Partida Rol por web

¿Quién se iba a imaginar lo molesto que era atacarse a uno mismo? El truco había funcionado a la perfección, sólo tenía que mantener los distintos niveles del corta-fuegos de la nave en diferentes niveles de amenaza. Amenazas que luego él mismo iba resolviendo para luego volver a lanzarlas en remoto y volver a resolverlas presencialmente. Un proceso tedioso, sin duda, pero necesario para darle a Tricia el tiempo necesario para terminar el proceso de migración.

—¿Cómo vas, querida? No creo que el Comandante nos vaya a conceder mucho más tiempo antes de empezar con las preguntas…

La respuesta tarda mucho más de lo habitual en llegar, haciendo evidente que la Inteligencia Artificial ha reducido sus funciones interactivas al mínimo en estos instantes. Tanto como su capacidad de expresión, a juzgar por lo rudimentario de su lenguaje:

- Procesando, porcentaje de instalación 37%, tiempo restante estimado 21 minutos, 11 segundos, 5 centésimas.

Rogers recoge el auricular del intercomunicador del mercenario al que acaba de dejar inconsciente, mientras dedica una silenciosa mirada al cadaver del otro. Hay muchas cosas aquí de las que le gustaría discutir, incluyendo la inexplicable capacidad de Bester para conducir a estos dos guardias a una emboscada tan obvia, pero cuando habla se centra en los problemas actuales:

- Éste va a estar inconsciente más de una hora, así que no nos dará problemas -asegura- No tenemos dónde ocultar los cuerpos y menos aún íbamos a poder eliminar ese enorme charco de sangre... así que nos conviene movernos deprisa, porque tan pronto como cualquiera pase por aquí darán la alarma en el complejo y se acabó la infiltración encubierta.

Guarda el arma de su contrincante en el cinturón y trastea con el comunicador haciendo un barrido de frecuencias...

En ese momento el intercomunicador integrado en el auricular del mercenario emite un mensaje:

...todos en máxima alerta, repito, hemos detectado ese Crucero de Combate del que nos habían hablado y el jefe está empezando a negociar con ellos, pero más nos vale no relajar la guardia por lo que pudiera pasar, estad muy atentos...

El indicador de mensaje entrante no me sorprende ya que algo o alguien ha provocado que nuestros sistemas fallen. 

Observo con atención al excéntrico hombre, vestido con un traje de color y unas llamativas gafas. Me fijo en sus dientes y en su reloj de oro, aspectos que me dan información sobre el aparente éxito de sus negocios, sin duda ilegales. Mantengo mi semblante firme y serio cuando me muestra a mis hombres, situación que ya conocía de antemano. El tal Hannibal es, sin duda, un tipo listo, de la clase de persona que no duda en arriesgar todo para ganar y en retorcer las reglas si hace falta.

- Soy el Comandante William Adama. Como usted bien dice, debemos llegar a un acuerdo mutuamente satisfactorio. Es obvio que usted tiene algo que me interesa, mis hombres. Sin embargo, no tengo tan claro lo que podría interesarle a usted -respondo al secuestrador mostrándome amable y abierto a la negociación. Cualquier información que me dé puede ser usada como arma y, además, me sirve para ganar tiempo.

Las comunicaciones se cortan un instante, pero al momento vuelve a aparecer la imagen del tal Kaiju haciendo un ostentoso gesto de acogida con los brazos abiertos. Salta a la vista que no es precisamente un hombre muy comedido.

- Así está mucho mejor, que empecemos a conocernos. Sus hombres me han asegurado que es usted un tipo bastante razonable y chapado a la antigua. Eso me gusta. Así que como le he dicho, vamos a intentar llevarnos bien. Yo tengo a sus tres marines, y usted tiene un Crucero de Combate... supongo que entenderá que mi principal interés consiste en mantener el Status Quo, el negocio funciona bien y me gustaría conservarlo así. Siempre hemos tenido mucho cuidado en no llamar la atención de las grandes corporaciones, manteniéndonos en un perfil bajo, sin molestar demasiado a nadie... y ahora, de pronto, se presenta ante nosotros una nave de guerra... ¿Qué les ha traido aquí? ¿Cuál es su misión, comandante?

La estación ha localizado nuestra nave y han contactado, ahora mismo me encuentro en conversación con su líder, un tal Hannibal Chau. Tengan cuidado.

