El hermano Edmundo parecía estar indignado ante los comentarios del grupo sobre dejar pasar por alto el pecado de Gugliemo. Se mordió los labios y se rascó la barbilla antes de decir
"La única cura cuando un monje débil sucumbe al pecado es la severidad y la disciplina y robar siempre es un pecado, independientemente de que lo robado sea poco valioso o se devuelva. No le pegaré, verdad Gugliemo que Edmundo no te pegará, Gugliemo? O prefieres que hablemos con el hermano Bernardino??"
Gugliemo temblo al nombrarle al hermano Bernardino y balbuceó
"Gugliemo, malo, malo, malo. Edmundo es bueno e intenta enseñar a Gugliemo pero Gugliemo es tonto y malo pero no lo volverá a hacer, Gugliemo aprende, Gugliemo es listo" dijo dándose golpecitos en la cabeza satisfecho de si mismo.
Edmundo suspiró y negó mientras lo empujaba hacia fuera de la celda diciéndole con severidad
"El abad se enfadará si la campana no suena a su hora Gugliemo. Son completas, y ya sabes que el abad necesita que toques la campana para poder irse a dormir. Te acuerdas?"
Gugliemo asintió y salió corriendo con una sonrisa de felicidad mientras gritaba
"Gugliemo tocará la campana, Gugliemo hará feliz al abad y el monasterio dormirá. Gugliemo, a dormir!"
Edmundo lo vio marcharse y suspiró antes de componer una pequeña sonrisa de afecto hacia el monje jorobado. Les miró y les dijo
"Gugliemo toca la campana y ayuda al hermano Horacio en el huerto en las tareas más físicas y aunque no es un monje vive entre nosotros. Hace 35 años alguien lo abandonó en las puertas de la abadía y desde entonces vive con nosotros. Es difícil hacerle entender las cosas pero nuestro señor no nos permite abandonar a los desvalidos y vuestro perdón hará que su castigo sea menor." Dio un par de pasos hacia atrás antes de decirle "Si necesitan cualquier cosa cualquiera de los novicios les podrá ayudar aunque la puerta de la abadía permanecerá cerrada hasta la mañana. La campana sonará a las 6:00 para la misa de Laudes así que debo descansar. Yo también debo purgar mis pecados y pedir iluminación para guiar a la oveja descarriada de Gugliemo. Que descanses y que Ilmater cuide de sus sueños"
El monje se marchó dejándoles a solas. En el suelo estaban los objetos que había robado Gugliemo. El primero que recuperó una de sus hachas fue Karel y todos ellos recuperaron su odre, la coquilla de la armadura y finalmente el diario de Phineas. Los objetos estaban en buen estado ya que solo los había cogido para jugar, o tal vez solo habían llegado a tiempo para evitar el hurto. Era tarde, el día había sido largo y mañana tal vez estarían de nuevo en el camino si los monjes los echaban de allí por el último de los deslices involuntarios de Erika.
Como habéis posteado todos..... turno extra! :D
Tras aquel incidente, Ordock se relajó. En ausencia de monjes, todo lo que dijera Erika quedaría entre ellos. Era una joven muy impulsiva, solía decir todo lo que pensaba y eso, aunque a priori podía parecer una buena calidad. Se podía volver muy rápido en contra de uno. Al fin y al cabo, la sinceridad estaba bien, pero tenía unos límites que era mejor no superar. No obstante, a Ordock Pae le gustaba como era esa chica, cada vez más...
- Será mejor que nos vayamos a dormir. - Dijo al fin el paladín habiendo recuperado su coquilla. - Los monjes suelen ser madrugadores y si queremos desayunar antes de partir, tendremos que seguir sus rutinas. - Se dio media vuelta para meterse en su celda, pero entonces recordó algo. - Cerrad bien las puertas... - Miró a sus compañeros con un gesto entre preocupado y bromista. - ...no sabemos lo que puede pasar esta noche.
Dicho aquello, Ordock se introdujo finalmente en su celda y cerró por dentro. Revisó entonces que no le faltara nada, rezó unas oraciones a su diosa Amateratsu y se tumbó en la cama tapándose con la manta. No era el lecho más cómodo sobre el que había yacuido, pero si que era bastante más confortable que el suelo frío de la carretera o el saco de dormir sobre el suelo boscoso. No tardó demasiado en entrarle sueño. Estaba realmente agotado. El viaje y el frío habían entumecido su cuerpo y deseaba descansar. Se lo había ganado.
