Partida Rol por web

Mire a Rodney cuando dijo que no era posible. Sin duda el sabia mucho mas que yo del asunto y obviamente se había dado cuenta mucho mas deprisa del hecho.

- Ocurrió después del sueño criogénico. No sé cómo olvidé tomarlas. Nunca me había pasado -la verdad es que imaginaba que el darle vueltas a lo que pensaba acerca de cierto científico me hizo estar mucho mas distraída- El caso es que lo olvidé. Al principio estaba bien, pero luego empecé a notar que se me caía el pelo a mechones, mareos, nauseas, tenía la cara hundida, me sangraban las encías... -cerré los ojos al recordarlo-. Y la sensación de sentirse morir -suspiré- Rodney, nunca he tenido una enfermedad, ni un triste catarro. Ni siquiera había sabido lo que era un dolor de cabeza. Mi salud siempre ha sido perfecta.

Aunque no quería reconocerlo, se notaba que ese hecho me afectó bastante. Había sido entrenada para asumir que la muerte era algo que me ocurría de una forma mas o meno brutal. Y lo tenia muy asumido. Pero el ver esa posibilidad de morir como un ser decrepito, en una cama... me aterraba.

- ¿Tienes alguna teoría? ¿De por qué unos aminoácidos que no debería de poder tolerar parece que me son absolutamente esenciales para poder vivir? -suspiré- ¿Con qué me creó el Doctor Schmitd? Sé que fue un proceso muy largo y difícil. -cerré los ojos y vi la sala. La aterradora sala cinco- Tenía una sala con todos los experimentos fallidos. Había siete, a cada cual mas dantesco. Cuando quería asustarme me encerraba allí. Y me decía que todavía podía unirme a ellos...

Tenia ni treinta años, o eso aparentaba. Porque en realidad no sabia que edad tenia. Otra cosa que me habían hecho es que no envejeciera como una persona normal. Igual vivía lo mismo, o puede que muchísimo mas, no tenía forma de saberlo pues mi apariencia no cambiaba.

Pero en toda mi vida había reprimido un montón de recuerdos llenos de atrocidades que habían cometido conmigo. Encerrada en una botella. Pero ahora parecía que el corcho hubiera saltado y el contenido fuera champan. Por que me encontraba hablando. Hablando mucho. Algo que nunca había hecho. Pero lo curioso es que al contarlo me sentía aliviada. Como si el hecho de explicarlo me hiciera sentir que la carga era menor.

Escuche en silencio la historia de Venus y asenti, lentamente, mientras apoyaba mis manos sobre la encimera, con un gesto pensativo- Podrian ser efectos efectos secundarios de la carencia de dextrógiros. - dije entonces, como si Venus supiera de qué estaba hablando.

Entonces la mire, dibujando una pequeña "o" con mis labios, mientras alzaba un dedo, indicativo de la explicacion que estaba a punto de llegar- Si, tengo una ligera idea, de hecho... - dije, comenzando a divagar, con aquel brillo en los ojos tipico del genio apasionado que es capaz de entender el mundo que le rodea.

-Intentaré hacerlo simple. Existen dos tipos de aminoacidos: los levogiros y los dextrogiros. Se cree que al inicio de los tiempos ambos se encontraban en igual medida por doquier aunque, con el paso del tiempo, los levogiros acabaron ganando la partida a los dextrogiros y los desterraron, haciendose los amos y señores de la vida orgánica tal y como la conocemos, en base a proteínas levógiras...

En teoria, un consumo de dextrogiros deberia intoxicar a cualquiera que los ingiriera, provocando precisamente los efectos que han provocado en ti la carencia de ellos... A no ser que... - dije entonces, haciendo una pausa, preparandola quizas para lo que estaba a punto de decirle- Esa criatura no fuera como nosotros...- añadi, mirando a la mujer, apretando ligeramente los labios- Meredith... ¿Y si no eres como el resto de humanos? ¿Y si... tu existencia no se basara en las proteínas orgánicas levógiras y por eso tu cuerpo necesitara esos aminoacidos para poder seguir funcionando con naturalidad? Si comes y bebes normalmente, lo unico que ingerirás serán levogiros. Por eso necesitas esas proteinas, para suplir la carencia de dextrogiros que tiene una dieta normal. - dije, pasándome una mano por la nuca, mientras mis ojos se mantenian clavados en la mujer, esperando una reaccion por su parte. No todos los dias le dicen a uno que es un bicho todavia mas raro de lo que ya lo es...

