Partida Rol por web

Tombstone: Dead Lands

Capítulo 4: Perseguidos y malditos

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04/05/2011, 18:24
Frank

¿Cuanti... qué?

Frank mira a Boyle con una expresión que es mezcla de desprecio y burla. Maldito erudito...

No lo se Boyle, tres, tal vez cuatro. Pero lo importante es que su jefe cayó.

El cowboy se toca el sombrero reclamando atención sobre su prueba de caza.

No se trata de cuántos queden. Se trata de lo que nos puede pasar si mantenemos la Máscara en el pueblo. ¿Recordáis lo bien que nos lo pasamos en Purgatory?

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04/05/2011, 18:46
Stephen Boyle

 El químico se halló sorprendido por el entendimiento de las situaciones bizarras de Frank. Al paecer a este caballero el sombrero le cubre más que la cabellera, su mente está llena de secretos que había subestimado, nota mental: Los pistoleros, no por no ser estudiados carecen de lógica.

Asiente y aprieta los labios, aún con el dolor de perder al predicador en la boca. Muy bien, maese Frank. Tomo su palabra como veraz testimonio que el jefe de los bandidos ha caido, pero el génesis de un nuevo Purgatory es una consecuenca indeseable y se debe evitar a toda costa. Y si el buen plumilla y usted van por los ejemplares ecuestres mientras Dakota y un servidor cuidamos la máscara y de paso procuramos hallar el cuerpo, indiferentemente de su condición vital, del predicador?

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04/05/2011, 19:24
Frank

Frank mira a Boyle directamente a los ojos. En silencio. Sostiene la mirada por un tiempo que se considera incómodo según los estándares sociales de la época. Desde luego, el cowboy no está acostumbrado a debates, ni a que le lleven la contraria. No entiende por qué tanto lío con la decisión.

Amigo Boyle, si llego a los ejemplares equestres, ten por seguro que cabalgaré al galope en la dirección contraria a Santa Marta, sin importarme el destino de este pueblucho, de la Máscara, o de la mismísima Virgen.

Dicho esto, el cowboy se hace la señal de la cruz inmediatamente, como pidiendo disculpas por la blasfemia que acaba de pronunciar.

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04/05/2011, 20:09
Stephen Boyle

Los ojos de Stephen se clavan en los de Frank y el joven se da la vuelta, busca la máscara entre los contenidos del cofre y luego saca su fino reloj mientras en la mano opuesta mantiene el ítem maldito. Una busqueda de Cinco minutos.. es lo mínimo que le debemos al predicador.

Stephen se sorprende de hablar con menos verborrea que de costumbre, ha de ser que está molesto.

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04/05/2011, 20:57
Frank

Frank escupe al suelo sonoramente. De un veloz manotazo, le quita el reloj a un sorprendido Boyle. Mira la hora.

Cinco minutos. Después de eso, no estaré.

Plumilla, coge la Máscara. Te vienes conmigo.

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05/05/2011, 00:49
Charles Eckhardt

Sí, señor.

Dice el reportero mientras le dedica un encogimiento de hombros a Boyle como disculpa. Lo cierto es que el reportero le tiene más miedo a Frank que a la Máscara, y además comparte la prisa del vaquero por salir del pueblo. No es que le guste dejar al Predicador a su suerte, pero todo parece indicar que ha muerto...

Coje la Máscara de manos de Stephen y sale corriendo tras el cowboy, que sin duda le dejará atrás si no se da prisa.

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05/05/2011, 01:08
Director

Frank y el plumilla se alejan cargando con el objeto maldito y una promesa de esperar al menos cinco minutos. Stephen Boyle se da la vuelta para incitar a la acción al compañero indio cuando se da cuenta de que ¡se ha quedado solo! A Dakota nunca se le ha dado tolerar la cháchara cuando hay cosas por hacer, y hace un buen par de minutos que salió de la iglesia.

Apresurado, el científico sale de la iglesia en pos del mestizo. Afortunadamente para él, Dakota no ha ido muy lejos.

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05/05/2011, 01:25
Director

El apache parece algo confundido con los rastros: ahora está seguro de que el supuesto cuerpo del Predicador no ha dejado señal. Tan solo al separarse unos metros más logra encontrar algo parecido a una pista. No son unas pisadas claras, más bien una ligera erosión continua... ¿un cuerpo arrastrándose?

Ese rastro es lo más parecido a una pista, y Dakota está seguro de que debe corresponder al sacerdote... o bien a algún enemigo superviviente.