Observé cómo se alejaban los dos monjes. Curiosa pareja.
-"Bueno muchachos, como dice Ordock, será mejor que nos vayamos a dormir. Mañana por la mañana intentaré hablar con el abad para ver si nos deja pasar unos días más, a cambio de que le ayudemos en algo. Aprobecharemos para descansar y recuperar fuerzas. Buenas noches."
Di media vuelta y me dirigí a mi celda. Al entrar cerré la puerta y miré exahustivamente que no me faltara nada más de mi equipo. La cama no parecía muy cómoda, pero era mejor que dormir al raso.
Al cabo de un rato, terminé de revisar mi equipo. Tenía que ir al baño y salí en silencio de mi celda. Recordaba haber oido que las letrinas estaban afuera, pegadas al muro este... y sino las buscaría, mis tripas me lo pedían. Salí del edificio al patio en plena oscuridad y observé en derredor por si veía a alguien. Avancé por la abadía buscando las letrinas.
Tirada oculta
Motivo: Percepción para ver si veo algo al salir al patio
Tirada: 1d20
Dificultad: 13-
Resultado: 9 (Exito) [9]
Tiro por SAB para la percepción.
-Pues no estoy de acuerdo, hermano Edmundo. Esa no es la única cura. La auténtica cura y verdad es el amor, eso es. Reflexiona sobre ello.
Erika, joven, decidida, tenía muy claros los preceptos de su diosa. Los defendía con la pasión de la juventud y el convencimiento de que la razón era suya, además de que sus compañeros todos coincidían en su parecer, en perdonar y no castigar a Gugliemo. Aunque no fue consciente de que estaban bajo techo ajeno y gracias a la bondad y cortesía de los monjes.
Pero no se le pasó por alto esas amenazas acerca de Bernardino.
Recogió su odre, escuchó las explicaciones de Edmundo, -Que la dulce Amaterasu guíes los tuyos- se despidió sonriendo. Asintió a las palabras de Ordock acerca de la seguridad.
-Sí que necesitamos un descanso. En una camita y no al raso. Qué bien. –miró al enano- Te lo agradezco, Karel, estaría bien quedarse unos días. Cuenta conmigo, con todos, para ayudar en lo necesario. ¡Me puedo ocupar del huerto! Vi mucha hoja muerta, un poco descuidado, yo creo que al jorobado no le gusta mucho trabajar…Buenas noches.
A Erika le vino algo a la cabeza y salió corriendo de la celda tras la silueta de Edmundo.-¡Buenas noches, amigos!
Corría, arrastrando esa ligera cojera.- ¡hermano, hermano Edmundo! ¿Por qué esa… manía del pecado. Todo pecado. ¿Qué pecado debes purgar? ¿Bernardino golpea a Gugliemo? ¿No es eso un pecado también? –se acercó más a él- ¿Podría tocar las campanas? Me hace ilusión, ¡ha pasado un siglo desde la última vez!
Phineas tomó su diario y revisó que todo estuviera en órden, era posible que para los otros las pertenecias sustraidas fueran superfluas, pero para el mediano su diario era lo único que él consideraba propio.
Todo estaba allí, desde la primera anotación a la última. Una ingresada la noche que había decidido partir en busca de una historia física y tangible, la última hacía poco más de una hora. Cerró el cuaderno de viaje y en silencio se metió en su celda, no cerró la puerta dado que quería escuchar la respuesta del hermano Edmundo a la impetupsa Erika, no le extrañaría que, contra lo propuesto por Karel, terminaran expulsados de la Abadía esa mksma noche.
Sacó el libro de debajo de la almohada y con cuidado lo llevó la mesa. Encendió una vela y se aseguró de que al consumirse la cera no se derramase hacia el libro, y con ímpetu renovado acometió la lectura de los capítulos que le faltaban. Ya anotaría más tarde los acontecimientos del día, entre tanto estaba atento a lugares interesantes del relato que pudieran ser visitados más adelante.
Notó que al cuaderno le quedaban no muchas páginas, segúramente al hermano Bernardino no le molestaría prestarle alguas de las muchas páginas en blanco que debían guardar en el scriptorium. Al día siguiente le pediría algunas, o quizá podría ahorrale la molestia al hermano y pasar el a retirar algunas en un par de horas, cuando terminara con el libro y hubiese hecho sus anotaciones.
