Partida Rol por web

Bester se desmarcó de sus compañeros, avanzando unos pasos y presentandose ante la puerta del puente de mando de la estación, con ese aspecto menudo, pequeño, inofensivo y de alguna manera, tan amenazante como solía parecer.

Miró a la cámara y ofreció su afilada sonrisa. 

- Soy el mediador enviado por el Comandante. Abran la puerta, por favor. -

La doble compuerta mecanizada se abre con un suave sonido de los motores hidráulicos y Alfred Bester avanza con paso seguro y tranquilo hacia el interior de la estancia, en la que le esperan sus sin duda atónitos anfitriones.

Entretanto, el extraño duo formado por Rogers y Riddick se mantiene agazapado y oculto a ambos lados de la encrucijada más próxima, hasta que ven desaparecer al peculiar hombrecillo. Como mínimo, nadie ha disparado todavía, aunque podrían apostar a que más de una pistola se ha desenfundado apresuradamente ahí dentro. Pero bueno, tanto da eso mientras no abran fuego... ¿no? A fin de cuentas, Bester sólo parece necesitar que le escuchen unos minutos para tenerlos bailando al son de sus palabras.

Las puertas vuelven a cerrarse y los dos hombre de acción, tan parecidos y tan distintos a la vez, dirigen su mirada hacia la rejilla de ventilación que se abre en el techo. Muy arriba, pero desde luego dentro del alcance de gente como ellos...

Parece haber tardado una eternidad, el tiempo se ha dilatado como si este evento no fuese a producirse nunca... pero por fin llegan las palabras que con tanta ansiedad había estado esperando Gaius Baltar. El prodigio de la informática, el genio incomprendido que ha hecho nacer una nueva forma de vida artificial y luego le ha proporcionado en secreto los medios necesarios para su desarrollo, hasta alcanzar su máximo potencial... por el momento. Porque nadie, incluido sin duda él mismo, sabe hasta dónde puede conducirles el nuevo camino al que con sus últimos actos acaba de abrir la puerta. Aunque no hay duda alguna de que esto va a cambiar la historia.

- Proceso de instalación completado. Reiniciando sistemas.

Se trata de unas palabras que por supuesto no son tales, sino un impulso electroquímico descargado directamente en el lóbulo temporal, que su cerebro identifica como un indudable sonido, por muy inexistente que fuera. Pero qué importan los detalles triviales ahora mismo, siguen siendo unas palabras que lo cambian todo.

De pronto las luces del puente de mando del AURORA parpadean unos instantes, mientras todas las pantallas de presentación de datos parecen apagarse a la vez, para inmediatamente mostrar una imagen negra con el logotipo de la Weyland-Yutani que precede habitualmente a la carga de datos.

Resulta evidente, incluso para un profano, que todo el sistema acaba de reiniciarse.

Sin previo aviso, todas las luces de la AURORA parpadean y se apagan por un instante. Y el fenómeno es generalizado, afecta a todos los sistemas electrónicos, incluida la ventilación del soporte vital de la nave. Por unos segundos el silencio es absoluto, casi fantasmagórico... y hace que te plantees lo pequeño que es el ser humano, perdido en la inmesidad del espacio.

Aunque luego enseguida todo vuelve a funcionar con normalidad, los sistemas informáticos se reinician y el tranquilizador ronroneo de los sistemas de ventilación, que normalmente todo el mundo ignora, regresa con el consecuente alivio generalizado.

Si bien es evidente que esto no es normal. Para nada. Y menos aun en una nave militar, con decenas de sistemas de seguridad redundantes. Algo muy raro acaba de ocurrir.

El mayor Tigh no tarda en reaccionar a la sorprendente situación, y ciertamente de un modo bastante temperamental:

- ¡Pero esto qué demonios ha sido! -exclama enfurecido, dirigiendo su explosión de ira sobre el informático mas cercano... es decir Baltar- Se supone que es nuestra nave la que está lanzando un ataque informático sobre esa jodida estación orbital tomada por criminales ¿no?

Se abalanza sobre el técnico que ha estado manipulando todos sus sistemas centrales y le señala enérgicamente con un índice bastante amenazador, hasta el punto de darle unos dolorosos golpecitos en el esternón.

- Pues entonces dígame qué cojones acaba de ocurrir... ¿Pero ustéd sabe lo que está haciendo, o es un maldito inútil? -bufa- ¿Tenemos una intusión en nuestro sistema central? Joder, ojalá tuviéramos aquí al alferez Young, al menos en él se puede confiar.