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05/05/2011, 04:48
Stephen Boyle

 Si de utilidad le fuese, podría facilitarle un madero encendido que nos esclarezca la penumbra nocturna. Dice Stephen, tomando un trozo de madera encendido de un largo aceptable como para no quemarse.

Mientras buscan en la oscuridad, usa su agudo sentido de la visión para escudriñar el mismo rastro que sigue Dakota, colaborándole asi lo más posible en su esfuerzo.

- Tiradas (2)
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05/05/2011, 05:23
Dakota

 

El indio estaba parado literalmente sobre un charco de barro, con las botas hundidas cerca de la orilla. Escrutaba la imperturbable superficie con un gesto de infinita confusión dibujado en el rostro. Era una mueca bastante parecida a la que solían producir los interminables jeroglíficos verbales del inglés.

- Luz o no luz… rastros no dejarse ver. – dijo con tono preocupado – Nadie cargar cuerpo muerto sin dejar marcas. Nadie ser tan bueno. Mala medicina...

Luego de un rato, el indio pareció tomar una decisión, e hincó una rodilla en el barro. Extendió sus brazos tan largos como eran y elevó su rostro al difuso cielo del amanecer. Un gutural sonido salió de sus labios, aunque fue imposible para Boyle entender una sola palabra de lo que decía.

- Madre Tierra !!! Déjame escuchar tu Palabra !!! Deja que pueda ver tus signos y seguir tus consejos !!! Un bravo ha caído en tu nombre !!! Déjame llegar a él y devolverlo a tu regazo !!! Otórgale la recompensa por su sacrificio !!! Este Bravo te lo suplica !!! *

 

- Tiradas (3)

Notas de juego

* Traducido del Apache.

Trato de utilizar Palabra de la Tierra, pero no recuerdo cual era la dificultad (creo que 9 o 12). Si no funciona, intento rastrear de nuevo a la luz de la antorcha.

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05/05/2011, 17:43
Director

La mente de Dakota se apacigua, y en la densa oscuridad que precede al alba, puede ver - o cree hacerlo - un resplandor rojizo rodeando su cuerpo, así como el de Stephen. Sabe que el camino está marcado por los Espíritus, y al bajar sus ojos espera ver un resplandeciente rastro de luz plateada. Una señal superior, inconfundible.

Al bajar la mirada, lo único que ve son sus sucias botas, semihundidas en el fango, y un sucio rastro marcado a medias en el lodo. El indio cree haber sido indigno de merecer el favor, pero al instante lo comprende. Las huellas que seguía eran incorrectas, no eran las del Predicador. Sin duda era un rastro, pero la desagradable suciedad y la corrupción de esa línea en el suelo parecía ser una pista de su verdadera naturaleza. Los Manitous ya han llegado a Santa Marta, y de haber continuado el camino marcado por esas huellas, se habrían encontrado con el Mal. La primera pesadilla en acudir a La Llamada.

Ahora el indio lo sabe, y al levantar la vista puede ver, hacia el Este, el verdadero camino. Unas huellas cuyo perfil está delimitado por un brillo argéntico, al menos a sus ojos. Los misterios del rastreo y las reflexiones de Dakota son tan incomprensibles para Boyle como lo es su forma de hablar para el indio. Las escasas dotes de lectura humana de Stephen tan solo llegan a intuir una buena noticia en cuanto a la búsqueda del Pater.

Las nubes de tormenta se disipan, y el sol asoma ya, tímidamente, en el horizonte. Que el amanecer y el paso del temporal sea un buen augurio o no, dependerá de lo rápido que puedan continuar su camino con la Máscara.

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05/05/2011, 21:05
Dakota

El indio aguardó unos interminables instantes, y finalmente quitó su vista del cielo. Miró a uno y otro lado con expectación, pero Boyle pudo notar en seguida el gesto de desencanto que se dibujó en su rostro. Fue apenas un segundo, apenas un suspiro, pues Dakota recuperó de inmediato aquella postura imperturbable de siempre.

Se puso en pie sin decir una palabra y encaminó sus pasos hacia el Este. Casi a la pasada, el intrigado inglés pudo escuchar el quedo murmullo de su compañero, que parecía hablar para si mismo.

- Malos Espíritus viajar de prisa. No tener mucho tiempo.

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05/05/2011, 21:42
Stephen Boyle

 Con prontitud, entonces! El ánimo del inglés reflejaba el optimismo de un alma inocente bajo la flema de las altas castas británicas y levantó por un momento su mano para darle una palmada en la espalda al indigena, pero luego de una mirada asesina de Dakota, Stephen solo tragó saliva y bajó la mano para que siguieran hacia el este.