Las letrinas estaban al otro lado del recinto de la abadía pero cuando un enano tiene que ir tiene que ir. Al salir del dormitorio de los novicios se dirigió hacia el norte, en dirección al claustro y dejando el cementerio a la izquierda que tenía un aspecto especialmente tétrico durante la noche. Al llegar al claustro le pareció escuchar un sonido de pasos en el terreno pedregoso del cementerio pero al volverse no vio nada. Llegó a las letrinas y alivió su vejiga con satisfacción sin mayores contratiempos.
Al volver a su celda volvió a mirar al cementerio con la tranquilidad de llevar la daga escondida en la bota, no por miedo ni por superstición, un enano no temía a la muerte pero aquel dios extraño le haría tener escalofríos a cualquiera. Llegó a su celda y un rápido vistazo le indicó que todo estaba en su lugar. Con la tranquilidad de saberse seguro y lejos de los peligros habituales de los caminos se durmió en una cama limpia y extrañamente cómoda.
El hermano Edmundo iba camino de su habitación cuando Erika le alcanzó y empezó a avasallarlo con sus preguntas y cuestiones. El hermano suspiró y juntó las manos en su regazo mientras se cargaba de paciencia para contestarla, aunque lo hacía extrañamente con una sonrisa bondadosa
"hernana Erika, que inesperada sorpresa. Todos tenemos pecados que purgar, el ser monjes no nos hace perfectos. Cuidar de Gugliemo es difícil y a veces hace que se nos desborde la paciencia, aunque intentamos que estas preocupaciones no lleguen al abad o al hermano Bernardino que tienen muchas preocupaciones. El hermano Bernardino es mi superior en el scriptorium y es un hombre bueno con demasiadas preocupaciones encima, sobre todo después de los sucesos que ha ocurrido con el hermano Abel. A todos sus compañeros nos ha golpeado pero a él más puesto que lo trataba con el mismo amor que un maestro trata a su alumno más querido"
Las palabras de Edmundo parecían honestas y sinceras y de ellas se desvelaba un profundo respeto y admiración por el hermano Bernardino, no solo como copista sino como monje. Entonces las campanas sonaron alegremente mientras Edmundo miraba al campanario con afecto y le decía
"Parece que llegáis tarde, además Gugliemo no cedería ese honor a cualquiera. Tocar las campanas es su mayor orgullo pero quien sabe, tal vez seáis capaz de ganaros su confianza. Por favor, no le llenéis la cabeza con ideas extrañas, el pobre acabaría sufriendo. La vida de Gugliemo sería difícil fuera de estos muros. Ya sabéis que el mundo no es bueno con la gente como Gugliemo y cualquiera se podría aprovechar de sus pecaminosas habilidades para el robo. Y ahora hermana debo retirarme, tal vez en vuestro credo no lo hagáis pero en el nuestro siempre nos recogemos antes de dormir. Necesito pedir iluminación para impedir que Gugliemo siga pecando. Buenas noches hermana"
El monje se encamino hacia la casa de la orden y Erika volvió a la de novicios donde tenían la celda. Revisó sus parcas pertenencias y se metió en la cama con la tranquilidad de estar a salvo, sin la necesidad de hacer turnos de guardia y con la seguridad que los hombres del barón no los buscarían allí.
Tirada oculta
Motivo: Sabiduria
Tirada: 1d20
Dificultad: 15-
Resultado: 20(-3)=17 (Fracaso) [20]
Los objetos robados habían sido devueltos en perfectas condiciones y ningún otro objeto se había tocado para su tranquilidad. Gugliemo había tocado las campanas 3 veces y habían resonado alegres llamando al monasterio a recogerse en oración antes de irse a dormir. Poco a poco la abadía fue cayendo en un sueño reparador sin que nadie intentara entrar en sus habitaciones, que no contaban con ningún tipo de cerrojo para impedir el paso.
Cuando todo el monasterio estaba en lo más profundo de su sueño el sonido agudo y metálico de la campana de la iglesia les despertó. Al mirar por la venta todos pudieron ver que era noche cerrada y que la campana estaba sonando antes de hora puesto que el sol ni siquiera se insinuaba en el horizonte. El monasterio comenzó a poblarse de luces de antorchas mientras la campana seguía resonando con un tañido diferente del que habían escuchado en la llamada de completas, un tañido que venía de la parte superior del campanario y que sonaba a las campanadas que anunciaban una muerte.