Cuando las comunicaciones se cortan unos segundos aprovecho esos instantes para reflexionar en profundidad. Una vez que se retoma la conversación escucho las palabras de Kaiju y me sorprende el hecho de que deje tan claro su mayor interés, que ya conocía.

- Tal como yo lo veo, señor Chau, usted se beneficia de una serie de negocios fuera del foco de atención de las grandes corporaciones y de la ONUG, una actividad sin duda lucrativa nacida de una mente inteligente y de una considerable cantidad de esfuerzo. Si estas compañías descubrieran su situación perdería esa posición privilegiada y, probablemente, también su vida. Tiene, por tanto, mucho más que perder que yo, un viejo oficial cuyo sueldo no llegará ni de lejos a lo que usted puede ganar en un solo día -respondo al capitán de la estación, tratando de dejar claras nuestras posiciones- No le voy a engañar, no veo con buenos ojos sus negocios y artimañas. Sin embargo, estoy dispuesto a negociar con usted la liberación de mis hombres y, además, otro posible acuerdo. Pero, volviendo al tema, lo que me ha traído hasta aquí han sido mis hombres desaparecidos tras perseguir a una pequeña lanzadera, algo que, imagino, ya le habrán contado.

- ¿Quiere a ese capullo de Santana? Ningún problema, se lo entregaré encantado, todavía no me explico que un tipo serio como Cole acabase reclutando a un cretino como ese -exclama airado- Como verá, yo también soy un tipo razonable. Aunque necesitaría algunas garantías por su parte, que avalen tanto su neutralidad en nuestros asuntos como su discrección a la hora de redactar informes... -amplia su sonrisa mostrando una deslumbrante hilera de dientes de oro- A cambio, recuperará a sus hombres y su lanzadera, le entregaré a Santana y obtendrá nuestra colaboración en cualquier asunto que no interfiera con nuestros pequeños negocios... puedo ofrecerle todo tipo de compensaciones, usted ya me entiende. No tiene por qué seguir limitado a ese sueldo tan miserable del que me ha hablado. No es justo, tras toda una vida de servicio... y yo estoy abierto a negociar...

La voz de la Inteligencia Artificial resuena de nuevo en tu cabeza:

- Procesando, porcentaje de instalación 63%, tiempo restante estimado 14 minutos, 2 segundos, 8 centésimas.

Las palabras del tal Hannibal son como una melodía para mis oídos, una canción similar a las de las sirenas, seres mitológicos inventados hace siglos. Sin duda alguna su oferta a colaborar se mantendrá firme mientras sea lo más conveniente para él, pero tengo claro que no pestañeará en clavarme un cuchillo cuando deje de ser de su interés. A pesar de ello, al menos se muestra colaborador y eso debo aprovecharlo.

- Bien, hagamos un trato. Usted me trae a mis hombres y la lanzadera, junto a Santana y su propia nave. Una vez que acabe con este último, si veo que no me es de interés, le daré vía libre y le dejaré volver con usted. A cambio le daré mi palabra respecto a no revelar su posición a nadie y a evitar que su negocio se vea en peligro. Estoy dispuesto a ofrecer las garantías que crea preciso -respondo centrando mi vista en los hombres maniatados tras Kaiju, víctimas de mis errores- Además, quiero negociar con usted un pequeño acuerdo con respecto a cierta información que creo que posee. Dados sus negocios, debe conocer a mucha gente, entre ellos a alguien que busco... ¿cuál sería el precio de responder a unas breves preguntas sobre ciertos trapicheos y sus autores? -pregunto al hombre tratando de negociar- Y respecto a su última oferta, no quiero ofenderle pero debo rechazarla. Mi trabajo y mis decisiones me han llevado a negociar con usted, pero no busco una relación continuada en el tiempo.

Ajeno a la negociación que está teniendo lugar en el puente, el doctor Baltar continua centrado en su tarea, tecleando como loco en la consola, tratando de deshacerse del maldito atacante. Adama ya ha intervenido en un par de ocasiones cuando Gaius introduce un último comando y las luces rojas que inundan el puente se apagan de repente. Instantes después la iluminación habitual vuelve a proyectarse sobre el puente de mando, indicando que todo vuelve a la normalidad.

El informático estira entonces la espalda, esbozando su sonrisa de autosuficiencia tan característica. Realiza un par de comprobaciones adicionales: parece que el firewall está en perfecto estado. La intrusión enemiga no ha tenido éxito.

Se vuelve hacia el comandante y con un ligero cabeceo le indica que la amenaza ha sido neutralizada. Ya tendría tiempo de analizar lo sucedido cuando terminasen las negociaciones. 

