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Tombstone: Dead Lands

Capítulo 3: Ciudad fantasma

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19/08/2010, 03:00
Director

Aun de noche, la luz de la luna ilumina todo con una claridad plateada. Unas nubes negras se condensan, sin tapar el astro, y mientras Frank habla resplandece un relámpago a la vez que el trueno resuena. No tardará en llover.

El tiempo de espera expira, la caldera termina de calentarse y los últimos ecos del silbato del tren se pierden en Purgatory a modo de despedida, ya que no de llamada. El estómago de la caldera digiere la fabulosa Piedra Fantasma, y la presión aumenta con tanta velocidad que la válvula de seguridad salta y escupe vapor. Con una sacudida brusca que obliga a Dakota a agarrarse bien, el tren se pone en marcha,  acompañado del traqueteo tan característico de los mecanismos de vapor girar. Es increible el trabajo que ha hecho el inglés con la locomotora, pues ayer de esta máquina ruinosa nunca se podría haber dicho que caminara.

Y, sin embargo, se mueve. El primer tren en abandonar Bronco Pueblo en más de un mes, aunque no lo hace en la dirección que le habría gustado a los peces gordos de Tombstone, sino rumbo al Oeste. Poco importa, con tal de salir de Purgatory, y además, contactar telegráficamente o por mensajero con Tombstone será sencillo ahora que la Ciudad Fantasma ha sido borrada del mapa.

Pero no es el momento de pensar en eso, como un grito de Dakota, ahí arriba, se encarga de recordar. El indio ha avisado a los demás porque la nube de polvo ha cogido forma y, como todos sospechaban, no se trata de refuerzos al rescate.

Otro relámpago que cae en algún lugar demasiado cercano, con su trueno inseparable, y caen unas primeras gotas.

Trece jinetes galopan tras el tren. Trece hombres preocupantemente bien armados, con rifles y escopetas en las manos como deseando ser disparadas. Todos cabalgan hacia el tren que abandona el pueblo, y cada uno de ellos se acerca lentamente, pues sus caballos, aunque presumiblemente cansados, son de una calidad excepcional. Los perseguidos aún están fuera del alcance de posibles disparos, al igual que los perseguidores quedan a salvo del Winchester de Dakota, sin embargo la situación parece ir a mantenerse así poco tiempo.

Apenas han pasado unos segundos desde que los perseguidores eran una mancha en el horizonte, y el tren aún está ganando velocidad tras su arranque, pero los jinetes ya han recortado suficiente distancia como para que empiecen a amartillar sus escopetas y apuntar sus rifles. Nítidos a la luz de los relámpagos y de la luna, todos, los trece, tienen el arma preparada excepto dos; y esos son los que más inquietantes resultan. El que cabalga a la cabeza del grupo parece el jefe, y sus ojos, que en la distancia parecen amarillos, prometen muerte. El que monta junto al lider es un tipo embozado en gruesas ropas que, en lugar de llevar un rifle o un Colt, levanta su mano derecha dejando caer algo que parece de papel. Un naipe de poker y después otro, abandonan sus dedos y son lanzados por el viento hacia atrás, hasta desaparecer en la estela de polvo del grupo de jinetes.

Purgatory en llamas es como un sol en ocaso que va desapareciendo hacia el horizonte. Una vela a punto de agotarse, una cerilla ya muy corta. La lluvia aumenta de intensidad tan lentamente que parece poco probable que su descarga tenga algún efecto sobre el incendio. El tren traquetea hacia el Oeste, dejando atrás la Ciudad Fantasma, pero los jinetes salidos de ninguna parte se acercan cada vez más, y algo comienza a mover el techo de la locomotora como si estuviera a punto de arrancarlo...