Partida Rol por web

En el cerrado cajón todo lleva bastante tiempo sin cambiar demasiado. Decenas de juguetes, rotos, olvidados de si mismos o enloquecidos por su dramática existencia, mezclados con toda una colección de objetos que no tienen ninguna razón para estar allí, languidecen entre sus paredes. Aunque todavía existen de los que recuerdan haber estado en la primera fila de la diversión de aquel niño; de Max.

Como Spiderman, el siempre dispuesto muñeco. Ahora no tende telas de araña entre los estantes; tan sólo sueña que delira -delirar está fuera del alcance de un juguete- con la mirada aplastada penosamente contra la esquina en la que se apoya.

Y como Iron Man Hulkbuster. Ya apenas resuenan en sus oídos sus estúpidas frases. Está tirado cabeza abajo. sin ver, enterrado en el mar de juguetes, polvo y decadencia.

Y como el comandante John T. J. Hazard, en pie pese al caos a su alrededor, con la paciente mirada siempre fija. ¿En qué? Hasta hace un tiempo ni él mismo habría sabido la respuesta a su pregunta, pero entonces vino la limpiadora, abrió el cajón y metió ahí dentro a esa preciosidad.

Barbie no sabe exactamente qué está haciendo ahí. Un día se cayó, fue recogida por la inquietante limpiadora de dientes raros -su gran temor- y fue "reordenada". Y ahora siente las oscuras miradas de tantos juguetes fijas en ella (¿qué serían capaces de hacer si pudieran moverse?), y nota como el polvo fastidia el tono de su cutis. Sólo desearía estar de vuelta en el estante de las muñecas de laura, o en la casa de muñecas, aunque Laura ya no juegue con ellas.

Pero preocupaciones más graves asaltaban a los demás muñecos. Desde hace casi un año, unos aterradores gemidos rasgaban el aire cada mañana desde la habitación del papá y la mamá de Max. Y desde hace ya casi un mes el quinceañero acude al cajón cada vez que suceden para escoger un juguete que nunca regresará con sus compañeros. La green company, por ejemplo, se ha visto alarmantemente menguada... Aunque el O.K. Corral ha tenido la suerte de estar medio enterrado prácticamente en el fondo.

El ritual matinal ha originado multitud de aterradoras teorías entre los juguetes, hasta ahora inconfesables por motivos obvios.

Pero de pronto un alarido incontrolado rompe la espera silenciosa. Un juguete, asaltado tal vez por terribles dolores desde quién sabe cuanto tiempo, acaba de aprender a gritar. Y un movimiento desordenado invade el cajón entero cuando los muñecos descubren que ya no son simples marionetas de su incierto destino.

El momento soñado había llegado. Era su oportunidad, el destino glorioso para el que fue creado.

IronMan aún recordaba el día en que fue rescatado de la tienda de segunda mano en la que descansaba cual juguete al que nadie quería por sus pequeños defectos de fábrica. Recordaba claramente el momento en que salió de nuevo a la luz del sol, volando con unos retropropulsores imaginarios por el jardín del chico, dispuesto a combatir el mal. ¡Y cuántas veces había salido victorioso de sus combates contra enormes monstruos de barro después de un día lluvioso! Si, IronMan era una figura de colección, única en su especie, pero para Max no era sino otra de sus diversiones. Y el juguete, en el fondo de su consciencia, lo agradecía. Igual que había agradecido haber conocido a otros como él y haber compartido juegos con todos ellos. Max lo había sacado de su marginación y le había dado un hogar... Aunque ahora viviera en un baúl cerrado y abandonado de nuevo.

Pero ese alarido, esa llamada de socorro tan primitiva es algo que hace removerse el alma del muñeco, sus mas fuertes instintos. Muchas habían sido las veces que había contemplado la injusticia y había deseado moverse, pero hasta esa misma noche, hasta aquel mismo instante, solo se había removido en su imaginación. Ahora, sin embargo... Su movimiento era real.

Comienza a revolverse, a abrir y cerrar las enormes manos con que había sido dotado por sus creadores, a girar la cabeza aquí y allá, incapaz de ver nada pero disfrutando del momento al máximo. Y es cuando sabe que puede moverse cuando se plantea si también podría hablar, si podría escapar del nefasto destino de ser un muñeco incompleto, estropeado.