Phineas se despertó a un cuarto oscuro y frío, con la cabeza apoyada en la mesa y una sensación de desorientación absoluta. Cada campanada lo traía un poco más a la realidad, y sus ojos se adaptaron rápidamente a las condiciones de luz reinante. La luz que entraba por la ventana le permitió distinguir los contornos y detalles gruesos de los objetos sobre la mesa. El cabo de la vela totalmente consumido le contaba que había dormido al menos tres horas. El libro abierto en las últimas páginas que no había acabado de leerlo. El tintero cerrado y la pluma a un costado de su diario cerrado que en algún momento había decidido que disfrutaría del libro sin buscar datos... es decir que estaba muy cansado.
Guardó el libro y su diario y más por inercia que por necesidad se puso la impedimenta y tomó sus herramientas. Cuando salió al pasillo dejó que sus ojos recogieran el calor de las cosas para distinguir formas y guiarse a donde la gente se congregaba. En silencio recorrió los pasillos y al llegar al patio observó los acontecimientos antes de acercarse.
Ordock despertó en medio de la noche debido a aquellas sonoras campanadas. No se trataba del tañido normal de las mismas que indicaba el cambio de hora. Aquel repiquetear se trataba de campanadas fúnebres. Alguien había muerto y esperaba que no fuera Erika. La verdad era que se había puesto muy pesada con los monjes de la abadía. Pero aquel pensamiento sobre la desaparición de su amada Erika, se esfumó rápidamente. Simplemente no podía ser.
El paladín se puso en pie, se sacudió las ropas y se acercó a la puerta. Entreabrió para mirar hacia el exterior de su celda y entonces vio como Phineas se encontraba en el pasillo. Entonces salió de su estancia y se acercó a éste.
- ¿Sabes que ha sucedido? - Le preguntó sin demasiada esperanza en una respuesta afirmativa. Sin duda el mediano sabía tanto como él. - Si ha fallecido alguien, igual deberíamos ir a ver que ha pasado y presentar nuestros respetos. Si se celebra alguna homilía, homilía o las exequias, deberíamos asistir. - Sonrió. - Aunque puede ser mejor que Erika se quede en sus aposentos. - Bromeó e inmediatamente se sintió fatal por hacer una broma en un momento como aquel, por lo que le cambió la cara por completo. Aquella mujer... era pensar en ella y transgredir varias normas morales.
"Yo no tengo pecados que purgar". Pensó Erika, negando con la cabeza. Por lo demás asintió con varios "hum y vale" hacia Edmundo. No tenía motivos para dudar de sus palabras, así que aceptó sus explicaciones, estaba de acuerdo en general con lo que decá, le deseó de nuevo las buenas noches y se fue a su celda canturreando y asegurándose a sí misma que mañana tenía que convencer a Gugliemo de que le dejase tocar las campanas al menos una vez.
Se lavó cuidadosamente, todo un ritual para ella, realizó con devoción y auténtica y profunda fe sus oraciones. Se metió en la dura cama y a pesar de ello no tardó en quedarse dormida.
Como un leño dormía cuando el insistente sonido estridente de las campanas acabó por despertarla. -¿Eh? ¿Qué sucede? ¿Ya es de día? Algo le decía que no, que todavía era noche profunda. Miró hacia la ventana desde su lecho, y el cuadrado se asemejaba a un lienzo negro, así que metió la cabeza bajo las sábanas, aquello no iba con ella. ¿Fuego? ¿Fuego? Su segundo pensamiento hizo que se levantase como un resorte. ¡Fuego, fuego, fuego! Comenzó a gritar igual que una posesa. Se lavó la cara , desparramando el agua por el suelo, se vistió aprisa y corriendo, y mientras tanto su cerebro se asentó, comprendiendo que esas campanas tocaban a muerto.
Al salir se topó con el paladín. ¿Qué dices, Ordock? ¿Y perderme esto? ¿Vosotros estáis bien? A ver si le ha pasado algo a Phineas. ¡Ese mediano siempre se mete en líos! Ruego a Amaterasu que no se trate de él. ¡Qué horror! ¡Vamos!
Se detuvo un momento. Demasiada oscuridad. Cerró los ojos, musitó palabras antiguas aprendidas desde muy joven, movió sus manos en círculos frente a ella y ejecutó un conjuro de luz.- Mejor.
Motivo: conjuro luz
Tirada: 1d20
Dificultad: 15-
Resultado: 19 (Fracaso) [19]
Uys!
El conjuro de luz no necesita tirada de sabiduría. En caso de que se lo lances a los ojos a alguien para cegarle el objetivo tiene derecho a tirada de salvación.
Considerad que Erika conjuro un orbe de luz cuya iluminación equivale a una antorcha.