-¿Recuerdas algo mas de aquellos experimentos? Cualquier detalle: aparatos, sustancias, pruebas... Cualquier cosa que me pueda ayudar a ver qué hicieron contigo... - dije, pensativo, mientras  mi mirada se desviaba a aquella anatomia perfecta que tenia ante mi, aunque, por desgracia, aquella mirada no tenia ni un apice de pecaminosa. Mas bien,lo unico que destilaba, por muy raro que pudiera resultar en alguien como yo, era preocupacion.

Escuche la resumida clase de biología molecular de Mckay, prestando atención a todas sus palabras.

Cuando dijo que si no era como lo demás humanos, no pude evitar sonreír. Al fin y al cabo, siempre había sabido que no era como los demás... que era un monstruo en una carcasa humana. Pocas veces me había sentido humana. Esto sólo me confirmaba mi pensamiento.

-El Doctor Shmidt me creó. Una vez me dijo que podía ser su hija. Por que tengo un 0´9 % de su ADN. Teniendo en cuenta que estoy basada en el carbono y no por ejemplo en el silicio. Imagino que mi base salió de él. Y que luego pudo avanzar desde ahí.

Al escuchar lo que pregunta acerca de si recordaba algo, cerré los ojos y empecé a concentrarme. Relajé mi respiración y pulso para ayudarme a recordar. Siempre he tenido un absoluto control de toda mi fisiología.

Fragmentos de mi vida iban pasando. Sabia que había algo que podría servir a Mcckay. Era como intentar atrapar el humo con las manos. Pero tenia que seguir el rastro que dejaban para llegar hasta ello. Y de pronto llegué. 

-Creo que recuerdo algo. -comento en un susurro. Y empiezo a narrarle lo que iba recordando.

Soy una niña. O por lo menos tengo cuerpo de niña. Nunca he sabido que edad tengo en realidad. Huelo el caramelo mentolado de Shmidt. Abro los ojos y le veo.

Me sonríe condescendiente. Siempre lo hace cuando va a hacerme algo que duela. ¿Qué es lo que piensa hacerme? -me pregunto con un hilo de voz y miedo. A pesar de que es un recuerdo y ahora ya no puede hacerme daño, lo siento como si estuviera ahí.

A pesar de que estoy en el laboratorio con McKay, mi mente esta en otro tiempo y en un lugar muy lejano. Casi sin darme cuenta digo en voz alta las palabras que Shmidt me dirige:

- Tranquila, querida. Te dolerá. Pero tienes que ser fuerte. Solo si eres fuerte seguirás adelante.

Entra alguien en la sala. Otro Doctor su nuevo ayudante. Al viejo lo mate. Me hizo daño, le clavé un bolígrafo en la carótida. Hablan entre ellos.

- Buenos días señor. Le traigo los informes. No hay ningún problema de rechazo en la secuencia genética

Shmitd sonríe.

-¿Lo dudaba? Es perfecta, ya se lo dije. Veinticuatro pares de cromosomas. Dos mas que los humanos normales. Algo que la eleva por encima de ellos.

El otro parece extrañado.

- ¿Veinticuatro? ¿Cómo lo ha hecho?

- Ve eso de ahí. Si yo soy su padre, Lucy es sin duda su madre.

Me giro y veo lo que ellos ven. Un esqueleto, de aspecto humanoide pero deforme. Shmidt lo trata como si fuera el Santo Grial.

A mi siempre me dio miedo. A pesar de ser solo un esqueleto tenia una marcada cara de terror.

