Partida Rol por web

El tipo más persistente se te abalanza sujetándote con fuerza de la chaqueta mientras eleva su palo amenazando, no obstante en su cara se puede ver miedo.

Stephen sólo espera que el dolor de su estocada haga que el hombre pierda el tino del palo, porque donde ese mazo caiga en su cabeza... hasta nunca estequiometría...

Una punzada en el hombro hace gritar al villano, no es una herida muy profunda pero es más de lo que soporta el ánimo y los redaños del sujeto. Sale huyendo a toda carrera alejándose de ti y desapareciendo en seguida entre estrechas callejuelas.

El tipo podía ser rápido al fin y al cabo. solo le faltaba algo de motivación.

Un cadáver a tus pies te recuerda que quizá sea mejor desaparecer antes de que te metas en problemas innecesarios. La oficina de la Fargo solo está a unos pocos metros y al fin y al cabo...

¡Vaya! ¡tu billete falso ha desaparecido! el meneo que dio el extraño a tu chaleco parece que no fue en vano. Sonriendo, no puedes dejar de alabar la destreza del ladronzuelo. Parecía tener claro lo que quería, pero un hombre tiene que estar muy desesperado para jugarse la vida por un billete de diligencia. En todo caso ha perdido a uno de sus amigos y no se lleva nada aparte de un papelucho y una bonita cicatriz para toda la vida.

Antes de volver a enfundar su estoque, Stephen limpia el filo con la ropa del cadáver, un bastón con un anillo de sangre cerca a la empuñadura no es su idea de un arma sutil. *click* El acero es de nuevo oculto por la caoba redonda y mientras camina los últimos metros hasta la West Fargo. A pesar de los contratiempos por fin iba a salir de su encierro, amenos que ya fuesen las 11...

Stephen mira su reloj para constatar que aún hay tiempo.

10:54, afortunadamente llegarás a tiempo porque ya tienes la oficina a la vista.

Tienes un par de minutos de márgen aún cuando entras en las dependencias y el reloj de pared de la sala coincide con el tuyo de bolsillo.

Sin embargo no das crédito a lo que oyes cuando el vulgar secretario que atiende el mostrador, tras dar tu nombre y enseñar tu auténtico tiquet, te dice que llegas tarde. Todos los billetes se han dado ya, argumenta.

La adrenalina que hace poco corría por sus venas en el callejón vuelve a arder en las venas de Stephen.

PERO... Calma Stephen, estás hablando con un empleado estatal, entre más le grites menos colabora...

Stephen traga saliva profundamente, cierra los ojos y respira profundo de nuevo como en el hotel. El empleado no tenía la culpa del día tan terrible que había tenido hoy.

Mi buen señor escribiente... es de mi conocimiento que usted ya está cerrando este  despacho, y estoy consciente de que su tiempo es oro. Stephen saca su tiquete y un billete de cinco dólares debajo, pero visible y los pone en la mesa. Una sonrisa confiada se dibuja en su cara. Revise el tiquete, es legítimo, no le tomará más de 30 segundos darle un vistazo.  

El secretario parece notablemente escrupuloso para ser un tipo corriente de clase media-baja. Cogiendo el billete discretamente mira hacia atrás varias veces y se lo piensa durante unos segundos.

Debe tener un jefe muy estricto u órdenes muy precisas porque menciona varias veces a su supervisor balbuceando y finalmente se levanta señalándote que buscará al señor Carlson.

No tarda ni medio minuto en salir por la puerta de despacho un tipo con aspecto de ranchero, con gafas muy amplias y un sombrero tejano. Tiene la mirada decidida de un empresario y eso te alivia, al menos será alguien con quien se pueda razonar...

Tendiéndote su mano empieza a hablar sin ambages.

Saludos señor Boyle, su nombre le precede. Me han informado de que está insatisfecho con la pérdida de su plaza en la diligencia, cosa que entiendo perfectamente. Tenga en cuenta que no podemos hacer excepciones en nuestra política. Seguro que podremos ofrecerle una compensación que le parezca adecuada. Siéntese, por favor.

Al escuchar que su nombre empieza a reconocerse como debiera, una parte de su enfado se esfuma. De seguro los plumillas han hecho el deber de informar que alguien de mi talante ha llegado a este pueblo olvidado de Dios.

Es un placer igualmente, señor?... Stephen deja que le responda su nombre, estrecha su mano y sigue con su diatriba tradicional

En verdad, hoy ha sido un día donde un hombre debe ponerse a meditar sobre la naturaleza humana. Me fué hurtado el ejemplar del noticiario matutino de en frente de mi puerta del cuarto de hotel, afortunadamente el recepcionista del As de pic fue tan amable de darme, en señal de genuflexión, su reproducción. Adicionalmente a esto, un hombre de mediana edad intentó atacarme a *MI*  Se apunta con la mano al pecho, y con un gesto de "puede creerlo?" para hurtar el tiquete que acabo de presentarle. Afortunadamente los Boyle somos muy precavidos, ya que nuestra posición social nos coloca en un estrato que origina resquemores.

Así que, mi buen hombre, entenderá que no me tome bien esta noticia. Incluso había separado un caballo con el honesto Bob y me habí aapuntado para acompañar la expedición que se iba a realizar con el maese Eckhardt a Bronco Pueblo. Stephen mira impasivo y casi con sorna, la ironía de la situación.

