Partida Rol por web

Poco a poco tus sentidos vuelven a despertar de lo que te parece un largo sueño. Te incorporas lentamente sobre una mullida cama de plumas en una hogareña habitación. Un tenue olor a jazmín, y a rosas silvestres flota por la estancia.

Una chimenea crepita dulce y cálidamente en el otro extremo de la habitación. El cantar de los pájaros se oye a través de los porticones de la ventana, y la cálida luz del sol se cuela entre ellos.

Una sensación extraña inunda tus sentidos. Es una sensación agradable, como si volvieras a estar en casa.

De repente, un exquisito aroma se cuela por la puerta. Al parecer, alguien a cocinado, y huele realmente bien.

Veidan siguió sentado en la cama un buen rato, a todas luces perplejo y desorientado. Miró a su alrededor con ojos como platos, se restregó los ojos y volvió a mirar. ¿Qué había pasado en el pasillo? ¿Les habían hechizado? ¿Atacado? ¿Matado, y estaba en el cielo de los semielfos? ¿Como había llegado a esa acogedora casa? ¿Donde estaban sus compañeros? ¿Y qué narices era eso que olía tan bién? En todo caso, sentado en la cama no conseguiría ninguna respuesta. Se levantó y se dirigió a la puerta, la abrió y se quedó en el umbral. Sacó la cabeza fuera de la habitación y miró a ambos lados.

- ¿Hola?- acertó a preguntar en voz baja, esperando una respuesta.

Al abrir la puerta y mirar, Veidan pudo observar un amplio y acogedor comedor de techo bajo. Ramilletes de flores adornaban las vigas, y su fragancia invadía, sutilmente la sala.  Había un hogar en medio de la misma, y una chimenea de piedra que se alzaba hasta el techo. Una gran cacerola bullía perezosamente, mientras verduras y hortalizas danzaban con el movimiento de las burbujas del agua caliente.

Por las ventanas entraba la radiante luz del cálido, y el trinar de los pájaros se oía como un murmullo en el bosque que rodeaba la casa.

Una bella mujer, en una gran mesa de madera, llena de frescas viandas, cortaba en porciones un bizcocho recién hecho, y que ya había dejado enfriar en el alfeizar de la ventana.

- Buenos días hermano. La joven semielfa se giró sonriente y radiante.

-¿Has dormido bien? Hoy te espera un largo día y necesitas recuperar fuerzas.

Tu hermana se veía atareada en las faenas del hogar, pero su belleza era radiante, así como su jovialidad. Un vestido largo y brillante, de finas telas, adornaba su cuerpo. Un vestido muy distinto a los ropajes de guardabosques que solía llevar.

Sabía que no podía ser real, pero de todos modos el impacto fue aplastante. La visión de su hermana, joven y alegre, fué como una flecha que se le clavó en el corazón y le hizo tambalearse. Se agrarró al marco de la puerta con ambas manos para no caerse, pues le parecía que había perdido todas sus fuerzas y que tenía las rodillas de gelatina. Abundantes lágrimas de emoción le llenaron los ojos y tardaron apenas unos segundos en rodarle por las mejillas. No podía apartar la vista de ella, no podía respirar con normalidad. Ni mucho menos encontrar las palabras adecuadas para hablarle.

Haciendo acopio de cuantas fuerzas le quedaban, que no parecían ser muchas, trató de respirar hondo y dió dos inseguros pasos hacia ella.

- Nímloth?... ¿Como es posible?- susurró sin dejar de mirarla, temiendo que desapareciera en cualquier momento.

Dió otro paso hacia la semilefa y luego otro hasta que estubo suficientemente cerca como para tocarla. En condiciones normales, su mente no se habría dejado engañar y habría sospechado de todo, sabiendo que nada tenía sentido;  pero era su hermana, y aunque había muerto en sus brazos un par de meses atrás, verla viva otra vez le llenaba de tanta felicidad que dejó de analizar las cosas con objetividad. Tendió una mano para acariciarle la mejilla.

La semielfa sonrió cálidamante ante la extraña reacción de su hermano. Con su suave mano tomo la de Veidan y le dio un fraternal beso.