- Le presento a Lucy. Es nuestro anterior candidato, cuando trabajamos sobre el patrón original intentando aplicar nuestro modelo levógiro. No sobrevivió, pero ya sabe que todos los grandes logros se basan en errores previos. De modo que me he visto obligado a asumir los dextrógiros y sobre esa base hemos añadido otro par de cromosomas de diseño, destinados exclusivamente a estabilizar el sistema. Pero el resultado es espectacular, hemos podido aplicar todo tipo de mejoras genéticas, una fuerza superior, resistencia, velocidad. Las células se dividen veinte veces mas rápido, con lo que tiene un factor de curación avanzado. Las mejoras genéticas le permitirán superar incluso las enfermedades que todavía asolan a la humanidad, gracias a una inmunidad mejorada, vencerá incluso al cáncer...

-¿Y en base a aquella transmisión han logado todo esto?

Shmitd se acerca a un monitor y lo enciende. Sale una pantalla con multitud de datos genéticos.

- Adaptándolo a nuestra biología. Por eso ella es perfecta. Un puente. Mi puente. Entre dos razas. Pero no hablemos mas, tenemos un proceso que empezar.

Escucho un ruido de maquinaria. Estoy sujeta a una silla metálica. Y comienza el dolor. Un dolor atroz.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHGGGGGGGGGGG

Abro los ojos gritando. Estoy en el laboratorio del AURORA. Por fortuna el rostro que veo es el de McKay. Estoy temblando de miedo. Todavía puedo notar en mi cuerpo los tubos por los que me introducen compuestos.

-Estaba... en una prueba... Quería probar a qué compuestos era alérgica. Me dolió muchísimo... le pedí que me matara. Pero él sólo sonreía y seguía. Diciendo lo mismo: que tenia que ser fuerte.

El sudor recorre todo mi cuerpo. Como resultado de recordar una vivencia tan traumatica.

Me limito a escuchar en silencio a Venus cuando comienza a relatar su historia. Y me sorprendo, tras algunos segundos, empatizando con aquel dolor, con aquel sufrimiento, con aquella situacion. Yo, el gran McKay, aquel que siempre habia presumido de tener una patata por corazon, aquel a quien jamas afectaba el sufrimiento ajeno. Alli estaba yo, sintiendo aquel dolor, aquella angustia, aquella rabia y aquella impotencia ante lo que la mujer habia sufrido. Analizando, palabra a palabra, cada uno de los motivos de aquel dolor, cada uno de los hechos que pudieran esclarecer algo mas la situacion de Venus, y el uso de aquella sustancia en su cuerpo.

En un primer momento, a voz de pronto, extraigo una serie de conclusiones bastante obvias y sencillas, al menos para alguien como yo: en primer lugar, estaban aquellos 24 pares de cromosomas. Muchas alteraciones cromosómicas tenían consecuencias catastróficas, como la trisomía 21 en el Sindrome de Down... pero en esta ocasión había provocado, precisamente, el efecto opuesto, dando lugar a un humano muy por encima del resto, tanto fisica como intelectualmente.

En segundo lugar que, aunque parte del codigo genetico de Schmidt está allí, en ella, es posible que la base se haya visto transformada posteriormente, que solo sirviera como cimientos sobre los que asentar su obra, su gran obra.

En tercer lugar, que por increíble que resulte los dextrogiros habian resultado una imposición para que aquella quimera fuera posible. Era como si trabajasen sonbre un planteamiento base impuesto externamnte. O tal vez allí estaba la clave de todo: un humano que sustentaba su existencia en los levogiros no podia desarrollar aquel tipo de capacidades, ni de aguantar semejante grado de manipulación genética. Habia sido precisamente esa ausencia de dextrogiros lo que, al parecer, habia acabado con la anterior version de Venus. Y eso, sin duda, explicaria aquellos efectos secundarios ante la ausencia de aquellas pastillas.

Ademas, estaba aquel nombre. Un nombre que ya habia oido en alguna ocasion, durante alguna que otra presentacion. Uno que correspondia a la extraña acompañante de Bester, aquel hombrecillo siniestro. ¿Casualidad o coincidencia? En aquel entorno era dificil decirlo, aunque nunca estaba de más no pasar algo por alto, tener todas las variables en cuenta.

