Partida Rol por web

El camarote común de personal civil ha sido remodelado para acoger personal supernumerario, por lo que en lugar de catres sencillos se han instalado literas modulares dobles. Por otra parte, la seccion de higiene es comunitaria, aunque existen tres retretres retraíbles que se transforman en ducha de vapor y que obviamente deberán ser usados por turnos.

Además, las taquillas individuales para el equipaje personal son claramente insuficientes, pues esta estancia había sido concebida para acoger a un máximo de cinco pasajeros...

Y por su fuera poco, las peculiares condiciones de esta misión han acabado reuniendo aquí a un colectivo de lo más dispar, desde el personal de ingeniería de la nave, hasta afamados informáticos, pasando por agentes del ONUG... o individuos de oficios mucho más pragmáticos, como el personal de mantenimiento de la nave. Y lo que esté por llegar...

Cuando te instalaste en este miserable camarote masificado tuviste bastantes dificultades para guardar tu equipaje en esa ridícula taquilla. Y eso es todavía más sorprendente teniendo en cuenta que sueles viajar con lo puesto.

Pero esta vez ha sido distinto. Al descender de aquel vuelo de la Indonesian Planelines que tomaste en Singapur, descubriste que había una voluminosa maleta facturada a tu nombe. Cosa de ese cerdo de Ivanov, sin duda. Equipo para la misión. Sin embargo las sorpresas han ido sucediéndose una tras otra, pues cuando acudiste a un servicio público para examinar el contenido, descubriste que se limitaba a un centenar de botes con cápsulas.

Son idénticas a las "vitaminas" que siempre has estado tomando para complementar tu dieta. Como mínimo una vez a la semana, según te decían "para que te mantuvieras en plena forma". Te las han proporcionado desde que tienes uso de razón, allá en Olduvai. Ninguno de esos recuerdos es agradable, pero las pildoras no son de los peores, pues nunca has percibido ningún efecto nocivo o beneficioso al tomarlas. No son drogas.

Pero el que ahora te proporcionen una remesa suficiente para una estancia de varios meses en el espacio, quizás años, realmente resulta desconcertante. Nunca les has dado demasiada importancia... ¿o acaso sí que la tienen?

Cuando llegue al ``camarote´´ solo pude pensar.

-Hijo de puta de Ivanov.

Decir que esto era un cuchitril era quedarme muy corta. Habían adaptado un espacio pequeño y lo habían masificado. La duchas comunitarias me daban igual , cuando en tu trabajo te hacen abrirte de piernas como si fueras las puertas de un aeropuerto pierdes el sentido de la vergüenza. Y eso si te pedían que las abrieras lo cual era mejor a pulsar un botón y festival de cerdos a cumplir sus sucios deseos.

-Centrate. Me dije mentalmente. Por fortuna desde que salí de Olduvai apenas habían pulsado ese maldito botón.

Cuando vi la lista de ``compañeros´´ que tendría en este lugar decidí que pasaría poco tiempo en el.

Dios los técnicos andrajosos Parker y Brett y el gordito sanitario. El cual dudaba que hubiera visto un culo o una teta fuera de una pantalla y ahora tendria que compartir habitación con dos mujeres.¿Quien era exactamente el operativo X8 Lucy? Tengo que preguntárselo a Wray. En la reunión no hablo. Aunque al menos no saben de mi o no deberían de saberlo. El compartir cuarto sera un buena forma de averiguar mas.

Los Problemas continuaron cuando intente meter mi equipaje en el compartimento para tal efecto a pesar de que siempre viajaba ligera de equipaje apenas me entro nada. Ivanov habia facturado a mi nombre una enorme maleta.

¿Curioso? Decidí investigar su contendió en un lugar que nadie me viera. Mi sorpresa vino al comprobar que estaba llenas de mis ``vitaminas´´. Pero había para años.

