Partida Rol por web

El grupo avanzaba lo más rápido que podían entre aquellos altos y robustos árboles. Sátinder, actuaba como avanzadilla, reparando atención en huellas, señas y cualquier detalle que pudiera dar a entender que el grupo se hallaba en una situación de peligro. El semielfo arquero se hallaba en su medio natural. Se desenvolvía con una naturalidad única y era capaz de leer los mensajes que la naturaleza le dejaba, con una claridad meridiana.

El comportamiento de los animales del bosque, no parecía haberse alterado, con lo que el grupo se refrendó en su intención de proseguir con el paso que llevaba. Según el mapa de Falbin, el campamento de leñadores se encontraba cerca y quizás allí, pudieran hacer noche. La idea de pasar las horas de sueño al raso, en un bosque que en breve se vería afectado por las energías mágicas de un ritual chamánico, resultaba cuanto menos inquietante.

Otra cosa era lo de aquel campamento. Según el herborista gnomo, aquellas gentes eran contrarias a las destructivas ideas de los druidas, pero cierto desasosiego planeaba sobre el grupo. El miedo de que aquellas gentes hubieran sucumbido al poder de la Astilla Atávica, era un miedo demasiado real.

Tras varias horas de camino, algo parece sucederle a Obelus. El ulfen, a pesar de su tamaño y peso, había dado muestras de mantener el ritmo de marcha sin mucha complicación, pero desde hacía unos instantes, el bárbaro era incapaz de seguir a Elenzeran y Gudrid.

Al parecer, los pies le molestaban demasiado... como si las botas le apretaran. El paladín dio el alto y todos se detuvieron para tomar un respiro. Estaban cerca del campamento de los leñadores y podían permitirse un escueto descanso antes de proseguir. Obelus se llevó las manos a su bota derecha y tiró con fuerza de ella... Entonces todos pudieron ver qué sucedía...

El pie del ulfen había crecido de forma exagerada, tomando la apariencia de un pie plantígrado de oso. Las uñas se habían alargado y afilado sobremanera adoptando el aspecto de fieras zarpas. Al mismo tiempo, la pálida piel del gigantón pelirrojo, comenzaba a cubrirse de un pelaje amarronado y grueso, sobre todo a nivel de la espalda y su lomo.

Pero no era el único, Ewan dio un respingo al ver como sus manos se estaban abigarrando y su piel encurtiendo. Los ojos del invocador habían pasado a tener un color amarillo y una pupila rasgada similar a la de un felino.

Algo había comenzado a afectarles, con lo que estaba claro que la esencia del ritual se propagaba rápido...

Gudrid avanzaba junto a Elenzeran y Obelus. El resto seguían el camino a cierta distancia.
En un momento dado, el ulfen se retrasó unos metros, pero la joven atribuyó su lentitud a su corpulencia; por ello, no quiso comentar nada para no incomodar a su compañero.

Además, en cierto modo la muchacha agradeció este hecho, ya que le permitía caminar a solas con Elenzeran. Caminaba con los ojos clavados en el delicado semblante de su compañero y en más de una ocasión Gudrid estuvo a punto de tropezar por no mirar dónde ponía los pies.
Un tramo del camino era especialmente abrupto, y la sacerdotisa se agarró con suavidad al brazo de su compañero, abrazándole quizá más de lo necesario. Ella era capaz de sobra de seguir su camino sin ayuda, pero no pensaba perder la oportunidad de acercarse al paladín.
La treta utilizada podía ser cuestionable, pero aunque la muchacha había consagrado su vida por entero al culto de su Señora, debajo de la túnica latía un cuerpo de mujer. Sentir el tacto de la piel del amado guerrero era comparable al éxtasis que sentía al rezar cada mañana.

Por fin hicieron un alto para descansar y pudieron observar con horror el motivo del retraso del ulfen.
Gudrid no pudo reprimir un grito al ver cómo se había hinchado el pie del camarada. Instantes después, Ewan dio muestras de una dolencia semejante.
Con cierto miedo en la voz dijo: - ¿Es esta la consecuencia del ritual? Es horrible.