Y luego estaba aquella alusion a una segunda raza. Si, sin duda habia alguna variable que habia pasado por alto, aquella "madre" de la que Schmitd habia hablado... ¿Que era, exactamente, Lucy? ¿Tan solo una creaccion de laboratorio? ¿Un ser de otro sistema? Era dificil saberlo, teniendo en cuenta que no teniamos acceso a aquella criatura.

Muchas variables de las que, al menos yo parecia estar comenzando a extraer una conclusion. O al menos una ligera idea de por qué Venus era tan especial.

Sin embargo, verla así, tan afectada, temblando de aquella forma, hizo que mi cabeza dejara de funcionar durante unos segundos en los que, en silencio, me limite a rodearla con mis brazos, en un gesto de claro consuelo- Shhh... Ya no está. Y no volvera, te lo aseguro. - dije entonces, a modo de promesa. Iba a llegar al fondo de aquello, a descubrir como habian jugado exactamente con ella, que habian conseguido con toda aquella tortura.

Y, en silencio, esperé a que la mujer se tranquilizara, dejando un suave beso en su pelo, mientras mi cabeza seguia funcionando a velocidades de espanto.

Rodney escuchó en silencio mi relato. La verdad es que comenzaba a admirarle. Era muy valiente. No ante un combate físico, cierto, pero había muchas formas de valor. Y Rodney estaba ahí de pie a mi lado, aguantando una historia muy difícilmente digerible.

Sin duda, su cerebro estaría funcionando mas rápido de lo que viajaba esta nave. Pero cuando acabé mi relato, hizo algo que nunca nadie había hecho. Me dio un abrazo y me consoló. Eran increíble como unas palabras y un gesto podían ayudar tanto. Me separé de él con ternura y me coloqué el pelo.

- Gracias Rodney de verdad. No se que haría sin ti.

Tras ciertos acontecimientos en el comedor común de la nave, Rodney McKay regresa al laboratorio científico acompañado por Alfred Bester, ese peculiar hombrecillo que le han presentado como Agente del ONUG.

Probablemente un miembro de los servicios de inteligencia... es decir, de contraespionaje.

Vale. Igual me habia precipitado. Visto de cerca y habiéndolo escuchado, a lo mejor el hombrecillo siniestro era todo un individuo por descubrir. Al menos parecia saber de qué estaba hablando... o al menos con quién.

No negaré que todas aquellas afirmaciones sobre mi persona contribuyeron a hinchar mi ya de por si hipertrofiado ego, pero... ¿A quien no le gustaba escuchar de vez en cuando alguna verdad sobre sí mismo?

Asi pues, acabe por ladear una sonrisa en mis labios, mientras tendía la mano a aquel tipo que acababa de presentarse, observando, con aire satisfecho, el vaso que habia traido hasta el laboratorio- Doctor Rodney McKay. Aunque está claro que eso usted ya lo sabe... -dije, mas como formula de cortesía que como presentación. Estaba claro que, en aquel caso, mi fama me precedía.

Y, tras coger uno de aquellos guantes de látex que solia haber por decenas en cualquier laboratorio que se preciara, acabé por coger aquel vaso, observando su contenido de cerca, mientras la sonrisa se afilaba en mis labios. Amaba los retos.

- Tranquilo, soy su hombre. Lo dificil sólo me lleva unos segundos. Lo imposible, un par de minutos. -dije, acabando por mirarlo, dándole a entender que si había algo extraño en aquel vaso, pronto daría con ello.- Me alegra ver que ambos estamos de acuerdo en que hay algo más de lo que parece en lo que acaba de suceder. -añadí, asintiendo, al tiempo que comenzaba a preparar el material necesario para extraer y analizar una muestra de los escasos restos de aquel líquido.