Luchando contra el peso de los demás juguetes trata de recuperar la verticalidad, escuchando con atención el origen del alarido. Había sido diseñado para proteger, para combatir el mal. Un muñeco, un compañero, posiblemente un futuro amigo, estaba sufriendo y gritando y él iba a hacer algo para cambiar esa situación. Iba a comportarse como lo que era, como un héroe.

Spiderman llebaba en el cajón mucho, mucho tiempo. Había sido uno de los primeros juguetes de un joven y lozano niño. Vivió grandes momentos. Pero eso fue hace mucho tiempo.

Spiderman no sabe cuánto tiempo lleva allí, inmóvil. Ya no le importa. Antes sí le había importado, se había sentido abandonado, había sentido miedo, incluso pánico, de que nunca más volviera a salir. Pero ahora, después de ver pasar el tiempo, lentamente, guardado en un cajón oscuro, sin saber si era día o noche, si pasaban segundos u horas, incluso años, ya no le importaba nada.

Se encuentra en un estado como de trance. Sus ojos ven, pero ha olvidado cómo hacerlo, y ya no presta atención a su vista, no sabe si ve o no, y, peor aún, ha dejado de preocuparle. Igual pasa con su sentido del oído: de tanto oir silencio, no sabe si oye o no oye, si lo que oye es el exterior del cajón, o es su propia mente. Tampoco le preocupa.

Spiderman sólo divaga. Es lo único que le queda, lo único en lo que puede pasar el tiempo. Recuerda anécdotas que le pasaron jugando con Max, inventa historias que nunca ocurrieron balanceándose en sus telarañas por las calles de Nueva York. Ha pasado tanto tiempo que ya no sabe lo que ocurrió de verdad y lo que es fruto de su imaginación. Tampoco le importa. Esas historias son lo único que le queda, lo que conforma su mísera existencia.

Delira.

Es por eso que, cuando el resto de juguetes se empiezan a mover, que ni se inmuta. No se ha dado cuenta de lo que pasa todavía. El tiempo ha entumecido sus sentidos, le ha hecho olvidar qué era real y qué era imaginario.

Wyatt abre sus pequeños ojos de plástico. Le cuesta reconocer el sitio en el que se encuentra. Si, era aquella especie de gran recipiente en el que se había pasado encerrado todo aquel tiempo. Pero ahora se veía diferente. En la penumbra, tan solo puede reconocer un montón de figuras de plástico, metal y madera que lo aprisionan. Se siente incómodo, atrapado, asfixiado bajo tanto peso. Buscando entre aquel caos, intentando orientarse, alcanza a ver a su amigo Doc, que le alarga un brazo para ayudarle a salir de entre aquel grupo de cubos de plástico que lo tiene atrapado.

No entiende nada. Parecen encerrados, sepultados bajo una gran masa de objetos. Pero bueno, lo primero es encontrar a sus hermanos y lo siguiente, intentar salir de allí. Lo lógico sería ir hacia arriba, hacia la cima de aquella extraña montaña.

Doc, que había despertado un rato antes que Wyatt, tenía una espada de metal pinchándole las costillas. A empujones consiguió deshacerse de aquel desagradable objeto punzante. Pronto se dió cuenta de que no era el único que se movía. ¿Qué estaba pasando?. Instintivamente, comenzó a moverse, intentando hacerse sitio, aprovechando los escasos huecos que pudo encontrar. No tardó en localizar a su amigo Wyatt. Parecía que tenía problemas. Siempre había sido un tanto pardillo. Doc le tendió la mano para ayudarlo a llegar hasta él.

Wyatt acepta la ayuda de su amigo y de esta forma, consigue liberarse.

Desde el fondo del cajón, aparecen aquellos cinco tipos vestidos de negro. Los habían visto antes. Eran desagradables pero en medio de aquel caos, ver una cara conocida resultó reconfortante.

mmmmpf.