- ¿Que te ocurre Vaidan? Estás extraño esta mañana... Los ojos tiernos de la joven contemplaban el rostro de Veidan. - Parecería que llevas décadas sin verme. Sonrió con gesto tierno, y abrazó fuertemente a su hermano.

- Vamos siéntate, te he preparado el desayuno. Tienes que recobrar fuerzas antes de salir al bosque. Diligentemente, la semielfa empezó a preparar la mesa para que su hermano desayunara cómodamente.

- Se ha hecho algo tarde, y nuestro padre estará empezando a preocuparse. No debemos hacerle esperar. El rostro de Nimloth continuaba reflejando una luz radiante de felicidad.

Veidan miró a su hermana como si fuera una aparición. En cierto modo, lo era. Debía serlo, o sinó se había vuelto loco. Muy lentamente, la razón se empezó a mezclar con la ilusión y su mente se convirtió en un torbellino caótico. Veidan, chico, eres consciente de que esto no puede estar pasando pero, por todos los dioes, ¡como desearía que sí fuese verdad!

- ¿Qué clase de encantamiento es este?- inquirió a la semielfa temblando de angustia, mirándola con desesperación y sin comprender nada- tu estás muerta, falleciste en mis brazos... Y padre tampoco está ya entre los vivos...- su voz pasó de ser un triste susurro a casi gritar desesperado- ¿como puede estar esperándome afuera?

La joven semielfa miró con extrañeza a su hermano.

- ¿Que te ocurre Vaidan, otra vez has tenido la misma pesadilla? El rostro de Nimloth volvió a dibujar la jovial sonrisa que adornaba su cara.

- No te preocupes hermano, todo esta bien, pues no hay hechizo alguno. Mientras de servía una buenas rebanada de pan blanco con queso fresco y miel.

- Que coas tienes, si alguna magia nos acechara, padre nos protegería. Sabes que no dejaría que ellos nos hicieran daño. Sirvió un poco de leche de cabra en un rustico baso de terracota, y lo dejó delante de Veidan.

Se sentó junto a su hermano, y lo miró con sus profundos ojos. - ¿Que es lo que te preocupa? Pues te noto algo extraño esta mañana.

El semielfo se pasó las manos por el pelo sin comprender nada. El cerebro de Veidan no aguantaría mucha más confusión y estaba a punto de estallarle, pero viendo la preocupación en los ojos de la que parecía a todas luces su hermana, intentó serenarse respirando profundamente un par de veces.

- No he tenido ninguna pesadilla durmiendo, Nímloth. Esto empieza a parecer una pesadilla- susurró con consternación. Se sentó en una de las sillas, pero no probó la comida que ella le había dispuesto. Tenía un nudo en el estómago- De acuerdo, dices que he tenido otras pesadillas como esta. ¿Qué ocurría en ellas? ¿Tú te convertías en druida y a mí me transformabas en halcón?- era consciente de que estaba cometiendo una estupidez dejándose llevar por la visión que tenía delante, pero no tenía más opción. De repente, una de las frases de Nímloth resonó en su cerebro y la miró con curiosidad- ¿Y quienes son ellos, aquellos de los que padre debe protegernos?

Una risa franca y jovial surgió de los labios de la semielfa.

- Realmente debes de haberte dado muy duro esta noche contra el cabezal de la cama. Nimloth posó su mano sobre la de Veidan, intentando reconfortar su desazón. - Tal vez no sea buena idea que salgas hoy de caza, no creo que estés en condiciones, si no puedes recordar a nuestros enemigos. El rostro de Nimloth dibujó una clara expresión de preocupación.

- Hablaremos con padre a su vuelta, seguro que entenderá porque hoy no lo has acompañado. Aunque estén diezmados, y sean poco numerosos, los humanos siempre son peligrosos. No quiero que te hagan daño... La joven se incorporó y volvió a adoptar su actitud jovial.

- Hoy me ayudaras en las tareas de la casa. Se giró risueña hacia su hermano. - Así verás que es lo que hago mientras estáis fuera, y que no es tan poca cosa como tu te crees. Venga termina, que hay que poner orden en la cocina. Una bella sonrisa iluminaba el rostro de la semielfa.