¿Cuanto tiempo podíamos estar fuera? Siempre me había tomado una por semana ahí había para mucho mucho tiempo. Siempre me las había tomado sin pensar que eran. No creía que fueran vitaminas , pero el estar aquí y que aparentemente fuera a estar tanto tiempo lejos me hizo querer saber que eran exactamente. Era un riesgo eso estaba claro. Pero tenia a un Doctor bobalicón encandilado con la idea de una noche de pasión. Bien merecería la pena si podía decirme que era esto exactamente. Esperaría unos días a tener su confianza y cuando la tuviera si es que no la tenia ya. Le pediría que analizara esto bajo una excusa de investigación oficial secreta encargada por Wry apelando a su ego y gran habilidad seria fácil.

Aunque por ahora no tenia motivos para desconfiar de las pastillas llevaba toda una vida tomándolas y no me había pasado nada. Claro que supiera. Por lo que me tome una y guarde otra en el bolsillo interior de mi chaqueta.

La secretaria y asistente personal de Mr. Smith, el hombre de la Weyland-Yutani a bordo, se presenta en el atestado camarote común del personal civil. Cosa que por cierto, os hace reparar a todos que ella no se aloja aquí, con el resto de la plebe.

- Por favor, estoy buscando a los Agentes del ONUG, Alfred Bester y la joven Lucy - pasea la mirada sistemáticamente por la estancia hasta dar con los mencionados - Disculpen, me han ordenado conducirles al camarote de Mr. Smith en cuanto puedan acompañarme...

Se encontraba en una de sus mecánicas y rutinarias tareas, ordenando de forma sistemática sus pertenencias en un orden no solo exacto, además calculado. No parecía molesto con la habitación, puede que estuviera acostumbrado a viajar en lugar similares o más estrechos, o quizás simplemente sabía cómo ocultar su descontento.

Fue exactamente cuando dejó una pequeña cajita dentro de su taquilla, una que carecía de fotografías de seres queridos, de cualquier recuerdo o mención personal, cuando apareció la ayudante del Señor Smith, sugiriéndoles de una forma amable que les acompañaran al camarote de su jefe.

Sin contestar, sin decir nada, se limitó a cerrar la puerta de la taquilla, girándose hacia la mujer. - Por supuesto. - Contestó de forma escueta, cubriendo sus manos con los guantes y señalando la puerta, invitando a la mujer a marchar delante.

Me encontraba leyendo sentada en mi cubículo un libro antiguo en cuya portada se leia Ramses The Son of the light. Era una pasion bastante cara que tenia. Leer libros en papel. No me gustaba nada leer en tabletas, me encantaba el tacto en mis dedos o el olor que desprendían al leerlos. Al entrar la Señorita Monnipenny levante la vista del libro y la dedique una larga mirada.

-Hola Señorita Monnipenny.

-No me importaría que vinieras a buscarme a mi. Por alguna razón su presencia me turbaba como pocas veces me había ocurrido nunca, no era agradable. Me gustaba tener el control absoluto en todo momento. Aunque si algo tenia que hacerme perder un poco la calma que así fuera...

El verla aquí me hizo pensar que ella no dormía aquí con nosotros.

-¿Compartirá el camarote con el Señor Smith? No seria la primera vez que la secretaria hace ``horas extras´´ pensé maliciosa.

El Señor Bester contesto con un simple por supuesto. Era bastante enigmático. Muchas veces querían dar esa sensación para mantener las distancias o causar cierto miedo. Aunque mi instinto me decía que había mucho mas en el que una simple fachada. Tenia que intenta hablar con el , en alguna ocasión.

Adiós. Comente mientras les vi salir y volví a mi libro.

Una vez más la cautivadora secretaria de Mr. Smith ha ignorado tu sutil lenguaje no verbal como si fuera incapaz de percibirlo. Siempre has jugado con la notable probabilidad de que su tendencia sexual la alejase de tí, pero en ese caso cualquier persona normal se sentiría un poco turbada, no necesariamente molesta pero desde luego su actitud denotaría algo, ni que fuera simple incomodidad o nerviosismo. Alguna reacción, la que fuera. Pero en esta ocasión no hay absolutamente nada.