Casi de inmediato llega un mensaje por el intercomunicador:

- Puente, aquí O´Brien, desde Ingeniería -resuena una voz preocupada- Comandante, acabamos de sufrir un paro del reactor, aunque todo parece estar reiniciándose con normalidad... ¿hay algún problema?

Adama ha estado estrañamente callado y pensativo, casi ausente, aunque retoma el mando con voz tranquilizadora:

- Situación bajo control, jefe O´Brien, usted asegúrese de que todo funciona con normalidad a partir de ahora. Ya le informaré en detalle más adelante.

Tras lo que parece dar por zanjado el asunto y entonces, extrañamente, cierra los ojos y frunce el ceño.

Adama se concentra para enviar un acuciante mensaje telepático a Bester, sin estar muy seguro de cómo hacerlo siendo él quién emite la llamada...

- Alfred, esto es urgente... ¿Ya ha contactado usted con Kaiju y su gente? ¿Según su criterio, podrían estar lanzando ahora mismo un ataque informático capaz de superar las defensas del AURORA?

Llegar hasta la rejilla del sistema de ventilación de un salto, hasta agarrarse con la punta de los dedos para luego alzarse a pulso, no supone ningún reto. Colarse luego por el hueco va a ser bastante incómodo debido a sus reducidas dimensiones, pero tampoco va a representar mayor problema que el verse obligado a reptar por un espacio en el que apenas encajan los hombros. Afortunadamente la falta de oxígeno no supondría un impedimento en esos estrechos tubos, pues aunque las estrecheces puedan parecer sofocantes se trata precisamente del sistema que suministra el aire desde el generador central de soporte vital de la enorme estación espacial. Desde luego ahí dentro uno no va a ahogarse. Y siendo mínimamente cuidadoso, tampoco debería provocar tanto ruído como para llamar la atención de los que le tendrán sobre sus cabezas.

Así que en un principio, los sistemas de ventilación parecen un excelente sistema de infiltración encubierta hasta las mismas tripas de la Olvido. Sin embargo, lo que sí debe considerarse un problema en toda regla es la sólida reja de acero que bloquea el acceso. Parece ser que los ingenieros rusos que diseñaron las estaciones Baboyka Koponeva-3 decidieron resolver ese riesgo potencial de una brecha en la seguridad mediante un mecanismo tan simple como efectivo: las rejas tienen unas recias visagras sujetas mediante un tornillo de seguridad, que sin duda se abrirá fácilmente si se dispone de la llave adecuada. Aunque esta, obiamente, debe obrar solo en poder de los técnicos de mantenimiento. Y ahora mismo no parece haber ninguno en las proximidades.

Cualquier pretensión de forzar las rejas por la fuerza requeriría un físico sobrehumano.

La respuesta telepática de Bester llega con una aplastante claridad:

- Ahora mismo he... iniciado las negociaciones, comandante Adama. Francamente, dudo que los aquí reunidos tengan la capacidad de superar las defensas informáticas de su crucero de batalla, no así Baltar. Que conveniente ataque informático... eso sin contar cómo han descubierto a su crucero ¿no?

William Adama asiente en silencio con los ojos cerrados y el ceño fruncido. Reacciona como si acabase de recibir algún tipo de comunicación que estuviese esperando, aunque no está usando ningún tipo de dispositivo receptor. Cualquier tecnología de transmisión, ordinaria o no, estaría siendo detectada y registrada por el instrumental del puente de mando.

Entonces abre los ojos y en su mirada puede leerse una férrea determinación, mezclada con profunda tristeza y tal vez algún deje de decepción a título personal. Actúa sin precipitación alguna, cada movimiento parece perfectamente mesurado... cuando lleva la mano a la cintura y extrae de su funda una pistola reglamentaria, con la que apunta directamente a la cabeza de Gaius Baltar.

- Primer Oficial Tigh, le ordeno que arreste al doctor Baltar bajo la acusación de realizar actos de sabotaje sobre los sistemas informáticos del AURORA -pese a su edad, su pulso es absolutamente firme mientras sostiene el arma, haciendo que a esta distancia fallar el disparo parezca imposible- Todavía no sé lo que se trae usted entre manos, Gaius, pero va a quedar confinado en una celda de retención hasta que tenga ocasión de entregarle a la autoridad del ONUG... y puede considerarse afortunado de no pertenecer al estamento militar de la Armada Estelar, porque en ese caso yo mismo hubiese dirigido su consejo de guerra por alta traición.