Rodney Meredith McKay

Sin duda es un científico brillante. La genialidad encarnada. Pero por desgracia vive su existencia bajo la tiranía de un ego hipertrófico, de un complejo de superioridad casi patológico, dominado por un concepto de sí mismo como “divo” que le hace del todo insufrible para cuantos le rodean. Y por tanto, blanco de todo tipo de antipatías y enemistades.

Sus habilidades sociales son nulas, su capacidad de empatía desconocida, fracasa incluso ante la más elemental de las formas de interacción con otros seres humanos… y eso hace que no sea muy difícil imaginar que toda esa pretendidamente “abrumadora superioridad” no sea más que un torpe mecanismo de defensa ante el rechazo sistemático. Resulta irónico que alguien tan inteligente sea incapaz de gestionar mejor sus respuestas a la frustración, pero donde cualquier otro es capaz de adaptarse, McKay se aísla cada vez más en su burbuja intelectual, concentrándose en la resolución de retos conceptuales, de dilemas científicos, e ignorando las dificultades a las que se enfrenta diariamente, rodeado de gente que le detesta. Pero que muchas veces deben supeditarse a sus incontestables méritos académicos.

O al menos, así ha sido su vida hasta que se ha producido el milagro.

Porque ahora, recientemente, Rodney ha visto toda su existencia revolucionada, vuelta del revés como un calcetín, maravillosa e inesperadamente. Porque se ha enamorado.

De una forma loca y apasionada, como un adolescente. Y de una mujer espectacular que encima parece corresponderle sin ambages, una Venus que le ha proporcionado un nuevo rumbo a su monótona vida, por muy elevado que fuera el concepto que siempre ha tenido de sí mismo.

Lógicamente al principio desconfió, era muy extraño que una real hembra como esa se pusiera en sus brazos sin objecciones, sin plantear la menor resistencia. Es decir, claro que él es el brillantísimo Dr. McKay, futuro premio nobel de física, una figura con un destino manifiesto en los anales de la ciencia, que será reconocida en tiempos venideros como uno de los más grandes… pero hasta el presente, el universo se había empecinado en ignorar su grandeza. O al menos la mitad del universo que constituía el sexo opuesto. Eran demasiado triviales para darse cuenta de su atractivo.

Sin embargo, ha sido intimar un poco con Meredith Vickers y ver hechas realidad todos esas cosas que siempre se repetía tras cada fracaso amoroso. Que todo era cuestión de tiempo, aguardar un poco más hasta conocer a la mujer apropiada, la que fuera capaz de reconocer al instante su genialidad y quedar prendada de sus indudables virtudes.

Luego, conforme ha ido descubriendo algunos secretos sobre ella, ha empezado a hacerse cargo en un pequeño rincón apartado de su cerebro, uno que todavía conserva la capacidad necesaria para un pensamiento analítico, entre la tormenta de emociones y hormonas que le embarga… de que ella seguramente estaba buscando de forma desesperada una mente científica como la suya, alguien con el talento necesario para entenderla, para desvelar su misterio, para ayudarla.

Porque menudos secretos se traía la muchacha… todo un reto para la ciencia.

Es toda una suerte que diese con alguien como él, porque lo más seguro es que ningún otro estuviese a la altura de un reto semejante. Todo tiene sentido viéndolo así, ella ha sabido reconocer a su paladín en el mejor científico de la humanidad. Luego es absolutamente cierto, ella sabe apreciar sus méritos.

Y por eso la quiere más que nunca. No hay duda, están hechos el uno para el otro...

Bester ignoró de una forma que podría haber resultado alarmante la actitud de McKay sobre su propio egocentrismo. Pero donde los demás veían "problemas" él solía ver "oportunidades". Era una de esas pequeñas ventajas de una visión periférica de la situación.

Por ello cuando el científico sintió la necesidad de decir cuan bueno era, de airearlo a los cuatro vientos, Bester se limitó a sonreir. - Me pregunto cuánto de cierto tiene esa afirmación. - Soltó por su boca, sin titubear, sin preocuparse lo más mínimo de esconder o atenuar su tono.