El jefe de los mercenarios que controlan la estación orbital Olvido alza una ceja sorprendido, pero luego se sonríe.

- Oh, no se preocupe, no me ofendo... aunque entenderá que tenía que intentarlo -comenta con tono jocoso con respecto al poco sutil soborno que acaban de rechazarle- Así que lo único que le importa son sus hombres y su misión. Interesante.

Se vuelve hacia los tres prisioneros, que están fuera de cámara, y les comenta en voz alta:

- Tenían razón con eso de que es un tipo de la vieja escuela. Veremos si eso basta para que las cosas salgan bien.

Vuelve a mirar directamente al holoproyector y reinicia las negociaciones.

- Me ha ofrecido garantías. Las que yo mismo considere preciso. -refuerza la concesión repitiéndola en voz alta- Pues bien, mis condiciones son ir haciendo las cosas poco a poco, primero le enviaré a uno de sus hombres a bordo de la lanzadera auxiliar de la Valentina Tereshkova y con ese inutil de Santana como regalo de buena fe... y no necesitan devolvérmelo, no lo quiero para nada -propone- Luego háganos una visita y negociaremos aquí mismo acerca de esa información sensible que tanto le interesa... y si la cosa sale bien les entregaré al segundo de sus marines -amplía su sonrisa y se cruza de brazos- Y al final, cuando vayan a irse, les enviaré al tercero con su propia lanzadera militar. Me parece que es un buen trato. Debería aceptarlo porque no va a obtener uno mejor.

Dejo el cuerpo a un lado, parcialmente encima del que esta K.O. técnico por la llave de Rogers, mientras busco un sitio donde al menos no sea fácil de ver aun con el charco de sangre. Tras eso registro los cuerpos. Primero por el comunicador, segundo en busca de algunos billetes que poner entre los dos cuerpos inmóviles. Algo de sangre de uno al otro y las manos del muerto suavemente marcadas con sangre en el cuello del que esta inconsciente. No es una preparación de escena muy buena, pero si lo suficiente como para que de primeras no crean que es cosa de unos extraños. Suelto algo más de dinero alrededor de ellos, como si cupiese la posibilidad de que alguien los viera y les robara antes de irse. Pistas falsas, absurdas, pero que si todo se complica podrían darnos un mínimo de ventaja. Mis movimientos son rápidos y eficaces, estoy acostumbrado a tender trampas y emboscadas, se me da bien hacer que la gente vea exactamente lo que quiero que vea.

El comunicador restalla, dando una información que sin duda fastidia nuestros planes, a cierto nivel, aun así dudo que nadie crea que ya hay alguien dentro de la estación. Me giro hacia Bester, habrá que acelerar todo el plan de fuga.

- En marcha, toca ponerse las pilas.

Maldita sea, Riddick. Había dicho que nada de muertes...

Probablemente el mercenario se lo mereciera, pero siempre hay alguien que llorará su muerte. La gente de esta calaña puede tener también otros que se sientan aliviados por ella, pero nunca se sabe si eso servirá para equilibrar la balanza.

- Deja el cuchillo junto al cuerpo del que está KO - sugiero a Riddick. - Aún tienes otro y así no llamará la atención que le haya apuñalado con las manos desnudas - digo dejando el arma que le he cogido al mercenario en el suelo, como si el tipo apuñalado hubiera tratado de cogerla antes de dedicarse a estrangular a su oponente. Con suerte la ausencia del comunicador pasaría por alto, pero no así que haya desaparecido una de sus pistolas.

Sin embargo, no me preocupo demasiado en asegurarme de que lo haga; si bien podríamos haber ocultado dos cuerpos inconscientes, el charco de sangre haría saltar la alarma con total seguridad e incluso la pantomima de la pelea no va a evitar que todos los mercenarios de la estación estén sobre aviso. Al menos con el comunicador podremos enterarnos cuando lo hagan.

- ¿Tenían alguna identificación? - le pregunto a Riddick, que ha cogido las carteras de los mercenarios para sacar el dinero. - Tal vez sus nombres puedan sernos útiles si nos cruzamos con alguien - sugiero mientras me pongo en movimiento.

- Pues ahora toca jugar la carta más rápida, Bester - le digo al agente. - Vayamos directamente a esas celdas, aunque seguramente encontraremos más vigilancia en la entrada - le digo esperando a que se pongan en movimiento para guiar el avance mientras yo cubro la retaguardia.