Lo único que has conseguido es que alguno de los presentes, los que no estaban invitados, empiecen a intuir algo inusual. Y ellos sí que han reaccionado. Como ese baboso de Eli Wallace, que te está mirando de reojo y se pasa la lengua casi inconscientemente por los labios.

Para mi desgracia la secretaria de Smith parecía inmune a mis encantos. Podia entender que no todo el mundo era o la habían hecho tan abierta en términos sexuales. Pero ni siquiera podia saber si a ella le gustaba o le incomodaba simplemente era como si mis comentarios o mis miradas no existieran. Lo cual me turbaba en exceso. Estaba acostumbrada a atraer las miradas de hombres o mujeres , ya fuera por deseo o envidia. Pero la indiferencia era algo a lo que no estaba habituada. Era algo que me ponía de mal humor. El Doctor Schmidt  estaría divertido por ver que tengo emociones.

En ese momento me percate de que Eli, el gordo enfermero, me estaba mirando y se pasaba instintivamente la lengua por los labios. Cerré los ojos y respire profundamente. Esa mirada me había recordado muchas sesiones de científicos y doctores en las que las investigaciones medicas o científicas eran dejadas de lado y lo único que se ponía de manifiesto era la lascivia de sus mentes. Verlos entrar sonrientes con un mando de control en la mano y encenderlo. Sentir la sensación de vulnerabilidad e impotencia, de ver como tu cuerpo dejaba de responderte y te desplomabas. Por desgracia solo dejaba de poder mover mi cuerpo, pero sentía como me quitaban la ropa, podía escuchar sus risas y sus palabras animándose para hacer lo que quisieran. Sus lenguas recorriendo mi cuerpo como si fuera un premio que hubiera que catar... Si pudiera, los mataría a todos.

Tenia una gran memoria y no había olvidado sus caras, si alguna vez se presentaba la ocasión averiguarían hasta que punto había creado una perfecta maquina de matar e infligir dolor. Me force a desconectar mi memoria y los recuerdos que me mostraban. Pero ahí seguía Eli. Lo mire y me levante en su dirección. Vi su cara de asombro cuando me plante delante de el. Seguramente por su cabeza pasarían mil y unas fantasías eróticas.

Con la velocidad de un rayo incruste mi mano derecha en su boca y le agarre la lengua con la mano izquierda le agarre la cabeza mientras con la derecha hacia uso de toda mi fuerza y le arrancaba esa lengua lasciva. Un chorro de sangre salio de boca junto con un grito ahogado. Mi cara chorreaba el rojo y caliente liquido mientras mis ojos fríos le miraban desplomarse en el suelo para morir...

Abrí los ojos.

-Creo que dejar volar mi imaginación no es lo mejor.

-Señor Wallace si tiene un problema de sequedad labial , estoy seguro de que sera capaz de recetarse vaselina... comente seria y volví a mi libro. En ellos encontraba la paz y el consuelo que no hallaba en el mundo.

Estaba sumida en mis pensamiento cuando me percate de que Eli el gordo enfermero me estaba mirando y se pasaba instintivamente la lengua por los labios. Cerré los ojos y respire profundamente. Abrí los ojos.

-Señor Wallace si tiene un problema de sequedad labial , estoy seguro de que sera capaz de recetarse vaselina... comente seria y volví a mi libro. En ellos encontraba la paz y el consuelo que no hallaba en el mundo.

Aproximadamente una hora después, el Agente Bester volvió al Camarote, acercandose nuevamente hasta su taquilla, abriendola y comenzando a reorganizarla una vez más las escasas pertenencias que había en ella, sin prestar más atención a los demás presentes.

