Partida Rol por web

Los perpetuos postes de telégrafo corren paralelos a la línea del ferrocarril, allí abajo, en el valle. Reconciliadas, las dos vías de comunicación se adentran en una mancha blanca y gris en medio de la llanura, entre filas de edificios formando calles y dispersas casas decorando el monótono suelo. El pequeño pueblo dista apenas dos centenares de yardas, desde lo alto se ve cercano pero con una perspectiva amplia y completa. Como una maqueta en una mesa.

Demasiado igual a una maqueta en una mesa. Ni carros recorriendo las avenidas ni caballos atados en las puertas; nadie por las calles, nadie en las ventanas, ni un perro que ladre a los recién llegados. Con el sol en su punto más alto no hay vida en este poblacho, estático como si estuviera dibujado, vacío como si fuera parte del mismo desierto.

La calle principal corre en dirección Norte-Sur - fuera de lo habitual, que es aprovechar al máximo el recorrido del sol dirección Este-Oeste -. Una avenida ancha corre perpendicular a la principal, cerca de su extremo Norte, flanqueada por el cable y la vía del tren: aquél, hundiéndose en el pueblo y volviendo a aparecer en el lado opuesto; ésta, rozando apenas el borde de la población antes de volver a perderse en la desolada llanura dirección Oeste. En la pequeña estación de trenes, tres locomotoras con media docena de vagones en total; las máquinas de vapor yacen muertas sin nadie a sus mandos.

El borde Sur en el que desemboca la calle principal está rematado por una plaza circular: iglesia, ayuntamiento quizá... edificios grandes e igual de abandonados. El lado oriental es poco más que un caótico grupo de pequeñas construcciones amontonadas.

En todo el perímetro de la población se percibe la misma quietud que tiene más de muerte que de paz. No es algo tan extraño, ciudades nacen y ciudad mueren; cuando la riqueza se agota o la reputación aleja a cualquier viajero, los habitantes emigran. El resultado es este... una ciudad fantasma. Una de tantas, y sin embargo algo no encaja. ¿Ha podido pasar tan rápido como para que los bien informados vecinos de Tombstone no se enteraran? las comunicaciones cortadas pueden explicarlo, pero aún así ha tenido que ocurrir en el último mes o poco más.

El viento recorre la Ciudad Fantasma y el cable del telégrafo produce su silbido característico al vibrar. Doscientas yardas colina arriba, la diligencia roja reforzada con hierro - Wells Fargo&Co. en letras plateadas - mancha la monotonía del paisaje. Seis caballos delante, uno atrás, cinco alrededor con sus respectivos jinetes; las bestias rumian los secos matojos, disfrutando la parada. Dos hombres en el asiento del coche de caballos, tres ocupantes en el interior, cinco escoltas; nadie ha encontrado lo que esperaba ver y, desde las ventanas o en el exterior, no hay miradas que no se posen en el pueblo.

Vaya, vaya. Menuda sorpresa. Habla Predicador, habla.

Algo me dice que la cerveza y las mujeres deberán esperar hasta el siguiente pueblo. Eckhardt, pregunta al periodista, ¿sabes tú algo de esto?

Al menos aquí sí que no me buscará la Ley.

Frank observa concentrado la quietud de la Ciudad Fantasma. Desde luego no es lo que esperaba encontrar.

Eckhardt se baja del transporte para ver mejor la escena.

¡En absoluto! responde a Frank, tras lo que su gesto se vuelve pensativo.

Es cierto que no teníamos noticias de Bronco Pueblo desde hacía varias semanas... incluso el Epitaph tenía un enviado aquí del que no sabíamos nada ultimamente. No sé cómo se habrá podido marchar sin decir nada. Claro que si no funcionaba el cable...

Su pensamiento se pierde unos instantes hasta que reacciona mirando a su alrededor.

Porque... no hay duda de que esto es Bronco, ¿verdad? la mirada segura y amenazante de Bully, de cuya competencia está dudando, le hace callar.

El Predicador desmonta del caballo automáticamente cuando se detienen. Mientras Frank y Eckhardt hacen comentarios sobre el evidente abandono que muestra Bronco Pueblo, el reverendo acerca a sus labios la cruz de plata que lleva colgada al cuello con una cadena, dándole un sentido beso mientras mira hacia el cielo, como buscando una señal. Esto lo hace con cierto recogimiento al lado de su caballo y de cara hacia este, buscando intimidad.
Luego vuelve a comprobar sus armas. Empieza por el Colt, gira el tambor y observa uno a uno si todos los huecos están ocupados por balas. Luego el Winchester, y mientras va haciendo esto comienza a hablar. Primero responde a Eckhardt hablando directamente al reportero pero cambia de tema enseguida para dirigirse a todos los presentes. Cuando el Predicador habla, se nota que calla mucho más de lo que dice, y que la misión es mucho más transcendental que solo ir a hacer una simple exploración.

Es Bronco Pueblo, Eckhardt, no lo dude, o al menos ese era el nombre que se le daba antes....

Bien señores, a partir de ahora seguiremos a pie, a donde vamos los caballos no nos hacen falta y solo nos estorbarían. Vamos a bajar hasta el pueblo para ver si queda alguien o algo en él. Todos los que quieran acompañarnos serán bienvenidos y yo les estaré agradecido por siempre. Cojan todas las armas que tengan y llévenlas encima si así se sienten más seguros.

El Predicador ya se disponía a seguir a pie el camino que baja la colina hasta la ciudad, cuando se giró de golpe para dar una advertencia más.

Una cosa más... puede que allí abajo vean algo que les resulte imposible, que les haga creer que están viendo visiones o que se están volviendo locos. Les recomiendo que no duden ni por un instante...es real.

Después de la explosivas aseveraciones del predicador, el inglés queda evidentemente agitado.