Todo lo que oía le parecía absurdo... ¿Y qué hacía Nímloth vestida de señorita y en casa? ¡Debería estar con la abuela, estudiando sus hechizos! Pero seguía mirándola a través de la mesa y no conseguía convencer del todo a su mente de que aquello no era real... Había deseado con tantas ganas ese imposible reencuentro que la alegría le empañaba los sentidos y el razonamiento, pero en el fondo era consciente de que en realidad aquello no podía estar pasando. Vamos, Veidan, serénate chico... trata de pensar con claridad: no vas a sacar nada en claro de discutir con ella, eso es evidente, así que trata de seguirle la corriente a ver si así descubres qué narices está pasando.

- Bueno, quizá sí que estoy un poco alterado...- admitió con un tono más conciliador e intentando relajarse mientras pensaba las preguntas adecuadas- ¿Donde está la abuela? ¿No deberías estar con ella?- preguntó mientras probaba un bocado del pan con miel y queso que ella le había preparado.

- ¿La abuela? El rostro de la joven se endureció unos instantes. - ¿De que me estás hablando? Parecía algo molesta e incómoda al hablar de aquel tema.

- ¿No estarás hablando de la familia de nuestra madre? ¿Porque te empeñas en sacar ese tema? Ahora Nimloth parecía abatida, y se sentó en uno de lo taburetes que había junto a la mesa.

- No te tortures con eso hermano. Los profundos ojos de la semielfa miraban a Vaidan con ternura. - Nos abandonaron hace ya mucho tiempo, cuando solo eramos unos niños... Padre tuvo que sacarnos adelante solo, y sabes que no le gusta que le recuerden la traición de la familia. Solo estamos nosotros, nadie más...

Por lo tanto ella aún no se ha convertido en druida, pensó Veidan. Nímloth decidió hacerse druida bajo la supervisión de la abuela cuando mataron a madre, pero si ella no ha acudido aún a la abuela... ¿¿¿ es que madre también está aquí??? Casi no osaba hacer aquella pregunta, pero debía hacerla.

- Nímloth, ¿y madre? ¿donde está?

Los ojos de Nimloth miraron con ternura a su hermano. Parecía cansada, y sobretodo, parecía no entender las dudas de  Vaidan.

- Hermano mio, hablas cono si todo este tiempo hubieras estado ausente... ¿A caso quieres abrir viejas heridas? Creía que hacía tiempo que lo habías superado... Tomó un baso de terracota lleno de leche entre sus manos, distraídamente.

- Madre murió...  Su mirada se perdió. Sus ojos miraban la profundidad del líquido blanco que contenía el baso, pero sus pensamientos estaban lejos de allí. - Murió hace mucho tiempo, o eso es lo que nos ha contado padre...

- ¿Que estás intentando decir, hermano? ¿A ocurrido algo? Cuéntame... El dulce rostro de la semielfa volvió a fijarse en los profundos ojos del explorador.

¡No cuadra!, se dijo el semielfo. Cada vez tenía más lios en la cabeza. Veamos, recapitulemos: Entramos en el elegante pasillo y de golpe y porrazo me despierto en una cómoda cama que supuestamente es la mía, con todas mis cosas ordenadas. En la habitación contigua está mi hermana vestida como una dama y no como una exploradora (que es como solía vestir) diciéndome que madre está muerta y dándome a entender que no la conocimos, y además ella no está con la abuela. Por Elhonna, ¡me voy a volver loco! ¡Claro que conocimos a madre! ¡Nímloth decidió hacerse druida debido a su muerte! Entonces, si no estoy reviviendo mi pasado, ¿¿¿qué es esto??? Quizá si trato de sincerarme con ella, todo cobre sentido...

- Vale, Nímloth, tengo un problema, pero necesito que me creas y necesito que no me tomes por loco. ¿Me escucharás hasta el final sin escandalizarte? ¿Vas a hacer eso por mí, porfavor?

Nimloth miró a su hermano con ternura, y aunque no entendía que le ocurría, asintió con la cabeza.

- Claro Veidan, puedes hablar con franqueza conmigo. Su rostro dulce contemplaba las preocupadas facciones de su hermano. - Como siempre.