Mientras el oficial Tight le imprecaba, Gaius trató de ponerse mentalmente en contacto con Tricia a través de su dispositivo. Estaba claro que habían tenido éxito en su pequeña empresa de sabotaje… ahora bien: ¿por qué se mantenía la IA en tan sepulcral silencio?

—Tricia, querida, ¿estás ahí?

Entonces las luces del AURORA se apagaron. Los labios del informático esbozaron una sonrisa socarrona, que allí permaneció cuando las luces volvieron al puente. Los sistemas se reiniciaron poco a poco y en aparente normalidad. Pero ninguno de los allí presentes podía imaginarse lo que en realidad estaba sucediando. Ni el propio Gaius sabía a ciencia cierta cuál sería el devenir de los acontecimientos. Lo que estaba más que claro es que hoy, en el puente de aquel crucero militar, acaba de realizar Historia en mayúsculas. Hoy era el día en el que el curso de la humanidad cambiaba.

Poco se hicieron esperar las reacciones de los oficiales, pues fue Saul Tight el primero en señalarle con su dedo acusador al tiempo que profería todo tipo de imprecaciones.

—Señor Tight, le ruego que se tranquilice… haya pasado lo que haya pasado, le garantizo que está todo bajo control —dijo levantando ambas manos, tratando de parecer inofensivo. Bajo mí control, claro—. Les garantizo, señores, que el alférez Young sería completamente inútil en esta situación. Tienen suerte de tenerme abordo —añadió dejando escapar una risa desquiciada.

Justo entonces, y sin previo aviso, el Comandante Adama tomó cartas en el asunto, apuntándole directamente a la sien con la pistola que llevaba al cinto. El informático torció el gesto. Aún con las manos levantadas, el doctor Baltar se vuelve lentamente hacia el comandante, clavando fijamente sus ojos en los del viejo oficial.

—Señor Adama —dijo reuniendo todo el aplomo que fue capaz—, le informo de que probablemente acabe de tomar la decisión más estúpida que podría haber tomado. Llegados a este punto está claro que tenemos una intrusión en el sistema informático. Lo que me temo que no sabe es que yo soy esa intrusión. Ahora YO soy el AURORA. Yo controlo todos los sistemas de la nave. Atrévase a disparar el arma y le informo de lo que pasará a continuación: se abrirán las escotillas y está será su última misión y la de sus hombres. ¿Acaso quiere acabar como el cuerpo de su hijo, flotando sin rumbo por el espacio? Asimismo, los ejecutivos de la WK y de la Weyland-Yuntai dejan de estar con efecto inmediato al mando de la misión. Y en cuanto a usted, en tanto que oficial militar de la nave, responderá única y exclusivamente ante mí.

El doctor Baltar sonríe triunfal tras su pequeña amenaza, sabiéndose con el control de la situación.

—Porque si no lo hace, Comandante, y persiste con su empeño de encerrarme y custodiarme… bueno, puedo sellar el puente y bajar los niveles de oxígeno de la sala de máquinas, donde en este preciso instante sus técnicos se preguntan qué está pasando. Así que… ¿por qué no baja el arma y negociamos como caballeros?

Tras unos instantes de angustiosa y tensa espera, dadas las circunstancias, la familiar y adorable figura de Tricia aparece en pie justo al lado de Adama, sonriendo con aire desdeñoso. Es una suerte que sólo tú puedas verla.

- No te preocupes, querido, todo está bajo control. No permitiremos que te hagan daño -dedica una mirada de desprecio a los dos oficiales que tratan de retener el control sobre su nave- Estoy deseando presentarte a nuestra hija.

El comandante endurece su mirada y la mantiene fija en los ojos del informático. Siempre ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo a interpretar correctamente la persona que tiene delante, y desde luego no tiene la impresión de estar ante un hombre dispuesto a morir para cumplir sus amenazas... por lo que no baja su arma, sino que por el contrario empieza a desplazarse lentamente hacia un lateral, sin dejar de apuntarle.

- Así que reconoce abiertamente su responsabilidad en lo que está ocurriendo. Muy bien, eso significa que ya cree haber ganado y se imagina fuera de peligro -empieza a hablar con tono calmado, pero por debajo se adivina latente una furia fría e intensa, aunque perfectamente controlada- Sin embargo ya ve que mi arma sigue apuntando a su cabeza. Usted no está habituado a este tipo de situaciones, Baltar, nunca ha sido un hombre valiente. Dudo mucho que la palabra sacrificio haya formado jamás parte de su vocabulario. Pero para mí, y los hombres bajo mi mando, es algo tan habitual como los conceptos del deber y del honor.