Se arrodilló junto a Obelus y examinó su pie. - Cielos, se te está extendiendo por la espalda...
Con los medios de que disponía era incapaz de aliviar su estado, por ello la sacerdotisa oró en silencio buscando el consejo de la que observa desde lo alto.

Obelus lo primero que hace al ver sus nuevas garras es probar de rascarse la espalda. Uy que gustito. Dejando de lado la incomodidad que le estaba produciendo, no le importaban demasiado estos cambios que le iban sucediendo, de hecho, ahora se sentía mejor que nunca, pero algo más hambriento.

Una vez acomodado reemprende la marcha con el resto, le prometieron comida, aunque ahora no recuerda exactamente quien ni cuando. Está buscando algo y a los que acompaña...son...amigos.

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El semielfo se movía como pez en el agua por aquellos terrenos boscosos. Saltando entre árboles y arbustos el arquero procedente de Nirmathas hacía gala de una gran habilidad acrobática y de agilidad, probablemente aquella era parte de su herencia élfica, pues dicha raza acostumbraba a gozar de esas cualidades.

Cuando Gudrid dió cuenta de la mutación que afligia al barbaro ulfen, Satinder se acercó también. - Estamos cerca de la astilla atávica... parece un poder impresionante viendo como ha afectado al ulfen. - comentó con tono de preocupación. - es casi como una licantropía, espero que no deje secuelas. -

El semielfo se giró hacia el otro nuevo integrante del grupo, el invocador que sin duda estaba instruido en artes arcanas, pensando tal vez en un contrahechizo. - Estás versado en las bestias mágicas y las invocaciones, no conocerías algún contraconjuro o algo similar para ralentizar los efectos de la mutación animal de nuestros compañeros? - Cuando preguntó se dió cuenta que el propio Ewan empezaba a mostrar rasgos felinos - Parece que tu también has caído presa del hechizo druídico... - dijo con tono tranquilo, para no alarmar demasiado al invocador taldoriano.

Ewan estaba empezando a cansarse de la caminata. No estaba acostumbrado a estas largas jornadas, pero tampoco quería quedarse atrás. Incluso su gran compañero Ulfen parecía tener signos de fatiga. Pero cuando se paró pudo ver el por qué. El ritual parecía que le estaba afectando, ...., y cuando se miró las manos, ...., ¡TAMBIÉN A ÉL LE EMPEZABA A AFECTAR!

Empezó a respirar hondo para calmarse, y entonces el arquero se dirigió a él para conocer su sapiencia en estas lides:

-¿Contraconjuro? No creo que los conocimientos y mi poder lleguen a combatir el poder de este ritual. Pero de momento no le daría mucha importancia, ya que si incluso quieren desde La Logia utilizarlo para ganar un torneo, sus efectos deben sufrirse durante un tiempo más prolongado para que se hagan permanentes. - Ewan se miró de nuevo las manos y añadió - Pero igualmente, no nos demoremos mucho. No me apetece comprobarlo.

Satinder asintió preocupado e instó al resto a proseguir. - Ya veremos si finalmente utilizan este artefacto... es demasiado peligroso bajo mi punto de vista, y sobretodo totalmente antinatura. Cuando recuperemos la astilla deberemos advertir de sus peligros al capitán de aventura Bracket. - comentó el arquero que se volvió a poner al frente de la expedición con la intención de guiar a través de la espesura del bosque.

Gudrid se acercó entonces a Ewan y sujetó sus antebrazos con sus manos. Estaban formándose un par de garras allí dónde debían estar los dedos. Posó su mano en la mejilla del compañero observando sus ojos, también cambiados.
La situación la sobrepasaba; no estaba acostumbrada a ver a sus semejantes sufrir y no poder hacer nada al respecto. Todo aquello superaba sus conocimientos.
Susurró al oído del invocador: - Si sufres dolor, házmelo saber. Trataré de aliviarte.
Sin embargo, ni siquiera ella estaba convencida de esas palabras.
De reojo vio cómo Obelus parecía poco preocupado por su nuevo estado. La muchacha negó con la cabeza, con cierto pesar.