La semielfa aguardaba con atención, sentada junto a él, a que Veidan le explicara lo que le estaba afligiendo.

- Me temo que esto no es real- Le soltó sin preámbulos- Me he despertado en esta casa, pero esta no es mi realidad, Nímloth. En mi realidad, tu y yo no vivíamos en esta casa ni tú vestías estas ropas. Nosotros conocimos a madre y sabemos como murió. Debido a su muerte, tu acudiste a la abuela para que te convirtiera en druida y ensayando uno de tus hechizos, me transformaste en halcón, un hechizo que duró décadas porque no sabías como invertirlo. Durante todo ese tiempo, tu y yo nos unimos a un grupo de aventureros que buscaban justicia y gloria. Después de vivir innumerables aventuras con ellos nos separamos y tu, ya muy entrada en años, conseguiste devolverme a mi forma natural, aunque lo pagaste caro...- la voz de Veidan se había convertido ya en un triste susurro, pues a pesar de la paradoja de tener a su hermana delante, su corazón lloraba su muerte. Levantó la vista y la miró a los ojos, deseando que fuera ella de verdad. No retubo las lágrimas por mas tiempo- Tu moriste, Nímloth. Moriste en mis brazos, agotada por el hechizo que me devolvió a ti... - Desvió la mirada hacia la puerta, incapaz de seguir mirándola sin llorar- Me dijiste que buscara al elfo Cromvar, uno de nuestros compañeros de aventuras, y cuando le encontré, nos adentramos en una ciudad infestada de muertos vivientes. Allí, en las profundidades, había un pasillo. Parecía fuera de lugar, era hermoso y juraría que oí una bonita melodía al otro lado de la puerta- Un poco mas sereno, pero asustado por la reacción de ella, volvió a mirarla- Después de eso, me desperté en esa habitación. Y te garantizo, Nímloth, que esa nunca fué mi habitación. Como no es esta mi realidad.

La semielfa pareció entender lo que su hermano intentaba explicarle, y guardó silencio durante unos instantes.

- ¿Y que importa lo que creas que te ha pasado? ¿No estamos juntos ahora y aquí? ¿Que te ata tanto a ese mundo del que supones haber despertado?

Acarició fraternalmente la mejilla de Veidan, y mirando tiernamente a los ojos de este, le sonrió cálidamente.

- ¿A caso eras más feliz en tus sueños que en el confortable hogar que es este lugar? No te tortures más por lo que crees que fue, y disfruta de lo que es ahora?

Con delicado gesto, Nimloth apartó un mechón de cabello de la frente de su hermano.

- Ahora estás en casa.

Las palabras de Nímloth dejaron en shock a Veidan. Con la boca abierta, los ojos como platos y los brazos colgando inertes a los lados del cuerpo, miraba a su hermana sin reaccionar. Nunca hubiera esperado una respuesta así. Empezó a negar con la cabeza, pero se detubo en cuanto se dió cuenta de lo que ella le proponía: No regresar, seguir allí con ella, volver a tener los dos una vida por delante... Cogió la mano de ella con ternura y se dejó tentar por la idea mientras grababa en su memoria cada rasgo de su rostro...

Pero en el fondo sabía que había gato encerrado... sabía que no podía quedarse, sabía que no era real, y aquella revelación le partió el corazón, porque si ella le había propuesto quedarse, entonces es que también existia la posiblidad de volver... ¡Y no quería volver! El solo hecho de que Nímloth estubiera viva y joven a su lado era suficiente como para aceptar vivir por siempre en un sueño... Pero era racional, y sabía que aunque la veía así, ¿que garantías tenía de que el sueño no se transfomaría en pesadilla? Su corazón se partió por segunda vez al darse cuenta de que ya había decidido y de que tendría que dejarla atrás. Amargas lágrimas volvieron a sus ojos mientras habló sin dejar de mirarla.

- No, Nímloth, no puedo vivir algo que no sea real. Ya soporté a duras penas tu muerte una vez y ya aprendí a vivir con ello. Si me quedo, solo será para sufrir tu pérdida otra vez, tarde o temprano, y no lo soportaría...- declaró con un nudo en la garganta y voz ahogada- te quiero demasiado, hermana, como para volver a perderte.