- Por favor, no detenga su trabajo por mi presencia. Gusto de ver trabajar a los demás. - Señaló el laboratorio con la mano abierta, indicandole que podía seguir procediendo mientras hablaban.

Esta vez el análisis químico resulta mucho más sencillo... claro que en esta ocasión las cosas son como cabía esperar, un proceso ordinario que se resuelve con la aplicación de la lógica, no una tarea casi imposible.

Claro que con Rodney Mckay, la palabra imposible no tiene cabida. Y para un genio como el tuyo, lo difícil sólo lleva segundos y lo que para otros sería imposible supone apenas unos pocos minutos... bueno, mejor dejémoslo ya.

La cuestión es que el espectógrafo de masas identifica, además del alcohol de fermentación casera, otra molécula bastante común pero que no debería estar aquí, la lactulosa, un disacárido semisintético. Y cuando la cotejas con las bases de datos bioquímicos, resulta ser un laxante osmótico de uso bastante común.

Eeeee... pues sí. Un laxante.

Por eso Young sufrió esos retortijones y esa imperiosa urgencia por acudir al retrete.

¿Pero esto qué ha sido? ¿Algún tipo de broma infantiloide?

-Eso podrá decidirlo usted mismo enseguida. Una media sonrisa se ladeó en mis labios ante la primera afirmación de Bester. Por favor, estaría encantadísimo de corroborarle ese hecho incuestionable...

Y por supuesto, así lo hice.

Se trató de un procedimiento sencillo y rutinario que no me llevó demasiado tiempo. Un proceso en el que no sólo me desenvolví a la perfección en aquel laboratorio sino que, ademas, me sentía relajado, cómodo y, sin duda, en mi salsa.

Y, poco despues, alcé las cejas, en una expresión divertida, cuando quedaron al descubierto los resultados de aquel análisis- Laxante. Parece que nuestro amigo no cuenta con demasiados simpatizantes. - dije, tendiendo los resultados de la prueba a Bester, señalando con mi dedo en especial la parte en la que podía leerse con claridad la palabra lactulosa, con una expresión triunfal en el rostro. Una vez mas, McKay se llevaba la palma.

Bester se limitó a llevar las manos a la espalda, contemplando a McKay trabajar, caminando de un lado a otro del laboratorio e investigando el lugar, sin decir palabra, mientras el científico trabajaba. Y cuando acabó una sonrisa afloró a sus labios.

No, se había confundido de par en par si pensaba que descubrir qué llevaba aquella bebida iba a ser su... prueba.

- Pensaba que usted era Rodney McKay, el mejor. Pero esto... esto podría hacerlo cualquier químico recién salido de la universidad. - Comentó con tranquilidad, tras escuchar las conclusiones. Finalmente, se paró y giró hacia el científico cuando comentó que era un triste y normal laxante.

- Laxante. - Repitió. - Usted estuvo con él... ¿Quién le sirvió la copa a Young? - Le preguntó, llevando las manos a la espalda. - En cuanto a sus habilidades, tengo una cierta idea dónde ponerlo realmente a prueba... pero sólo si esta seguro de poder superarla, claro. -

Alcé una ceja, ante aquel desplante por parte de Bester. ¿Que eso lo podria haber hecho cualquiera? Bueno, vale, la verdad era que sí... aunque habia que reconocer que nadie seria capaz de hacerlo con tanto estilo como yo, para que negarlo.

Aun asi bufe ligeramente, dejando claro mi descontento- No soy yo quien tiene la culpa de eso. Póngame un reto a mi altura y lo resolveré. - dije, cruzandome de brazos, con cierto aire entre chulesco y desafiante. Pues claro que seria capaz de resolverlo. Era Rodney McKay, ¿que esperaba?