Un rápido y profesional registro constata que no hay nada de especial interés entre las posesiones de los dos mercenarios abatidos, más allá de sus armas, un puñado de créditos en billetes pequeños muy manoseados... y una o dos dosis de drogas estimulantes de uso recreativo. Un retrato muy predecible de lo que cabía esperar entre gentes de esta calaña.

Si embargo, tanto Rogers como Riddick reparan enseguida en un detalle sigular: las armas son exclusivamente escopetas recortadas cargadas con postas, o pistolas de pequeño calibre con munición de punta hueca. Aptas para abatir a cualquiera a corta distancia, pero muy poco efectivas fuera de esas condiciones.

Aunque es algo bastante comprensible si tenemos en cuenta que esta es una estación espacial civil, desprovista del blindaje de un Crucero de Combate... y por tanto cualquier eventual tiroteo con munición pesada o de alto poder perforante podría causar daños críticos en el casco externo, con la consecuente pérdida de presión y el forzoso aislamiento automático derivado del cierre de compuertas presurizadas. Algo que posiblemente estaría condenando a todos los afectados.

Resulta lógico pensar que nadie quiere arriesgarse a provocar tal desastre por un desgraciado accidente.

Los tres hombres intercambian una simple mirada y se ponen en marcha al instante, moviéndose con el máximo sigilo.

Atraviesan toda una serie de corredores y estancias en lo que parece ser una sección de la estación orbital con acceso restringido a los secuaces armados de Kaiju, aunque eso no quiere decir ni mucho menos que se trate de un acuartelamiento militar al uso...

Tras una puerta automática bloqueada en modo apertura emerge el bullicio de cuanto menos una quincena de personas que hablan casi a gritos, sobre una música de fondo bastante estridente, una espesa humareda y los destellos de luces de neón, al estilo más retro... cosa que desde luego no resulta muy tranquilizadora, pues son claramente demasiados para poder considerar siquiera la idea de hacerles frente, pero al mismo tiempo no parecen estar excesivamente alerta.

Más bien podría definirse esta sección de la estación como una sucesión de pasillos y salas poco iluminados y casi desiertos, en una insultante ausencia de disciplina castrense, mientras la práctica totalidad del personal se reúne en una cantina privada, donde un variopinto grupo de mercenarios parecen estar más por sus propios asuntos, bebiendo, jugando o haciéndose fantasiosos tatuajes, que motivados para cumplir sus funciones de vigilancia. Y eso que os consta que se ha dado un aviso para extremar las precauciones...

Si bien todavía hay algunos grupos menores que realizan una ronda, en lo más parecido a una patrulla que seguramente os vayáis a encontrar por aquí. Son apenas tres, pero van armados con escopetas automáticas que enarbolan agresivamente, controlando todos los ángulos al avanzar... y al menos estos sí parecen haber recibido órdenes específicas de asegurar toda la zona, ordenadamente y sección a sección. Cosa que desde luego os va a complicar sensiblemente la vida...

Sin embargo, el Chacal se mueve como una sombra, con una suprema habilidad nacida de toda una vida al margen de las fuerzas del orden establecido. Desde sus primeros años en los suburbios de la Vieja Tierra, en que se colaba en zonas restringidas dando esquinazo a los Ghekos, pasando por su época más gloriosa en la resistencia del MNM, escurrirse sin ser detectado entre las patrullas enemigas es para él algo tan natural como respirar. Ni siquiera llegan a sospechar que hay alguien observándoles y sonriendo sarcásticamente desde la oscuridad.

El agente Alfred Bester es un caso completamente distinto, se mueve lentamente, caminando con pasos comedidos y relajados, pero inexplicablemente parece saber con una exactitud asombrosa cuando están mirando en otra dirección. Parece mentira que haya sido capaz de pasearse por delante de todos sin que nadie perciba su presencia, pero así ha sido.

Sin embargo, donde la gran habilidad del terrorista o la casi injustificable "suerte" del extraño hombrecillo han acabado imponiéndose, Steve Rogers se ve abocado a una situación realmente difícil. Aplica toda la experiencia de su entrenamiento como comando, buscando las sombras y los ángulos muertos fuera de la línea de visión del enemigo, pero el ordenado avance de esa patrulla está a punto de ponerle al descubierto. Y si descubren a uno solo, todos pueden darse por perdidos...

Escucho la propuesta de Hannibal con atención, percatándome de la estrategia que ha seguido para mostrar sus garantías. Una especie de colaboración, atrayendo al otro bando justo donde puede hacerle verdadero daño.