Después del episodio con Wallace seguí leyendo mi libro. Me encantaba leer. Dejarme llevar por lo que leía y que las letras me llevaran a un mundo mejor y mas sencillo. En concreto me gustaba mucho el libro que estaba leyendo. La historia de un viejo monarca de la antigüedad llamado Ramses. Me parecía un nombre muy bonito. A lo largo de varios libros se desarrollaba la historia de como accedió al trono y las multitud de vicisitudes que paso a lo largo de sus mas de sesenta años de reinado y para hace mas de tres mil años era mucho tiempo. Me gustaba la historia pero mas aun la forma que tenia de enfrentarse a sus problemas con una calma irrompible cuando era necesario y como una fuerza de fuego cuando era requerido.

En ese momento volvió el agente Bester. Entro y volvio a su taquilla sin dedicar una mirada a los presentes. Me intrigaba mucho esa persona. Y una de mis funciones era saber y no estar en desventaja...

¿Pero como abordar a una persona así? No parecía tener los mismo gustos que los militares o los científicos que había visto. Por no mencionar que no le había visto mirar a la secretaria de Smith o a mi. Lo cual era mucho decir. Por lo tanto decidí romper el hielo simplemente.

- ¿Una charla provechosa? -le comenté levantado la mirada de mi libro- El Sr Smith parece siempre muy ocupado.

Bueno, una pregunta y un inocente comentario.

- Esa, Señorita, es una pregunta redundante. - Contestó, si desviar la atención de la taquilla. - Si el Señor Smith es un hombre tan ocupado como afirma, cualquier charla en la que se vea implicado debe ser, cuanto menos, provechosa. - Acabó por decir, con aquella tranquilidad y calma espectral. Cerró sus dedos entorno a la puerta de su taquilla, empujando la puerta hasta su cierre y cerró los ojos durante unos instantes, antes de volverse hacia Meredith.

Se giró hacia la mujer rubia, clavando los ojos en ella. El Agente Bester no era alguien precisamente alto, más bien estaba por debajo de la media. Tampoco era corpulento, fuerte, o tenía cualquier atributo que pudiera resultar intimidante a cualquier otro ser humano. Pero sí era cierto que tenía esa mirada, propia de un depredador, que intimidaba. - ¿No opina lo mismo, Señorita...? - Lo dejó en el aire, caminando hacia ella, mientras tiraba de la punta de los guantes para retirarse el derecho, ofreciéndole la mano a modo de saludo.

Miré a Bester cuando habló sin apartar su mirada de la taquilla.

-¿Que guardara ahí? Esas taquillas son minúsculas...

-Sin duda, para él su tiempo sera oro. Dije levantándome de la cama. Me parecía una falta de educación hablar con alguien mientras estaba sentada en ella. Entonces se giro y me miro. No era una persona realmente impresionante para el ojo no entrenado. Pero su rostro frio y sus ojos sí lo eran. Unos ojos que parecían haber visto mucho en la vida. Aguante su mirada sin apartarla. Sin duda los míos eran habitualmente joviales, pero en esa mirada suya encontré cierto reto que me hizo no dejar de observarlos y endurecer mi mirada. En mi vida ya había tenido unas generosas raciones de todo lo que el Universo podía tenerte guardado.

Vi, con gran curiosidad, como se quitaba un guante para ofrecerme la mano. Lo cual me resultaba extraño, no le había visto sin ellos en ningún momento.

Le estreche la mano. Un apretón firme. Ni demasiado fuerte ni demasiado flojo, ni demasiado corto o largo.

-Señorita Vickers, como el ensayo. Dije con una sonrisa. Aunque en un ambiente mas distendido puede llamarme Meredith.

- Agente Bester. - Se presentó, estrechando la mano con aquella actitud neutral y tan practicada que tenía. Tras aquello, no tardó en ponerse los guantes otra vez, lenta y metódicamente, cerrando y abriendo el puño en un par de ocasiones para comprobar que estaba perfectamente ajustado.