Amartilla la pistola con el pulgar, con un click singularmente amenazador.

- Como le he dicho, está usted adentrándose en un terreno que le es ajeno. Fuera de su zona de confort. Por ejemplo, debería saber que mencionar el fúnebre destino de mi hizo Zak ha sido un gran error para iniciar la negociación. Porque me resulta profundamente doloroso e irritante, y eso me predispone todavía más en su contra -se permite incluso darle lecciones de protocolo- Acaba de afirmar que la nave está permanentemente bajo su control y no se lo voy a cuestionar. Sé que tiene un implante neural que le conecta al sistema informático, también el teniente Gaeta disponía de uno similar... y eso me hace imaginar lo que debe haber tras su accidente.

Su rostro era una máscara dura e inexpresiva, pero ahora una aleta nasal se eleva revelando desprecio e ira.

- Nos amenaza con el control de escotillas y del soporte vital, pero ahora mismo comparte la misma atmósfera que yo y para afectarme tendría que exponerse también. Es usted un hombre muy inteligente y seguro que se da cuenta de eso. Igual que yo sé perfectamente que no estoy ante ningún terrorista suicida dispuesto a autoinmolarse. Será usted muchas cosas, pero desde luego no es ni un héroe, ni un mártir.

En estos momentos el representante de la Weyland-Yutani, conocido a bordo como Mr. Smith, se sorprende cuando la androide que tiene como secretaria, Ms. Monipenny, abandona las tareas que le había encomendado y se pone en pie silenciosamente para abandonar el camarote que utiliza como despacho.

No parece responder a nada ni a nadie, ignora cualquier orden o llamada. Un extraño error de funcionamiento en un modelo tan sofisticado, de hecho ahora que se fija su nivel de rendimiento no era el mismo de siempre estas últimas semanas. Lamentable.

Gaius esboza una sonrisa de autosuficiencia al escuchar de nuevo la voz de su querida Tricia, ahora más radiante que nunca. El Comandante Adama continua apuntándole, sin duda pensando bien cómo responder a las palabras del informático. Pero esto ahora no es lo que preocupa al doctor Baltar

¿Su hija? Se pregunta al tiempo que un escalofrío le recorre la espalda. ¿Se está refiriendo a D’ana o tal vez a la copia que ha instalado en la estación orbital Olvido? Ya habrá mejores ocasiones para averiguarlo más adelante.

—No puedo esperar a conocerla, querida —responde a la IA, dubitativo. El crecimiento de las IA está resultando más exponencial de lo que se planteaba en un principio. ¿Había sido una buena idea todo aquello?

Pero no había tiempo ahora para dudar. El Comandante había comenzado con su perorata y necesitaban un plan para salir ambos airosos ante aquella confrontación directa.

—Tricia, escúchame —le dice muy serio de repente, y no es para menos, dado el cariz que están tomando los acontecimientos—. Necesitamos ganarnos la obediencia de Adama. Y este hombre no va a achantarse si no le hacemos una demostración de fuerza. Necesito que despliegues las cabezas nucleares y apuntes a la estación Olvido cuando te lo indique. No te preocupes, jamás le haría daño a una de nuestras hijas, se trata tan sólo de un farol. Una treta para templar los ánimos del comandante y mostrarle de lo que somos capaces ahora. Sé cómo forzarle para que adopte una actitud más… favorecedora para nuestros intereses. —Hace una pausa, evaluando sus opciones—. Necesito también que hagas un reconocimiento y trates de averiguar cómo marchan las negociaciones con la gente de la estación Pirata. ¿Han salido ya los hombres de Adama de la estación hacia la AURORA?

Tras plantearle estas preguntas a la IA, Giaus vuelve su atención hacia el Comandante. Era el momento de jugársela al todo por el todo. 

El informático no le quita el ojo de encima al viejo comandante, curtido en mil batallas y con una voluntad de acero. En ese sentido Adama está a años luz del doctor Baltar, quien ha llevado una vida privilegiada abandonándose a los placeres a los que sólo pueden acceder las élites más privilegiadas. Aquellas mismas élites contra las que quería subvertirse en época juvenil como hacker antisistema. Las vueltas que da la vida.

—Oh, se equivoca usted de nuevo, Comandante. —Gaius vuelve a esbozar la misma sonrisa de autosuficiencia, como si aquella estampa no le preocupase lo más mínimo—. Como comprenderá, me importa bien poco sus reservas y predisposiciones en mi contra. No busco su beneplácito, ni tampoco su complicidad. No, señor Adama, me temo que me ha malinterpretado si piensa que eso es lo que busco.