Entonces me formulo aquella pregunta sobre quien habia servido la bebida a Young, y mi mente volvio a aquel comedor, donde aquella panda de simios jugaba a las cartas- Fue uno de esos mandriles. Ese que tiene problemas de diccion... Negro, y muy pueblerino. No sé como se llama. - dijo, en una clara alusion a Greer. - Pero tambien le dio mi vaso y, que yo sepa, los cogio al azar de entre los vasos vacios que habia sobre la mesa... - dijo, intentando recordar si alguien habia hecho algun gesto fuera de lo comun. - En cualquier caso, si vertieron algo en la bebida, debio ser solo en la de Young. Yo me encuentro perfectamente. - añadi, mirando a Bester, intentando aun poner todas aquellas piezas en orden.

Sin embargo, pronto mi atencion se vio dirigida hacia la nueva propuesta de Bester. E, indudablemente, sabia qué proponerme para captar mi atencion, para llamar a mi curiosidad- Hable. Soy todo oidos... - dije, con aquel brillo en los ojos del genio que esta a punto de ver saciado el gusanillo cientifico.

Algo me decia que aquel hombrecillo no me iba a decepcionar.

- Un reto a la altura. - Repitió las palabras, de forma lenta y pronunciada. Como si saboreara cada un de aquellos vocablos mientras jugana con una idea y se llevaba las manos a la espalda, dibujando una diminuta sonrisa. Estaba claro que por aquel brillo en los ojos de Bester, algo tenía en mente. Y no debía ser algo sencillo.

- Greer. - contestó a Mckay cuando hizo referencia a alguien con problemas de adicción. - Entonces estamos ante la teoría de que un militar quiso gastarle una broma al equipo científico de la nave. Aunque debo decir que me parece demasiada coincidencia, teniendo en cuenta la... curiosa trayectoria del señor Young. - Carraspeó, como si aquel comentario totalmente intencionado hubiera sido producto de la casualidad, o de algo que se le había escapado. - Como iba diciéndole, ha sido una coincidencia de lo más extraña que unos soldados centraran su atención en él por algún motivo ¿No lo cree así, doctor McKay? -

Pero dejó aquella conversación a un lado, cuando aceptó aquel reto por su parte. - Como podrá adivinar, soy un hombre muy celoso de mi intimidad, y una nave de este tamaño, con gente tan dispar no es un lugar... precisamente óptimo para este tipo manías. Por eso me preguntaba si usted, lo mejor que la humanidad puede ofrecer, podría... - Bester se encogió de hombros, contemplando a su alrededor. - ...contruir un inhibridor de multifrecuencia, con generador de ruido blanco a a partir de los 33Khz, con un sensor de comunicación y lo más importante, que funcione siempre. No he conocido a nadie que fuera capaz de hacerlo... y no se preocupe por los permisos, este es un proyecto conjunto del cual el Comandante Adama tiene un cierto interés especial. -

Escuché la observacion de Bester, a proposito de la "broma" a Young. Y lo cierto era que saber que no eramos los únicos que parecíamos tener sospechas al respecto, hacía que aquella hipótesis tuviera cada vez más fundamento.

Apoyé entonces las manos en la mesa, inclinándome ligeramente hacia delante, en una pose cargada de interés.

-Señor Bester, es obvio que un hombre como yo no cree en las coincidencias... - dije, sencillamente, dejándole claro que, al igual que él, tambien suponía que había algo más.- De lo que pude destilar de la conversacion con el señor Young, parece ser que no han sido las unicas "bromas" que alguien le ha estado gastando... - le expliqué, intentando aprovechar aquella oportunidad de saber algo más, al tiempo que hacia memoria, recordando aquella conversación- Está claro que alguien con una "trayectoria" como la de Young habrá coincidido con el grupo de primates en mas de una ocasion... - añadí, dejando al descubierto mi opinión- Sin embargo... me pregunto si alguno de ellos estará a la altura de Young intelectualmente hablando. - añadi, sin decir nada más sobre aquellos "incidentes", sopesando el grado de "colaboracion" de Bester.

