bajo el hielo, aunque no podías distinguir a cuánta profundidad estaba.

Además, el diámetro permitía únicamente la entrada a duras penas de una persona y poco más.