Te quedan 5 puntos de fe para el día Erika.
Desperté por el maldito repiqueteo de las campanas. Con tanto jaleo no se podía descansar bien. Abrí los ojos y me incorporé de la cama.
-¿Qué demonios habrá ocurrido? Todavía no está amaneciendo...
Me restregué bien los ojos y me desperecé. Me levanté de la cama y me acerqué a la pequeña ventana que daba al patio. Había mucho ajetreo afuera y los monjes iban de aquí para allá con antorchas, entonces un pensamiento me vino a la cabeza.
-Ese maldito mediano cabeza hueca ya la ha liado, ¡grrrr! Se va a enterar en cuanto le ponga las manos encima.
Con una velocidad endiablada me puse las botas, me metí la daga en la de la derecha y salí al pasillo. Sólo llevaba puesto unos calzones negros (antiguamente eran blancos) de cuerpo entero y las botas. Nada más salir, divisé al fondo a Ordock y a Erika... pero ni rastro de Phineas. Avancé con decisión hacia ellos, que ya habían salido al patio.
Al salir, un escalofrío recorrió mi cuerpo por el frío que hacía y terminé de despejarme del todo. Delante de la parejita estaba Phineas, junto a varios monjes. Entonces, si él estaba ahí, es que había ocurrido otra cosa. Me acerqué a ellos, observando la dirección hacia la que iban los monjes. Al lado de Erika flotaba un orbe que iluminaba un trecho del patio.
-"Será mejor que nos acerquemos hacia donde van todos, quizás necesiten nuestra ayuda. Ahí nos enteraremos de lo que ha ocurrido. ¡Vamos!"
Sin esperar respuesta, empecé a caminar hacia el lugar donde se congregaban los habitantes de la abadía. Eché una rápida mirada a Phineas para ver si su cara delataba algún signo que me indicara que había sido alguna de sus meteduras de pata. Miré alrededor por si veía al abad o a su segundo.
Las luces de las antorchas se iban arremolinando en torno a la torre del campanario y, a juzgar por la expresión somnolienta y confusa de los monjes ellos tampoco tenían idea de lo que estaba pasando. El hermano Horacio, el afable jardinero, bajó de la torre con un semblante afligido mientras negaba con la cabeza y musitaba una plegaria invisible a Ilmater. En cuanto llegó el hermano Edmundo con el hábito a medio recomponer Horacio le miró y le dijo
"Hermano Edmundo, no debéis pasar, vos menos que nadie. Avisad al Abad Anselmo, ha ocurrido una desgracia"
El hermano Edmundo lo miró como si no entendiera nada pero el brazo reconfortante del hermano Bernardino lo guió en busca del abad mientras ambos se marchaban. El hermano Horacio les miró y les dijo con el rostro demudado por el pesar
"Nunca había visto nada parecido en esta abadía en mis años de servicio y no creo que vea nada igual. Nosotros somos gente sencilla y humilde pero vosotros estáis más acostumbrados a este tipo de sucesos. No sé como explicarlo. Lo mejor es que lo veáis por vosotros mismos"
Con cuidado se abrieron paso entre los monjes que se agolpaban en la puerta de la torre del campanario. La campana había dejado de sonar, pero eso no significaba que todo estuviera en orden. Al mirar hacia arriba pudieron ver como una mano humana asomaba por debajo de la campana. Probablemente había un cadáver atado al badajo. En un lado de la campana se veían escritas las palabras trazadas con algún tipo de líquido rojo.
La penitencia se ha cumplido.
Erika se abrió paso entre empellones, empujones y algún pisotón disimulado - “Perdón, qué sucede, dejadme pasar hermanos, quiero mirar, a qué viene tanto revuelo, apártate, hermano, por favor. ¿El culo? ¿Quién me ha tocado el culo? Míralos, y parecen inofensivos…”.
Tragó saliva, ansiosa, toda oídos a lo que narraba el anciano, los ojos abiertos como platos, la boca entreabierta. Pero qué…qué ha sucedido, hermano, qué desgracia esta vez en esta noche tan hermosa y tan calma…Y tan fria, hace un frío de mil demonios. Ayy, perdón, no quise decir eso, rezaré a mi diosa Amaterasu a fin de que atempera mi lengua. Vamos, vamos, a verlo, sí.