Algo aplastaba al capitan price. Ya no recordaba el tiempo que llevaba en ese cajon, pero nunca habia sentido ni dolor, ni frio, ni miedo. Solo era manejado, veia las cosas y no podía hacer nada para cambiar nada.Algo extraño ocurria, sintio el peso oprimirle el pecho, era algo molesto. Apenas se podia mover y no veia nada. Derrepente el peso se quito de encima.

Disculpe Capitan.-Dijo el soldado apartandose un poco, derrpente dandose cuenta de lo que ocurria- ¡Capitan, podemos movernos!

Algo estaba pasando, todo era muy extraño. Siempre que la green company había salido ha hacer una misión había sido bajo el mando de Max. Ahora la Green Company estaba desorganizada y no sabía que hacer.Intentó mover un poco los brazos, había demasiadas cosas aprisionandole el cuerpo. Algo se movia junto a él. Seguro que no estaba solo pero la Green Company saldria de ahi a salvo como lo había echo antes...

Calma soldado, mantenga la calma.-le dijo el capitán price sin estar demasiado seguro de lo que decia- Donde está McTavish? Cabo Luca organice a la compañia, debemos reunirnos y averiguar que esta ocurriendo. Ahora somos nosotros los que actuamos.

En el cerrado cajón todo lleva bastante tiempo sin cambiar demasiado. Decenas de juguetes, rotos, olvidados de si mismos o enloquecidos por su dramática existencia, mezclados con toda una colección de objetos que no tienen ninguna razón para estar allí, languidecen entre sus paredes. Aunque todavía existen de los que recuerdan haber estado en la primera fila de la diversión de aquel niño; de Max.

Como Spiderman, el siempre dispuesto muñeco. Ahora no tende telas de araña entre los estantes; tan sólo sueña que delira -delirar está fuera del alcance de un juguete- con la mirada aplastada penosamente contra la esquina en la que se apoya.

Y como Iron Man Hulkbuster. Ya apenas resuenan en sus oídos sus estúpidas frases. Está tirado cabeza abajo. sin ver, enterrado en el mar de juguetes, polvo y decadencia.

Y como el comandante John T. J. Hazard, en pie pese al caos a su alrededor, con la paciente mirada siempre fija. ¿En qué? Hasta hace un tiempo ni él mismo habría sabido la respuesta a su pregunta, pero entonces vino la limpiadora, abrió el cajón y metió ahí dentro a esa preciosidad.

Barbie no sabe exactamente qué está haciendo ahí. Un día se cayó, fue recogida por la inquietante limpiadora de dientes raros -su gran temor- y fue "reordenada". Y ahora siente las oscuras miradas de tantos juguetes fijas en ella (¿qué serían capaces de hacer si pudieran moverse?), y nota como el polvo fastidia el tono de su cutis. Sólo desearía estar de vuelta en el estante de las muñecas de laura, o en la casa de muñecas, aunque Laura ya no juegue con ellas.

Tal vez le tranquilizaría más saber que no está siendo observada, por lo menos por el comandante Hazard, en estos momentos. Porque, a lo largo de años y años en la condición de juguete ha aprendido a dormir, y a soñar, y lo cierto es que lo hace bastante bien.

Pero preocupaciones más graves asaltaban a los demás muñecos. Desde hace casi un año, unos aterradores gemidos rasgaban el aire cada mañana desde la habitación del papá y la mamá de Max. Y desde hace ya casi un mes el quinceañero acude al cajón cada vez que suceden para escoger un juguete que nunca regresará con sus compañeros. La green company, por ejemplo, se ha visto alarmantemente menguada... Aunque el O.K. Corral ha tenido la suerte de estar medio enterrado prácticamente en el fondo.

El ritual matinal ha originado multitud de aterradoras teorías entre los juguetes, hasta ahora inconfesables por motivos obvios.

Mañana tal vez se dé uno de ellos. Si no, sería una excepción. Pero el comandante no está preocupado en absoluto. No, porque sueña, y sus sueños son bastante entretenidos. Sueña con barbie; como siempre delante suyo, en el cajón de los viejos juguetes. Ella se le acerca insinuándole cosas, le sobrepasa y sale de su campo de visión, le da la vuelta... y él, quieto. Pero algo raro sucede. Hasta el momento, todas las noches había sido él el pasivo, pero ahora descubría que podía moverse y protagonizar las escenas. Lo cierto es que lo estaba disfrutando, y más que le quedaba por disfrutar. Por él, este sueño no acabaría nunca.