- El tiempo siempre es oro, Señorita Vickers. - Añadí, tras las presentaciones. - Un lujo fuera del alcance de nosotros, los mortales, que solo algunos saben apreciar. - Desvió la mirada hacia el libro que estaba leyendo, y no tardó en volver a mirar a la mujer.

- Me gustaría seguir esta conversación más adelante, Señorita Vickers, pero me temo que debo ir a revisar las cámaras de crioestasis. - Se disculpó, asintiendo con la cabeza, esperando el permiso de la mujer antes de retirarse.

Alfred Bester empieza a leer a la joven asistente personal de la consejera Wray, manteniendo un enlace mental permanente con Lucy... cuando de pronto ocurre algo del todo inesperado, que no habíais visto venir de ninguna manera: ¡está presentando resistencia!.

Tenéis claro que no es una dotada como vosotros, pero de algún modo está siendo capaz de plantar cara a vuestra sonda mental y si bien posiblemente podríais llegar a superarla, desde luego no le pasaría desapercibido. Tal vez haya recibido entrenamiento PSI para no ser vulnerable a vuestro don, o puede que se deba a alguna otra causa, pero si queréis seguir adelante con esto tendréis que darlo todo...y aun así, es posible que os pusiérais en evidencia.

Aunque por ahora sólo habéis tenido un contacto muy superficial, lo más probable es que si os retiráis y evitáis nuevos contactos en un tiempo, no acabe de tener claro lo que ha ocurrido...

La discrección es una parte esencial de este trabajo, así que me retiro y de ser necesario gastaré puntos de trama para que no sospeche nada.

Sonreí cuando dijo que el tiempo siempre es oro. Algo que no todo el mundo sabe apreciar.

-No podría estar mas deacuerdo. Nunca me había preocupado por saber cuanto tiempo viviría. Creo que ese maldito loco que me creo lo sabe. Se supone que mucho o mucho mas que una persona normal y con los avances médicos que fueran apareciendo en los años venideros supongo que esa esperanza de vida se iría incrementando. Pero verdaderamente no me preocupaba morir de vieja. Siempre he sabido que moriría en un charco de sangre o cuando los cerdos que me tienen esclavizada decidieran que no era útil o que habían creado un monstruo mejor.

A mi también me gustaría seguir esta conversación. Tenia por costumbre sonreír al terminar mis frases creaba familiaridad y confianza en especial con los hombres , pero en el caso de Bester serviría de bien poco. Pero no quiero robarle mas tiempo. La Cámaras de crioestasis son muy importantes y el viaje sera lo suficientemente largo como para poder hablar en otro momento. Y con un movimiento ágil me senté en la cama y volvía a coger mi libro.

Sonreí cuando dijo que el tiempo siempre es oro. Algo que no todo el mundo sabe apreciar.

-No podría estar mas deacuerdo. A mi también me gustaría seguir esta conversación. Tenia por costumbre sonreír al terminar mis frases, creaba familiaridad y confianza en especial con los hombres , pero en el caso de Bester serviría de bien poco. Pero no quiero robarle mas tiempo. La Cámaras de crioestasis son muy importantes y el viaje sera lo suficientemente largo como para poder hablar en otro momento. Y con un movimiento ágil me senté en la cama y volvía a coger mi libro.

Lucy observa la conversación entre Meredith y Bester con curiosidad. Cuando ambos se despiden, el operativo X8 hace algo inesperado.

- Seguro que más adelante podréis terminar la conversación - dice. La mujer callada, afortunadamente no es muda. Y por si fuera poco no sólo se ha limitado a hablar, sino que ha levantado la mano despidiéndose y ha mostrado una sonrisa tímida.

A Lucy le había fascinado que esa mujer ofreciera resistencia a sus poderes. Por un lado resultaba inquietante, pero por otro, era agradable encontrar a alguien diferente. No mantuvo ningún tipo de conversación mental con Bester. Si ya había que ser precavido con el resto de la tripulación, con esta mujer debían ir con pies de plomo.