El hombre que se te presentó estrechando tu mano como Samuel Carlson parece poco cómodo con tu desilusión. Sin embargo con molesta decisión, aunque visiblemente a desgana, niega con la cabeza.

Lo comprendo señor Boyle, pero hágase cargo de mi situación. Sin duda en un par de semanas volverá a salir otra diligencia y le prometo plaza en ella.

Dándose cuenta de que el plazo de espera no es en absoluto de tu gusto, cambia de tema rápidamente.

Hablemos más bien de una compensación. ¿Quiere una tarjeta VIP vitalicia para nuestra compañia? ¿un ingreso que le permita resarcirse?...

En dos semanas podría haber adelantado tanto trabajo!

Pues en verdad el pase VIP no me desagrada, sin embargo me parece que una diligencia cada dos semanas, en especial después de tan larga ausencia no servirán para cubrir la demanda de este pueblo, que como habrá notado, está en expansión. De acuerdo al fenómeno económico de oferta y demanda, ustedes podrían aumentar su margen de ganancia de transporte incrementando la frecuencia de las diligencias al oeste, que de seguro esta población será un punto vital en el acceso a California.

A un hombre de negocios, siempre háblale del dinero que le supondrá ayudarte... eso decía mi padre, un exitoso hombre de negocios y cazador excelso.

Haremos lo posible por mejorar eso pero estamos en una mala época.

Carlson parece poco menos que dar por zanjado el tema.

Esta misma tarde arreglaremos lo de su pase preferente, a decir verdad no le recomendaría haber cogido este transporte, será peligroso. Los habrá más seguros.

Sonríe concluyente, con expresión extraña. Las opciones de razonar con el hombre parecen haberse terminado.

En la diligencia o fuera de ella, me iré con la expedición del señor Eckhardt, lo he prometido! y por cierto, le haré llegar mi domicilio en Bronco Pueblo donde puede hacerme llegar mi VIP vitalicio. Stephen sonríe triunfalmente, toca su sombrero a manera de despedida y se dirige donde el honesto Bob.

La cara del santo hace el milagro...

En ese momento un tipo bien vestido pero de aspecto sucio y desaliñado aparece a toda carrera acompañado por una mujer rubia.

El individuo tiene chaleco y una levita muy elegantes pero tiene una pinta terrible. Está sucio, indignamente despeinado y visiblemente alterado, incluso te parece ver la huella de una bota en su chaleco negro.

¡Soy Richard Templeson! exijo hablar con Carlson. El tono urgente del hombre despierta tu curiosidad y también el nombre que da, que te suena ligeramente conocido. A pesar de su órden, no espera la salida del dueño de la Fargo sino que sigue diciendo:

¡He sido asaltado! en este momento sale Samuel Carlson de su despacho por un piel roja enorme. Se ha llevado mi billete de la Fargo.

A pesar de que la mujer trata de calmarlo insistentemente, él continúa.

¡Atrapen a ese bandido! ¡¡cuélguenlo!! monten una emboscada en la estación o aprésenlo aquí si trata de validarlo. Yo no pienso viajar de todas formas, no me interesa el billete, lo único que quiero es que lo pillen.

¡Por lo visto el hampa anda suelta! Le acababa de comentar precisamente al señor Carlson que también he sido casi víctima de un hurto por tres malhechores despiadados. ¿Es que ya las personas decentes como nosotros no podemos vivir en santa paz?

Cuando el hombre se voltea, Stephen se inclina y toca su sombrero, reconociendo el status del hombre que acaba de llegar.

Mi nombre es Stephen Boyle, mi buen señor. Y al igual que usted yo también tengo un billete preferencial de la West Fargo. Yo corrí con suerte de la ligereza de mis pasos poniendo pie en polvorosa antes de que los rufianes me hicieran pagarle una visita a caronte.

Así es, señor. ¡Le diré que en mi misma casa, fui asaltado!

Un placer dice, recobrando la compostura y saludándote de la misma forma que tú a él

en todo caso le deseo buen viaje, caballero, porque yo ya he visto todo lo que tenía por ver hoy. No voy a dejar a mi familia sola mientras viajo...

vuelve a dirigirse a los de la Fargo

no me interesa recuperar el importe de mi pasaje, ¿os podéis creer que me lanzó a la cara un billete de 20?, tampoco es de mi incumbencia ya lo que sea de ese viaje. Solo quiero que se haga justicia.

Concluye, con decisión. Tras eso, en voz baja responde a su mujer, que no deja de imprecarle.

Bien, querida... tampoco será necesario acudir al Sheriff, el señor Carlson se ocupará de todo. Nos iremos ya mismo y no volveremos a saber nada del tema...

y uniendo la acción a la palabra se aleja por donde vino mientras sigue tranquilizando a la señora con palabras más sosegadas.

Stephen se voltea al señor Templeson.

Y bien, parece que tenemos una vacante, después de todo! Sonríe triunfalmente. En caso de que se presente un indio gigante a la diligencia, simplemente le dice que ese boleto estará pospuesto dos semanas, en ese tiempo el Sheriff lo arreglará. Hasta los indios gigantes caen con suficiente plomo en su sangre.