Iron Man Hulkbuster escarba en aquel vertedero de juguetes y polvo en busca del origen del grito. Pronto encuentra al vetusto coche de policía que lo produce, quien deja de gritar al momento, aunque sigue sollozando un poco.

Sin duda es muy muy viejo; no puede ser de Max, y él nunca le ha visto en sus juegos.

Al fin -Susurra una y otra vez- Al fin.

Aunque parezca sentirse frágil ante la imponente figura de Iron Man, no da muestras de miedo. Máteme -Pronuncia con acento anticuado- No le tengo miedo.

Cerca, en la esquina, spiderman delira con la cabeza pegada a la pared. Parece que alguna clase de infinita tristeza le ha hecho perder la curiosidad de volverse a ver lo que sucede.

El comandante Hazard permanece como siempre. Tal vez no haya podido despertar; tal vez haya muerto por dentro hace mucho.

Wyatt, Doc y los demás vaqueros se reunen por sí mismos por primera vez en su existencia, como la green company, que empieza a organizarse pese a la crisis de mando en la que se encuentra. Es curioso que ambos grupos ni siquiera hayan cruzado una mirada.

Y Barbie... oh, pobre Barbie. Nunca había tenido más miedo en toda su vida.

¡Cielo Santo! Aquello estaba sucio, muy sucio... sucio como... ¡como el infierno! Sí, eso era. Sucio como el infierno. Al menos lo que Barbie imaginaba como el infierno, un lugar lleno de juguetes de chico y polvo, y gritos de agonía. Barbie estiró por primera vez sus piernas largas y siliconadas y comprobó que carecía de articulaciones en las rodillas, pero que éstas crujían lo suficiente como para permitirle un amago de movimiento. Se volvió buscando el origen del grito con su sempiterna sonrisa, aunque en realidad sólo era una máscara. Se había asustado mucho.

-¿Holaaa? ¿Pocahontas? ¿Sirenita? -Barbie se sentía ajena a esos otros juguetes masculinos, fuertes y bueno, atractivos de no encontrarse en una situación tan asquerosa-. ¿Estáis por aquí?

Un momento...¡¿que es eso?!-dijo el comandante Price al escuchar la voz de la muñeca-Oh, no...¡Compañiaaa atentos, preparense! Otra vez la muñeca. Incluso aqui nos persigue. Debemos enseñarla quien es la Green company. Preparen sus armas muchachos-no paraba de vociferar ordenes sin saber a quien pues hacia tiempo que se había separado de su compañia y no sabía de cuantos hombres disponia.- apuntenla con sus rifles y si intenta algo...¡ACABEN CON ELLA!

Un revuelo se formo dentro del cajón. Los verdes soldados empezaron a arrastrase entre el resto de juguetes hasta llegar a la altura del capitan mientras apuntaban a la muñeca.

Hoy que me llamaba jefe-Dijo McTavish al acercase a su capitan.

Asi fuero apareciendo uno tras otro hasta seis soldados. La Green company habia sido mermada pero aun contaba con fuerza y disciplina.

Un coche viejo. Un coche viejo de lata y más valiente que todos los supuestos héroes de acción que IronMan había visto a lo largo de sus muchos cambios de casa hasta llegar a la de Max. Parecía extraído de otra época, una época remota en la que los juguetes eran metálicos y los padres no tenían miedo a que sus hijos se pudieran sacar un ojo con sus piezas punzantes o hacerse un arañazo con sus bordes afilados. IronMan sabía que aquellos juguetes eran duros como piedras y que su corazón era fuerte. Por eso no le sorprendió que le plantara cara.

- ¡No, no, tranquilo! Soy IronMan, un héroe. He acudido a su llamada de auxilio en cuanto la he escuchado para ver si estaba en mi mano hacer algo por usted.  - Gesticula lentamente con sus enormes manos, disfrutando al tiempo de la sensación de movimiento y de utilidad, aunque esta última pertenecía más a su fantasía que a la realidad. Al menos de momento. - ¿Por qué gritaba, compañero? No le reconozco, nunca le había visto entre los juguetes de Max. ¿Quién es usted?