Entonces llegó el momento de la verdad. Aquel encargo. Uno que, desde luego, estaba más a mi altura que esa birria de análisis y que, dicho sea de paso y en vista de lo sucedido en los ultimos dias, podria ser el primero de dos- Ya veo. - dije, mirando a mi alrededor, de forma inconsciente, preguntandome si en realidad estabamos siendo tambien vigilados en aquel momento. Últimamente la sensación de vigilancia constante era algo que estaba alimentando mi paranoia interior- ¡Claro que podria hacerlo!  Coser y cantar.  Sin embargo, me pregunto por que el Comandante estaría de acuerdo con algo tan necesario como ese aparato...  -añadí, remarcando la palabra "necesario" para dejar claro que, por mi parte, tambien tenía claro que la intimidad era algo en peligro dentro de aquella nave.

- No son las únicas bromas, pero tengo por seguro que ninguna de ellas ha sido tan... obvia y pública. - Dejó claro que aquella debía tratarse de una broma fuera de lugar, una muy diferente a las demás, si es verdad que había tenido más que esas. - Aunque... por lo que dice, supongo que estamos hablando de... bromas a nivel intelectual. Y de ese tipo, doctor Mckay, no hay muchos pasajeros presentes que sean capaces de hacerlo sin levantar sospecha. Por ello me pregunto... - Hizo una pausa, como si no tuviera interes ninguno en lo que estaba a punto de decir. - ...cuántos de nuestros científicos serían capaces de hacer algo así. - Acabó por decir a la par que clavaba la mirada en McKay con cierto aire... ¿Acusador?

- O quizás podríamos estar hablando de otro tipo de... elementos. ¿Qué opina usted, Doctor? - Acabó por preguntarle, llevandose las manos a la espalda.

Pero cuando McKay dijo que podía hacerlo, y acabó por hacer una pregunta ambigua, Bester pareció disfrutar de aquel futil intento por parte del Doctor de sacarle información. Debería no sólo hacer mejores preguntas, si no además mejor dirigidas. - ¿No es la intimidad una necesidad social elemental del ser humano? Haga las preguntas correctas, Doctor McKay. Odio que intenten andarse con laberintos verbales que no pueden... ganar. -

En la cabeza del agente de la ONUG, las primeras frases de McKay le hicieron formular mentalmente más de un nombre... y más de dos... Gente que ya figuraba en una lista, y que cada vez que alguien señalaba en la misma dirección, se reafirmaba aquella sospecha. - Variopinta. Decían antiguamente "De todo debe haber en la viña del Señor" A veces, este tipo de frases toman... reforzado argumento. - Pero no hizo mención de nada más, dejándolo en el aire pues, ni sabía si podía fiarse de McKay, ni sabía si había micros allí.

- Lo que me pregunto realmente es... cómo de limitada esta su búsqueda, Doctor McKay. No es una cuestión trivial, precisamente. Porque si usted decide defender a su equipo, cosa que me parece totalmente noble y justo, y descartamos el autosabotaje, la lista es muy, pero que muy corta. - Se llevó las manos a la espalda, durante unos segundos.

Las dos últimas preguntas de McKay le arrancaron una sonrisa a Bester, que negó con la cabeza. - ¿Y por qué arriesgarse, doctor? ¿Por qué ahora, qué teme en su entorno? - Con aquella pregunta quiso dejarle claro que, después de que contruyera aquel "aparato" podrían hablar mucho más tranquilamente.

Y que por lo tanto, sí, tenía algo que ver con las corporaciones.

Gaius Baltar acudió presuroso al Laboratorio Científico de la nave, que en estos momentos albergaba a unos distraídos Kavanagh y Kern que apenas le prestaron atención con un educado saludo de puro compromiso, con intención de volcarse en el análisis informático que le había encargado el propio comandante Adama.

Sabía que estaba afrontando una tarea compleja, y que probablemente actuaba contra reloj, con las dos lanzaderas accesorias del AURORA en vuelo, en diferentes trayectos relacionados con la Estación Orbital de Palas, trayendo o llevando a diferentes miembros de la tripulación... de modo que se aplicó a ello con ese entusiasmo feroz que sólo poseen quienes viven para su trabajo, quienes sienten una dedicación absolutamente vocacional por lo que están haciendo. Porque esto es para lo que han nacido...