Luego Satinder habló y la sacerdotisa estaba totalmente de acuerdo con sus palabras.
- Tienes toda la razón. Si esto lo provoca el dichoso artefacto, no debería ser utilizado a la ligera. Algo tan horrible debe ser destruido.

El camino hacia la Astilla Atávica parecía discurrir tranquilamente. Sin buscarlo de forma deliberada acabó caminando junto a Gudrid. No hablaban, ni lo necesitaban. La proximidad de la servidora de Serenrae le aportaba paz, mucha paz.... Algo que jamás encontraría en Lamriss, que peleaba en cada segundo de su vida y que no aceptaba una opinión contraria. Elenzeran buscaba algo más que solaz para los apetitos de la carne....

De pronto algo sucedió en el grupo, algo horrible. Sus compañeros más recientes empezaron a mostrar extrañas transformaciones que bestializaban sus cuerpos. Pronto veían las señales del poderoso artefacto en manos de los druidas. Debían apresurarse....

Estos signos no hacen más que reafirmar que la Astilla Atávica debe ser recuperada... No está en buenas manos y cuanto antes paremos esto, mejor.

Parecía estar claro que los acontecimientos discurrían a una gran velocidad. La Astilla Atávica no era un objeto cuyo poder se pudiera meramente despreciar, como se podía observar en el cuerpo de Obelus y Ewan, aquella reliquia disponía de la suficiente fuerza como para moldear los cuerpos de las razas siguiendo los designios de Gozreh.

Elenzeran dio la orden de aligerar el paso, quizás la vida de los nuevos integrantes del grupo dependiera únicamente del tiempo, de si podían finalizar el ritual druídico que tanto daño estaba ocasionando en la región.

Tras caminar a destajo por un estrecho sendero que discurría entre frondosa y robusta vegetación, los pathfinders llegaron a una pequeña aldea integrada en el mismo corazón del bosque, pero una terrible sensación invadió al grupo. El campamento parecía estar completamente abandonado. Todo estaba en silencio y lo único que se oía era el chirriar de las puertas que violentamente se cerraban contra las jambas por acción del viento, atronando con sus portazos. De repente, el sonido de gruñidos resonaron en todas direcciones. Cuando el grupo se quiso dar cuenta, un trío de hombres mutados con rasgos de oso corrían contra ellos con intención de devorarlos...

Si eso eran los leñadores que allí poblaban... habían llegado demasiado tarde...

Satinder agudizó sus sentidos élficos cuando vió el trío de hombre-oso abalanzándose sobre el grupo y alzó el arco a modo defensivo. Si un simple oso ya era un animal peligroso para cualquier cazador, el semielfo no quería ni pensar lo que serían capaces de hacer osos dotados de las características humanoides.

- ¡¡¡ Cuidado !!! - exclamó el guerrero de nirmathas, que se encontraba unos metros del resto del grupo, con el fin de advertirlos del ataque.

¿Con qué? Pregunta Obelus extrañado. No se sabe si es por su confianza en sus músculos, o por la transformación, pero desde luego ahora es más temerario y peligroso.

Aunque la sacerdotisa de Serenrae quiso calmar a Ewan, cosa que agradeció profundamente, tanto él, como lo más seguro ella también, eran conocedores de que la situación los sobrepasaba y que debían encontrar el artefacto antes de que los cambios pudiesen ser irreversibles.

Prosiguieron el camino hasta llegar al pueblo, sólo para corroborar sus temores, cuando vieron este abandonado y que la recepción de su llegada la hacían tres, posibles habitantes, humanoides con rasgos de oso que helaban la sangre al verlos.