Al tiempo que preguntaba al viejo coche de policía, más y más muñecos volvían a la vida, reagrupándose los que parecían compañeros y desesperando los que se encontraban fuera de lugar. Y eran precisamente esos dos grupos los que estaban protagonizando un encontronazo que IronMan no podía permitir. ¡Una Barbie en apuros! Era el deber de todo caballero proteger a una dama en peligro.

- ¡Disculpe un momento, creo que me necesitan por allá abajo también! - Con movimientos lentos y torpes propios de un juguete que en lugar de piernas tiene una peana, IronMan se acerca a la Barbie y al pequeño batallón de soldaditos que comienza a alzar sus armas contra ella. Adelanta uno de sus grandes brazos y lo interpone entre los agresores y la chica de plástico.

- No creo que queráis meteros con alguien de mi tamaño, muchachos. - Advierte con voz potente y mecánica, con un ligero tono estático de fondo, propio de una grabación para juguetes.

Parece que Pocahontas y Sirenita no están por ahí.

Spiderman permanece contra la pared, y no parece que tenga intencion de moverse.

El coche tose, y sigue al gran muñeco sin ninguna prisa, medio escalando entre los escombros. Un superhéroe.

Cof, cof. Recuerdo algunos, de mi época. Cof, cof. Todavía más ridículos que tú.

Pese a la ofensa, su tono no es en absoluto hiriente. Es simplemente que dice exactamente lo que piensa, y no le importa que le maten por ello.

Deja a esos pobres muñequitos jugar. Dudo que consiguieran siquiera que algo saliera de sus "armas". Ja.

Se mueve a trompicones, casi volcando constantemente, ajeno a todo. Al fin. Suspira. ¿Nadie quiere matarme? ¿Seguro?

Derrepente un IronMan envalentonado aparece entre la compañia y su objetivo y orgullosamente trata de defender a la barbie...

Compañia!-grita Price-mantengan la posicion! ¿Y tu quien eres? ¿Como osas interponerte al ejercito de Max?¿sabes a quien defiendes? Esa señorita de grandes dimensiones es un monstruo, Max nos lo decia. "rapido capitan" me decia "forme a sus soldados y ataquen al monstruo o nos hara ir de compras con él y eso es lo peor que puede haber...cuidado! el ataque del beso!"-Relataba Price recordando las concersaciones con Max,bueno mas bien monologos por que ellos nunca le contestaban.

Es verdad-dijeron los soldados a coro-mejor que te apartes no vaya a ser que te ataque con el beso a ti tambien.

Lo ves hijo?-Volvio a decir el capitan- sera mejor que nos dejes a nosotros, aunque seamos mas pequeños que ella(y que tu) ya la hemos derrotado otras veces.

Cuando el ejército de enanos verdes pareció querer cargar contra ella, Barbie lanzó un gritito de sorpresa y horror. ¡Aquellos mugrosos soldados ya habían estado haciendo de las suyas cuando el niño se atrevió a poner en duda su feminidad y a utilizarla de monstruo! No dejaría que se repitiera, pero... ¿pero cómo? ¿Pelear? ¿Ella? ¡Ni hablar!

Menos mal que un apuesto y fuerte muñeco se interpuso entre ella y el pelotón de militares. Barbie se sujetó a sus hombros como si se escondiera.

-¡Defiéndeme de esos palurdos! ¡Quieren matarme! ¿Monstruo? ¡Monstruos sois vosotros!

¿Monstruos nosotros? ¡Pero me cago en...!

Un revuelo se formo entre los verdes soldados...