- No puedo más que agradecerle su buen trato a la hora de negociar -respondo en un primer momento al líder mafioso, tratando de guardar cierta amabilidad y mostrarme correcto ante el hombre, un tipo que sin duda tiene su propia figura sobrevalorada- Sin embargo, no puedo aceptar sus garantías. En primer lugar, ya no soy un mozo, no puedo perder mi escaso tiempo con viajes y negociaciones a medio gas. Además, aprecio demasiado mi cómoda posición en mi nave, prefiero negociar desde aquí. Aunque, si lo desea, puede venir usted mismo y compartir un delicioso tinto conmigo mientras cerramos el acuerdo -le ofrezco a Kaiju, sabiendo de antemano que no aceptará y que, si lo hace, tendrá algún as guardado en la manga- De todos modos, si nuestro otro negocio es una fuente de problemas podemos dejarlo en lo básico, el intercambio de mis hombres y su transporte por mi silencio. Usted dirá.

Veo en la distancia cómo los tres guardias se acercan a nosotros. Frunzo el ceño mientras apoyo la mano en la empuñadura de la pistola, sabiendo que podría acabar con ellos sin el más mínimo esfuerzo incluso con sus armas y su superioridad numérica. Más aún si Riddick o Bester me fueran a echar una mano. Sin embargo, eso acabaría con los guardias muertos en el suelo y ni siquiera yo puedo moverme tan rápido como para evitar que alguno de los tres dé la alarma o dispare su escopeta llamando la atención de cualquiera a tres pasillos de distancia.

Veo cómo Riddick y Bester se ocultan con facilidad, ocupando posiciones que, una vez se dirigen a ellas, me resultan escondites perfectamente viables. Pero el tiempo se acaba y si no encuentro un lugar donde esconderme el enfrentamiento será inevitable.

Levanto la mirada y calculo la distancia al techo del pasillo. Tres metros y medio. Suficiente como para que a nadie se le ocurra mirar tan alto. Suelto la pistola y dirijo la mano a mi espalda, donde aún llevo los grilletes magnéticos que durante días Riddick cargó en sus muñecas. Sin coger carrerilla, salto a una altura digna de un record olímpico, sabiendo que muy poca gente en el sistema sería capaz de saltar así incluso en la gravedad ligeramente reducida de la estación. Activo los grilletes en el último momento, justo cuando toco el techo con ellos, para evitar el sonido del impacto que produciría la atracción magnética. Con dos puntos de apoyo, mantenerme en postura completamente horizontal es un juego de niños para mí.

Observo como los tres guardias pasan por debajo de mi posición, preocupándose por todo lo que puedan tener alrededor, pero no encima. Una vez más, dejo pasar la oportunidad de atacarles por sorpresa y espero a que se alejen por el corredor antes de descolgarme del techo con agilidad, desactivando una vez más los grilletes magnéticos.

- Al final nuestro anillo de compromiso va a servir para algo - le digo a Riddick cuando sale de su escondite. - ¿Proseguimos?

La acrobática maniobra de Rogers consigue evitar que seais descubiertos. Aunque deja en evidencia que hay algo fuera de lo normal en el supersoldado, nadie es capaz de salvar esa distancia en vertical sin tomar siquiera carrerilla. Simplemente, es una proeza sobrehumana que escapa al potencial de cualquier atleta no modificado tecnológicamente. Aunque en su caso no parece haber implantes biónicos...

En cualquier caso, superado el peligro que suponía la patrulla de reconocimiento el resto del camino, siguiendo siempre las asombrosamente precisas indicaciones de Alfred Bester, os lleva hasta una compuerta doble que parece dar acceso a una sala de mando de la estación orbital. Desde luego no se trata de un centro de retención de prisioneros... sino del corazón de toda esta base, pues la vieja rotulación en las puertas, con el emblema casi borrado por el tiempo de la Weltherrschaft Korporatsiya, lo deja diáfanamente claro:

Baboyka Koponeva-3

-PUENTE-

Si uno se detiene a pensarlo tiene sentido, ante una eventual negociación con el comanante Adama habrán querido mostrarle los prisioneros por videoconferencia, para demostrar que están en su poder... y poder presionarle con amenazas. Aunque claro, eso además implica que, muy posiblemente, justo al otro lado de esas puertas esté el propio Kaiju con sus principales lugartenientes y vete a saber cuantos mercenarios más...