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05/05/2011, 23:09
Director

Sin malgastar palabras, el indio sigue el rastro... y el inglés sigue al indio. Es extraño que la pista parezca proceder desde el Sureste, no de la zona del templo, y viajar hacia el Norte. Además, si bien al principio son pisadas irregulares, no parecen las huellas de alguien agonizante. Tras un minuto de seguir los indicios, ni siquiera parece que el responsable de esas pisadas esté herido en absoluto. Nada encaja, y difícilmente podría pensarse que el rastro sea del sacerdote, pero Dakota ya no necesita comprender, porque se concentra en creer. Su fe le ha marcado el camino, y no va a empezar ahora a dudar de los Espíritus.

El cielo anaranjado da la bienvenida a un nuevo día. El olor a tierra mojada es embriagador. La caminata dura todavía unos minutos más, y mientras Boyle calcula preocupado cuánto margen les dará aún el vaquero, Dakota parece actuar como si tuviera todo el tiempo del mundo. Los rectángulos de suelo negro de unas granjas vestigiales marcan el límite del pueblo-monasterio. A la izquierda está la ya conocida pared de piedra, mientras que, a la derecha, el precipicio ha ido perdiendo altura ha medida que avanzaban hacia el Norte. En esa dirección, la meseta en la que descansa para siempre Santa Marta termina en una suave bajada que lleva hasta una llanura, y más allá unas colinas verdes. El final de la primavera está siendo suave en este clima semidesértico, y las lluvias han contribuido a embellecer el paisaje. Tras una larga noche que podría haber sido la última, y después de tantos horrores vividos, la visión parece para Stephen y Dakota la más bella de sus vidas.

El rastro - silueteado por un brillo plateado a los ojos del mestizo - continúa hasta donde alcanza la vista, pero al seguir con la mirada el camino por hacer, los dos rastreadores ven algo que no estaba ahí hace un segundo.

Montado en un caballo blanco, un jinete se aleja a ritmo de trote tranquilo. El perfil, borroso por las brumas de la mañana, es idéntico al del Predicador, así como el caballo albo que el sacerdote siempre ha montado. Lo que está claro es que el jinete sigue el rastro que se pierde hacia el Norte, y entonces Dakota comprende.

Los Espíritus no le han mostrado el rastro del Predicador, sino el de su presa. Frank aseguró haber matado al jefe, Cujo, pero según el Hombre-Medicina yaqui, solo un Hombre-Santo podría realmente acabar con él. Mientras Dakota guiado por su intuición y Stephen por su intelecto llegan a esta conclusión, la silueta de ese jinete pálido desaparece ante sus ojos, diluyéndose entre la bruma. Se deshace en jirones arrastrados por la brisa.

El brillo blanquecino que le señalaba el rastro a Dakota se extingue, quizá porque el indio ha perdido la concentración con la sorpresa o quizá por voluntad directa de los Espíritus, que consideran el favor ultimado. Solo queda el susurro del viento, la belleza del paisaje y la sensación de haber presenciado una despedida.

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06/05/2011, 00:44
Stephen Boyle

El científico mira a través de su lente improvisada la figura del predicador alejarse y al comprender lo que sucede, sonríe. Mira a Dakota y calcula el tiempo mentalmente. Les quedarán unos dos minutos para reunirse con Frank y Eckhardt. Le hace un gesto a Dakota y caminan en silencio a donde se encontraban los ejemplares equinos.

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06/05/2011, 19:44
Dakota

El indio permaneció algún rato con la mirada perdida en el horizonte, incluso cuando la extraña figura hacía ya tiempo que había desaparecido. Los movimientos del inglés a su lado lo sacaron de su recogimiento, pero todavía le costó algún tiempo volver a pensar con claridad.

No había tratado demasiado al que llamaban Predicador, aunque sentía que lo conocía desde siempre. Tenía mucho de Hombre-Santo, pero era también indudablemente y por sobre todo, un auténtico Bravo. Extraña mezcla, y no demasiado frecuente.

En apenas un par de días, se había forjado un extraño vínculo entre aquellos dos. El indio todavía recordaba cuando ambos entraron por primera vez a Purgatory, como avanzadilla del grupo. Había sido el primer contacto con el Terror, en medio de la soledad de la noche, pero ninguno había perdido la templanza. A partir de ese momento, ambos habían sabido que, pasara lo que pasara, tendrían las espaldas cubiertas.