- Si, si, si... Seguro que son inofensivos... Pero piensa que hasta hace un momento no nos podíamos mover. No vaya a ser que si que pued... - IronMan, que trataba de razonar de alguna manera con el viejo coche sobre su nueva condición de seres... ¿Vivos?, se interrumpe a sí mismo cuando el capitán del pelotón o el que llevaba la voz cantante, se encara con él. - Todo eso que dice está muy bien, capitán, pero yo no tengo conocimiento de que esta señorita sea una amenaza para nadie. - En su recuerdo no estaba aquella muñeca. Max casi siempre jugaba en solitario con él o con otros héroes de acción. Alguna que otra vez había introducido otros juguetes para hacer de villanos, pero jamás lo había mezclado con las muñecas de su hermana. Lo mismo porque tampoco llevaba demasiado tiempo en casa del chico. - Así que de momento lo vamos a dejar así, ¿de acuerdo? Nadie ataca a nadie y mantenemos la paz y entre nosotros.

Hace una pausa en la que se recoloca para hacer de muro entre la muñeca que se había colgado de sus hombros y la pequeña compañía de soldaditos verdes cuando estos se revolucionan ante las palabras de la Barbie.

- ¡Señorita, por favor! Tranquilícese. ¡Aquí nadie va a matar a nadie! ¡Por el amor de Max! Acabamos de... - Se detiene un segundo, escogiendo las palabras adecuadas para explicar un concepto que no tenía nada claro. Lo de IronMan Hulkbuster era la acción. Pensar no estaba hecho del todo para él. - ¿...de llegar a la vida? ¡Y ya estamos hablando de matar! - Estaba claramente contrariado con el antiguo coche de latón y los soldados de la Green Company.

Price enarcó una ceja y se quedo un momento pensativo. Dirigió la vista de IronMan a la muñeca y de nuevo a IronMan.Despues se giro como pudo y se dirigió a su peloton.

Esta bien chicos, bajad las armas. Parece que la señorita no quiere jaleo y que me aspen si nosotros rompemos la paz. Bien muchachos pensemos una forma de salir de aqui.

Los soldados empezaron a hablar entre ellos apresuradamente. El capitan se giro de nuevo hacia IronMan y Barbie.

Bien hombre de hierro. Habrá paz de momento mientras que ese mons...señorita, esa señorita no sea una amenaza ni para mi ni para mi compañia.-Dice mirando serio a la muñeca-Y ahora, ¿tiene alguna idea de como salir de aqui?

Capitán-grito el primero del capitan Price, McTavish-creo que se nos ha ocurrido una idea. Luca dice que hay una pequeña abertura en un lado del cajon. Nosotros podriamos salir por alli y buscar la forma de abrir el cajon.

Mmm, buena idea muchacho. ¿Y a ti que te parece hombre de hierro?

Lo que queráis, pero yo no salgo de aquí Comenta el coche, malhumorado, al parecer, por que nadie quiera matarle, mientras se mueve. No esperéis que lo de afuera sea mejor que ésto.

Ya tiene los planes hechos. A una esquina...

Si nadie lo hace por mí... -Un rastro de pena le hace tambalearse por un momento.

...Y a morir.

Con tanto movimiento en el cajón, el muñeco de Spiderman pierde su equilibrio contra la pared del cajón, resbalando, y cayendo tumbado contra el suelo del cajón. El golpe parece despertarlo. Su cabeza empieza a dar vueltas mientras se va levantando.

- Vaya, mi poderoso sentido arácnido lo predijo, pero no pude anticiparme.

Se levanta, como cualquier persona reaccionaría a un golpe, moviendo coordinadamente su cuerpo articulado, rascándose la cabeza con la mano de dedos fijos, a la que le falta el pulgar. De pronto, cae en la cuenta. Mira su cuerpo, poco a poco, parte a parte, ajeno a todo cuanto sucede a su alrededor. Empieza a moverse, con un movimiento alegre, como un baile, comprobando que cada articulación responde correctamente.

Se para. Comienza a reflexionar, andando de un lado para otro. - Las estructuras atómicas encefálicas deben haberse reconbinado, de tal manera que nuestros poderes y habilidades originales están volviendo poco a poco. Pero parece que aún no han vuelto del todo. ¡¡Debo encontrar la fuente externa de este proceso físico/químico!!

Entonces, repara en la existencia de los otros juguetes. Se dirige a ellos. Evidentemente, no ha prestado atención a nada de la conversación previa de los juguetes.

¡Chicos, encontremos la vía de escape de este agujero negro!