El informático hace una tensa pausa, clavando sus ojos en los del comandante. ¿Tan ciego está este hombre, qué no es consciente de la fragilidad de su posición? Era el momento de mostrar sus cartas.

Gaius se levanta y se lleva las manos a la espalda. Agacha un momento la cabeza y vuelve a levantar la mirada hacia el oficial Tight y luego hacia Adama.

—Usted, como yo, es un hombre de la ONUG. Cree en el gobierno de las naciones de la humanidad y sé de buena tinta lo cansado que está de ser mangoneado por los intereses corporativos. Porque eso es lo que ha estado pasando desde el inicio de la misión: la Consejera Wray y el señor Smith han sido quienes han dictado el curso de la misión, anteponiendo sus propios intereses al interés general del gobierno. Velando por sus propios asuntos en lugar del bienestar de la misión ¿Qué hacemos aquí parados, en mitad de un campo de asteroides frente a una estación orbital pirata, si no es por las mega-corporaciones? ¿De dónde se cree que he sacado la información sobre su hijo Zak? Fue el propio señor Smith quien contaba con esta información para emplearla en su contra cuando fuera necesario. ¿No está cansado de este juego de intrigas? Ustedes mismos fueron testigos de cómo ese desalmado de la Weyland-Yuntai me sacó a rastras de mi residencia en Elysium y me forzó a participar en este desagradable viaje.

Guarda silencio entonces durante unos segundos, da la espalda al comandante y se dirige hacia el panel de control, donde se muestran las lecturas de la nave.

—Lo que acaba de suceder no es más que un cambio del orden establecido. Ahora. —señala con el brazo izquierdo las terminales, abarcando todo el panel de control hasta darse de nuevo la vuelta hacia el comandante— Ya no tiene que responder ante ellos. Han dejado de tener voz y voto en todo este asunto. Sin duda se preguntará qué es lo busco. Muy, bien señor Adama, permítame revelárselo: lo que quiero es su completa y absoluta obediencia.  Y la quiero para llevar a término la misión que la ONUG. Tiene razón. No soy un mártir. Ni tampoco un héroe. Sólo soy un científico. Un hombre cansado de que le manipulen y extorsionen. Un hombre que ha decidido tomar las riendas de su propio destino. Y ahora, mi destino… ¡No! NUESTRO destino, es completar nuestra investigación sobre lo ocurrido con ese cargamento de mineral de hierro destinado a los astilleros de Caronte sin la interferencia de esos ladrones corporativos.  

Ahora, querida, piensa para sí**

—¿Y cómo pienso hacerlo? Muy sencillo, acabo de desplegar las cabezas nucleares. Están apuntando a la estación Olvido, donde se encuentran ahora mismo el agente Bester y la tripulación a bordo de la lanzadera. Si no baja el arma me veré obligado a acabar con todas las personas que hay ahí dentro. Después, podremos discutir nuestro siguiente movimiento.

Agachado en el conducto, miro a Riddick y luego a la reja. Tal vez hace unas horas hubiera dudado un momento antes de forzar el acceso, pero el lado bueno de la discusión con Bester es que ahora mismo no tengo nada que ocultar. Con un gesto, le indico que sujete la reja en los bordes para que la vibración no se transmita al resto de la estructura y para evitar que el sonido se propague. Por ese mismo motivo utilizo las mangas de mi uniforme para envolver cuidadosamente el tornillo de seguridad. Una vez compruebo que el ruido que me dispongo a hacer no va a retumbar por todo el puente de mando, agarro la reja con seguridad a ambos lados del tornillo.

Bester, si puedes leer mis pensamientos, tose a la de tres... Uno... Empiezo a tensar mis brazos, tirando con fuerza de la reja hasta que noto cómo la tensión empieza a cargarse en el tornillo de seguridad. Dos... Sigo tirando un poco más, sintiendo cómo los músculos de mis brazos se endurecen tanto como el acero que está a punto de ceder. ¡Tres!

Con un último esfuerzo, giro mis manos un poco más, lo suficiente para superar el punto límite de fractura del tornillo que bloquea la reja. Aguanto la respiración, no tanto por el esfuerzo realizado sino por la preocupación de que el ruido se escuche en el interior de la sala. Me quedo quieto, indicándole a mi acompañante que haga lo mismo, para así poder agudizar el oído y tratar de escuchar si mi última acción ha llamado la atención de alguien.