Dakota lo iba a echar de menos. Y era esa una sensación que confundía al apache. No recordaba haberla experimentado antes…

- Adiós, amigo. – murmuró finalmente por lo bajo antes de volverse para encaminar sus pasos de nuevo a Santa Marta.

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06/05/2011, 23:14
Director

El camino de vuelta hacia donde se dejaron los caballos es silencioso y corto para los dos dispares compañeros, y solo pasan unos treinta segundos de la hora pactadad cuando llegan al lugar donde esperaban Frank y Charles. El sol ya reluce sobre el profundo acantilado que flanquea Santa Marta. Okhan cumplió su papel de guía, pues solo les separan ya un par de millas de la tribu Hamakhava. El indió yaqui les había traído hasta aquí, el final del camino, y había muerto en la defensa. Dakota podrá, teniendo presentes las indicaciones de Okhan, guiar a la expedición en este último tramo, y podrán acabar por fin con la maldición que pesa sobre sus cabezas.

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06/05/2011, 23:50
Stephen Boyle

Cuando llega a donde se encuentran Frank y el plumilla, el joven pone el maletín químico y las armas en las alforjas y se apea de su corcel.

¿Saben qué hecho me ha parecido bastante remarcable? Ninguno de nosotros fue seducido por las promesas áureas del cofre. Asumo que será por la premura del encargo puesto en nuestras manos, sin embargo he de divulgar que me siento alborozado al contar con una cofradía de verdaderos caballeros como ustedes.

Un nuevo día... arrebatándole de vuelta el reloj al vaquero, Stephen Boyle le da cuerda, se acicala el traje del viaje y pone en su boca un pequeño sorbo de extracto de menta. Observa las reacciones de sus compañeros y luego el horizonte, para marchar en pos de la tribu de la máscara maldita.

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09/05/2011, 05:32
Dakota

 

Dakota salió por un instante de su ensimismamiento, como si algo en el tono del inglés lo hubiera devuelto repentinamente a la realidad de Santa Marta. Recordó por unos instantes el viejo y pesado cofre, y algunos de los objetos que había transportado en su interior. A esta altura tenía el mismo valor que un arbusto en el desierto. Prontó desechó de su mente tales pensamientos y se encaramó a su montura.

- Dakota buscar respuestas. - dijo como justificándose por la decisión de haber recabado todos aquellos objetos - Ahora ya no importar.

El animal se resistió unos momentos, girándose violentamente a un lado y a otro para demostrar su descontento por la contundente carga que era obligado a soportar. El indio terminó por apaciguarlo con unas amistosas palmadas sobre el lomo, y la bestia finalmente se puso en marcha.

Era evidente que aquellas riquezas no significaban absolutamente nada para el extraño personaje. Si Dakota perseguía alguna recompensa, era de un tipo bien distinto.

 

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10/05/2011, 15:41
Director

Las alas negras comienzan a batir, las profundidades de la tierra ya se revuelven, los muertos comienzan a despertar... Mucho tiempo más en Santa Marta, y el paisaje se convertiría para siempre en unas ruinas malditas. Una Tierra Muerta. Los viajeros parten con sus caballos rumbo Oeste, decididos a no dejar que la maldad germine en esta tierra.

Las heridas de la batalla aún escuecen, los rifles y revólveres todavía huelen a pólvora quemada. La noche ha sido muy larga, y nada les gustaría más que descansar, pero saben que no se lo pueden permitir. Han estado demasiado tiempo en un sitio, y ahora el Mal les persigue de cerca. Bajar la marcha significa ser alcanzado por cualquier tipo de terror que morara en la zona. La Máscara es como un faro para las abominaciones, pero los cuatro supervivientes confían en que dentro de unas horas se verán libre de esa carga. La maldición - venganza por el robo del objeto sagrado - emana de la cabeza de ónice igual que el calor procede de una hoguera, pero otra parte de la condenación ya les ha manchado de forma más personal.

Bajo un sol rojizo, la expedición recorre la llanura y asciende hacia altiplanos. Aunque el paisaje es cada vez más montañoso, también parecen haber señales de civilización: postes telegráficos y, al Sur, el humo de alguna locomotora lejana. La frontera con California debe estar muy cerca.

Tan solo han tenido que avanzar tres horas a paso tranquilo de caballo, y ya ven las señales del poblado Hamakhava. El humo, poco disimulado, de las hogueras en las que el pueblo cocina parece sugerir una tribu pacífica. Algunos vigías - mal escondidos para los ojos atentos de Dakota o Boyle - señalan la cercanía del asentamiento. Nadie pone trabas al paso, y más bien parecen mostrar cierta precavida curiosidad ante los extranjeros.