La sacerdotisa abrió la boca del todo cuando fue testigo de aquello -¡¿Qué dices?! Qué horror. - Miró a sus amigos, perpleja, aterida de frío, de un frío no solo por el relente y el viento helado de las montañas que le atenaza al aliento, sino producido por la imagen que tenían frente a sí. Leyó la inscripción a la luz del orbe y del resto de antorchas. Acabó por taparse la boca con la mano, miró hacia atrás, hacia donde se marchaban Bernardino consolando a Edmundo.
-¿No me digáis que es Gugliemo? -preguntó, temerosa, a Horacio.
El hermano Horacio se acercó a nosotros y nos llevó hasta el cuerpo del difunto. Era bastante macabro el asesinato. Entre las cuatro paredes de la abadía se había instalado un asesino... y era uno de los monjes. Estaba claro que esta muerte estaba relacionada con la del joven Abel.
-"Lo siento mucho hermano Horacio, es una muerte atroz. Parece ser que sí, Erika, se trata de Gugliemo. Ordock, ayúdame a desatarle y bajarle, por favor. Hermano Horacio, ¿por casualidad tenéis a un médico o a un sanador en la abadía? Sería bueno que observara el cuerpo una persona docta antes de enterrarlo, quizá pueda dar alguna pista sobre su asesino. Está claro que a alguien de la abadía no le caía bien este tipo."
Para haberlo asesinado y colgado, deberían de haber sido mínimo dos personas. Gugliemo era un tipo fuerte y pesado. Un enclenque monje no hubiera podido solo. Aquí pasaba algo raro... De repente recordé los sonidos de pasos en la oscuridad que escuché anoche por el cementerio, cuando iba a vaciar mis intestinos a las letrinas.
Con gran trabajo desatamos al cadáver y eché un ojo al cuerpo para ver si tenía algún corte, arañazo u otra herida significativa: moratones, sangre, etc.
La campana es lo suficientemente grande como para que no veáis el cuerpo pero por la mano colgante podéis deducir que se podría tratar de Gugliemo. Además de no haberle visto abajo junto a los monjes y ver como apartaban a Edmundo os puede hacer pensar eso pero verlo no lo habéis visto :)
En este caso no importa porque efectivamente lo es.
Para que os ubiquéis en el suelo bajo la campana hay un pequeño agujero por donde pasa la cuerda donde podría caber un pie pero no todo un cuerpo. No os caeréis de la torre....aunque....hubiera podido ser divertido XD
La visión de aquella mano inerte pasó factura al paladín. No esperaba encontrar una muerte violenta. Pensaba que igual alguno de los hermanos habría muerto de viejo. Eso hubiera sido lo más normal, pero no fue el caso. Se trataba de algo mucho más complejo y terrible. Se había derramado sangre en un terreno sacro y ese era todavía un pecado peor que el que había cometido el pobre Abel.
- Claro Karel... - Dijo Ordock. - Te ayudo...
Dicho aquello paladín y enano se encargaron de tratar de liberar el cuerpo del fallecido. Como bien había dicho el enano, era importante encontrar alguna pista del posible asesino en el cuerpo del difunto. De lo contrario, además de que el asesinato pudiera quedar impune, se podía dar el caso de que no fuera el último. Dos muertes en poco tiempo habían asolado aquella abadía con la que se había cebado la desgracia.
Phineas observó en silencio a los monjes congregados y siguió a sus compañeros, por mas que hubiera querido apresurarse sus cortas piernas y su altura hacía conveniente que aprovechara la estela que dejaban las personas grandes. Aún así chocó un par de veces con espaldas, piernas y traseros, claramente los monjes estaban conmocionados si no eran capaces de moverse ante la voz de Erika... a esta altura deberían saber que escuchar sus palabras podía implicar más penitencias.
Cuando llegaron, la escena era triste por decir poco, ciertamente trágica, y dado el lugar y la persona asesinada, siniestra. Dió una rápida vuelta alrededor de la campana e hizo un gesto a Karel - Espera un momento antes de bajarlo - dijo, y se puso bajo la campana para observar el estado del cuerpo. Tomó nota de los nudos usados, observó la sangre dentro de la campaña y finalmente, usando su Infravisión, tomó nota de los lugares calientes. Esperaba que el joven Gugliemo no hubiera estado vivo cuando la campana repicaba, pero la naturaleza de la nota le dejaba pocas esperanzas con respecto a la piedad del asesino.
- Ahora si - dijo permitiendo que los más fuertes del grupo bajaran el cuerpo - Erika, bonita, hazme el favor de meter tu lucesita dentro de la campana, quiero ver si podemos encontrar alguna pista. - con suerte habría quedado alguna rozadura... pero no esperaba demasiado.