Disculpe usted, predicador... pero ¿esto es lo que llaman ustedes los de las tierras inexploradas "meterse a la boca del lobo"?

Y subvalorar el valor estratégico en una operación de incursión de la caballería me parece sumamente inapropiado de un hombre que se precia de tener lógica como usted.

¡Este predicador nos quiere meter en una trampa!

No acompañarle no sería un acto de cobardía, como usted plantea, sino de sentido común.

El Predicador escucha los alegatos de Boyle con calma, como si ya contara con alguna reacción de este tipo. Cuando el inglés termina de hablar, el reverendo le responde.

Sí, es cierto Boyle, puede que sea peligroso, pero por otra parte eso no quiere decir que no debamos hacerlo. Puede que esté en contra del sentido común, pero no sé hasta qué punto usted cuenta con él. Si no, ¿cómo explica que un verdadero Lord inglés abandone las verdes y confortables campiñas de su tierra para cruzar el océano y luego el desierto de Arizona, acompañado por unos extraños de sospechosa condición?, ¿es eso de sentido común?.
Pero bueno, eso es algo en lo que no me meteré. Bien, otra cuestión...los caballos, ¿por qué no debemos traerlos?... Porque toleran el miedo peor que los hombres.

El sacerdote hace una corta pausa en la que se queda mirando fijamente a Boyle para ver su reacción. Pero vuelve a hablar antes de que el inglés tenga oportunidad de replicar.

De todas formas ya he aclarado que no espero nada de nadie, los que vengan lo harán voluntariamente, usted tiene todo el derecho de refugiarse dentro de la diligencia a esperar a que volvamos mientras se queda hecho un ovillo...temblando.

- KA-TCHACK !!! – El ruido del Winchester de Dakota remarcó las palabras del Predicador, como dando por zanjada la cuestión (al menos en lo que a él respectaba). Luego, el indio se encaminó en dirección al poblado, teniendo mucho cuidado de pasar bastante cerca del refinado inglés en el proceso, y haciéndole sentir su imponente figura. No dedicó siquiera una mirada al Sr. Boyle. De hecho, el apache se dirigió a Bronco Pueblo sin mirar atrás.

Danny sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. No era miedo, era la certidumbre de que algo horrible había ocurrido en Bronco Pueblo.

De repente tomó una decisión: no expondría las vidas de sus amigos a algo así.

¡Predicador!, dijo en voz alta. Unos instantes.

Luego, haciendo señas a los suyos para que se reunieran en círculo a su alrededor: Jane, Buba, Gaho. Sé que sois mis amigos y que me apreciáis, y por eso mismo os voy a pedir que salgáis de aquí ahora mismo. Ahí abajo sólo hay muerte, y no quiero eso para vosotros. ¡Partid! Si salgo de esta nos veremos de aquí a seis meses, ya sabéis dónde. Mirando fijamente a Jane, acaba: No es una sugerencia, Jane, es una orden.

Después, ató su caballo a la trasera de la diligencia, comprobó sus revólveres y su jian, y echó a andar pendiente abajo sin mirar atrás. Al llegar a la altura del Predicador se limitó a decirle: Hay que defender la vida, como la espina defiende a la rosa, y la protege de quienes querrían robar la flor.

¡Esto es suicida! ¿qué clase de persona camina a un pueblo donde la muerte es casi segura? Así me digan pie tierno, yo me quedaré acá... más bien investigaré sobre la piedra fantasma que pude recoger. Tal vez me dará ideas...

Frank desciende del pescante y se posiciona cerca del predicador. Tiene muchísimas preguntas que hacer, pero ahora no es el momento. Algo malo ha pasado y por alguna razón el Predicador quiere bajar al pueblo. A Frank la muerte no le ha dado miedo nunca. Y hoy no va a cambiar nada.

Danny... no...

La chica balbucea viendo a su jefe dispuesto a marcharse, mira cómo los otros dos bandidos obedecen la orden, esperándola para partir con sus caballos mirando en dirección contraria al pueblo. Jane se ha bajado de la diligencia y palmea su montura sin subir a ella ni dejar de mirar al mestizo alejarse.

Vamos, señor Boyle, no pienso perdérmelo.

El reportero carga con la maleta que contiene la cámara fotográfica y su ridículo revólver. Espera a unos cuantos pasos de la diligencia con la mirada repartida entre el grupo del Predicador, que espera para partir hacia el pueblo, y el inglés que se resistía junto al coche.

Entenderá que debo saber qué ha pasado aquí y, por otro lado, prefiero seguir con estos señores y sus armas a quedarme solo en esta colina.

Mira a su alrededor y no puede esconder un estremecimiento, la curiosidad de Eckhardt le hace vencer - por ahora - ciertos miedos, al menos mientras tenga compañía. Quedarse solo... eso es otra cosa.

Danny gira sobre sus talones, se acerca a Jane y la besa con pasión en los labios.

Una vez, siendo niño, le dije a mi maestro, que era ciego: "Maestro, de todas las cosas, vivir en la oscuridad debe ser la peor". Y él me contestó: "El miedo es la única oscuridad."

Para vencer al miedo debo bajar hasta allí, pero no podría soportar que te pasara algo. Vete y espérame; no hay nada ni en este mundo ni en el otro que pueda impedir que nos reunamos de nuevo.

Y vuelve colina abajo sin mirar atrás.

Ohhh... Jin, siempre has sabido qué era lo mejor para todos. Aunque le cuesta, el silencio señala que acepta la decisión.

La mujer baja la mirada antes de subir a su caballo. Te estaremos esperando. Dice, pero ya no cruza la vista más con Danny ni con ninguno de los que se quedan. La montura lleva a Jane con pasos lentos hasta donde los otros dos esperaban.